Anabel llegó a su casa, y estuvo a punto de encerrarse en su habitación, pero sonó el teléfono:
-Diga-respondió aguantándose la furia lo mejor que pudo. La persona que llamaba no sabía de su situación y no tenía la culpa.
-¿Amor? Soy yo, Sebastián
Anabel enfureció todavía más de lo que ya estaba de enojada. “Eres un cara dura” pensó.
-¿Qué quieres?
-¿
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