En la punta de los dedos
Supernatural
Dean Winchester/Castiel
Coda al episodio 14x10
- Dime, ¿por qué amas tanto este mundo como para arriesgar tu vida por el? - Castiel sintió un escalofrío recorrer su espina, los cabellos de su nuca erizarse, al escuchar la voz de Dean en ese tono que no era el suyo, con esa malicia tan cruda que era puro Michael.
- Tu dime por qué lo odias tanto como para destruirlo por completo. - Fijó su mirada en la de Michael, tratando de mantenerse tan indiferente como podía, buscando no revelar la desesperación que llenaba su espíritu.
- Porqué puedo. Y porque a Dios no le importa nada. Y tú aun no has respondido mi pregunta. - Castiel trató de sostener su mirada, intentando sondear en sus ojos, buscando algún destello de Dean tras las frías pupilas.
- Así que él no lo sabe. - Castiel apartó la mirada. Aun y cuando podía escuchar y ver a Dean frente a él, la esencia de Michael era tan poderosa que le hacía casi imposible reconocerlo en el hombre sentado frente a él, esposado a un pilar en medio del salón principal del búnker, sonriéndole con sorna, con una expresión que nunca podía relacionar con su idea de Dean Winchester.
Fue por esa disociación en su mente que las palabras de Michael no tuvieran sentido para él al escucharlas, lo que cambió en cuanto fijo su mirada en los ojos claros frente a él.
- Y tú no tienes intención alguna en hacérselo saber. - Michael se pasó la lengua por los labios, curvados en una sonrisa llena de desdén. - Interesante. Oh, y no tienes de que preocuparte, él está distraído aquí adentro, no puede escuchar nada de lo que sucede aquí ahora, así que, dime, Castiel, todos estos años, cargando este secreto sobre tus hombros, uhm, puedo imaginarme la agonía…
En un segundo, Castiel estaba sobre él, amenazante, el puño listo para golpearlo, solo para detenerse enseguida, y darle la espalda, apartándose de él, temblando de furia.
- No puedes siquiera considerar el hacerle daño. - Michael río, satisfecho. - Una ventaja de la que voy a aprovecharme, que no te quepa duda, Cas - El puñetazo de Castiel apenas si sacudió su cabeza, y Michael soltó la carcajada, enfureciendo aún más al ángel.
- Un punto sensible, ¿uh? - Aun esposado y contenido, Michael irradiaba poder. Aún era un arcángel, una entidad divina, superior a Castiel cuando contaba con toda su gracia, cuanto y más ahora que esta estaba disminuida. - La primera vez que poseí su cuerpo, cuando me hundí en su mente, pude conocer sus más profundos secretos, Y, ¿sabes?, en medio de toda esa oscuridad, de todo el trauma que desborda su pobre alma mortal, existía una minúscula llama que mantiene a raya todo el caos ahí dentro, una luz que guía sus pasos y le permite ser un ser humano más o menos funcional.
Apenas un momento atrás, Castiel había alejado a Jack de ahí, temeroso de que este cayera en la trampa de las mentiras de Michael. Quizá era tiempo de que él siguiera su propio consejo y se fuera de ahí.
- Tu, Castiel. Tu eres su faro, su brújula. Cuando Lucifer tomó tu vida, Dean casi perdió la suya. Ese sentimiento fue una de mis armas favoritas de tortura la primera vez que lo tomé. Oh, la culpa, los remordimientos, la pena. Y él completamente convencido de merecer cualquier castigo por ello. - Castiel dio unos pasos atrás, alejándose, pero sin decidirse del todo a irse. Sam tenía un plan para poder entrar en la mente de Michael y tratar de convencer a Dean de luchar y expulsarlo. Quizá si lo mantenía hablando, podría distraerlo un poco y ayudar a Dean a encontrar su camino de vuelta.
- Tú no sabes nada sobre Dean Winchester, o sobre mí. - Volvió a sentarse, dispuesto a seguirle el juego a Michael, quien, como típico villano, amaba escucharse vanagloriarse de sus triunfos. - No sabes nada sobre la naturaleza humana, ni sobre lo que hace de la humanidad la obra más memorable creada por Dios. - Michael sonrió con desdén. - Quizá a Dios no le importe y los haya dejado a su suerte, pero para eso fue que le otorgó a su creación el libre albedrío…
- Y mira a dónde les ha llevado tenerlo. - Michael se echó para atrás en la silla, mostrando aun encadenado, todo el desprecio que sentía. - El resto de los mundos que creó, sus primeros borradores, carecían de ese libre albedrío que tanto pregonas, y todos terminaron en ruinas, hundidos en el caos. Este fue su último intento, ¿sabes?, así que decidió crearlo, dejar toda la responsabilidad de sus acciones en manos de la humanidad y abandonarlos a su suerte, solo para ver que sucedía.
Castiel bajó la cabeza, ponderando las palabras de Michael, dándole otra perspectiva sobre Chuck y su relación con la humanidad, y con ellos en particular. Por lo que Mary, Jack, y otros le habían contado sobre aquel mundo alterno del que había escapado Michael, sus palabras tenían sentido. ¿Cómo saber lo que el Castiel de aquellos mundos pensaba, o sentía? ¿Qué tan diferente serían las cosas?
- El estar aquí, en este mundo, me da la oportunidad de cumplir mi destino. El padre ausente, un cielo y un infierno que no han tenido un líder en demasiado tiempo. Puedo elegir reinar en ambos, o tomar solo uno, o mejor, tomar al mundo entero, al cielo y al infierno al mismo tiempo y destruirlo para siempre o recrearlo a mi deseo…
- Sin embargo, estás aquí, encadenado, contándole tus ridículas fantasías a un simple ángel. - Castiel torció la boca en una mueca, sintiéndose satisfecho de recordarle al ser frente a él, lo precario de su situación actual.
- Quizá, pero, ¿sabes algo?, este envase mortal es el mejor escudo que pude haber elegido para enfrentar esta batalla, yo lo sé y tú lo sabes. - Castiel sentía el peso de la mirada de Michael sobre él, analizándolo.
Debía alejarse. Pronto.
- ¿Sabes por qué ha sido tan fácil poseerlo? Dean Winchester nunca se pondrá a si mismo por encima de nadie, mucho menos por encima de la humanidad entera, y no es porque se considere un héroe o algo parecido, no. Es porque en verdad cree que su vida no vale lo suficiente como para importar algo en el gran esquema de las cosas. - Castiel lo observó entrecerrando los ojos, interesado en el giro de la conversación. Michael era un genio manipulador, cierto, pero por su naturaleza divina, su perspicacia, le permitían hacer juicios sobre las personas desde su más profunda esencia.
El saber que Michael era capaz de sacar a la luz los secretos más fuertemente guardados de Dean, era un peligro real y un riesgo que Castiel no iba siquiera a considerar tomar.
- Dean encontrará la forma de liberarse. Ya lo hizo una vez, lo hará de nuevo, y esta vez, no quedará resquicio alguno por donde puedas colarte. - Castiel se acercó a él, mostrando una confianza que estaba muy lejos de sentir.
- Mientras eso sucede, qué te parece si te ofrezco una pequeña ofrenda de paz, algo para darle algo de chispa a esta situación de impasse en la que nos hemos colocado. Me siento generoso y, siendo honesto, muero de curiosidad.
Castiel sintió su piel erizarse y un escalofrío recorrió su espina. Algo estaba mal, muy mal.
Michael le sonrió, para luego dejar caer su cabeza contra su pecho, como si hubiera perdido el sentido. Castiel se acercó, confundido, su mano en su cuello, buscando el pulso. Era una trampa, lo sabía, pero no podía arriesgar la integridad de Dean; eso era lo más importante.
- Cas… - Castiel se apartó al escuchar su nombre. Podría reconocer esa voz entre un millón de voces. Dean.
- ¿Qué…? - Cas se quedó quieto, observando, esperando, confundido.
- Cas, no tengo mucho tiempo, no sé cuánto pueda tenerlo contenido, así que escucha con atención. - El hombre frente a él miró las esposas con un gesto extrañado, pero sin intentar escapar de ellas. Castiel dio unos pasos, acortando la distancia, pero sin acercarse demasiado. - No hagan nada por detenerlo, cualquier cosa que tengan en mente solo hará que se enfurezca y encontrará la manera de cobrársela y, Cas, no puedo arriesgarme a que les haga algo a Sam, o a Jack, o a ti. - Castiel sacudió la cabeza, contrariado. - Necesito tiempo, solo eso. Mi cuerpo no podrá contenerlo para siempre, es demasiado poderoso y la simple materia humana no puede sustentar su naturaleza, al menos no el tiempo suficiente como para que logre completar su plan.
Castiel entendía la lógica tras el razonamiento de Dean, pero no podía aceptar el quedarse de brazos cruzados y dejarlo todo en sus manos.
- Dean, no puedo…
- ¡Maldita sea, Cas! - Las manos atadas de Dean alcanzaron a tomarlo de la gabardina, atrayéndolo hacía él. - ¿Tú crees que esto es fácil para mí? ¿qué poner a Sam en peligro, o a ti, es lo que quiero? - Castiel podía sentir el aliento de Dean sobre su rostro y cerró los ojos. Tan cerca. Y tan lejos.
- No puedes pedirme algo así, Dean, no puedo…
- No puedes, ¿por qué? Solo es cuestión de tiempo, solo les pido paciencia. Y la promesa de que no intentarán salvarme a costa de destruirlo. - Castiel puso sus manos sobre las de Dean que aún lo tenía sujeto por las solapas de la gabardina.
- No. - Castiel fijó su mirada en los ojos claros que lo miraban con desesperación.
- ¿Por qué no, Cas? - Castiel cerró los ojos, acercándose a Dean, hasta apoyar su frente en la suya.
- Porque tú vida, tu alma, son más importantes para mí que las del resto de la humanidad. Y no voy a ponerlas en riesgo, ni siquiera por esto.
- Cas… - El aliento de Dean sobre sus labios le hizo estremecerse de pies a cabeza. La desesperación en su voz atravesando su corazón de lado a lado. Abrió los ojos, para encontrarse con el rostro de Dean, a centímetros del suyo, los ojos cerrados, los labios temblando.
Un gemido escapó de su garganta y Castiel volvió a cerrar los ojos. Un poco más y sus labios estarían sobre los de Dean. Solo un movimiento y quizá pudiera hacerle entender por qué no podía hacer lo que le pedía.
Un segundo, y podría tener aquello que había ansiado tener desde aquel momento en que encontró su alma en medio del infierno.
Un segundo y El Vacío vendría a llevárselo.
- Patético estúpido ángel. - Escuchó a Michael murmurar sobre su rostro, mientras recorría con la punta de su nariz la piel de su mejilla. Se apartó de él violentamente, cayendo al suelo en su premura por alejarse.
Se había dejado llevar por sus sentimientos y, por un segundo, había estado a punto de caer en la trampa perfecta de Michael.
- Pudiste tener, al menos por un momento, aquello que más anhelas y qué, ¿lo dejas ir, sin más? Uhm, algo no está bien aquí… - Las manos aun atadas de Michael se acercaron a sus sienes, por apenas un momento, y Castiel lo empujó como pudo, aun tirado en el piso, arrastrándose un poco más para poder ponerse de pie, trabajosamente.
- ¿Qué es esa entidad a la que pareces temerle más que a mí? ¿Qué poder tiene sobre ti como para que renuncies al más grande deseo de tu corazón? - Michael apretó los labios, contrariado. Castiel respiró profundo, un poco aliviado al comprender que el arcángel no había tenido el tiempo suficiente para poder conocer su secreto.
- Cómo sea, ahora tengo más armas que utilizar en tu contra y algo más cruel con que atormentar a mi preciado envase. Ustedes dos han hecho realmente entretenido esto de destruir su mundo. - Castiel dio unos pasos para acercarse a Michael, el rostro contraído por la furia, dispuesto para atacarlo, cuando el sonido de pasos acercándose le hizo detenerse en seco, frente al hombre atado ante él.
- No te preocupes, ángel. - Michael le giño el ojo, susurrando entre dientes, tratando de evitar ser escuchado por Sam y Jack. - Será nuestro secreto.