Lo suelto por aquí porque era el único lugar por el que se me ocurría soltarlo. Porque tenía que soltarlo. A veces tengo que gritar, es lo que deberíais saber de mí. Pero ni siquiera merece la pena que lo leáis.
Son las dos y cuarto de la madrugada. Todavía me quedan lágrimas en los ojos y tú estás al otro lado de la pantalla del ordenador, diciendo que no vales nada. No sé cuántas veces he llorado por eso, cuántas veces te he intentado demostrar que no es verdad, pero me empiezo a temer que todo lo que diga, será en vano. No porque no me escuches; no dudo que lo hagas, aunque a veces me des motivos para pensarlo. Es porque te tienes en tan baja estima que todo lo que te pueda decir yo que choque con lo que tú pienses de ti mismo se escapa.
Y no sabes lo que me rompe eso.
No soy de las típicas chicas de las películas americanas que quiere un chico seguro de sí mismo, fuerte, que la haga sentir segura y protegida. No. Pero si que es verdad que me gustaría que te quisieras un poco más.
Es curioso que diga esto, cuando yo misma a veces ni me quiero y también me tengo a mí misma en baja estima. Pero… supongo que será verdad eso del “consejos vendo que para mí no tengo” que siempre dice mi madre.
No puedo decir que últimamente esté siendo la mejor ayuda del mundo. Porque no, no lo estoy siendo, y soy consciente de ello (cosa que también me jode, por cierto, porque se supone que debería ayudarte y no hacer todo lo contrario). Últimamente, más bien, estoy poniendo trabas a todo. No consigo animarte con eso de que hayas dejado la carrera, con eso de que no sirvas para nada, con eso de que eres inútil, aunque no sé si no lo consigo porque no es fácil o porque, simplemente, escapa a mi capacidad de dar ánimos.
Sé que no soy lo mejor del mundo. Sé que no soy la mejor ayuda del mundo. Sé que no soy, ni de lejos, la mejor mujer del mundo, ni la que mejor anima, ni la que más fácilmente te hace reír, ni la que más cosas comparte contigo. Pero créeme cuando te digo que, a pesar de eso, intento ser lo suficiente. Creo que esa es la esencia, ser lo suficiente. A veces tengo miedo de no serlo. De no llegar a la línea.
Y por eso y por muchas otras cosas más, lo siento. También por hacerte enfadar o por hacerte sentir mal. Sobretodo por no poder ayudar cuando me gustaría poder hacerlo, aunque tú digas que estar a tu lado te ayuda más de lo que me imagino (sigo sin estar segura de ello, pero es mi palabra contra la tuya y en esta guerra nadie va a ganar). Lo siento tanto… tanto que ni siquiera esto me alivia un poquito. Pero qué se le va a hacer, escribir quizá es una de las pocas cosas que se me den medianamente bien, pero de eso tampoco estoy completamente segura.
He desvariado de una manera indecible. Y todo para no decir nada al final. Soy así. Qué se le va a hacer.
Las dos y media. Y si, todavía me siguen quedando lágrimas en los ojos, y supongo que tardarán en irse lo que tarde yo en dormirme. No te prometo no llorar cuando apague la luz y me acurruque en mi cama, pero eso nadie puede evitarlo.
Lo siento. Te quiero.