Okay, gracias a que el lj es gay, tuve que partir el (&%/&$&%$/ capítulo en tres xD. Esta es la primera parte:
Capítulo 7: "Esto es la WWII"
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“Algunos alianzas se rompen; otras perduran y otras nacen. La Segunda Guerra Mundial y el reencuentro.”
La cantidad de importantes sucesos que habían ocurrido desde que había comenzado el siglo hasta ahora, apenas treinta años, había sido tan catastróficamente grande que era imposible contarlos e, incluso, uno apenas podía numerarlos. El más fácil de recordar era por supuesto la Gran Guerra, conocida más adelante como Primera Guerra Mundial, así como también el alto número de diferentes protestas que comenzaron a darse en diferentes países, sobresaliendo de entre todos ellos la tan polémica Revolución Bolchevique, tan fuerte, que cambió cada uno de los aspectos del país antes conocido como Rusia, y ahora como Unión Soviética.
Arthur había sufrido bastante durante la primera guerra, especialmente porque esa guerra le estaba costando la hegemonía en el mundo; poco a poco, luego de que los Aliados de aquel momento venciesen (que, para el final de la guerra, eran el Reino Unido, Francia y los italianos, que habían cambiado de bando), dos potencias económicas e industriales comenzaron a surgir en el plano europeo y mundial, logrando que el británico comenzase a tener una marcada competencia. Esos dos fueron Francia y Alemania, aunque éste último debió fabricar unos cuantos relojes cucú para Francia antes de lograr poder dedicarse a lo industrial.
Por este panorama el rubio estaba bastante más nervioso de lo usual, y bastante histérico; era el Imperio más poderoso e indiscutible desde hacía más de 200 años, y la idea de dejar de serlo no le agradaba para nada, menos porque aparte de Francia y Alemania, Estados Unidos había empezado a crecer desmesuradamente también. Por cuestión de lógica, Xian nunca había visto tan ocupado, atareado y estresado al hechicero, llamándole la atención la diferencia que había con el Arthur que él conoció, tan imponente y poderoso como lo era en su momento, siempre teniendo la razón; y porque estaba tan atareado ya no podía ir personalmente a encargarse de sus colonias. Habían pasado casi diez años desde la última vez que Arthur (y por consecuencia, él) habían pisado el territorio de Hong Kong, y fue finalmente a los pocos años de la Gran Depresión (que el imbécil de Alfred causó) que lo decidió.
- Agh, maldito Alfred, ¿por qué tuvimos que darle tanta influencia con la Bolsa de New York…? Jah, si yo hubiese estado a cargo, esta maldita crisis Internacional no estaría ocurriendo… Como si no tuviese suficiente ya con esos dos idiotas de Francia y Alemania…-bufó mientras su mano se deslizaba rápidamente por sobre una hoja, llenando una pila de papeles que tenía a un lado, sobre el escritorio. De pronto escuchó como alguien tocaba la puerta, mirando hacia delante algo distraído y suspirando para dejar la escritura unos segundos.- Pasa Xian, te esperaba - Pronunció, habiendo llamado al joven momentos atrás.
El chico que apareció por el otro lado de la puerta era bastante diferente al niño que había explotado las ventanas y que se había dirigido con tanta frialdad hacia Japón; había dejado lentamente de ser un niño y ahora, en 1931, el cuerpo del niño de ocho años había crecido unos tres, caminando un joven pre-adolescente hasta el escritorio y quedándose parado frente a él. No es que hubiese dejado de ser un niño, pues once años no es demasiado, pero el crecimiento corporal tan acelerado del menor (considerando que habían pasado unos treinta años) era representativo del crecimiento económico y como ciudad que había experimentado la colonia en los últimos años, convirtiéndose bastante rápido en un aval británico dentro de Asia.
- Arthur, me mandaste a llamar -comentó, con una voz levemente modificada también, aunque aún con un tono infantiloide impreso, ya que sus cuerdas vocales no se modificarían totalmente hasta alcanzar la adolescencia.
- Ah, sí, escucha Xian…-el británico empezó a hablar y, mientras lo hacía, revolvía y buscaba entre aquellos papeles dispuestos sobre el escritorio. Su semblante era una mezcla de tensión y seriedad, una expresión que se le había adoptado desde la crisis del ’29, a pesar de que la había sabido bastante bien sobrellevar; por una cuestión de madurez y experiencia, todos sabían que el que peor lo afrontó fue el mismo que la provocó.- Bueno, tú sabes muy bien lo que han sido estos últimos años… veo satisfecho que has crecido mucho, aprendiste realmente rápido y ya eres todo lo que un caballero inglés debería ser…-colocó un papel delante del escritorio, mostrándoselo.- Los ingresos de tu territorio son aún de los más altos para mí, y también resultaste ser excelente en matemáticas, por lo que el punto es…-se quedó callado y puso una mueca; no le gustaba mucho soltarlo debido a que para él era un niño aún, por ello suspiró.- El punto es, que hasta que la situación se estabilice, no podré ir a Hong Kong y si bien en los últimos años confié su administración a enviados del Rey, no hay nadie más que pueda hacerlo mejor que, Hong Kong en sí mismo, ¿no lo crees? -
Mientras el inglés le sonreía algo nervioso, los puños del chino se entrecerraron ante la sorpresa, abriendo bastante sus ojos y mirándolo. ¿Acaso le decía lo que él creía? - Quieres decir… ¿Qué me mandarás de regreso a Hong Kong? -susurró, sintiendo una presión en el pecho que le descolocó bastante. Aunque era un niño, no le daba miedo el trabajo o los números que habría que manejar pero… volver a un lugar luego de 70 años era bastante… perturbador, al menos para él. No tenía idea de en qué se habrían convertido quienes eran sus hermanos, y considerando que ahora estaban en manos, él del Reino Unido, y Mei y los coreanos de Japón, estaba casi seguro que le sería imposible verlos tanto a ellos, como a Yao.
- J-jeh…-el rubio rió con nerviosismo y desvió la mirada, sacudió su rostro y rió más estrepitosamente, poniendo sus ojos en blanco.- J-jajaja, ¡bueno…! Es…eso mismo, es que… eres un niño muy inteligente y dudo que tengas problemas porque, e-eres muy diferente a los demás y…-su rostro había pasado por todas las fases chistosas que el expresivo rubio tenía en sí; en verdad, no solía dejar que se fuesen de su mansión a sus colonias hasta que tuviesen mínimo el cuerpo de alguien de 15 años, y la mente de uno de 100, por lo que excepciones de ese tipo se le hacían algo incómodas.- Me refiero a que… será solo durante unos dos años, tardaré eso en dejar todo en orden y luego volverás -explicó, mostrándole el papel donde explicaba aquello, algo que obviamente había hablado también con sus Jefes, el Primer Ministro y el Rey.
El hongkonés se miró algo nervioso, tragó saliva, y sólo asintió.
Recordó esa charla en repetidas ocasiones mientras su transporte le arribaba hasta las aguas de su verdadero hogar, mirando a través de la borda la tierra a la que se acercaban y sintiendo una puntada de emoción en el pecho que aunque intentaba no mostrar, le era imposible de evitar. Se encontraba sorprendido, y sus ojos se veían bastante abiertos, apretando sus manos y cerrándolas sin poder dejar de preguntarse qué habría sido de Yao después de tanto; él sabía que Alemania había atacado algunos puertos chinos durante la guerra, que dio la excusa perfecta a Arthur para pedirle ayuda a Kiku al ya no ser una guerra ‘europea’ sino también mundial, por haber sobreexcedido la frontera. Y sabía también que luego había recuperado gran parte de esos territorios (aunque habiendo tenido que ceder otros), pero no había podido escuchar mucho más de él.
La crisis no le había golpeado a Yao tan fuerte, debido a que su economía era interna en gran parte, a diferencia de lo que sería en el futuro, y de hecho había golpeado más a Japón quien, gracias a la ayuda del mismo británico, se había convertido ya en un Imperio, uno capitalista que fue afectado como tal. Uno que estaba siendo entrenado por Arthur en la batalla naval. Aunque por supuesto, en su regreso Arthur le había aclarado unos cuantos puntos…
“Eres parte del Imperio Británico ahora; se permite el paso de China hacia Hong Kong sólo por razones comerciales, y en la frontera habrá control…allí donde se haga el control tú podrás ver todos los registros de ventas, que también tienes que enviarme con los demás.” Claro, Arthur se lo había dicho por ese lado, pero el que a Xian le había importado era el otro… Si realmente así era, significaba que no podría ver a Yao a gusto, y sólo podría hacerlo si tenía la suerte de que el mismo China llevase los productos o el dinero hasta allí, y por desgracia, eso era poco probable.