Me ha pasado una cosa rarísima. Al volver a casa había un perro durmiendo en el portal de mi casa. Cuando me he plantado delante de él se ha levantado avergonzado y ha hecho un amago de huir, pero luego se ha quedado con la cabeza agachada mirándome. Yo me he inclinado, lo que él ha interpretado como una invitación, y se me ha abrazado a la pierna
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