Título: Primera sangre
Fandom: FO
Desafío: #029 - Orgasmo
Personaje: Bobby Ashes
Rating: PG - 13
Resumen: Se regodeaba en aquella sensación chispeante, no podía evitarlo.
Advertencias: Estará relacionado de una u otra manera con el resto de los drabbles de la tabla, aunque intentaré que no sigan un orden.
Tabla:
Tabla Alcohol - Luver the Unknown ~o~o~o~
Se regodeaba en aquella sensación chispeante, no podía evitarlo. Era adictivo y una vez que lo había probado le costaba contenerse para no volver a sentirlo, para no volver a tener esa sensación burbujeante recorriéndole las venas de todo su cuerpo. Tenía que respirar hondo y fijar la vista en el cadáver tendido sobre el suelo cual muñeco de trapo para tranquilizarse y acallar la sed de sangre que le martilleaba en las sienes.
No ocultaba que le gustaba matar. Siempre le había gustado y siempre le gustaría, desde pequeño, desde que había visto cómo moría un pequeño gato atropellado por la furgoneta de su padre y había sentido un extraño placer morboso que se había convertido en sonrisa macabra. Pronto había descubierto que tenía que ocultar ese gusto suyo por la sangre y la muerte si no quería acabar muerto. O peor: recluido como un monstruo. Por eso siempre había vivido escondido. Por eso siempre había ocultado sus gustos a todo el mundo. Hasta que conoció a Marion y esa obsesión suya por ‘limpiar’ el mundo, como sí así consiguiera limpiarse a sí misma. Y supo que sería útil para ella.
Había sido una especie de dolor de cabeza infernal en un día de resaca para Marion, porque su búsqueda desesperada del placer de asesinar a alguien le llevaba a cometer errores, a veces garrafales, a veces cercanos a la muerte, a veces divertidos y anecdóticos.
Nunca olvidaría la primera vez que había asesinado a alguien conscientemente, con una pistola en la mano, y a sangre fría. Cuando lo rememoraba en momentos de aburrimiento o cuando iba conduciendo, también podía recordar la sensación que tuvo recorriéndole las venas al compás de sus latidos, ese placer casi orgásmico que nunca antes había sentido porque nunca antes había matado.
El cosquilleo del retroceso de la pistola todavía le duraba en los dedos y el charco de sangre se iba haciendo más grande; el tiempo se le acababa. Tenía que salir de allí. Marion ya tenía la furgoneta arrancada fuera, en el aparcamiento del motel, y le esperaba para marcharse a toda prisa hasta donde el cansancio les dejara. Era consciente de que se tenía que marchar de allí, pero no podía moverse; aquel cuerpo le tenía hipnotizado, la sonrisa macabra se le había quedado grabada en el rostro, y notaba la erección palpitarle dentro de los vaqueros.
Se sentía al mismo tiempo asustado, asqueado y excitado.
Oyó el ruido del motor fuera de la habitación y despertó de repente a la realidad. Tenía una pistola en la mano, un cadáver enfrente y una erección como nunca antes la había tenido. Tragó saliva y, asustado de sí mismo y de lo que podría llegar a hacer, salió corriendo de la habitación.
Recordar aquello era casi tierno.
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