Título: Traición
Personajes: Ziva David, L.J. Gibbs, Tony DiNozzo
Advertencias: ninguna
Raiting: 13
Nota de autor: nada en particular
Empieza a caer la noche cuando llegas hasta el recinto del almacén. Un guardia de seguridad te da el alto y tras explicarle quien eres y dónde vas te deja entrar.
Sacas a Sarah del coche y la metes en su sillita donde vuelve a quedarse dormida abrazada a su conejito. Echas a andar hacia el almacén de Tony sintiendo impaciencia y nervios. No tienes ninguna idea de lo que puede contener pero tienes la gran esperanza de que te lleve a una buena pista.
Abres la puerta y cierras por dentro para asegurarte de que no entre nadie inesperado. Ves la caja fuerte como siempre cerrada y te aproximas a ella nerviosa.
Mientras tecleas la fecha recuerdas aquel primer beso. Le dio por tener una relación “sin prisas” y te estaba empezando a desesperar. Tras una agradable cena, la cuarta cita que teníais, estaba dispuesto a despedirse sin más en la puerta de casa hasta que le agarraste y le plantaste un buen beso. Después vinieron muchos más. Ese día fue vuestra primera vez en más de un aspecto.
El clic de la caja al abrirse te llena de orgullo y te giras hacia la pequeña que sigue durmiendo tan tranquila.
- Tu papá era un hombre muy listo.
En su interior descubres dos gruesos sobres marrones. Ambos han sido abiertos y los sacas de la caja para examinarlos.
El primero es de Daniels. Un expediente muy completo sobre su vida, su servicio en la CIA y algunas operaciones en las que colaboraba. Todo normal si no fuera por las últimas hojas. Su implicación en el caso empieza a tomar otro rumbo. Estaba infiltrado, todo era una tapadera. Pero nada te cuadra. ¿Por qué disparó a Tony? Quizás le pudo la ambición y se cambió de bando.
Abres el siguiente sobre igual de abultado lees un nombre completamente desconocido hasta el momento. Scott Miller. Un hombre de negocios retirado. Soltero, sin hijos… no ves nada extraño en ese hombre pero algo en tu interior te dice que está metido hasta el cuello. En otro caso Tony no lo habría guardado con tantas ansias. Una dirección en Millville, Nueva Jersey, te hace trazar un plan.
***
Bajas las escaleras sin prisas para escuchar el familiar sonido de metal contra madera, el olor al serrín mezclado con bourbon…
Has dejado a Sarah durmiendo en su carrito después de asegurarte de que la puerta esté bien cerrada. Empiezas a convertirte en una paranoica pero prefieres prevenir.
Gibbs levanta levemente la vista para mirarte y después sigue trabajando en una pieza grande de madera.
Vas a seguir adelante con el plan, piensas llegar hasta donde haga falta. Pero hay ciertas cosas que prefieres asegurar antes de marcharte.
- No tengo espacio para construir un barco- le dices.
Por mucho que lo has intentando has sido incapaz, no puedes olvidar a Tony. Al morir se ha llevado una parte de tu vida que no eres capaz de recuperar y empiezas a ver la realidad: jamás volverás a querer a nadie como él. Y no estás dispuesta a cometer los mismos errores que tu jefe, no piensas terminar divorciada tres veces hasta descubrirlo. Sarah merece algo mejor que eso.
- ¿Quién es ese chico?- te pregunta a bocajarro dejando la herramienta a un lado.
- Nada importante, está todo controlado- respondes evasiva.
- Ziva…
Su tono es severo, a Gibbs nunca le puedes engañar.
- No puedo contártelo.
Sacas los papeles que llevas guardados en la chaqueta y los dejas sobre la mesa de trabajo.
- Quiero pedirte algo. Si me ocurriese algo me gustaría que te hicieses cargo de la niña. Sé que está el padre de Tony pero sinceramente no creo que sea la mejor opción. Y no quiero que mi hija crezca en Israel.
- ¿Debería saber algo, Ziva?
Por un segundo sientes la tentación de contárselo, de compartir lo que sabes con él y decirle dónde vas pero vuelves a cambiar de opinión. Le conoces tan bien que sabes que insistiría en ir él, te dejaría de lado y no puedes permitir eso. Es algo que debes hacer sola. Por Tony y por todos.
- Confía en mí, por favor.
Sin decir nada se da media vuelta hacia los estantes donde guarda las herramientas y le ves buscar algo entre varios objetos hasta que regresa a tu lado y te entrega una pistola junto con un cargador. El número del arma está borrada y te puedes hacer una idea de que no está registrada en ningún sitio. Te gustaría saber para que tenía pensando usarla pero no dices nada, solo se lo agradeces con una sonrisa.
- Confío en ti, pero vuelve viva. Sarah te necesita.
***
Aparcas el coche en una zona arbolada para ocultarlo a la vista andas unos metros hasta llegar a tu destino.
La casa no es muy grande, de dos plantas y con un pequeño jardín descuidado. Dirías que está deshabitada si no fuera por el coche que hay aparcado en la entrada. La matrícula es de la ciudad y tras tomar nota mental del número y echar un vistazo al interior vacío sigues hacia delante.
De pronto aparece un cachorro de bichón frisé con ganas de jugar, color blanco que sabes que haría las delicias de tu hija. Sabiendo que no es ningún peligro pasas de largo y compruebas la cerradura. Cerrada como esperabas.
Desenfundas tu arma y fuerzas la cerradura hasta que consigues abrirla. El interior está completamente en silencio y a oscuras. Una pequeña cocina a la derecha junto a un salón algo impersonal. Sigues hacia el interior de la casa, subiendo hasta la segunda planta en busca de pistas sobre ese hombre. Entras en el dormitorio principal con una simple cama de matrimonio, un armario y un escritorio como únicos habitantes.
Te fijas en el ordenador portátil que descansa sobre la mesa y lo abres para examinarlo. Pero algo llama tu atención y olvidas por completo el ordenador. El cajón está medio abierto y en su interior ves un montoncito de fotos. En ellas apareces con Sarah jugando en el parque o bien en casa. No recuerdas haberlas visto nunca pero no parecen instantáneas robadas.
Un ruido en la planta baja pone en alerta todos tus sentidos. Agarras de nuevo la pistola y haciendo el menos ruido posible bajas uno a uno los peldaños de la escalera.
En el salón ves la sombra de un hombre, alto y armado. De pronto le pierdes de vista y bajas el último escalón hasta llegar al recibidor, buscándole con la mirada.
Cuando sientes una mano sobre tu hombro reaccionas, le golpeas intentando no soltar tu pistola y terminas forcejeando con él para que intente soltar la suya. Consigues reducirle y tumbarle en el suelo. Le has debido herir porque sientes sangre en las manos. Se ha metido con la persona equivocada.
Estás a punto de apretar el gatillo cuando te habla.
- ¡Ziva, para!
Su voz te resulta como una suave caricia y por unos instantes no eres capaz de moverte, ni hablar; ni siquiera respirar. En la oscuridad ves esa preciosa sonrisa que habías asumido no ver nunca más.
***
Te has quedado paralizada sin ser capaz de moverte. Solo puedes mirarle y mirarle sin parar, sin creerte que de verdad todo es real, no un espejismo ni un sueño del que pronto vayas a despertar. Su penetrante mirada, su sonrisa, sus gestos… todo lo que durante meses pensaste que jamás volverías a ver lo tienes ante tu ojos.
- ¿Te importaría apartar esa pistola?
Te das cuenta de que sigues aferrando el arma como si de verdad fueses a darle uso. Recuerdas la primera vez que le apuntaste con una. Estabas dispuesta a hacerlo, sentías tanta rabia contra él… ahora te sientes igual.
Terminas por levantarte pero sigues sin dejar de apuntarle. Tiemblas de rabia y sabes que estás tan furiosa que podrías matarle, apretar el gatillo con una simple caricia.
- Si estás tan segura hazlo, pero tendrás que explicarle a Sarah por qué mataste a su padre. No creo que te guste hacerlo.
Nadie gana a tu marido a chantajista, eso lo tienes claro. Pero tiene toda la razón, no quieres hacer pasar por eso a la niña. Ni siquiera en realidad tienes claro que disparar sea la mejor idea. Guardas el arma en la funda y te limitas a darle un rodillazo en la entrepierna haciendo que se doble del dolor.
- ¡Eres un cabrón hijo de puta!
- Veo que no me has echado mucho de menos- musita todavía falto de aire.
Su actitud indiferente hace que te hierva la sangre. No se puede hacer una idea del infierno en el que ha convertido tu vida, en el sufrimiento que te ha hecho pasar en vano. A tu mente vienen recuerdos del entierro, de aquella noche en la sala de autopsias, como le viste caer… todo una farsa bien montada a tu alrededor.
- ¿Tú eres Scott?
- Desde hace unos meses sí.
- ¿Y andas por aquí solo esperando a que te maten?
- Tengo a Max de protección- explica.
Señala al cachorrito tirado boca abajo y la lengua fuera junto a tus piernas en un vano intento de que juegues con él. Definitivamente a Sarah le encantaría.
- Ya me quedo mucho más tranquila- respondes con ironía.
Te acaricia con suavidad la mejilla y miles de sensaciones explotan en tu interior. Sus suaves manos te hacen desear abrazarle, quieres que te estreche entre sus brazos. Pero le apartas de forma brusca. Algo muy superior te domina.
- No te atrevas a tocarme- le ordenas con severidad.
- Vamos, Ziva… déjame que te lo explique.
- ¡No! No quiero escuchar ninguna justificación absurda a todo esto, Tony. Estoy harta de mentiras, de que todo el mundo a mi alrededor intente engañarme.
- Yo no te engaño.
Se palpa la frente y te fijas en que un pequeño reguero de sangre resbala por su ceja. Le has debido golpear fuerte pero ni eso hace que te ablandes.
- ¿No?- preguntas con sarcasmo cruzándote de brazos- ¿Y cómo es posible entonces que hace tres meses enterrase a mi marido y ahora esté hablando con él?
- Lo hice por vosotras.
Le miras furiosa mientras aprietas tanto las manos que terminas haciéndote daño. Nunca antes te habían traicionado de una forma tan cruel, tan dolorosa. Si hubiese hecho algo por vosotras se habría quedado a vuestro lado.
- Te prefería muerto- le dices finalmente.
***
Has salido a tomar un poco el aire. Necesitas estar a solas un tiempo, pensar, aclarar tu mente. Todavía no puedes creer que Tony esté realmente vivo.
Acaricias al cachorrito a tus pies, por algún motivo te ha cogido cariño y desde que te ha visto te ha seguido a todas partes.
Escuchas pasos detrás de ti pero ni te esfuerzas de darle la vuelta. No quieres verle. Es irónico que después de tanto tiempo echándole de menos ahora le quieras tener muy lejos.
- Ten, seguro que no has comido nada en todo el día.
Te entrega un plato con uno de sus riquísimos sándwiches de queso fundido y sientes que tu capa exterior, tu dureza se empieza a resquebrajar. Los solía preparar los sábados por la noche, mientras poníais alguna vieja película y os acurrucabais en el sofá. Parece que haya pasado una eternidad de todo eso, que hubiese sido en otra vida distinta a la tuya.
- ¿Cómo está Sarah?
- Cada día más grande y preciosa-respondes con una sonrisa acordándote de la niña.
- ¿Puedo explicarte lo que ha estado pasando, por favor?
Aceptas el plato y le das un mordisquito al sándwich. Te fijas en que se ha limpiado la herida de la frente y ha dejado de sangrar. Al final asientes con la cabeza haciéndole un hueco a tu lado.
- Sin mentiras- le adviertes.
- Entré en esta operación hace seis meses. Mi objetivo era seguir la pista de esos archivos, detener al que movía los hilos y asunto resuelto. Parece fácil, ¿verdad?
- Nunca lo es- le recuerdas.
- Cierto. Por eso todo empezó a descontrolarse. Hace cuatro meses logré tener una reunión con Christian McKenzie y nada fue como esperaba. Las cosas se empezaron a descontrolar. Amenazó con mataros si intentaba jugársela. Tenía fotos vuestras, os habían seguido. Después el teniente Hanson dijo que sabía toda la verdad, que sacaría todo a la luz y ya sabes cómo sigue el resto. Lo mejor era desaparecer del mapa, de esa forma estaríais protegidas.
Una mentira detrás de otra durante meses y por fin escuchas la verdad. Pero nada puede borrar lo ocurrido, todo lo que has estado pasando.
- Le dijiste a Vance que me sacara del caso, ¿cierto?
- Sabía que no harías mucho caso pero cuanto más lejos te mantuvieses mejor.
Le miras y durante un rato nadie dice nada, los dos tenéis mucho en que pensar. Todo empieza a encajar de una forma perfecta. Sabías de sobra que Tony no era ningún asesino, ningún traidor.
- Espero que perder a tu familia mereciera la pena.
Te levantas dejándole allí sentado, solo, triste e indefenso. Quisieras volver atrás, abrazarle, besarle y prometerle que le querrás siempre. Pero simplemente no puedes hacerlo.
Entras en la casa y te diriges hacia el dormitorio para darte una ducha, necesitas hacer algo normal, que te haga sentir que todo va igual que antes. No sabes que es peor, si tenerle muerto o que te haya engañado de esta forma.
El agua caliente empieza a mojarte la piel pero no te hace sentir mejor. Tienes la vista fija en la alianza sobre tu dedo. Todo lo que significaba, todo lo que aún significa para ti… por muy dura que te intentes mostrar no te puedes engañar más. Le has echado muchísimo de menos, como si una parte de tu vida se hubiese marchado para siempre.
Te das cuenta de que estás llorando de forma descontrolada y terminas echa un guiñapo en una esquina de la ducha, abrazándote las rodillas. Todo te ha superado.
Sientes que Tony te coge en brazos y te lleva hasta la cama mientras tú le abrazas con fuerza, deseando no soltarle nunca más, como si de esa forma pudieras impedir que vuelva a desaparecer, que le ocurra nada malo.
En algún momento debes caer dormida porque ya no sientes nada.