Título: Edolus
Colección:
Little TalksFandom: Mass Effect
PoV: Urdnot Wrex
Misión: Marines desaparecidos
Contexto: Primer encuentro del equipo con unas fauces trilladoras, dentro de las primeras misiones secundarias, poco después de haber abandonado la Ciudadela. Antes de rescatar a Liara y visitar Feros y Noveria.
Palabras: 4.363
Little Talks: Edolus
Wrex no estaba seguro de si el teniente Alenko era consciente de la situación, pero él no necesitó verle la cara a Shepard para percibir su cambio de humor.
No era la primera trampa que se encontraban al seguir una señal de socorro. Les había ocurrido lo mismo recientemente en Metgos, cuando una transmisión de emergencia los llevó de cabeza a una emboscada geth. Para él, aquel fiasco ya era excusa más que suficiente para no volver a responder a ninguna llamada de auxilio y limitarse a seguir adelante con su propia misión. Pero, evidentemente, Shepard no opinaba lo mismo. Aún menos cuando el motivo que los había llevado a Edolus no era fortuito, sino la petición concreta de un superior.
Sin embargo, esta vez no fue necesario que nadie expresara en voz alta su mal presentimiento. La propia Shepard detuvo el Mako en cuanto alcanzaron la meseta, al divisar a lo lejos un vehículo sospechoso, y permaneció varios minutos quieta como una estatua, examinando el entorno con gesto pétreo. Wrex tuvo la impresión de que parecía un animal, rígida y alerta, aunque no habría podido determinar si acechante o acechado. Sus manos se aferraban al volante con más fuerza de la habitual, y fue necesario que Alenko carraspeara y preguntara educadamente si algo iba mal para que ella reaccionara y volviera a poner en marcha el Mako, avanzando con cautela.
Cuando el suelo comenzó a vibrar bajo sus pies, comprendió qué era lo que iba mal. Antes incluso de que la tierra se abriera para dejar paso a una de las bastardas de Tuchanka.
Todavía llevaban la tensión metida en el cuerpo. Wrex nunca habría imaginado que enfrentarse a unas fauces trilladoras acompañado por un equipo no krogan pudiera llegar a ser tan estresante. Estar embutidos en el Mako, con Shepard dando bandazos de un lado a otro y Alenko gritando incoherencias sobre los escudos y los daños, mientras él luchaba por conseguir un tiro limpio con el maldito cañón, casi le había hecho sentir deseos de matarlos a los dos. Si así era como los humanos se enfrentaban a esos bichos, no era de extrañar que murieran a puñados. Su incompetencia le había crispado los nervios más que el enfrentamiento en sí.
Pero ahora, viendo a Shepard ahí de pie, entre el polvo parduzco que saturaba el aire de Edolus, con los puños apretados y tiesa como una estaca, rodeada de cadáveres destrozados… no pudo evitar pensar que tal vez no era la inexperiencia lo que la había hecho perder la compostura.
-Soldados de la Alianza -comentó él, echando un vistazo a los cuerpos-. Todos marines… Parece que esa baliza los ha atraído hasta aquí.
-Son los hombres de Kahoku -añadió Alenko-. Deberíamos informarle de lo ocurrido.
Shepard no contestó. Avanzó de cuerpo en cuerpo, agachándose a su lado, buscando estúpidamente signos vitales en alguno de ellos. Wrex apretó los dientes, observándola. Era una escena lamentable. Había soldados de los que sólo quedaban algunos trozos. Otros habían sido reducidos a oscuras manchas en el suelo de tierra, allí donde el ácido de las fauces trilladoras los había disuelto sin más. El optimismo de la comandante resultaba poco menos que irrisorio.
-Hay que ponerse en marcha, Shepard -soltó tajantemente.
Ella se incorporó y Wrex alcanzó a ver el destello de algo metálico, antes de que lo guardara en uno de los compartimentos de la armadura. No sólo había estado comprobando el estado de los cadáveres; estaba recuperando sus placas de identificación.
-Quizá quede algún superviviente… -musitó Shepard, alzando la vista hacia las colinas que circundaban la llanura.
-Las fauces trilladoras no dejan supervivientes -repuso Wrex.
La mujer le lanzó una mirada glacial a través del casco.
-No sabemos el tiempo que llevan así, comandante -intervino Alenko, conciliador-. Y su Grizzly sigue estando aquí; todavía parece funcional, aunque esté dañado. Si hubiese sobrevivido alguien, lo habrían empleado para…
-Las fauces trilladoras se guían por la vibración del terreno, teniente -atajó ella con brusquedad-. Cuanto mayor sea el vehículo en el que te desplazas, más las atraes. Es mucho más fácil pasar desapercibido si no vas montado en nada, así que podrían haber escapado a pie. Eso fue lo que hice yo. -Dándoles la espalda, se llevó la mano al lateral derecho del casco y exclamó-: ¡Al habla la comandante Shepard, de la Marina de la Alianza! ¿Hay alguien en esta frecuencia? ¿Me reciben?
El zumbido de la niebla atronó a través de los comunicadores como única respuesta. Alenko intercambió una tensa mirada con él, visiblemente incómodo.
-¡Aquí la comandante Shepard, de la Alianza! ¡Pelotón de rescate enviado por el almirante Kahoku! ¡Unidad de reconocimiento de Edolus, ¿pueden oírme?!
-¡Shepard! -exclamó Wrex, impaciente-. No gastes más saliva.
-¡Teniente, reviente esa maldita baliza de una puñetera vez! -bramó ella, girándose hacia ellos de golpe con un tono tan agresivo que Alenko brincó por el sobresalto-. ¡No quiero que nadie más acabe aquí por error! ¡Y tú deja de quejarte y vuelve a revisar los cuerpos y el vehículo, por si encontramos algo que explique qué cojones ha ocurrido aquí, ¿quieres, Wrex?!
El teniente corrió a cumplir la orden, olvidándose incluso del perenne "¡Sí, señora!" que siempre parecía tener en la punta de la lengua, y Wrex lo siguió gruñendo. No había nada que encontrar, pero saltaba a la vista que aquel encargo era una simple excusa para ganar unos cuantos minutos más. Minutos que ella invirtió en quedarse allí, gritando a través de una frecuencia tan muerta como los soldados que yacían a sus pies. Por supuesto, nadie contestó a su llamada. Y, al final, Shepard dedicó un último vistazo a los marines muertos y regresó al Mako a zancadas.
-Daremos un rodeo por la zona, a ver si captamos algo en el radar.
Wrex abrió la boca para protestar, pero Alenko fue más rápido.
-¡Sí, señora!
La exploración fue un suplicio. Envueltos en un silencio sepulcral y aplastados por un ambiente tan denso que casi podía masticarse, Shepard se dedicó a dar vueltas y más vueltas, recorriendo los alrededores a velocidades imposibles, con la vista casi constantemente clavada en el radar, más que en el terreno que tenía delante. Alenko estaba cada vez más pálido, con esa cara de agudo malestar que componía siempre que pasaba demasiado tiempo agitado por las insufribles sacudidas del Mako, pero se limitó a hundirse en su asiento y mantener la boca cerrada. Él no iba a discutir con su comandante. Sin embargo, Wrex no era tan devoto ni tan sufrido. Y, cuando comenzó a sentir pinchazos en la espalda por estar comprimido en aquella maldita lata, no dudó en mascullar:
-¿Cuánto tiempo más vamos a perder con esta estupidez?
-¿Tienes algo más interesante que hacer a bordo de la Normandía? -replicó Shepard lacónicamente.
-No sé. ¿Intentar impedir que ese cabrón de Saren destruya la galaxia, tal vez?
Ella apretó los dientes. El leve resplandor de los controles del Mako iluminaba su perfil y Wrex vio desde el asiento trasero cómo se tensaba su mandíbula.
-Si queda alguien vivo aquí, no pienso marcharme sin…
-No queda nadie vivo aquí, Shepard -la interrumpió él, resoplando-. Parece mentira que no lo sepas. Como si no hubieses luchado nunca contra una de esas cosas.
-He luchado con más fauces trilladoras de las que me gustaría…
-Entonces compórtate como una profesional. -Wrex captó que Alenko le lanzaba una mirada escandalizada, pero lo ignoró y no se molestó en rebajar la dureza de su tono-. Es vergonzoso que alguien de tu rango y con tu experiencia se deje llevar por un arrebato así. Esa gente ha muerto, punto final. En Tuchanka, esto es tan natural como el día y la noche. Siempre que sales a una misión de reconocimiento, sabes que es probable que nunca vuelvas.
Shepard pareció envararse en su asiento y de nuevo aferró el volante con más fuerza de la necesaria.
-¿Recuerdas cuando el otro día comparé la genofagia con la Guerra del Primer Contacto y tú te ofendiste, Wrex? -murmuró entonces con voz tensa-. Te agradecería que no compararas a los humanos con los krogan, en cuanto a fauces trilladoras se refiere.
-Tal vez a los humanos os convendría aprender un par de cosas de los krogan con respecto a este asunto, visto lo visto -apostilló él.
-Tal vez tú podrías tener en cuenta que la gran mayoría de los humanos no ha visto unas fauces trilladoras en su maldita vida -contraatacó Shepard, alzando el tono-. Quizá a vosotros os enseñen a combatirlas desde la cuna, pero te informo de que los gusanos de la Tierra no miden tres metros de diámetro ni escupen ácido.
-Si no estáis preparados para gusanos de este calibre, deberíais quedaros en vuestro planeta. ¿De qué os sirve el entrenamiento, entonces?
-¡A veces ni todo el entrenamiento del mundo te prepara para lo que te encuentras sobre el terreno!
Aquel exabrupto trajo de vuelta el silencio. Wrex frunció el ceño. Le costaba identificar a esa mujer como la serena comandante de tono monocorde que se paseaba por la Normandía como un alma caritativa, siempre amable, siempre correcta. Había oído a algún que otro miembro de la tripulación compararla con un androide por su flemática actitud, y más de uno la consideraba tan fría como las paredes de metal de la nave que comandaba. Lo que más le había llamado la atención a él, gracias al poco trato que habían tenido hasta el momento, era su capacidad de salir airosa de las situaciones más peliagudas sin despeinarse siquiera. Incluso cuando se embarraba en una conversación delicada era capaz de conservar la calma y llevar las riendas de la situación.
Pero ahora parecía encontrarse ante una Shepard diferente, como si su máscara se hubiese roto. Su carácter impasible se había disuelto, dando paso a una belicosidad desproporcionada que manaba de ella sin control. Y Wrex no parecía ser el único que lo había notado; los ojos de Alenko, que habían saltado de uno a otro durante el pulso verbal, sin decir ni una palabra, se clavaban ahora en Shepard con aire confuso e inquieto. Hasta la propia Shepard debió darse cuenta de que estaba cruzando una línea peligrosa, porque pareció hacer un esfuerzo por recomponerse.
-¡Joder! -farfulló casi para sí, descargando un puño con furia sobre el volante del Mako-. Todos estaban fuera del Grizzly, maldita sea. ¿En qué mierda estaban pensando?
-Tal vez tuvieron que salir del vehículo por riesgo de incendio -musitó Alenko lentamente-, o quizá el ataque los sorprendió cuando estaban fuera, examinando la baliza…
-O quizá intentaron abatirla a pie.
-¡No se puede abatir a unas fauces trilladoras a pie, Wrex, ésa es la cuestión! ¡Es lo primero que enseña ese fabuloso entrenamiento!
-Claro que se puede. Yo lo he hecho.
-¡¿Y en qué se parece un Señor de la Guerra krogan a un grupo de chavales en una jodida misión de prácticas?!
En un acto reflejo, ambos hombres intercambiaron una mirada de incomprensión, y Wrex vio en la cara de Alenko la misma perplejidad que sentía él. Pero, de repente, todas las piezas encajaron.
-Que yo sepa, los hombres de Kahoku eran un pelotón de marines experimentados -replicó con cautela, inclinándose hacia delante y remarcando cada palabra-. Así que dime, Shepard… ¿de quién estamos hablando exactamente?
Ella enmudeció. Durante un par de segundos, el tiempo pareció congelarse, como si el mundo entero contuviera el aliento. Y entonces, con un violento volantazo, Shepard detuvo el Mako en seco, agarró su casco y se dispuso a salir del vehículo como si éste estuviera en llamas.
-¿Qué rayos se supone que haces? -espetó Wrex, mientras Alenko contemplaba la escena con la boca abierta.
-He detectado unos restos en el radar -contestó ella, inexpresiva-. Voy a echar un vistazo, vosotros quedaos aquí. Protección.
Y, sin darles apenas tiempo para que sellaran sus respectivos cascos, abrió la trampilla, saltó al exterior y cerró con rabia a su espalda.
-¡Comandante…! -protestó Alenko, incorporándose en el acto con la obvia intención de seguirla.
Pero Wrex lo detuvo y lo devolvió a su asiento con un suave empujón.
-Obedece la orden, chico -soltó entre dientes-. Ver a un superior perder los papeles es algo que ningún subordinado debería presenciar. Yo me haré cargo de esto…
Hizo amago de abandonar también el vehículo para salir en pos de Shepard. Pero la pose de Alenko se crispó de improviso e interceptó su mano, agarrándolo por la muñeca con toda la fuerza que un humano de sus características se podía permitir.
-Si crees que te voy a dejar solo con ella, estás soñando -masculló seriamente, con tono de advertencia.
-¿Y qué te crees que voy a hacerle? -Wrex se rio por lo bajo, socarrón-. ¿Sacarle las entrañas y freírmelas para cenar? No seas ridículo. Creo que estoy un poco mejor cualificado que tú para manejar una situación como ésta.
Alenko frunció el ceño, pero pareció sopesar las evidencias y volvió a soltarlo, reticente. No añadió nada más cuando Wrex salió del Mako. Aunque no le gustase aquello, al menos sabía bien cuál era su lugar y cuáles eran sus limitaciones. Chico listo. Le había hecho un gran favor quitándose de en medio.
Shepard estaba a varios metros de distancia, agachada junto a una sonda estrellada y sumida en una derivación electrónica. No se movió ni un ápice, aunque debió oírle llegar, a pesar del rugido del viento y los estallidos de un cielo que parecía estar desarmándose sobre sus cabezas.
-Vuelve al Mako, Wrex -ordenó secamente, sin alzar la vista siquiera.
-Levántate, Shepard.
-Me levantaré cuando termine.
-Levántate ya.
-¿Pero qué demonios…?
No le dio tiempo a terminar la frase. Inclinándose al llegar junto a ella, la agarró por un brazo y tiró de golpe hasta ponerla en pie, como si fuese un simple muñeco. Wrex se sorprendió de que fuese tan ligera y de que su brazo pareciera perfectamente capaz de partirse en dos entre sus dedos.
-Voy a decirte esto sólo una vez -le gruñó a la cara, antes de que ella tuviera tiempo de reponerse-. Yo no soy uno de tus pimpollos y no voy a aceptar órdenes absurdas de ti, si no creo que merezcas el esfuerzo. Cuando nos conocimos en la Ciudadela, te dije que te respetaba porque eres una guerrera, como yo; pero lo que he visto hoy aquí no se corresponde con el título que tienes. ¿Dejarse llevar por la histeria en mitad de un combate? ¿Perder el sentido de la realidad al ver unos cuantos fiambres? No me hagas reír, eso son errores de novata. Y no voy a embarcarme en una misión como ésta a las órdenes de una novata. Si ésta es la verdadera cara de la gran comandante Shepard, yo me bajo en la próxima estación en la que atraquemos y nuestra colaboración queda disuelta. -Apretando un poco más el agarre, concluyó-: Dime… ¿es éste uno de esos momentos en los que el humano necesita un puñetazo para espabilarse?
Shepard le sostuvo la mirada sin parpadear, fulminante. Sólo podía ver sus ojos a través de la visera del casco, pero en ellos brillaba la firmeza y la determinación. La turbulencia de hacía unos minutos parecía haberse apaciguado, y Wrex volvió a encontrarse ante la comandante a la que había decidido unirse días atrás.
-No -repuso ella con rotundidad-. ¿Es éste uno de esos momentos en los que el krogan necesita un cabezazo para zanjar una discusión?
El comentario le arrancó una sonrisa, a su pesar, y dejó escapar un resoplido de risa, soltándola poco a poco.
-Me gustaría verte intentándolo. Pero sin ese bonito casco en la cabeza para protegerte.
Shepard suspiró, enderezándose, y guardó silencio otra vez. Pero, al echar un vistazo alrededor y comprobar que estaban solos, cambió de pose, poniendo los brazos en jarras, y susurró:
-Odio a esos bichos.
-Ya. -Wrex permaneció atento a sus gestos-. Me crie entre fauces trilladoras, sé muy bien que no son la mascota ideal. Pero están hechas de carne, Shepard, como todos nosotros. Si está hecho de carne, se le puede disparar. Y, una vez muerto, no hace más daño. Sin embargo, si dejas que aniden aquí -se llevó un dedo a la sien, dándose unos golpecitos en el casco-, seguirán mordiendo y escupiendo ácido hasta que no quede nada de ti.
-Lo sé. -Ella desvió la vista, frunciendo el ceño-. Lástima que a ésas no se las pueda matar también a cañonazos, ¿eh? A no ser que decidas volarte la cabeza.
Hubo algo en sus palabras que sonó a fatalidad, y Wrex sintió que su irritación terminaba de evaporarse. Todo guerrero tenía sus propios demonios, por muy dura que pareciera su piel por fuera. Cuantas más batallas vivías, cuantas más atrocidades presenciabas, más profundas eran también las cicatrices. Su parte racional no podía evitar pensar que Shepard estaba cometiendo un grave error al mostrar ante él su mayor debilidad de forma tan abierta, porque es difícil respetar a un líder débil. Pero, por otro lado… su confidencia era también un signo de confianza. Y la confianza implicaba respeto, no como subordinado o herramienta, sino como un igual.
Eso era más de lo que esperaba de ella, y más de lo que había recibido de la gente desde hacía mucho tiempo.
-Lo siento -añadió entonces Shepard, pillándolo por sorpresa-. Tienes razón, me he comportado de forma muy poco profesional. Te aseguro que no volverá a ocurrir.
Wrex gruñó por lo bajo y se removió, molesto consigo mismo. Hizo un último esfuerzo por despreciar la blandura y la ingenuidad de aquella humana, luchando por no bajar del todo la guardia ante ella. Pero al final no fue capaz. Era difícil respetar a un líder débil, sí. Pero era mucho más difícil respetar a un líder mezquino y prepotente, y hacía falta un tipo de fuerza especial para aceptar los errores y proponerse enmendarlos.
-Si vuelve a ocurrir, recibirás ese puñetazo. Y no me hago responsable de cómo se te quede la cara después.
-Los puñetazos no serán necesarios, gracias -resopló Shepard, con una chispa de humor en la voz. Luego volvió a suspirar y a observar el horizonte-. Esto ha sido un caso excepcional.
Wrex dudó por un instante, pero terminó dejando escapar la palabra que llevaba ya un buen rato dando vueltas en su boca.
-¿Akuze?
Shepard se tensó y permaneció estática durante un par de segundos, antes de girar el rostro hacia él y asentir con la cabeza.
-El almirante Kahoku me envió los informes de esta expedición -murmuró-. Estaban investigando unos sucesos extraños. No sabía qué esperar, pero fue llegar aquí y… ha sido como un déjà vu. Y cuando vi la baliza y… -De repente, la lengua pareció desatársele-. A nosotros también nos habían enviado a investigar, no a luchar. Se suponía que iba a ser un trabajo fácil: exploración, reconocimiento del terreno… Éramos sólo unos críos, Wrex. Un puñado de chavales N6 en su última tarea de campo antes de conseguir la placa de N7. Sólo un pelotón de apoyo a las tropas regulares. El peor escenario que contemplábamos era un ataque de piratas o mercenarios. Cuando empezó la carnicería… El programa de entrenamiento para N7 es el más duro de toda la Alianza, pero nada puede prepararte para… Aquello fue…
Se llevó una mano a la cara, como si hubiese olvidado que llevaba puesto el casco, pero reaccionó enseguida y sacudió la cabeza, intentando despejarse.
-Esto es igual que Akuze -continuó con los dientes apretados, alzando un brazo en dirección a la masacre que habían dejado atrás, y su voz volvió a sonar colérica-. ¡Es el mismo patrón! Misteriosas desapariciones, una baliza de emergencia estratégicamente colocada y un pelotón de rescate que termina aterrizando sobre un nido de fauces trilladoras. ¿Coincidencia? ¡Llámame paranoica, pero no lo creo! ¿Es que esas cosas saben programar balizas para tender emboscadas?
-Lo dudo…
-Pero eso significaría que hay alguien detrás de todo esto.
-Y que quizá hubo alguien detrás de lo de Akuze -concluyó Wrex, siguiendo su línea de razonamiento.
Shepard volvió a asentir, agitada.
-He pasado los últimos seis años pensando que fue un maldito accidente. Mala suerte. Y ahora… pensar que pudo ser una trampa intencionada… que quien sea que lo provocara quizá lo haya vuelto a hacer…
La rabia ahogó su voz y todo su cuerpo comenzó a temblar de nuevo. Pero Wrex se apresuró a posar una mano en su hombro, sacudiéndola levemente.
-Guarda tu ira para el cabrón que haya hecho esto, Shepard. La rabia puede ser un buen combustible, pero también un arma de doble filo, si dejas que te nuble el juicio. Dando tumbos por aquí no solucionaremos nada. Céntrate. Si hay alguien detrás de esto, quizá tu almirante Kahoku tenga más información. Quizá tenga que ver con lo que esos muchachos investigaban. Habla con él antes de asfixiarte sacando tus propias conclusiones.
Ella respiró hondo varias veces y se irguió, recuperando el porte de comandante. Aún se la notaba disgustada, pero poco a poco las aguas volvían a su cauce.
-Sí -contestó con determinación-. Sí, tienes razón. Los informes daban a entender que estaban tras una pista importante. Regresemos. Hablaré con Kahoku la próxima vez que vayamos a la Ciudadela e intentaremos aclarar este desastre.
Cuando volvieron al Mako, Alenko ya estaba a punto de saltar por la puerta, hecho un manojo de nervios. Se calmó en cuanto Shepard le lanzó una mirada tranquilizadora, dándole a entender con un movimiento de cabeza que todo estaba bajo control. Pero Wrex tuvo la sensación de que el joven teniente mantenía cierto halo de hostilidad hacia él.
No le importó. Ya estaba acostumbrado al celo con el que tanto él como Williams protegían a su comandante, suponía que era algo natural. De modo que, cuando Shepard arrancó y aquel trasto infernal volvió a ponerse en marcha, Wrex se limitó a sumirse en el silencio y reflexionar, tratando de sacar una conclusión limpia de todo lo sucedido allí.
Aquella misión pintaba cada vez peor, y no sólo por toda la mierda que estaban levantando. Descubrir que Shepard tenía una fibra sensible que podía volverla inestable si alguien la pulsaba no le daba muy buena espina. Comenzaba a sospechar que toda su corrección y su flema no eran más que el resultado de un sistema de represión brutal. Y las personas reprimidas se convertían fácilmente en bombas de relojería, destructivas e imprevisibles. Nadie podía asegurar que todos salieran indemnes la próxima vez que a ella se le cruzaran los cables. Aunque también cabía esperar que todo hubiese sido un desliz puntual, como ella misma había dicho, y que la Alianza fuese lo bastante inteligente como para no tener a una desequilibrada en un puesto como el suyo.
A Wrex le resultaba incomprensible que una experiencia como la de Akuze hubiese dejado un trauma tan profundo en ella, acostumbrado como estaba a convivir con las fauces trilladoras y con toda la muerte y destrucción que ocasionaban. Pensó en su propio rito de madurez, tantísimo tiempo atrás, y en lo que suponía para un krogan enfrentarse a pie a uno de esos bichos. Era una metáfora de su propia existencia, basada en la lucha constante, siempre preparados para la muerte. Lo sucedido a aquellos marines y N6, al igual que lo sucedido a los hombres de Kahoku, era el pan de cada día en Tuchanka. Tantos amigos muertos, tantos compañeros caídos… al final, todos se acostumbraban. No había tiempo para dedicarle al luto o al llanto. Si permitías que la tensión te quebrara la mente, podías considerarte hombre muerto.
Pero Shepard tenía razón en algo vital, al menos: él no podía juzgar al resto de especies con el mismo rasero que a los krogan, y menos aún a una especie tan joven como la humana. Aún les faltaba mucho por ver y aprender. Y, por muy blandos y flojos que parecieran los humanos, los krogan tampoco estaban libres de sus propias debilidades. Quizá no temieran la batalla, ni el dolor, ni la muerte, ni a las fauces trilladoras, ni a ningún enemigo que pudiera cruzarse en su camino, por muy grande que fuera. Pero seguían teniendo pesadillas. Había otros horrores que se anclaban en sus mentes, miedos invisibles contra los que ninguna escopeta podía hacer nada. Si él tuviera que enfrentarse cara a cara con una de esas sombras sin rostro que lo atormentaban a veces… ¿reaccionaría de forma diferente a Shepard al ver a esos marines muertos? ¿Sería capaz de mantener la misma compostura y profesionalidad que acababa de exigirle a ella?
De repente, cayó en la cuenta de que Shepard había hecho una alusión velada al suicidio, cuando hablaban de las fauces trilladoras que anidan dentro de la cabeza. Y recordó el drama de todas las mujeres krogan que se suicidaban en Tuchanka al descubrirse estériles, incapaces de soportarlo; o de todos los hombres krogan que se embarcaban en misiones suicidas, luchando hasta matarse para no tener que averiguar lo que la genofagia había hecho con ellos.
Alzó la vista y clavó la mirada en Shepard, como si la viera bajo una luz diferente. Y, por primera vez, su gesto serio le hizo comprender que aquella mujer no sólo había sobrevivido a Akuze. Había sobrevivido a las pesadillas y a los fantasmas. Había sobrevivido a sus propios miedos. Su voluntad de vivir había logrado sacarla de aquel infierno y había conseguido mantenerla en pie tras su regreso a casa. Supervivencia. Ahí estaba su fuerza, lo que mantenía sus pies en el suelo, el motor de su lucha. Y eso era algo con lo que Wrex sí podía identificarse.
Fue en ese momento cuando llegó a la conclusión de que no se había equivocado al unirse a aquella misión. Tal vez sus probabilidades no fuesen tan escasas, después de todo. Tal vez lograsen triunfar. Tal vez Shepard sí pudiera dar a aquellos cabrones una batalla digna de pasar a la Historia.
Supervivencia…
Y supo que permanecería en la Normandía hasta el final, aunque sólo fuera para no perderse el espectáculo.