Título: Trímurti.
Clasificación: R.
Género: Universo Alterno, supernatural.
Pareja: SeKaiLu.
No. de palabras: 14,055.
Resumen: Sehun despierta y cuando descubre, tras un día de eventos espectaculares, que su piel ha dejado de sentir dolor, concluye que se ha vuelto inmune a él. Él, Jongin y Luhan descubren juntos que los tres son capaces de arrojarse por el borde de la azotea de su edificio de doce pisos sin manchar pavimento al aterrizar.
Notas: Para
middleglow1228. y
letologica. Escrito para Rey de una Noche,
exo_12eyes.
Trímurti
त्रिमूर्ति
La primera mañana, Sehun pone sin querer la mano sobre la sartén en la que está tostando un pan y no se quema, quita la mano como si el metal caliente le estuviera haciendo daño pero tras un medio segundo se da cuenta de que el calor está allí, lo siente, es intenso, pero no hay dolor. Su piel no se pone roja ni se hincha, no siente la necesidad de correr al grifo a mojarse la quemadura, no hay ni pánico, ni ardor.
Le da la vuelta, por pura curiosidad, al pan no con el tenedor, como normalmente haría, sino con los dedos y a pesar de que las yemas tocan el teflón de la sartén, del que es capaz de percibir el calor, una vez más, no hay dolor.
-¿Jongin, se puede volver uno resistente a las quemaduras?-
Jongin está sentado mirando la caja de cereal, leyendo como si fuera lo más interesante de lo que pudiera echar mano, ignorando el zumbido de su celular junto a su mano izquierda. -No con la piel maricona que tienes.-
En veintiocho horas, Sehun estará convencido de que es indestructible y estará en lo correcto. En setenta y dos, estará muerto.
Hacia el final de esta historia, ni siquiera Jongin querrá quedarse a ver, así que no se sorprenda nadie si alguien salta del vagón. La verdad es que hay mejores historias que escuchar, que esta. Esta historia, como ya habrán leído, termina así: Sehun muere.
Es probable que nadie llore su muerte porque advertidos quedan ahora: ya saben que morirá y lo que es mejor, saben el plazo exacto tras el que va a morir. Son las siete cuarenta y tres de la mañana del veintiséis de febrero de dos mil catorce, a esta hora dentro de tres días, tendrá el cráneo abierto y Luhan estará sollozando en el suelo de la azotea, quemándose los dedos con el encendedor, incapaz de prenderle fuego al cigarrillo que se le resbala de las uñas.
Jongin estará allí.
Ahora, Jongin está leyendo una caja de cereal. El trigo no tiene colesterol, eso lo sabe todo el mundo. Durante los años noventas, así como en la primera década del segundo milenio se pusieron de moda las grasas trans y el gluten, el tema de salud en boga era el colesterol y todos los alimentos que no lo tenían, aunque tuviesen que aclarar “naturalmente libre de”, lo pegaban en sus diseños de embalaje con colores llamativos y saludables para unirse a la brigada en contra de las insuficiencias cardiacas. ¡Cero por ciento colesterol! Asterisco, naturalmente libre de colesterol. Gracias, Kelloggs, Dios te bendiga. Ahora las cajas dicen cero por ciento grasas trans y el trigo no tiene eso, pero de todos modos, está allí por si eres gilipollas y quieres asegurarte.
Sehun se sienta junto a él a la mesa y se mira la mano por las dos caras antes de, con un gesto extrañado de sus cejas, ponerse a embarrar nutella en su pan todavía suave. Es día veintiséis, Jongin no espera mucha atención de él, así que ambos toman su desayuno en silencio, uno leyendo un lado de la caja y el otro el otro. Es mucho más interesante el lado que Jongin tiene, es el lado que tiene la información nutricional, el otro tiene mensajes para hacerte fiel a la marca y Sehun los sabe de memoria pero no está pensando en eso.
-No voy a venir a dormir.- le explica, que van a un hotel, que quieren estar solos y que quiere que sea el mejor aniversario de la historia.
-Creí que se habían hecho novios hasta marzo.
-No, no, fue hoy pero yo no me acordaba.
Luhan tiene la mejor memoria cuando le conviene. Se sabe de memoria los números de celular de todos sus contactos cercanos, lo que quiere decir que ni siquiera haciéndole perder el aparato se podría deshacer de él. El zumbido no se detiene y luego de incesante bzzt bzzzt en la mesa, Sehun hace el ademán de querer cogerlo pero Jongin es más rápido.
-¿Qué te dice?- le pregunta y se toma en tres tragos de ancho cuello la taza de leche tibia.
-Está emocionado desde ayer en la tarde-. Jongin abre el quinto mensaje en LINE y dice algo como “dile a ese pendejo que atienda el celular” y los siguientes son variaciones de lo mismo, entre más antiguos más amables. -Es una mierda ser amigo de ustedes.-
Sehun sonríe y es una lástima que tenga un día que perder la sangre que le pinta las mejillas de vergüenza cuando se pone de pie. Al aventar el plato y la taza con poco cuidado en el lavatrastes, los rompe. “Ups”, es su mejor disculpa y se pone los zapatos en el recibidor.
-¡Qué asco, lávate los dientes!
Luego regresa con un zapato puesto a medio trote al baño jurando que sólo lo olvidó hoy.
A las seis con quince, Jongin ignora un primer bzzt bzzt, a las seis dieciocho un segundo y a las seis diecinueve, el tono de llamada que no escucha nunca y que no reconoce, le llama la atención. Está viendo un documental sobre pingüinos en la televisión. El control siempre está demasiado lejos para apagarlo así que contesta sin asegurarse de que puede escuchar.
En el otro lado de la línea, después de su “¿Quién es?” se oye mucho ruido. El ruido de una llamada en un sitio de mala recepción. El número es de Sehun, la voz no, la voz aguda y gritona es de Luhan y entre chillidos hay risas. Jongin está por colgar la muy amistosa demostración de exhibicionismo cuando entiende entre sus palabras algo interesante:
-¡Y no nos hemos roto nada!- Entonces presta atención de nuevo:
Hemos chocado, un imbécil en un camión ha intentado cortar una vuelta en flecha frente a mí y ves, mi auto es super compacto. Íbamos muy rápido los dos, la verdad… Pues nos ha lanzado a la mierda con la caja, mi auto tiene el cofre arrugado como un acordeón, se rompieron todos los vidrios. (Jongin sigue oyendo datos sobre pingüinos, con una oreja). ¡Jongin que giramos, giramos en la calle, me he salido del auto y no tengo ni un rasguño, me he parado corriendo a ir a ver a Sehun porque está atorado dentro, el carro está aplastado y no le ha pasado nada!
“¿Jongin, se puede volver uno resistente a las quemaduras?”.
-¿Dónde están?- se pone pie y apaga el televisor él mismo, quién sabe dónde dejó el mando.
-Íbamos sobre Gyeongin, en el express.-
-¿Gyeongin, pues a dónde iban, al aeropuerto?
-Sí, de hecho sí, teníamos un vuelo hace media hora que… ya perdimos, pero está bien, ¿sabes por qué? ¡Porque acabamos de sobrevivir una experiencia mortal!
-¿Luhan, te das cuenta que perdiste dos vuelos y tu auto está destrozado, eres rico o qué?
-Sí, me dieron un ascensazo la semana pasada. ¡Buena suerte o qué!
Jongin no puede acercarse en su propio auto al accidente porque los cuerpos de Tránsito han bloqueado el paso y no dejan a nadie estacionarse cerca. Después de caminar desde una calle menos concurrida, lejos de los autos que entorpecen el flujo quedándose a mirar que hay alguien atorado en el cubito compacto de hierro que solía ser el auto de Luhan, tiene que aclarar a la policía que vive con el chico atorado dentro del auto. Los rescatistas lo están atendiendo ahora y se les ve contentos, bromeando con Sehun y besándole la frente, que está expuesta una vez que retiraron la portezuela y sólo sus piernas están atoradas. Le dicen que está bendito, que Dios lo ha cuidado, que tiene una suerte extraordinaria.
La policía dice que no hay ninguna fuga de aceite, que no hay peligro de que el auto explote, que están perfectamente seguros, así que Luhan está sentado en el pavimento, sonriendo junto con los rescatistas, haciendo bromas sobre Sehun de cabeza agarrado de las piernas al auto. Pareciera que nada malo ha pasado, que es un chiste.
Él ha visto demasiadas películas de Destino Final para confiar en esa “suerte”, esa “bendición” que todos dicen, incluso la mujer del noticiero dando la nota, que Luhan y Sehun tienen. Cuando llega uno de los rescatistas intenta hacerlo retirarse pero Luhan intercede y les dice que está bien, es amigo suyo.
-¿Qué pasó aquí, estás bien, están seguros de que no les pasa nada?
Sehun, un poco rojo porque la gravedad opera y estar de cabeza tanto rato hace mella, se ríe. -¡Soy indestructible! No siento dolor, pero siento las piernas aunque no las pueda mover. Creo que estoy bien, no hay sangre-. Y vuelve a reír cuando uno de los rescatistas le despeina el cabello y lo llama niño bendito.
Las aseguradoras de la empresa del camión y de Luhan ya están allí y están arreglándose. Es claro que la culpa la tuvo el conductor del camión, que está muy poco dañado, pero como no hay mayor daño, ninguno de los pasajeros está herido y son de la misma compañía, los arreglos se ven pacíficos.
A las ocho cincuenta Sehun está fuera del auto y una grúa se lleva la chatarra que es el auto de Luhan después de que intenta meterse a buscar su celular y su ipod. Recuperan algunas de sus cosas, sus maletas no se han salido de la cajuela y la cartera de Luhan está por ahí tirada en la calle. Sehun la encuentra. Está todo más o menos en orden. Jongin los lleva en silencio a su auto después de que los paramédicos se aseguran de que Sehun y Luhan están bien. Tres médicos se aseguran de revisarles todo, les piden a ambos y a Jongin que estén al pendiente por cualquier tipo de trauma que pueda aparecer más tarde y se marchan.
Van tomados de la mano, Luhan tiene la ropa sucia y rasgada pero la piel en perfecto estado y Sehun está intacto. Cuando Jongin abre la cajuela para que pongan dentro sus maletas los ve mirarse las manos unidas con cariño y los ojos como un par de desagradables recién casados.
-No sé si es el mejor aniversario de la historia, pero es memorable.- Dice para interrumpirlos pero le ignoran.
Ambos se suben a los asientos traseros. Luhan le lloriquea a Jongin que él siempre va adelante pero que quiere estar con Sehun ahora y él lo consiente. Hace un año los vio hacerse novios. Bueno, no los vio, le llegó un mensaje de Sehun que decía “¡Luhan aceptó ser mi novio!” y luego otro que decía: “Soy Luhan, yo se lo pedí, no dejes que te engañe. Yo soy el jefe.”
Ese día, veintiséis de febrero de dos mil trece, Jongin dejó de intentar convencer a Sehun de que Luhan era una mala idea y guardó en un sobrecito que luego quemó, todos sus sentimientos por él.
-Es el mejor.-
-Absolutamente.-
La única realización que se equipara a saber que uno es invencible es, quizás, saber que uno tiene poder sobre otros. La primera vez que Jongin recuerda haber tenido poder sobre alguien era un pobre compañero de la escuela que llegó a él pidiéndole ayuda para ubicarse en el edificio y esto sucedió aún cuando era un niño. Es un sentimiento parecido al de coger un bolígrafo que ha rodado por el borde del escritorio, antes de que caiga al suelo. La realización de que uno es capaz de cosas banales pero extraordinarias como manipular a un ser humano que es tonto o hacer una maroma sin las manos. “Yo soy capaz de cosas especiales”, ese tipo de bombeo de orgullo en las venas, esa adrenalina de sentirse superior a los demás, el empuje extra del ser diferente, de sobresalir de una marabunta de personas que desean ser vistas, discernidas en medio de millones.
Sehun tiene ese brillo en el rostro, el brillo de quien se sabe la aguja del pajar. Fue quizás porque su cara naturalmente bonita desde que cumplió cuatro años en adelante le hizo ganar el amor de todo el que gravitaba alrededor suyo porque, Jongin tiene que ser franco esa noche que se va a dormir empalmado y teniendo que oír a Sehun y Luhan reír en la habitación de al lado, no tiene gran cosa que ofrecer.
Sehun es un personaje de infomercial. Te presentan a un chico estándar que no tiene nada real que decirte pero que tiene un rostro atractivo y buen cuerpo, para que te explique con su tono amable y voz linda cómo funciona esa máquina para hacer jugos saludables y después de un par de meses de que en la televisión por la mañana no haya nada más que una máquina de jugos seguida de una escalera que se hace andamio, brassieres de tela y bombillas de mano (luego todo en loop otra vez), se convierten en tu familia y te haces capaz de repetir con ellos, cuando te dan los buenos días: “¡Ya no vuelva a desperdiciar el bagazo de sus frutas con ese viejo procesador!”
Con su chaqueta de plástico que parece cuero en los hombros y el cabello rapado de los lados de la cabeza, casi parece un tío interesante pero hablar con él es hablar de Flappy Bird y de que en Ucrania está pasando algo, de que han suspendido a uno de sus profesores por acostarse con un alumno y que Luhan dijo esto o aquello.
Esa noche en sus ojos se convierte. De pronto Sehun es un niño bendito y Jongin no puede dormir pensando en cómo sus dos mejores amigos pudieron haber muerto y entonces se hubiera tenido que quedar solo con la chica de la mañana que explica seis veces cada media hora que la InStyler no presiona ni quema el cabello sino que lo peina y pule, dando volumen y brillo deslumbrante. Jongin, un plato de cereal y la nueva InStyler, sin Sehun y con una chaqueta de “cuero” negro extra.
Probablemente, en realidad, le prendería fuego y el plástico apestaría a culo quemado.
Pero en la mañana que despierta, aunque ni siquiera sabe si en realidad ha dormido porque tuvieron el sexo más ruidoso en la historia de la humanidad, no le da los buenos días la televisión haciendo ruido y diciendo, como todo el día: “¡Pero tiene que llamar ahora!”, sino murmullos tensos en la cocina. Lo que ve es algo así:
Luhan está casi en cueros, tiene puesta sólo una sudadera que le cubre las nalgas, por suerte calzoncillos (de esos calzoncillos de niños a los que no les han bajado todavía las pelotas, nunca dejó de usarlos), va descalzo y sostiene en una de las hornillas encendidas de la estufa, la punta de un desarmador plano. Sehun, a su lado, tiene el brazo desnudo, como el resto de su muy pálido, muy delgado, muy largo y muy marcado torso, extendido hacia Luhan. Empuña la mano pero no se ve tenso.
El más viejo de los dos, con un nido de pájaro en la cabeza haciendo las veces de cabello, le reclama a Sehun. No los escucha muy bien pero se le ve preocupado aunque emocionado y gira el desarmador en los dedos, sonriendo. Más te vale que estés segurísimo de esto, pendejo, le dice. Sehun le responde que está seguro, que no tenga miedo.
-¿Qué mierda están haciendo en mi cocina?-
Luhan salta, aparentemente sorprendido pero suelta una carcajada que a Jongin le hace dudar. -¡Ven a ver! Sehun está convencido de que es indestructible, así que ahora voy a quemarle el brazo como a una vaca.
-¡No va a pasar nada!
El desarmador en su mano, que lo sostiene con fuerza, tiembla un poco y está cada vez más rojo. -Sehun dice que ya no puede sentir dolor… le digo que es una tontería pero insiste en que no ha sentido dolor desde ayer en la mañana. ¿Quieres un té? El agua sigue caliente.
Jongin no quiere té pero hará lo que sea para no presenciar la idiotez, así que se sirve la taza de agua caliente y luego le pone una bolsita de té negro, siente que necesita cafeína aunque no tiene sueño. Sehun no ha quitado el brazo desnudo del alcance de Luhan y Luhan lo está mirando con un brillo malicioso en los ojos que tanto Sehun como Jongin han aprendido a ver como, de hecho, amor. Es un tipo extraño con muy buena memoria que es capaz de recitar treinta dígitos del número pi pero no puede nunca recordar la combinación del locker de Sehun en la universidad y disfruta demasiado de golpearlo.
-Si te quemo es tu culpa.-
No se puede no intentar mirar. Es como cerrar los ojos cuando Johnny Knoxville se arroja por una rampa. ¿Cómo puedes hacer “ooooooh” con el resto del cine si no viste la caída? El desarmador se acerca a la piel de Sehun y Sehun no tiembla, ni siquiera parece tener miedo y con la mirada bien fija en sus ojos, con los ojos cubiertos del velo del reto, Luhan acerca el desarmador a su piel hasta que lo está presionando firme contra esta. Él quiere cerrar los ojos, salir de ahí, encerrarse en su cuarto hasta el Lunes y no escuchar a Sehun gritar ni a Luhan discutirle que se lo advirtió pero se queda a ver el espectáculo y tener la oportunidad de decirle el “te lo dije” que no se debe decir, pero no hay “te lo dije”, ni regaño, ni grito. Sehun tiene la mano relajada y Luhan con a boca vuelta un cheerio se queda quieto y luego, como para corroborar, se acerca el desarmador a su propia mano.
-¡Pero sí está caliente!
Y luego hace lo que desencadenaría una serie de eventos, por si lo habían olvidado, que matarían a su novio: Lo pone sobre su propia piel y su piel lo recibe sin dolor.
En pánico quita la mano, Jongin puede verlo en el miedo de sus ojos pero no hay grito, no hay “te lo dije”, no hay regaño. Despacio, como si se tratara de una película de verdad y no Jackass, porque así las cosas se han vuelto serias y Jongin no puede dejar de temblar, a pesar de que siente vibrar el líquido de su taza, bien despacio el fierro caliente vuelve a la piel de Luhan.
-No duele.- Es un susurro, es una sentencia ruidosa en la cocina en silencio. Lo que a continuación sucede es una majadería. Jongin no se la perdona nunca a Luhan, pero al menos le reconoce la corazonada y le agradece haberle hecho parte de la aventura de tres días.
El fierro caliente, antes de que Jongin pueda reaccionar, está en su propio brazo desnudo y él también, porque somos seres humanos que cuando fuimos niños aprendimos que las cosas que había tocado el fuego y nos tocaban dolían como el orto, intenta huir de él pero el agua casi hirviendo en su taza con el paso precipitado hacia atrás se le derrama en la muñeca. La taza cae al piso porque él está seguro de que se ha quemado dos veces pero después de estruendo de la cerámica que rebota y abolla la duela, no hay nada más.
Hay calor en la “quemadura” pero no hay dolor y luego de unos segundos en los que ruega por sentirlo y no llega, Jongin ve su propia mano, mojada pero ni siquiera enrojecida y donde ha sentido el calor al rojo vivo no hay ninguna marca.
Luhan está boquiabierto, Sehun está sonriendo. -...No mames-.
Jongin recuerda la primera vez que tuvo poder sobre un ser humano, cuando era un niño de la escuela primaria y tuvo un compañerito nuevo, pero recuerda también la primera vez que tuvo que bailar una pieza de ballet con otros niños en un teatro pequeño lleno de padres y madres esperando que lo hiciera tan bien o mejor que ellos.
“Hemos pedido vacaciones”, es la respuesta que tiene Luhan a su primera pregunta: “¿Qué haces aquí? Creí que trabajabas los jueves”. La segunda pregunta es más difícil de contestar.
-¿Por qué?
En favor de pasar la tarde tocándole los huevos a la suerte, Luhan ha mentido a todo quien ha llamado a su móvil preguntándole por su salud y la de su novio, diciéndole que vieron las noticias y que están alegrados de que ninguno de los dos esté lastimado. Nadie llama a Sehun pero eso es porque nunca atiende el celular, quizás porque lo usa para jugar y ver videos de cosas estúpidas en Youtube como videos de gatos y técnicas de defensa personal que no te sirven para nada a menos que de hecho practiques con alguien a ser atacado. Nadie hace eso, Dios lo sabe.
Sehun y Luhan tienen las agendas desocupadas por los siguientes días, hasta el domingo por la noche que pensaban volver de su escapadilla romántica a Jeju que no pudo ser.
-¿Si hubiéramos llegado al vuelo, cuánto tiempo crees que nos hubiéramos tardado en darnos cuenta? - Pregunta Luhan por curiosidad, con el encendedor girando en el pulgar, a cada tantos giros intentando quemarse la piel con la flama y consiguiendo absolutamente nada. Cada vez que lo hace a Jongin más se le olvida cómo respirar.
Ha hecho preguntas por al menos una hora y nadie tiene respuestas, ni siquiera pueden encontrar algo que los una salvo ese departamento y no, porque Sehun está seguro de haber sentido sin quemarse el sartén la mañana anterior. ¿Cuándo pasó?
La televisión está encendida. Sehun no es capaz de estar en casa y tenerla apagada, es como si su gremio de maniquíes le llamara.
-Nos hubiéramos dado cuenta,- se contesta Luhan a sí mismo, con una pinza en el fleco y un chile jalapeño entre los dedos, dejando que el líquido escurra en la lata que luego pasa a Sehun antes de meterse la mitad a la boca,- porque anoche tuvimos el sexo más extraño.
-En serio, no tengo el menor interé…
-Oh, pero lo tienes, te lo aseguro.
Suele ser así. Jongin considera a Luhan su amigo a pesar de que la primera vez que se conocieron le interrumpió al hablar en un bar deportivo al que arrastró a Sehun por la fuerza, allá por noviembre del dos mil doce, sin freno empezando a hablar de fútbol y cosas que no le importaban un comino al recién legal adulto al que había tenido que extorsionar para que lo acompañara a ver un partido del Chelsea. Luhan a partir de ese momento había embestido con tan fuerza que incluso Jongin se había enamorado de él un poco en boca de Sehun. “Luhan dice que…”, “Luhan me hizo…”, “Luhan me compró…”, “Luhan me llevó a su departamento, ¿sabías que el Liverpool y el United están virtualmente empatados en número de Champions y Copas de la Premier ganadas? Porque yo no y no me importa un culo pero ey, voy a escucharlo todas las veces que tenga que escucharlo.”
La primera vez que se dijeron te amo, Jongin estaba allí. Es como un ecologista, Luhan. Está totalmente a favor de que se ande en bicicleta y que se recicle la basura, que se cuide el agua, que se alimente con buen forraje a las vacas, pero nunca va a gastar dos centavos más en una manzana orgánica y sólo reciclará sus cartones de leche cuando alguien esté allí para aplaudirlo. Conduce un auto cualquiera y tiene un novio cualquiera, no va a tomar el camión a su trabajo y no va a perder la oportunidad de enseñarle a sus compañeros que tiene un auto nuevo (que después destruirá en una milagrosa ocasión en la que no se le doblará ni una pestaña), mucho menos va, por decencia, a aguantarse las ganas de restregarle un “yo también te amo, hyung” a Jongin en la cara.
-No quiero detalles, qué puto asco.- “Mira lo que tengo y tú no”.
-No hubo dolor.- Dice Sehun y acaba con el suplicio. Trivia: Sehun tiene una gran polla, Kai la ha visto, pero la usa poco. La usa para mear, masturbarse y atraer gente abriéndose de piernas en los bancos de los clubes a los que van a bailar, sólo para luego decir con un muy tímido y muy adorable tinte, que tiene a alguien ya, muchas gracias.
Muerdealmohadas.
-¿Eso es bueno, no?
-No, el dolor es la mitad de la diversión.- La lata de jalapeños da la vuelta por tercera vez de mano en mano y hablan con las bocas llenas de lo que debería hacerles arder los labios y la lengua pero ni siquiera el vinagrito les duele en las panzas. En la situación, decir que el dolor es la mitad de la diversión es por lo menos subestimar la gravedad del problema; Es toda la diversión. Tener sexo es como morder un jalapeño.
Sehun se pone los audífonos, los grandes Beats de Luhan, que llevaba en la maleta que sobrevivió la gran prueba, y sube todo el volumen a la mitad de una canción de dubstep, pausada por la mitad. Arruga la narizota, como si esperara que en esto no funcionara su nuevo poder pero cuando Jongin empieza a reproducir por él, se sobresalta nada más y se los quita rápido, huyendo de lo que él no cree que sea música: -No, no me ha dolido nada. Hay que hacer más.
Misiones, Luhan decide llamarlas así y dice: Iremos de a poco hasta encontrar el límite, tiene que haber un límite, todo tiene límite. Sehun opina que ya saben que pueden sobrevivir un accidente de auto, ¿qué más? tiene que haber más.
A las doce y treinta y seis del día, ninguno de ellos tiene hambre o gastritis a pesar de que los jalapeños se han acabado y no han probado bocado.
-¿Si somos capaces de que nuestra piel y órganos no sientan dolor, eso quiere decir que de hecho no nos pasa nada o sólo que no sentimos dolor?-. Jongin piensa que es una pregunta legítima. Se equivoca y Sehun es pronto en hacerle ver porqué.
-No nos pasa nada o sangraríamos, tendríamos ampollas, cortes. No sentimos dolor porque no nos pasa nada… ¿Alguno tiene hambre?
-No.
-Pues es que nuestros jugos gástricos no nos hacen nada. Somos… de acero.
Como Superman. Luhan saca agujas de su maleta y Jongin casi no puede aguantar las ganas de preguntar, pero lo hace porque de verdad, de verdad no quiere saber. La pone como uno pone un clavo antes de clavarlo sobre el muslo de Sehun y su novio, que ha estado especialmente calladito y ha dejado la chaqueta muy lejos porque tal parece que ahora tampoco es capaz de sentir el frío como algo desagradable, simplemente lo siente, no se mueve, no respinga ni rezonga.
-¿De cuánto me he estado perdiendo?-. La respuesta es: de todo, pero nadie se la dice, Jongin ya la sabe.
La aguja se rompe en los dedos de Luhan cuando la golpea con la palma intentando encajarla en la pierna de Sehun y es terrorífico lo rápidos que han sido en acostumbrarse al daño. Jongin sabe, como sabe que la gente que ve mucha pornografía termina por no excitarse con nada y quienes se drogan mueren de sobredosis porque en algún punto nada es suficiente, que esto no es nuevo pero que además está empezando a no ser suficiente.
-Bueno, la mala noticia es que ya no te puedo perforar el glande.
-¡Luhan, qué te pasa!
-Ey, ey, ey, -Sehun nunca le hace “ey, ey” a Jongin, salvo esa vez.- ¡Esto no tiene nada que ver contigo, así que tranquilizate!
A Sehun le toma tres “ey” regañar a Jongin y a Jongin dos “okay” olvidar el enojo, ponerse de pie e ir a paso lento a buscar algo que pueda hacer daño pero no demasiado. -Te estás desesperando, ¿qué quieres hacer? No vamos a ir a chocar otro auto.
-¿Qué tal a lanzarnos de él en movimiento?
-¿Sehun estás loco?
-¡Quiero saber cuál es el límite, no podemos andar por allí sin saber dónde acaba!
A las seis veinticinco, Luhan habrá saltado del auto en movimiento de Jongin porque no teme a la velocidad, eso explicará porqué no se opone a la moción, porqué ni siquiera parece especialmente emocionado por esto. Siempre que esté cerca del suelo, dice, yo puedo hacer lo que sea. Pero antes habrá sucedido lo que habrá determinado en mayor medida que ninguna otra cosa el pleito final.
-Golpéame.
Es una orden. Sehun es bueno siguiendo órdenes pero esa no la puede acatar, el brazo no le responde y el martillo que le pesa en el brazo que no se cansa, no es la amenaza que sí siente palpitar en su mano.
-Mi amor, que no va a pasar nada, golpéame.
-No puedo hacerlo. -Jongin le cambia el martillo de la mano por su lámpara de noche.- Oye si esto se rompe lo necesito.
-¡Entonces dame un puñetazo!
Jongin podría ver eso, capaz con un poco de placer, pero en casa le enseñaron que no hay nunca que sentir bienestar con el dolor ajeno y sólo por eso, porque tuvo unos padre, madre y hermanas amables, se reprime de alentar a Sehun; ¡Anda, dale un puñetazo al puto!
-Que no, que no puedo pegarte.
-Sehun, pégame. No podemos seguir probando las cosas en ti, ¿qué pasa si somos diferentes?
Este es un punto válido. No sería la primera vez que alguien asume que las reglas se aplican de forma igual para todos y terminara espinado del rabo, por ejemplo, en el Congreso todo el mundo sabe que tu pena por acostarte con un hombre menor que tú probablemente sea menor si eres un hombre que si eres una mujer. Luhan se los dijo algún día: “Me apuesto lo que sea a que ustedes no saben que vivimos en países donde, si nos violan, no es delito.”
-Que no.
-¡Golpéame o te voy a dar motivos para hacerlo y no los quieres!
-No los tienes.
Ping. Pong.
-¡A ver, es que o le pegas tú o le pego yo!
-¡Ya oíste, Sehun, que me golpeas tú, con la fuerza que tú quieras o dejas que Jongin lo haga y sabes cómo me odia! -Luhan habla desde sus cuatro patas, mirando al suelo y a sus uñas de águila que ahora cortan más que un pico afilado.
-¿Por qué se odian?
Este es un muy mal momento para una pausa, pero la pregunta no es extraña, ni poco común. Sehun debe haberles preguntado por qué se odian si son amigos, al menos una docena de veces. Cada vez, Luhan le ha dicho que no se odian, que lo que hay es tensión sexual y cada vez que Jongin ha podido desmentirlo ha dicho que de tensión nada, que son amigos y nadie se odia, Luhan, a callar. Pero esta vez Kai tiene la desesperación a flor de piel porque sucede que es veintisiete de febrero y sucede que acaban de cumplir un año juntos, hace menos de un día, Sehun le mintió y no le dijo que iban a salir de Seúl, hace menos de una semana Luhan le dijo, con unas copas encima que quería que le follara otra vez y cuando estuvo sobrio y recordó se burló de Jongin por pensar que era en serio. ¿Oye, pues qué pedazo de iluso eres, eh?
Así que antes de que Sehun vuelva a preguntar, Luhan responda algo idiota o él pueda perder el ímpetu, le patea la cabeza. El cuerpo más menudo y más flaco que el propio de Luhan cae de lado a unos metros, golpeándose con el sillón y no acaba de procesar la reacción de lo que ha hecho cuando siente las manos fuertes de Sehun en el cuello de la camiseta, cerrando los ojos al grito. ¡Y qué grito! ¿De dónde sacó esa voz, de dónde sale ese bramido enrabietado, ese hilo de palabras hirientes, las amenazas, los insultos, de dónde? De entre muchas cosas que Jongin no distingue, sí escucha que Sehun lo llama un imbécil, un idiota, un pendejo, le dice que como se atreva a hacer eso otra vez lo va a matar, que si le pone un dedo encima a Luhan de nuevo…
Pero no hay más porque Luhan grita y Sehun se queda quieto y callado.
-Ya… ya… si no me pasó nada.- Levanta la cabecilla castaña del tamaño de un limón y se acomoda el cabello- No duele, tampoco.
Le suelta el cuello y Jongin, que siente el corazón palpitarle tan duro que puede sentirse temblar, suspira.
-No te preocupes, mi amor… yo quería un golpe, Jongin me lo ha dado. Tranquilo.
-¿Han leído el retrato de Dorian Grey?- Pregunta Sehun mientras llena la bañera, con el agua tan rápida como les permiten las tuberías nuevas el complejo de departamentos en el que viven. La presión es buena, están en el tercer piso, hay bastante caída de agua, así que se llena rápido y él está allí, calmado, donde Luhan lo dejó a serenarse, después de llenarle la cara de besos y las orejillas de susurros cariñosos. Al principio Sehun no quiso soltarlo pero luego de un rato, lo dejó ir y Luhan lo encerró, con la mano puesta en el picaporte, aún girado hacia Jongin para murmurarle a él.
-Teme que vuelvas a hacerme algo así. Está… muy intranquilo.
Jongin está a unos pasos de la puerta de la que Luhan no se separa, porque le prometió a Sehun que estaría junto a él, pero afuera. -Claro que está muy intranquilo. ¿Quién estaría tranquilo? Nos ha pasado algo raro, tenemos un don raro y no tenemos explicación. ¿Qué pasa si luego nos pasa factura, si resulta que hay un pago?
-No me digas que estás pensando en que estamos poseídos y tal…
-No, no sé si poseídos pero hay que considerar que quizás no es gratis. Eso es lo que Sehun quiere.
-Yo sé lo que Sehun quiere… es como lo único que sé.
El más joven toca la puerta y Luhan la abre para verlo. Le pregunta con una voz amable y hermosa que suena casi de verdad Luhan, o quien pudo haber sido en otro tiempo, quien al parecer es estando a solas con Sehun, que qué pasa; Le dice mi vida, le dice cielo, le acaricia la mejilla. Les pide que entren los dos y le hacen caso, ha abierto la llave del agua en la bañera y se sienta junto a ésta una vez más a sumergir las manos. Está intentando no pensar en lo que ha pasado, está intentando con mucho esfuerzo no volver a preguntar. ¿Por qué se odian?
-¿Qué pasa con Dorian Grey, estás diciendo que un día vamos a sufrir todo lo que nuestros retratos no?- Luhan le pregunta y le acaricia el cabello. Sehun no saca las manos del agua, sólo asiente. -¿Qué quieres hacer con el agua, amor?
-Quiero saber si el agua puede matarnos. ¿Me podrías…?
El mayor dice, con ese tono que para Jongin nunca tiene, con esa dulzura que no ve casi nunca: -No, es turno de Jongin. ¿Qué quieres hacerle?
Y así es como Jongin se explica que esté con la nariz rozando la superficie del agua tibia de la bañera que comparten él y Sehun y es probable que también Luhan, cuando él no está para quejarse. Ha llegado hasta ese punto porque en algún momento del día decidió darle a Luhan una patada y en algún momento en el dos mil trece decidió no decirle a Sehun que estaba enamorado de él, creyó que podía tomarlo con calma, creyó que Sehun se daría cuenta con el tiempo, pero Luhan llegó y con su manita enana y huesuda le zambulló la cabeza en el agua, un año después de haberle roto el corazón. Uno paga sus errores para siempre y el agua es diferente a la fuerza.
Puede aguantar la respiración… de hecho, sin respirar, no siente nada; La frescura del cuerpo la pierde, pero es normal, el aire adentro se calienta. No duele, pero el corazón se alenta. Afuera oye ruido y palmadas en los hombros. Él mueve las manos, las tiene afuera y les dice que no, que no pasa nada, incluso cuando Luhan deja de sostener su cabeza dentro del agua, él está tranquilo y puede quedarse dentro un poco más. Siente el cuerpo pesado y la cabeza muy llena, mucha presión, pero no hay dolor, no hay peligro.
Exhala el aire y porque no siente peligro, se atreve a respirarla. Inmediatamente su garganta se cierra y se empuja fuera de la bañera. Los siguientes segundos son terribles. No hay dolor, no hay el más mínimo, pero la incomodidad es terrible y no sabe cómo hacer para que sus pulmones echen el agua afuera, se pone a cuatro patas, intentando vomitar pero no hay nada, no ha comido más que jalapeños, tose mucho, y el cuerpo entero se comprime hacia arriba, por dentro como si se estuviera exprimiendo a sí mismo y el agua sale de a poco por su boca, le hace cosquillas en el cerebro, en la nariz.
No está muriendo, no le está dañando, pero está mal, el agua no debe estar allí y su cuerpo reconoce que no, que tiene que ir para afuera pero es mucha, un respiro enorme de agua directo al pulmón y de un golpe, como una maniobra nosécual, (Jongin no sabe el nombre, no le importa, pero el nombre que busca es “Heimlich”) poco ortodoxa, de un puñetazo en el tórax, hacia las costillas, Luhan consigue hacerlo vomitar, toser, expirar el agua en la bañera.
Hay vómito, eso es asqueroso y Sehun se apresura a quitar el tapón y limpiarse el brazo, sobándole la espalda con la otra mano.
-¿Qué ha pasado?
-Tal vez no somos indestructibles por dentro.
Jongin niega un montón de veces, todavía tosiendo el agua de sus pulmones, de su garganta, pillando mientras entre estas expulsiones intenta respirar, por cerca de un minuto. Los dos se quedan callados a esperar a que él diga qué ha pasado.
-No, no hubo dolor.
A las cinco veinte, Jongin está tras el volante de su propio auto conduciendo en dirección sur por la carretera a quiensabedónde. Realmente no importa, mientras no se pase la última salida a la autopista, la dirección es lo de menos. A pesar de que es un día hábil cualquiera, no hay mucho tránsito y ha dejado, antes de retornar, a Sehun a medio camino del primer retorno, al segundo. La distancia es casi un kilómetro. Se le puede ver a lo lejos esperar por ellos, Luhan está en el asiento del copiloto, con una mano en la puerta.
-¿Entonces en cuanto vayamos a llegar a él, te arrojas, de acuerdo? Yo vuelvo por ustedes en el otro sentido. Si algo sale mal, vamos inmediatamente al hospital.
-Voy a sobrevivir.- Luhan tiene la costumbre de rasguñarse las piernas y ahora se rasguña directamente la piel del brazo,- No me va a pasar nada, salí disparado de mi auto ayer… no sé por qué hacemos esto.
-Le prometiste a Sehun.
Jongin pisa el acelerador. Su auto no es muy hábil para correr, corre lo que cualquier auto estándar y está más preocupado en no chocar con ningún auto, en no exceder demasiado el límite de velocidad, en ir por el carril más rápido y que nadie tenga que rebasarlo para que los autos no se acerquen a la caída de Luhan. Está tan concentrado que cuando la puerta se abre la reacción de sus brazos al pánico es dar un volantazo y las bocinas de otros autos suenan, pitan histéricos porque Luhan se ha lanzado del auto, ha rodado a media calle y ha hecho casi chocar a dos carros.
Jongin se apresura al retorno y ve por el retrovisor a Sehun ir corriendo a ayudar a Luhan y pidiéndole a la gente que maneja los autos que siga su camino, que él se encarga. Les hace venias, ese hombrecillo de comercial de equipo deportivo que es, en realidad, un estudiante más o menos promedio, con un cerebro y habilidades más o menos promedio. Adonis es, vamos, un idiota, pero Jongin le quiere y Luhan se agarra de sus hombros como si estuviera lastimado, en un acto que se ve falso pero que a la gente la convence quizás por el miedo. Alguien se baja a verlos y Luhan le advierte que está bien. La gente mira a Jongin volver por el carril contrario.
Unos minutos después, se detiene junto a ellos y trota, qué flashback, a ver si están bien. Luhan está sentado en la orilla de la carretera junto a Sehun y están sonriendo.
-No ha pasado nada. Hasta ahora… cualquier cosa que tenga que ver con impactos no nos hace nada.
-¿Entonces qué es lo que no podemos alterar?- pregunta Sehun jugando con piedritas del asfalto.
-¿Las reacciones de los músculos? Mi garganta se cerró tan pronto sentí el agua, el cuerpo funciona igual que siempre, sólo no se deteriora ni se lastima.
-¿Vamos a envejecer?- pregunta Luhan con una media sonrisa y con la mano le da un amable “¡adiós!” a un niño que pasa pegado a la ventana del asiento trasero saludándolos primero.- ¿Vieron? Llevaba una red de fruta en la cabeza como sombrero…
-No podemos seguir haciendo esto.
Unas horas pasan en silencio, sentados allí, con el auto de Jongin detenido en el acotamiento con las intermitentes puestas. Para despistar, le dice Sehun, sube la tapa del cofre, así van a creer que tenemos un problema, que esperamos una grúa o un mecánico o algo. Así hacen, se sientan a pensar, a decir cualquier cosa a quejarse de que tienen antojos pero no hambre, de que sienten frío pero no agresión por el clima, de que sienten menos energía pero no sueño, no dolor de cabeza ni en los ojos.
Nadie durmió la noche pasada y todos miran sin una gota de cansancio hacia el frente, hacia uno de esos muchos puentes que les sobran a su ciudad, como si fuera interesante, como si por haber perdido el “auch”, hubieran perdido todo.
-¿Los dos son masoquistas, verdad?
-No,- dice Luhan.- Yo no.
-Que sí.
-Que no.
Es un juego, al principio. Luhan se pone de pie y amenaza con tirarle un puñetazo, ya saben que no pasa nada así que Jongin ni teme ni se preocupa, se pone de pie también y primero, son poses ridículas de película de artes marciales y gritos de pelea de Bruce Lee y toda la franquicia de Dead or Alive, qué mal juego, qué mala la última consola de Microsoft, por cierto; Luego, Luhan de hecho golpea a Jongin. No es un gran golpe, es el impacto suficiente para hacerlo trastabillar y jugando, Jongin bloquea sus golpes. Luhan grita “¡La técnica de las castañas calientes!” y le picotea la panza. Sehun les niega y se ríe de ellos sin mirarlos, sin levantarse.
El sonido de los camiones es muy diferente al de los autos sedanes y aún más diferente al de los compactos. Jongin oye al camión aproximarse y cree que Luhan va a dejar de empujarlo a pellizcos y picotazos que no le duelen pero que son por igual intrusivos, que de todas formas le dan las mismas ganas de huir de ellos. Piensa que al escuchar el motor enorme del camión, como cualquiera haría, jalaría a Jongin hacia el acotamiento y lo pondría a salvo para seguir jugando después.
Ese Luhan le gusta, el que ríe y hace malos chistes, el que sabe ser un amigo y dar apoyo, el que tiene los ojos llenos de estrellas y la cara brillante como un sol aún cuando son las siete… pero ese Luhan es el mismo Luhan y aprende, de ese momento en adelante, que no hay dos lados de una misma persona. Todos somos todo lo somos.
Luhan lo empuja de espaldas, con una risotada antinatural, hacia el camión antes de que él pueda verlo, que el conductor los vea, o que Sehun se pueda poner de pie. Jongin de pronto está bajo el peso de cuatro llantas, de dos en dos, que le pasan por el pecho y una vez más, no puede respirar. Su cuerpo bajo los neumáticos se sacude, siente la fricción del pavimento en la cara, en la ropa. El camión sale de control por el impacto, porque las llantas han pasado por encima de un algo que no han podido arrollar y Jongin huele la llanta quemada, siente su cuerpo ser aplastado y zangoloteado aùn cuando ha pasado por encima de él y con esa adrenalina, mamá un auto me pasó por encima, gatea hasta la orilla. Con lágrimas en los ojos ve a Sehun trotar hasta él.
Le abraza las costillas y lo pone de pie, le mira los ojos y sosteniéndolo del cuello, le besa los labios.
La risa maníaca y nerviosa se calla un poco para que Jongin pueda escuchar a Sehun preguntar en voz bien baja, bien amable: ¿Estás bien, cabrón? Pero no hay tiempo para responder porque el conductor del camión viene hacia ellos a gritos y con gritos también Luhan los llama.
-¡Vámonos, vengan aquí, rápido!- Les grita y sin pedir permiso, sube al asiento del conductor, enciende el auto y cuando ellos ha podido aventarse dentro del asiento trasero, maneja tan rápido como puede hacia su departamento, el de ellos, hasta que ha perdido al camión y al conductor de vista.
Encontrarse de pronto en un círculo de violencia que nunca acaba a Jongin se le asienta en el sistema con más tranquilidad de la que hubiera esperado. Claro, Sehun se ve molesto y claro, la ropa de Jongin está un poco rota, está sucia, le acaba de pasar un auto por encima, acaba de romperle una llanta a un par de inocentes en la carretera… pero están todos demasiado tranquilos. La cuestión es, y en las últimas treinta y tantas horas es lo único que ha importado, que nadie ha salido gravemente herido.
Si nadie pisa la caca de tu perro, entonces puedes hacer como que tu perro no cagó, es así.
Empieza a temer, temer de verdad, hasta que Sehun sube sin avisarles hasta la azotea del edificio porque apesta a nervios. Luhan detrás de él le pregunta a dónde va y qué está haciendo pero le ve subir por las escaleras de metal hasta la puerta que en conserje suele tener cerrada y abrirla de una patada. La camisa de mezclilla le ondea porque va así de rápido y es todo lo que Jongin puede ver de él cuando desaparece escaleras cobertizo hasta arriba, a la loza de concreto que los habitantes del piso doce llaman techo.
Arriba están algunas prendas olvidadas de ropa y un montón de cubos de aires acondicionados. El aire no sopla arriba y cuando Sehun se queda quieto, con su ceño fruncido mirando a las bardas, Luhan y él tienen una buena vista de su espalda ancha y su semblante decidido cuando camina hacia el norte.
-¡Esta es la calle por la que pasa menos gente!-.
Cada paso hacia el borde es como un repique de tambores, Jongin no puede hacer nada para detenerlo porque parece una secuencia de un libro de Nick Hornby. Los zapatos del Guasón que van con un par de Batman que Luhan tiene y no usa jamás, le visten los pies que a zancadas lo llevan hasta la barda a la que es ridículamente fácil subir porque algún idiota que no pensó que el edificio tuviera suicidas ha dejado allí una cubeta de agua volteada. Quizás alguien saltó desde allí antes, Sehun no se detiene a pensar esto.
-Mi amor, por favor no te mates…
-No me va a pasar nada… soy el niño bendito. No es tan diferente a ser arrollado-.
Hace, como si se tratara de Jesucristo, de una especie de mesías, de Superman, de un héroe, un espíritu, la pose típica de quien se sacrifica. Extiende los brazos hacia los lados y cierra los ojos, con las puntas de los pies, todos los dedos, flotando en el aire y respira tan profundo que su espalda se expande bajo la playera blanca que lleva debajo de la camisa.
El suspiro es para darse fuerzas, el mesías está asustado.
-¿Sabes qué? Me voy a aventar contigo.- Luhan se sube junto a él a la barda pero de espaldas a la caída.
-No tienes que hacerlo, sé que te da miedo…
-Porque me da miedo matarme. ¿Pero y si no muero?
Es una cuestión de quién es capaz de poner más huevos a la idiotez. Eso aprendió Jongin cuando era un crío, cuando en la escuela le llamaban un mariquetas por no querer jugarle una broma a el niño más joven de la clase, cuando no quiso verles los calzones a las niñas. Jongin aprendió que el más tocapelotas, el más idiota, el más violento y el más frío era el más hombre. Aprendió que era mejor ignorar lo que la profesora tenía que decirte en clase cuando tenías los brazos alzados en castigo que escucharla y que repetir la idiotez de poner papelitos de colores sobre el ventilador del salón para que cuando ella entrara y encendiera la luz éste empezara a girar y los tirara sobre los alumnos, significaba ser valiente.
Echa una carrera al borde del edificio y de un salto infinitas veces más grácil que Oh Sehun por completo, con un pie en la barda, le agarra el brazo a la chaqueta de cuero falso a Danny Zuko y se arroja doce pisos abajo, tan lejos de las ventanas como puede, de las escaleras y los cables. Sandy grita como si la estuvieran matando, como si todos los T-Birds al mismo tiempo la apuñalaran porque Danny la agarra del brazo y la jala con él hasta el atardecer, ke-ding-a-de-ding-a-dong.
Desde el salto, desde que siente que ya no puede detener la trayectoria de la carrera que ha hecho, cuando siente que su pie ha dejado de sentir el edificio, hasta el pavimento, Jongin no puede pensar. El aire se le acumula entre las costillas, siente el miedo en el corazón y duele, duele de un modo diferente, pero duele tan intenso que el miedo terrible a morir le sella los labios. El tirón es tan intenso, la inercia que el cuerpo de Sehun y luego el de Luhan, le imponen a su caída es tan violenta que en medio del aire en el que se sacude, siente ganas de llorar, pero no hay tiempo para eso.
Jongin no olvida nunca en su vida lo que es la caída libre, ni la fuerza que Sehun pone en tomarse de él, ni los gritos de pánico terrible y desgarrador de Luhan, cayendo de espaldas, golpeándose la cara de miedo, de arrepentimiento.
Son un meteorito.
Al caer, siente a su cuerpo rebotar de costado y por varios segundos, los tres se quedan perfectamente quietos. Respirar es un lujo, pero es un lujo que recupera cuando sus pulmones, intactos, recuerdan cómo se hacía. Junto a él, Sehun le abraza con tanta fuerza el torso que no puede estar muerto y un poco más lejos, a su derecha, los gritos y sollozos de Luhan le dicen que también ha sobrevivido.
Debajo de ellos no hay ni una gota de sangre, pero el pavimento está fracturado. Luhan, aún seis horas después, sigue temblando de miedo y llorando.
(Parte II)