Ayer, nuevamente, la vi y sufrí. Salí del subterráneo y la encontré. Cuando mi mirada se enfocó al frente, ella estuvo en mis ojos otra vez. No pude, realmente, no pude. Corrí, escapé lo más lejos posible de esa esquina. No me detuve por treinta minutos. Me quedé sin aire. Observé el suelo y me dejé caer hacia él. Quedé recostado, tirado, exhausto
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