Título: La Resistencia
Fandom | Personajes: Original (Fools In love) | Hellen Wellington, Noelle Raven, Redd Anderson & Rick Dermont
Rating | Advertencias: R | Nada
N/A: original escrito por
thaly_black &
pepperbee El índice está
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Palabras: 2536
*CAPÍTULO ANTERIOR No era el lugar más aconsejable para estar, al menos si se eras una buena chica. Pero tampoco era un antro de perdición tan destartalado como algunos que ellos habían conocido.
El exterior estaba pintado de negro, con llamas pintadas de naranja lamiendo la parte inferior de la fachada. Un cartel con luces de neón anaranjadas decía Inferno en lo alto, y la puerta, que imitaba unas rejas con sabuesos infernales, estaba cerrada.
Rick ladeó la cabeza, hasta hacer que el cuello restallase al crujir el hueso, y se giró hacia su casi-hermano Redd, con una mezcla entre sonrisa traviesa y despectiva en el rostro.
-Un sitio encantador…-dijo, con sorna.
-Cuando estemos en condiciones de rechazar sitios donde tocar vuelve a mencionármelo, hasta entonces confórmate con lo que hay - se metió las manos en los bolsillos y buscó el móvil - faltan diez minutos, ¿entramos?
Rick se encogió de hombros, haciendo que la chupa de cuero se moviese con él, y sin molestarse en contestar, avanzó hacia la puerta. Agarró la cabeza de uno de los sabuesos infernales y tiró.
Salió del interior un olor a humo de porro y a alcohol derramado. Rick arrugó la nariz. No es que fuese una nena ni nada de eso. Era sólo que consideraba que ellos valían mucho más que un rincón de bar de mala muerte en el que se tenían que joder, y tocar.
Entró y tuvo que entrecerrar los ojos para poder ver algo en la prácticamente completa oscuridad.
-¿Hay alguien en casa? -preguntó, avanzando hasta la barra.
Redd caminó al lado de Rick como protegiéndose las espaldas. Puede que se estuviese conteniendo las ganas de dar media vuelta y salir de ahí, pero aquella era una de las pequeñas oportunidades que la vida les había dado y no la iba a desaprovechar.
-¿Hola? - alzó la voz pero nadie respondió.
Caminaron entre colillas y botellas tiradas en el suelo. Las zapatillas se pegaban al líquido desconocido que estaba derramado en el suelo y una tenue música sonaba en algún lugar del antro.
Se acercaron a la barra y Redd tuvo que abstenerse a apoyar las manos en ella cuando vio que estaba igual o peor que el suelo. Dios, si no fuese por esa oportunidad no se habría ni presentado. Miró a Rick quien estaba mirando el lugar con asco, sonrió de lado, si Rick miraba aquello con esa cara es que de verdad estaban en el peor sitio del planeta.
- ¿Y vosotros quiénes sois, críos? - Preguntó una voz rota saliendo de la única puerta, a parte de la de salida, que parecía haber en aquel lugar. - ¿Se os ha perdido algo? - el hombre era alto, delgado, la mirada perdida, vestía una camiseta rota de Guns’n Roses y tenía un cigarrillo colgando de los labios.
Tuvo que detener a Rick con un brazo porque el chico no soportaba que lo llamasen crío. Y a decir verdad él tampoco, pero es que ya ni lo oía y esa persona le importaba tan poco que pasó ese ‘insulto’ por alto.
Rick volvió a hacer que su cuello estallase. Era eso o arrancarle la cabeza al tipo ese. Nadie le llamaba crío y vivía para presumir de ello.
-Hemos hablado con tu socio-dijo, con un tono en que se mezclaba el desafío y el desprecio a partes iguales-vamos a tocar aquí esta noche-añadió, con un tono que no dejaba lugar a réplicas.
Bien, al menos Rick no había saltado a por él, aquello parecía ir bien. Sonrió de lado como disculpándose por el tono de su amigo y el tipo lo miró con cara mala. Seguro que tenía un palo metido por el culo.
-Nos dijo que podríamos venir sobre esta hora para ver el escenario y los altavoces-dijo lo más amablemente que pudo.
-Yo no tengo ningún socio - anunció con desgana y agravando la voz - así que ya os estáis largando de aquí porque unos niñatos como vosotros no llegáis ni a la suela del zapato de los grupos que tocan aquí.
Si fueron sus ganas de pegarle una hostia bien dada o las ganas de salir de aquel lugar, lo desconoce pero dio un paso hacia delante antes de que su amigo lo hiciese y lo acalló con un movimiento de la mano.
-¿Cómo es posible? - dijo en un tono que expresaba muy bien su irritabilidad - Quedamos con él hace un par de días, era un tío alto de pelo largo, liso y oscuro - levantó la mano- más o menos así de alto... dijo que se llamaba... - se giró hacia Rick buscando algo de ayuda pero lo único que vio fueron sus ojos amenazantes y los brazos cruzados sobre el pecho.
Rick respiró profundamente. Contó mentalmente hasta cien, a toda hostia, todo hay que decirlo. Y después volvió a tomar aire.
En su cabeza se estaba rifando una hostia. Y el imbécil ese tenía todas las papeletas para que le tocase a él.
-Michael. Dijo que se llamaba Michael-le respondió a Redd, con los puños apretados y la mandíbula tensa.
Basculó el peso de una pierna hacia la otra. Necesitaba salir de allí. Porque entre el mal olor y la mala hostia terminaría haciendo una idiotez. Vale que no se había levantado precisamente con buen pie. Pero…
-Eso, Michael, -se volvió hacia el tipo de la camiseta de Guns’n Roses y lo estudió con la mirada - Nos han prometido que íbamos a tocar aquí esta noche y lo vamos a hacer - bajó el tono de voz
-No os lo creéis ni vosotros -sus ojos, nublados por la sobredosis, se tornaron nerviosos, llenos de rabia -¡Este es mi local! ¡Así que os estáis largando ya!
Contener las ganas de pegarle lo superaban y más teniendo a Rick a su lado tan nervioso que podría saltar en cualquier momento. Pero Redd se contuvo, murmuró una maldición cuando notó como Rick avanzaba e intentó detenerlo.
-No es el momento ni el lugar, Rick- murmuró entre los dientes sin apartar la vista del tipo delgaducho y colocado -será mejor que nos... -pero se detuvo cuando Rick estiró la mano para atrapar al tío y amenazarle con un puño -¡Rick!
Estaba hasta las pelotas de contenerse. Hasta las pelotas de ese puto antro. Y sobre todo, hasta las pelotas de ese puto tirillas esmirriado que les decía que no podían tocar allí. Tampoco es que les hiciese falta tocar ahí. Podían conseguir algo mejor. Estaba seguro de ello.
En el momento en que agarró al tío, tenía pensado darle un puñetazo que lo dejase inconsciente. Que le bajase el colocón de golpe. Pero no valía la pena. Lo soltó y le pegó un empujón en el pecho, haciendo que retrocediese trastabillando y se cayese de culo en ese suelo lleno de mierda.
Se giró hacia Redd y le dedicó una sonrisa.
-Vámonos. Aún es temprano y fijo que podemos encontrar algo mejor que este cuchitril para tocar-dijo, antes de darle una palmada en el hombro y echar a andar hacia la puerta.
Redd miró al tío que yacía de espaldas en el suelo, mirando a su alrededor desconcertado e intentando adivinar qué es lo que se le había adherido a las manos. Tal vez Rick tenía razón, él había puesto todo su empeño por ignorar lo que estaba más que claro, aquel lugar apestaba, en todos los sentidos, y no era una buena idea tocar ahí. Se giró y caminó detrás de su amigo saliendo de ahí.
Cuando los dos salieron a la cálida calle y el aire ‘limpio’ entró en los pulmones, los dos suspiraron.
Explotaron a carcajadas cuando, tras un par de segundos mirándose, se dieron cuenta que acababan de perder una oportunidad y no les importaba.
-Vamos, tío -sonrió Redd poniéndole la mano en el hombro -tenemos mucho trabajo por hacer pero antes, ¿te apetecen unas cervezas? -sonrió al ver la cara de Rick- tienes razón, no son ni las once de la mañana, bueno, ¿un batido de chocolate quizá?
No sabía cómo se las iban a arreglar pero estaban juntos y eso es lo que más importaba, por encima de todo. Respetaba a Rick más que a nada en el mundo, su honor y honestidad eran algo digno de verse en una sola persona. Era lo más parecido que tenía a una familia.
*
Salió del compartimiento y dejó la bolsa donde llevaba los libros al lado del lavamanos estirándose a por un poco de jabón. Se miró en el espejo mientras se aclaraba las manos y vio que unos mechones se habían desprendido de la diadema que tanto se había esforzado en colocar.
- Vaya, vaya - era un voz aguda, casi desagradable, hizo eco en los baños del colegio privado - pero si es nuestra querida amiga Noelle, ¿cómo va todo? ¿Ya se han arruinado definitivamente tus padres? - Madison era desagradable, no para la vista, porque realmente era una niña preciosa, con el pelo liso y largo, peinado minuciosamente, vestía de forma excelente y llevaba bolsos de Prada, Fendi y Gucci; ella era desagradable con todo aquel que no tuviera chofer.
- No - cerró los ojos para controlarse. Sí, tenía impulsos asesinos con esa chica, pero estaba segura de que era recíproco. - Están bien - sonrió mirando a las otras dos que la acompañaban. Parecían perritos falderos. - Muy amable por tu parte preocupándote tanto por ellos, podrías montar una ONG o algo - la cara de la otra rubia había adoptado una expresión incrédula, tomó la bolsa y se la colgó del hombro - Te ayudaría pero me espera una clase de química interesantísima - ahora era asco lo que se veía, asco y rabia. Se giró hacia la salida y comenzó a caminar - seguro que os lo pasáis bien recogiendo a gente pobre...
Pero algunas veces no debería hablar tanto. Estaba en desventaja, ellas eran tres y ella estaba sola, ellas eran ricas y ella a penas tenía para gastos extra, ellas eran famosas incluso en la cuna, ella toda la fama que ha conocido ha sido a través de las revistas.
Madison la agarró del brazo y la empujó contra la pared antes incluso de que Noe alcanzara la puerta.
- ¿Quién te has creído, niñata? ¿Sólo porque eres la favorita de los profesores ya te crees con derecho a desafiarnos? - Sonrió con superioridad - Este mundo se mueve gracias al dinero y ningún profesor o lo que sea te salvará cuando mi padre llame para expulsarte - las que iban con ella se intercambiaron miradas sonrientes y luego volvieron a mirar a Noe con asco - y eso será cuando a mi me apetezca.
Helen estaba sentada en uno de los banquitos que había en el pasillo, pasándo las páginas de su libro de química bastante distraída. Se había leído lo que se suponía que darían ese día durante el desayuno. Porque aunque le importase bastante poco lo que la gente pensase de ella, quería sacar buenas notas por sí misma, no porque los profesores le regalasen el diez a su apellido.
Cerró el libro de química sobre sus piernas cruzadas y consultó su reloj de pulsera. Era algo así como una reliquia familiar. Había sido de su madre, de su abuela, de su bisabuela, y así hasta remontarse a seis generaciones. Y ella era la séptima Wellington en llevarlo. Vale que teóricamente tendría que ser para la mujer de su hermano cuando éste se casase. Pero su padre había insistido en que fuese para ella. Y Helen no quería protestar.
Empezaba a preocuparse. Noe no solía tardar mucho, y si le surgía un imprevisto solía hacerle una llamada perdida al teléfono para que no se preocupase. Porque aunque Helen pudiese sepultar a medio colegio bajo el peso de sus tarjetas de crédito, ni ella ni su amiga eran aceptadas abiertamente por nadie. A Noelle la rechazaban por sus orígenes. Y a ella la rechazaban porque no la había dejado de lado. Y por su carácter. Por eso también.
Se levantó y metió el libro de química en la mochila. Caminó a grandes zancadas hacia el baño de esa planta y abrió la puerta con todo el ímpetu del que fue capaz, y la escena que vio ante sus ojos la dejó en un shock momentáneo.
Madison Archer, la hija de uno de los hombres más ricos de la ciudad, y, por supuesto, la persona que movía los hilos en ese instituto, estaba acorralando a Noelle contra una pared. Y eso era algo que Helen no pensaba permitir.
-¿Qué te crees que estás haciendo, Archer? -preguntó, cerrando la puerta a su espalda con un golpecito del pie.
La aludida se giró y Helen empezó a caminar hacia ella, pasando por en medio de los dos perritos falderos de la imbécil esa. Podía soltarles de hostias y no sabrían ni por donde les lloverían los golpes. Pero ella sólo dejaba los modales refinados en casa cuando iba con Noelle a perderse en bares de mal ambiente. Para todo lo demás era una dama de la alta sociedad, a tiempo completo.
Llegó al lado de la rubia, que era un palmo más alta que ella, y se cruzó de brazos, encarándola.
-Aparta las pezuñas de Noelle. Ahora-dijo, con ese tono imperativo que normalmente la gente no solía desobedecer.
Pero Madison Archer no parecía ser como el resto de la gente.
-¿Y qué pasa si no quiero?
Helen esbozó una sonrisa encantadora. Su sonrisa más encantadora. Podía partirle la boca; pero era consciente de que con la gente de esa clase, de su clase, ese tipo de amenazas no solían funcionar.
-¿Eres consciente de que tu padre y mi padre son socios, verdad? -dijo, con tono dulce. Vio como los ojos de su rival se agrandaban levemente, percibiendo la amenaza-pues digamos que… un par de palabritas de la niña consentida de papi podrían hacer que la sociedad se disolviese, y dime, Madison, ¿qué sería de la fortuna de tu padre si el mío le retirase el apoyo?
Dio un paso atrás y le dedicó una sonrisa.
-Ahora, te agradecería que salieses por esa puerta y no volvieses a acercarte a Noelle-dijo, en tono cordial-De lo contrario, no sé… podrían pasar cosas horribles. Imagínate tu visa sin saldo…-alzó las cejas, burlona, y le indicó con la cabeza que saliese del baño.
Madison le lanzó una última mirada de odio antes de salir caminando a grandes zancadas y con la cabeza bien alta. Sus dos perros falderos fueron detrás y Helen esbozó una sonrisa victoriosa antes de volverse hacia Noelle.
-Hey, mi niña… ¿estás bien? -preguntó acercándose a ella y acariciándole el pelo.
Noe sonrió algo triste y asintió en silencio. Se sentía algo culpable por haber necesitado la ayuda de Hell, pero es que por el motivo que su amiga expuso antes, exactamente porque tenía miedo de que el padre de Madison hiciese algo a la familia de Hell por ser amiga suya, se contuvo y la situación había acabado como lo hizo.
Abrazó a Helen y sonrió de oreja a oreja.
-Todo bien, vamos o sino llegaremos tarde a la última clase y ya sabes que no nos queremos quedar castigadas... ¡esta noche promete!
CAPÍTULO SIGUIENTE*