Fruto del drabblethon de crack_and_roll. Al principio lo consideraba mediocre, pero le voy cogiendo cariño con el tiempo :)
Paring: Toph/Zuko
Prompt: Deseo
Advertencias: No llega a Lime. Sin betear.
Extensión: 500
Placer
Los besos de Toph no tenían el más mínimo sabor a tierra. Era curioso. Sus labios sabían como a moras silvestres y su cara olía a pepino recién cortado (fruto de esa obsesión que le había dado con ponérselo encima). Su pelo, siempre recogido y siempre enredado, no olía a barro como él siempre había imaginado, sino que recoraba el olor a lluvia y a madera mojada. El día que Zuko se lo contó a Toph, ésta se rió y y le dijo que eso era ridículo.
Zuko dejó que la maestra Tierra le empujara más contra la pared. La besó con furia, agarrando sus caderas con fuerza, mientras ella metía sus manos bajo su túnica y le acariciaba el pecho, la espalda, el abdomen, suavemente. A medida que bajaba, Zuko se iba poniendo más nervioso, y eso a Toph le gustaba. El señor del Fuego subió las manos hasta los pechos de ella, pero ésta se apartó repentinamente y suspiró.
-Oh, mierda -maldijo mientras se pegaba a la pared y desaparecía dándole la vuelta a la piedra (se había vuelto aficionada a exhibir ese truco a todas horas, pero ciertamente resultaba muy útil).
El chico intentó poner su mejor cara de póquer (que no era demasiado buena) y se puso a caminar hasta cruzarse con el guardia que había causado aquel giro de acontecimientos. Al mirarle, no pudo evitar sonrojarse. Si en el palacio se enterasen de lo que estaba haciendo no tendría valor para mirar a ninguno de sus súbditos a la cara.
Al pasar el peligro volvió al pasillo, donde Toph le esperaba sonriendo. A ella no le preocupaba en absoluto. Era su naturaleza el romper toda norma. Pero Zuko se avergonzaba de actuar como animales hambrientos cada vez que se encontraban en un rincón, aunque eso no se lo decía a ella. Ni a nadie.
-Tendremos que posponer la fiesta, majestad. Se acerca el que debe de ser Pies Ligeros -su sonrisa no cesaba. Zuko a veces pensaba que incluso le divertía confundirlo.
Éste no contestó. Se fijó en las manos de la maestra Tierra. Eran grandes, rígidas e increíblemente blancas. Eran magníficas. Ese era el secreto, pensó. Las manos de Toph tocaban y acariciaban de una manera prodigiosa. Como un músico con manos de seda. Se lo dijo a Toph, pero ella soltó una carcajada.
-Pequeño poeta, ¿no puedes admitir simplemente que te provoco más placer del que Mai pudo provocarte nunca? -le contenstó ella entre risas, y levantó la mano para saludar a Aang.
Zuko se despidió murmurando alguna excusa ininteligible. No quería que el Avatar viese su rostro rojo como la grana (ni que Toph se riese de su nerviosismo).