Titulo: Dolorosa Tentación
Fandom: La Premonición.
Claim: AnnexLuke
Tema: # 10- Camiseta
Palabras: 1045 palabras
Advertencias: ninguna, que yo sepa.
Una y otra vez, Anne maldijo su mala suerte. Quien la mandaba a quedarse más tiempo del estrictamente necesario en ese castillo, sufriendo semejante tortura. Había hecho algunas cosas malas antes, eso era cierto, pero ninguna lo suficientemente mala como para recibir ese doloroso castigo.
¡Que alguien la ayudase!
Ella sabía que nadie podía ayudarle a calmar sus inquietas y molestas hormonas. Nadie más que ella podría calmarlas y evitar que la obligaran a lanzarse a los brazos de Luke. Dios, ¿por qué tenia que ser tan atractivo ese chico? ¿Por qué demonios tenia que ser tan pecaminosamente tentador?
Allí, de pie, vistiendo completamente de negro, con su largo y alborotado cabello rubio enmarcando el rostro más hermoso que ella hubiese visto jamás (de acuerdo, su esposo era también exageradamente atractivo. Pero Luke tenía un aire completamente diferente al de Adrian. Algo que la hacia decantar, si tuviese que elegir cual de los dos era mas hermoso, a Luke), y con sus ojos grises escrutando a cada persona frente a él.
Luke era la viva imagen del pecado, la lujuria y el placer. Ninguna mujer era inmune a él y sus encantos. Incluso las doncellas del castillo suspiraban de placer al verlo; por esta razón él se pasaba los días escabulléndose de ellas. Todas y cada una de las mujeres que tenían la dicha de verlo, tenían un solo pensamiento repiqueteando fuertemente en sus cabezas cuando él estaba cerca: acorralarlo y hacerle el amor hasta la saciedad.
Dios, no debería existir una persona con semejante poder de atracción; era demasiado peligroso para la cordura de una mujer. Mucho mas para una que aún no se acostumbraba a vivir en un mundo en el que la fealdad era solo un mito. Y lo que a Anne le daba más risa de todo eso, era el hecho de que él no sabía porque las mujeres se quedaban como idiotas cuando él estaba cerca. Que inocente era ese chico.
Cuando la reunión terminó y todos los que ocupaban el salón salieron, Luke suspiró aliviado. Aún no se acostumbraba a dar ordenes ni a tener un grupo tan numeroso de personas a su cargo.
Con movimientos lentos y metódicos, se quitó el largo abrigo negro que vestía y solo con pensarlo cambió la camisa y pantalón de tela (demasiado formal para su gusto), por un par de jeans y una camiseta. Se llevó la mano derecha al cabello y se lo peinó para atrás.
Estaba tan cansado. Ese día había sido realmente agotador, por lo que la idea de ir a acostarse lo tentaba a sobre manera. Pero todavía tenia cosas importantes que hacer, y si no lo hacia temprano, no podría irse a la cama temprano, ¿no?
Anne vio a Luke conjurar una humeante taza de té y tomar uno de los sobres que estaban sobre el escritorio. Debía estar realmente cansado para hacer uso de su magia y no hacer las cosas “a la antigua” como a él le gustaba. Verlo así, le dieron ganas de reconfortarlo, pero se abstuvo; lo que menos necesitaba era verse aún mas cerca del objeto de su lujuria.
Luke abrió el sobre y empezó a leer su contenido con gesto aburrido, mientras seguía tomando de su taza. Todo estuvo muy bien hasta que algo de lo que había leído en la carta lo había hecho ahogarse con la bebida y derramar un poco sobre él al echarse bruscamente para atrás con el sillón.
Anne salió de su escondite y se acercó rápidamente a él mientras lo veía ponerse de pie con una maldición aflorando de sus labios.
-Quítate la camiseta y siéntate- le ordenó, haciendo caso omiso de sus adoloridas maldiciones.
Él no le hizo caso, estaba demasiado concentrado en el dolor producido por el té caliente sobre su piel y en impedir que la tela caliente de su camiseta se siguiera adhiriendo a su piel.
Anne, al ver que la ignoraba, se acercó más a él y con un rápido movimiento le quitó la camiseta y lo arrojó, con un ligero empujón, al sillón que estaba detrás del escritorio. Aturdido, él vio como ella se agachaba un poco y empezaba a soplar sobre su piel quemada mientras mantenía los ojos cerrados.
Él tuvo que cerrar los suyos ya que la sensación era tan dolorosa y placentera al mismo tiempo que lo mareaba. Y tuvo que concentrarse en no gemir otras veces al sentir sus delicados dedos recorriendo lentamente su piel. Solo volvió a abrir los ojos cuando sintió los labios de Anne sobre su piel curada y lo que vio fue suficiente como para atormentarlo durante un buen rato.
Anne abrió los ojos lentamente, cuando terminó de curar a Luke, para encontrarse con la encendida mirada de él sobre ella. Se le hizo un nudo en la garganta al darse cuenta de al situación (y la posición) en la que se encontraba.
Bravo, genio. Y eso, que no querías acercarte mucho a él. A esto es a lo que yo le llamo “placentera lejanía”, musitó una molesta vocecita en su cabeza, en tono de burla.
Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se alejó de él y se dispuso a salir del salón. Prácticamente corrió mientras lo hacia.
Demonios, no esperaba que el simple hecho de curarlo fuese tan excitante. Mucho menos que verlo ni tenerlo en la posición en la que lo había tenido, fuese a alborotarle tanto las hormonas.
“¿Qué demonios pasa contigo, Anne? Eres una mujer casada y ya no estás en edad de ponerte así solo al ver a un tío guapo. Tranquilízate. Tranquilízate.”, se decía una y otra vez, pero la vocecita en su cabeza se burlaba de ella y de su famoso “autocontrol”.
Bien, ya no le quedaba mas remedio. Tendría que salir de ese castillo ya, o se arriesgaba a perder la poca estabilidad que le quedaba. Y de paso, se arriesgaba a meterse en un grave problema con su esposo. ¡Ni Dios lo quiera! Eso era lo peor que le podría pasar.
Así que, sin siquiera despedirse o llegar a su destino, desapareció en medio del pasillo rumbo a su propio castillo. Ya vería como resolvería sus problemas con Luke. Lo importante ahora era poner cientos de kilómetros entre ellos dos.
Titulo: Sucesos extraños
Fandom: La Premonición.
Claim: Luke Brown- Adrian Nightingale- Anne Foster
Tema: #21 - Desconcierto
Palabras: 1630 palabras
Advertencias: algunas palabras mal sonantes. Nada de otro mundo.
Luke aún no podía creer lo que le habían pedido que hiciera. Y eso, que le habían tocado hacer muchas cosas extrañas en su vida. Pero esto… esto era otra cosa.
Ir a la tierra y hacer de Recolector no era una de las cosas que más le agradase hacer. Tampoco lo había hecho antes, cabía mencionar. Él era uno de los Encargados de la Limpieza, o sea, una de las poquísimas personas que se encargaban de deshacerse del trabajo de los Recolectores. Y ahora a él le tocaba hacer el asqueroso trabajo de uno de ellos.
Solo con pensarlo le provocaba escalofríos. Mucho más si tomamos en cuenta el hecho de que él odiaba profundamente a los terranos y todo lo que estuviese relacionado con ellos.
Pero bueno, no podía negarse a hacer su trabajo ya que esa había sido una orden directa del Rey. Y decirle que no a ese hombre era igual de peligroso que meterse en una jaula llena de leones hambrientos envuelto en tocino.
Pero de todo eso, lo que a Luke más le molestaba no era ir a la tierra y atrapar a un humano y hacer lo que sea que hiciesen los Recolectores. No. Lo que a el le molestaba en realidad era tener que hacerlo con Adrian al lado. ¡Por Dios, como detestaba a ese tipo!
Adrian Nightingale, Príncipe del Hellaven, era la persona más insufrible, pedante, orgullosa y creída que él hubiese conocido en toda su vida. Era un niño mimado que, solo porque ostentaba el maravilloso titulo de Príncipe, creía que era el dueño del mundo. Creía que todo el mundo debía rendirle pleitesía y besarle los pies. O peor aún, considerar como un lugar santo lo que él tocaba o pisaba. Pobre idiota.
Y ahora, le tocaba estar con él, sabría Dios por cuanto tiempo, en un mundo que detestaba más que al tipo que tenía al lado. Genial. Simplemente genial. Su día no podía ser peor.
Cuando ambos cruzaron la puerta que conectaba los dos mundos y llegaron al otro lado, Luke fue inmediatamente azotado por las altas temperaturas de la Tierra. Bien, ese lugar se ganaba un punto solo por eso. Él realmente odiaba el frío del Hellaven, y salir de ese lugar y entrar a este calido mundo, era realmente una bendición.
El lugar en el que se habían aparecido era un bosque, oscuro y tan tenebroso como el Bosque de los Lamentos de su propio mundo. No había farolas que alumbrasen los alrededores y la luz de la luna a penas se filtraba por las altas y frondosas copas de los árboles, creando horripilantes formas en el suelo.
Quería decirle a su compañero de viajes un par de insultos por haberlo llevado a ese desolado lugar, con la excusa de que ninguna persona con dos dedos de frente y en pleno usos de sus facultades mentales, estaría rondando ese sitio a esa hora. Pero, para su mala suerte, un terrano apareció. El dulce aroma de su piel lo delataba a pesar de estar en su mundo. Bien, ya tendría oportunidad de insultarlo en otro momento.
El terrano recién llegado era una chica, de baja estatura y cabello muy corto y en punta. Estaba vestida completamente de negro, con una falda extremadamente corta y deshilachada, medias que le llegaban un poco mas arriba de las rodillas, zapatos planos y una camiseta negra sin ningún diseño. Desde donde estaban no podían ver exactamente sus rasgos ya que la luz en aquel lugar era muy pobre, pero no había que ser un genio ni estar a dos pasos de ella para saber que la chica era bastante extraña… mucho mas extraña que ellos dos juntos, y eso ya era mucho que decir.
Luke iba a preguntarle a Adrian si esta era la chica a la que habían ido a “cazar” pero ni siquiera llegó a abrir la boca cuando su compañero negó lentamente con la cabeza. Como odiaba cuando hacia eso. Sus pensamientos eran privados, por algo no los compartiría con él. Pero, al parecer, a Adrian le encantaba la idea de fisgonear dentro de su cabeza. Maldito bastardo.
La joven, mirando hacia todos lados como si hubiese perdido algo y lo estuviese buscando, se fue acercando lentamente a ellos. Ambos hombres quedaron con la boca abierta al ver que su extraña acompañante no era mas que Anne, la chica que había pasado más de un año en el Hellaven y a la cual, supuestamente, Adrian había matado… dos veces.
Luke giró la cabeza lentamente y lo miró con una clara expresión de desconcierto en el rostro, esperando que su compañero volviese a leerle la mente y le diese una buena respuesta. Pero su sorpresa fue aún mayor al darse cuenta de que el maravilloso y perfecto Príncipe, estaba igual de desconcertado y sorprendido que él.
Esa estrambótica jovencita, de ojos y labios maquillados de negro, con un desastre por cabello y llena de abalorios plateados, era la hermosa y dulce chica de la cual ambos se habían enamorado. Pero eso no era lo peor de toda esa extraña situación. Lo más desconcertante era el hecho de que estaba viva… muy diferente de la Anne que conocieron una vez, pero viva al fin.
¿Cómo demonios era eso posible?
Definitivamente, esa chica tenía mucha suerte… o Adrian era un completo inútil. Luke quería pensar que eran ambas cosas a la vez.
Trató de acercarse a la joven y tocarla pero se llevó un chasco al darse cuenta de que su mano la atravesó como si ella fuese un espectro.
¿Qué demonios…?
- ¿Puedes hacerme el grandísimo favor de explicarme que coño está pasando aquí?
Luke se dio la vuelta y le preguntó a Adrian con tono rudo, mientras le dirigía una mirada mordaz. El Príncipe no le dijo absolutamente nada. Seguía mirando a Anne como si fuese una aparición mientras murmuraba “ella está muerta, ella está muerta” una y otra vez.
Perfecto, lo que le faltaba, que el único que podía llevarlo de vuelta a su mundo se hubiese vuelto loco.
Se acercó al hombre y, a regañadientes, colocó las manos en sus hombros para zarandearlo y hacerlo volver en sí. Si eso no funcionaba, tendría que golpearlo. Lastima por Adrian, ya que Luke estaba seguro de que saldría bastante magullado de ahí si no volvía al lado de los cuerdos en esos momentos.
Adrian sacudió un poco la cabeza y le dirigió una mirada total y completamente desconcertada.
-Ahora que tengo toda tu atención, Principito, quiero que me digas qué demonios hace Anne aquí.
- ¿Debería saberlo?-fue su escueta respuesta.
-No, claro que no deberías saberlo. - le dijo con sarcasmo- Porque, según tu, Anne estaba muerta, ¿no? Pero déjame decirte algo, los muertos no caminan. Y esta chica se ha librado de la muerte dos veces. ¿Tiene eso algo de lógica para ti? ¿Tienes algo decir respecto a eso?
Adrian quitó las manos de Luke de sus hombros con un movimiento brusco y se arregló su abrigo.
-Por el tono con el que me dices eso, debo suponer que dudas de que en verdad haya hecho mi trabajo. -Luke bufó, enormemente contrariado- Créeme, hice lo que tenia que hacer… en ambas ocasiones. Pero, al parecer, alguien o algo no quiere que esta chica muera. En ese caso, yo no puedo hacer nada.
Si Adrian, que era bastante viejo y sabio a pesar de tener la apariencia de un chico de veinte años, decía eso, algo de lógica debía tener ese asunto. Aunque Luke seguía dudando.
- ¿Y qué hacemos ahora? No podemos tocarla y ella, tampoco puede vernos…- le preguntó mientras le dirigía una mirada a la chica, que seguía buscando entre los árboles.
-No vinimos por ella, ya te lo dije- musitó, serio.
-Pero…
-Sin peros, chico. No hay nada que podamos hacer. Olvida a la chica y haz tu trabajo. A menos que quieras tener problemas con el Rey.
Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no patearle el trasero por ser aun más idiota e insoportable de lo que era siempre, Luke se dispuso a pasar por el lado de Anne y salir del bosque. Y aunque le costase admitirlo, Adrian tenia razón. Ellos habían ido a ese lugar a cumplir una misión y no a pasear ni a tratar de resolver otro tipo de problemas.
En el mismo instante en el Luke cruzaba por el lado de Anne, ella movió su mano y lo tocó. No fue un gesto premeditado ni nada que significase que ella sabía que él estaba ahí, pero, de todas formas, su calida mano tocó su piel sin siquiera traspasarla. Ella miró el lugar en el que él estaba con los ojos bien abiertos, completamente perpleja por haber sentido algo sólido en donde no había nada, pero a los pocos segundos movió la cabeza de un lado a otro, restándole importancia al asunto.
Ella se había vuelto loca hacia mucho tiempo, por eso creía ver cosas donde no había absolutamente nada. Por eso recordaba cosas que en realidad, nunca pasaron.
Como si nada hubiese pasado, siguió caminando, adentrándose más en el bosque, mientras Luke y Adrian se dirigían en dirección contraria.
“Eso fue raro”, pensó Luke mientras caminaba, con un muy silencioso Adrian al lado. Definitivamente, esa era una de las experiencias más extrañas de su vida. Olvida lo de los Recolectores y todo el trauma que eso podría acarrearle. Esto era algo mucho más grande, más profundo e importante. Él hecho de que Anne estuviese viva y pareciese bastante ajena a su mundo y a lo que había vivido, era un misterio que el, definitivamente, iba a resolver. Y cuando lo hiciera, iba a llevarse a Anne de vuelta al lugar en el que debía estar. Eso era seguro.
Titulo: Regalo inesperado
Fandom: La Premonición.
Claim: Anne Foster
Tema: # 22- Libro
Palabras: 1310 palabras
Advertencias: ninguna.
Leer era uno de los pocos pasatiempos que tenia Luke y era algo que muy pocas personas sabían o imaginaban sobre él. Luke no era, precisamente, el tipo de hombre que imaginas cómodamente sentado en un sillón, disfrutando de un buen libro. La gente, más bien, lo veía como el tipo de persona que toma un libro entre sus manos cuando era estrictamente necesario. O quizás para golpearte con él. Que equivocados estaban.
Cuando Luke tenia un libro entre sus manos, sentía que todos los problemas y dificultades por las que atravesaba, desaparecían dejándolo envuelto en una nube de paz y felicidad. Leer era su único escape, lo que le provocaba la mayor satisfacción al final del día. Lo único que le hacia olvidar la maldición que amenazaba con destruir su mundo (y eso ya era mucho que decir).
Cuando se veía libre de todas esas nuevas obligaciones que tenia por ser “alguien importante”, iba a la biblioteca del castillo y se pasaba horas leyendo los libros de la vastísima colección que habían empezado a juntar hacia mas de quinientos años los antiguos moradores de ese castillo. Y podía jurar que se sentía feliz. Por un cortísimo periodo de tiempo, Luke podía jurar que era medianamente feliz.
Y como ya era una costumbre para él, ese día no iba a ser diferente. Por eso, se encaminó rápidamente, buscando la forma de no ser visto por ninguna de las doncellas del reino, hacia la solitaria biblioteca.
El lugar era enorme, lleno de altísimas estanterías repletas de libros con cubiertas de variados colores. Las pocas mesitas y sillas que habían, estaban colocadas al fondo, en la parte derecha del lugar, por lo que eran vistas inmediatamente entrabas. En cambio, el amplio y mullido sofá que él solía ocupar, estaba muy al fondo en la parte izquierda, oculto a la vista por las estanterías.
Prefería leer en ese lugar no por el sillón precisamente, sino porque, al estar algo oculto, le daba más privacidad. Pero, sobre todo, porque podía ver los vastos terrenos del castillo a través de la ventana. Los amplios y decorados jardines alumbrados por la luz de la luna era una de las vistas más hermosas del castillo.
Caminó entre las estanterías buscando aquel libro que tanto le había llamado la atención el día anterior, y se sorprendió al no encontrarlo. Eso no tenia sentido ya que nadie mas que él entraba a ese lugar, y él estaba seguro de no haberlo tomado o movido de su sitio. Encogiéndose de hombros, se dispuso a pasar el índice derecho sobre los lomos de los libros que tenia en frente mientras leía los títulos en voz baja. Se decantó por un libro de terror escrito por un terrano llamado Basker Clive.
Esbozó una sonrisa melancólica al darse cuenta de lo mucho que Anne lo había cambiado. Él, jamás, hubiese pensado siquiera en leer un libro terrano porque los odiaba a muerte (a los terranos, por supuesto), pero al final había terminado enamorado de una terrana. Una que era prohibida. ¿Acaso no era esa una ironía del destino?
Ya con el libro en la mano, se dirigió hacia su lugar favorito. Iba hojeando el libro todo el camino, por lo que no se percató de la persona que, en una postura relajada, ocupaba su sillón mientras leía el libro que él había estado buscando.
Su visitante vestía un largo vestido blanco, el cual se había movido un poco mostrando sus piernas a través de la pecaminosa abertura que le llegaba un poco mas arriba de la mitad del muslo derecho. Este se ceñía a su esbelto cuerpo denotando cada una de sus seductoras curvas, esas que eran capaces de enloquecer hasta al más cuerdo de los hombres. Y su largo y exageradamente rojo cabello caía en capas desordenadas sobre sus hombros desnudos y su frente. Sus pequeñas y delicadas manos, de uñas pintadas de un brillante rojo sangre, pasaban las páginas de aquel libro con extrema delicadeza, como si temiese arruinarlo con ese simple movimiento.
Estaba hermosa. Pecaminosamente hermosa. Era, como siempre, la viva representación de una diosa pagana que bajaba al mundo mortal para atormentar a los hombres con su increíble belleza.
Ella levantó la vista y la posó en él. En el acto, sintió una calida sensación apoderándose de ella. ¡Cuanto lo había extrañado! Pero él no parecía pensar lo mismo. Estaba mirándola con una clarísima expresión de sorpresa en el rostro; la miraba como si ella fuese una aparición. Como si no debería estar ahí. Como si no hubiese una explicación lógica para lo que estaba viendo.
-Hola, Luke- le dijo, mientras le dedicaba una radiante sonrisa. Él no le correspondió el gesto. Estaba demasiado conmocionado.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿Acaso uno no puede visitar a sus amigos de vez en cuando?-preguntó mientras se sentaba en el sofá con las piernas elegantemente cruzadas.
-No suele pasar muy a menudo cuando estos están en la otra punta del mundo. -le dijo, mientras se cruzaba de hombros.
Ella hizo un movimiento con su mano derecha para restarle importancia al asunto.
-Si, bueno, yo soy un caso especial. No soy capaz de alejarme de mis seres queridos aunque estos estuviesen en otro planeta.
Sí, él sabía muy bien de que era capaz esta mujer por sus seres queridos. Él había visto todo lo que había sufrido y por lo que había tenido que pasar para poder sacar a Edna del Camino de las Almas. No todo el mundo haría eso, por más agradecido que fuese.
-Aún no me has respondido, Anne- la chica le sonrió por haber usado su nombre a secas, sin ningún molesto apelativo acompañándolo- ¿Qué haces aquí?
Anne se puso de pie lentamente y se acercó a él.
-Vine a traerte un regalo- chascó los dedos y un paquete rectangular, en vuelto en papel rojo, apareció flotando frente a ellos. - Estuve buscándolo durante un tiempo ya que se lo mucho que te gustaría tenerlo. Hubiese sido algo imposible encontrarlo pero, dada mi actual condición, dudo que esa palabra vuelta a estar relacionada a mi alguna vez.
Él seguía sin tomar el regalo, no porque no lo quisiera, sino porque todo eso le parecía demasiado irreal. ¿Anne, ahí, entregándole un regalo? Si, claro. Como si su esposo la dejaría hacer eso.
-Anda, tómalo. Prometo que va a gustarte. A menos, que tus gustos hayan cambiado de la noche a la mañana y yo no me haya enterado. -Luego se estiró un poco, apoyando sus manos sobre el pecho de él y le dio un casto y calido beso en la mejilla. -Feliz cumpleaños, Luke.
Y dicho esto, se encaminó a la salida de la biblioteca.
Aún sorprendido, tomó el paquete que permanecía flotando frente a él y lo abrió. Era un libro. El libro más deseado por todos los hellavenianos. El único libro en todo el mundo (incluyendo el Terrano) que contaba la verdadera historia de la gente de su mundo y la de el que estaba del otro lado de la puerta. Todo lo que estuviese relacionado con ello, estaba en ese libro, y él ahora lo tenía en sus manos.
Solo había un ejemplar en el mundo, (escrito por un hellaveniano llamado Aaron, el cual había trabajado para el reino al principio de los tiempos, como Recolector) por lo que él supo que, a pesar de sus palabras, había sido bastante difícil de conseguir. Pero ella lo había buscado, sabría Dios desde hacia cuanto tiempo, y se lo había llevado a su nueva casa como regalo de cumpleaños.
Este era, sin duda alguna, el regalo más grande y maravilloso que alguien pudiese darle. Pero él en realidad no apreciaba el libro (aunque no podía negar que, como ella había dicho, le encantaba el regalo), sino la acción de la joven. Eso era algo que, para él, no tenía precio.