Arrojó la ceniza de su cigarrillo, con un rápido golpe del índice, hacia el hogar, exactamente como solía hacerlo su madre. Y después, como su madre, oh Dios mío, se quitó con la uña un fragmento de papel de cigarrillo pegado en el labio. No. No me había traicionado. Yo estaba entre sus amigos. Edusa le había advertido que a Cue le gustaban las
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