Título: Ciudades
Fandom: FO
Desafío: #006 - Manhattan
Personaje: Sean Johns
Rating: PG - 13
Resumen: Sean viajaba mucho, quizá demasiado como para mantener una relación estable y sana con su mujer, pero había llegado un punto en su carrera profesional en que había tenido que decidir entre ella o su trabajo
Advertencias: Estará relacionado de una u otra manera con el resto de los drabbles de la tabla, aunque intentaré que no sigan un orden.
Tabla:
Tabla Alcohol - Luver the Unknown ~o~o~o~
Sean viajaba mucho, quizá demasiado como para mantener una relación estable y sana con su mujer, pero había llegado un punto en su carrera profesional en que había tenido que decidir entre ella o su trabajo; y ella le había dado la patada y dicho que se fuera de ciudad en ciudad, que trabajara y que le dejara en paz, con la esperanza de que eso relanzara su matrimonio, por aquello de la melancolía y todas esas cosas que se contaban en las novelas para mujeres.
-¿Y cuándo vas a volver? -preguntó ella, sin interés. Podía oír a lo lejos el leve rumor del televisor y un crujir incesante de patatas fritas en la boca de su mujer.
-Pues no lo sé -respondió él con el mismo interés y preocupación-. Todavía faltan algunos cabos que atar en este asesinato, pero luego tengo que ir a un pueblecito de Dakota del Sur; me llamaron ayer los de la central y me dijeron que podía ser que hubieran estado allí.
-Y digo yo. ¿Qué tienen ellos para que sean tan importantes para ti?
-En el momento en el que mataron a Sur, el caso se volvió personal. Le encontraron antes que yo y se le cargaron. En parte, quiero conocerles. Y, en parte, quiero que les metan entre rejas lo que les queda de vida.
Oyó cómo su mujer masticaba y tragaba otro puñado de patatas fritas.
-¿No lo estás llevando demasiado al límite, Sean, querido? Deberías volver a casa conmigo. Manhattan es muy frío.
Tenía tanto interés en que volviera a casa como él en qué equipo ganaba el campeonato del mundo de baloncesto. Intentaba traslucir algo de interés y preocupación por él, pero después de tantos años, el intento le resultaba incluso estúpido.
-Sí, pero bueno. Cariño, te dejo, que tengo que seguir leyendo algunos informes -mintió; la verdad es que no tenía que hacer nada pero no tenía ninguna gana de seguir hablando con su mujer-. Te llamaré desde Dakota con novedades.
Se despidieron de manera fría e impersonal, como si fueran personas de negocios que no tienen ninguna relación con el interlocutor y acaban de acordar una cena en la que discutirán una importante transacción o un contrato. Ella siguió comiendo patatas fritas y viendo un reality show mientras esperaba a su amante y él sacó una botellita de whisky del minibar; se lo sirvió en el vaso que había sobre el comodín y se asomó al ventanal de la habitación, observando Manhattan a sus pies.
Seguramente ella tuviera razón; Manhattan era frío. Impersonal. Ajeno. Con todas esas lucecitas relampagueantes cruzando las calles de arriba abajo, los carteles de neón brillando en lo más profundo de la noche, las luces de las habitaciones de los rascacielos como farolillos perdidos en medio de un mar inmenso de gente, ruido de motores y sirenas de ambulancias, conversaciones a gritos en las aceras y llantos de niños por todas las esquinas. Estaba llena de vida, llena de color, de luz, de todo, pero no dejaba de sentirse fuera de ella, por muchas veces que hubiera viajado allí y se hubiera quedado a dormir en el mismo hotel.
Pero había algo de lo que no tenía duda: seguro que estar en Manhattan, por muy fría que fuera, investigando un nuevo asesinato cometido por sus asesinos a sueldo favoritos era mucho mejor que quedarse encerrado en casa leyendo el periódico y soportando los gritos de su mujer y su mala uva porque no podía echar un polvo con su amante. Casi prefería marcharse de casa; al menos, ella estaría contenta y él no estaría enfadado.
Sean se llevó el vaso a los labios mientras observaba cómo la ciudad se movía bajo sus pies y se preguntaba si en ese barullo de gente se encontrarían ellos. No. Eran demasiado listos. O quizá, precisamente por eso, seguían allí; porque era lo que no se esperaba de ellos. Suspiró. Estaba cansado de perseguir una liebre que se le escurría por las esquinas.
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