Título: Dom Pérignon
Fandom: FO
Desafío: #017 - Champagne
Personaje: Inspector Sean Johns
Rating: PG - 13
Resumen: El inspector de policía pasó bajo la cinta de restricción amarilla en la que se advertía de la presencia de una escena de un crimen.
Advertencias: Estará relacionado de una u otra manera con el resto de los drabbles de la tabla, aunque intentaré que no sigan un orden.
Tabla:
Tabla Alcohol - Luver the UnknownIcon:
microxcuts~o~o~o~
El inspector de policía pasó bajo la cinta de restricción amarilla en la que se advertía de la presencia de una escena de un crimen. Entró en la habitación y al principio, en el pequeño pasillo de entrada donde estaba el baño y el armario, no vio nada extraño, nada que pusiera de relevancia dos asesinatos a sangre fría y a quemarropa. Pero cuando sus pasos dieron al hueco donde estaba la cama, vio los dos cuerpos, uno a los pies, sobre la alfombra, y otro sobre las sábanas blancas, o ya no tan blancas. Había sangre por todas partes, que había brotado de las múltiples heridas de bala de ambos cuerpos.
Se agachó sobre uno de los cadáveres, el de la alfombra, y levantó el plástico negro sobre su cabeza, descubriendo el rostro atractivo de una mujer pelirroja, teñida, con pecas en las mejillas. Tenía los ojos cerrados y pequeñas gotas de sangre en la cara.
El hombre, tendido en ropa interior sobre la cama, estaba cosido a balazos en la espalda, con las sábanas bajo su cuerpo teñidas de sangre.
Sean observó la habitación con detenimiento, buscando algo que diferenciara estos asesinatos de cualquier otro, de cualquiera de los que había investigado en lo que llevaban de año. Había una botella de champán en el comodín y dos copas rotas en el suelo, con un charco bajo los cristales. Se giró hacia uno de los policías que había en la escena y con las manos en los bolsillos, preguntó:
-¿Han tocado algo? ¿Han cogido algo como prueba? -el hombre, un tipo menudo y delgado, le miró con los labios fruncidos.
-Nada. Todo está como lo hemos encontrado, de momento.
El inspector asintió y giró en redondo, lentamente, observando cada detalle de la habitación. Tenía que haber algo, tenía que estar por alguna parte. Si habían sido ellos, tenía que estar. Pero no sabía dónde se podía encontrar. Sobre las dos mesillas no había nada; en el comodín sólo descansaba la botella a medio acabar de Dom Pérignon y el corcho; miró también en el suelo, pero tampoco había nada; observó entre los pliegues de las sábanas revueltas y debajo de las almohadas, pero seguía sin aparecer.
-¿Qué busca, inspector? -preguntó el policía.
-Una pajarita de papel.
-¿Una pajarita de papel? ¿Por qué?
-Si son ellos, tiene que haber en algún lugar de la habitación una pajarita de papel.
El policía se acercó al cadáver del hombre y levantó ligeramente la mano derecha, dejando ver una pequeña pajarita de papel, perfectamente doblada en una cartulina azul.
-La forense la encontró en una primera inspección del cadáver y decidió dejarla donde estaba para que usted la viera allí, por si le interesaba.
Sean sonrió de una manera tan extraña y torcida que la mueca resultaba casi macabra.
-Hijos de puta… -murmuró y, ante el gesto extrañado del policía que le acompañaba, eliminó la mueca de sus labios por una sonrisa un poco más agradable y se fue de la habitación con una satisfactoria sensación en la boca del estómago.
Estaban otra vez asesinando; pensaba que ya les había perdido la pista, o que se habían retirado, pero volvían a la carga, una vez más, y esta vez sí que no se le iban a escapar. Esos malditos asesinos a sueldo le habían causado demasiados dolores de cabeza como para que ahora volvieran a salirse con la suya. Como que él se llamaba Sean Johns, esos hijos de puta iban a dar con sus huesos en una celda mugrienta y rodeados de humedad por todas partes; se habían cobrado demasiadas vidas, y nunca en un sentido tan literal como en ese momento.
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