Me robé el meme que anda rondando por ahí. Yo pongo 12 fragmentos de libros y ustedes tienen que decir de qué libro es. No se vale googlear. Aunque si no saben el nombre del autor, sí pueden googlearlo. Hay unos clásicos y otros no tantos. Los comentarios estarán filtrados y en unos días publicaré los resultados :D
Fragmento 1
Viéndolo extraviado en laberintos de sangre, trémulo de incertidumbre, el párroco artrítico que lo observaba desde la hamaca le preguntó compasivamente cuál era su nombre.
-Aureliano Buendía -dijo él.
-Entonces no te mates buscando -exclamó el párroco con una convicción terminante-. Hace muchos años hubo aquí una calle que se llamaba así, y por esos entonces la gente tenía la costumbre de ponerles a los hijos los nombres de las calles.
Fragmento 2
-¿Qué? -gritó
Paul agitó sus manos ante él.
-Deberías verle y oírle antes de echarme encima todo tu escepticismo, ¿vale?
-De acuerdo, supongamos que es tan bueno como dices -cambió la frase al ver el enfado reflejado en el rostro de su amigo-. Mejor dicho, es bueno. La pregunta es: ¿qué hacemos con él?
-¿Qué quieres decir?
-¡Tú mismo has dicho que va a cumplir quince años!
Fragmento 3
Recordé la vieja fotografía que Cristina me había regalado, aquella imagen que mostraba a una niña adentrándose en un muelle de madera tendido hacia el mar y cuyo misterio había eludido siempre su memoria. Imaginé que me adentraba en aquel muelle, que mis pasos me llevaban tras ella y lentamente las palabras empezaron a fluir y el armazón de una pequeña historia se insinuó en el trazo. Supe que iba a escribir la historia que Cristina nunca pudo recordar, la historia que la había llevado de niña a caminar sobre aquellas aguas relucientes de la mano de un extraño. Escribiría la historia de aquel recuerdo que nunca fue, la memoria de una vida robada. Las imágenes y la luz que asomaban entre las frases me llevaron de nuevo a aquella vieja Barcelona de tinieblas que nos había hecho a ambos. Escribí hasta que se puso el sol y no quedó ni gota de café en el termo, hasta que el lago helado se encendió con la luna azul y me dolieron los ojos y las manos. Dejé caer la pluma y aparté las cuartillas de la mesa. Cuando el conserje llamó a la puerta para preguntarme si iba a bajar a cenar, no le oí. Había caído profundamente dormido, por una vez soñando y creyendo que las palabras, incluso las mías, tenían el poder de curar.
Fragmento 4
-¿Hay esperanza?
-Que fracasen, que no lleguen a tiempo.
-Cuando fracasen, habrá guerra.
La primera estrella cae en el centro mismo de Santiago de la Nueva Extremadura, estallando en fuego y lava como el martillo de algún dios furioso.
-Destruyen nuestra ciudad.
-No importa, construiremos otra.
-Volverán a hacerlo.
-No moriremos, hoy estarás conmigo en el paraíso.
Fragmento 5
En Pequeño Hangleton todos coincidían en que la vieja mansión era siniestra. Medio siglo antes había ocurrido en ella algo extraño y horrible, algo de lo que todavía hablaban los habitantes de la aldea cuando los temas para chismear se agotaban. Habían relatado tantas veces la historia y le habían añadido tantos detalles, que nadie estaba ya muy seguro de cuál era la verdad. Todas las versiones, no obstante, comenzaban en el mismo punto: cincuenta años antes, en el amanecer de una soleada mañana de verano.
Fragmento 6
Ya estaba más repuesta. Había dejado de llorar y me miraba con ternura.
-¿Cuánto duraría, Varguitas? -me preguntó con voz tristona-. ¿Al cuánto tiempo te cansarías? ¿Al año, a los dos, a los tres? ¿Crees que es justo que dentro de dos o tres años me largues y tenga que empezar de nuevo?
-¿El embajador los podrá legalizar? -insistí-. Si él los legaliza por el lado boliviano, será fácil conseguir la legalización peruana. Encontraré en el Ministerio algún amigo que nos ayude.
Se quedó observándome, entre compadecida y conmovida. En su cara fue apareciendo una sonrisa.
-Si me juras que me aguantarás cinco años, sin enamorarte de otra, queriéndome sólo a mí, okey -me dijo-. Por cinco años de felicidad cometo esa locura.
Fragmento 7
Nadia le contó en inglés su aventura con los guerreros azules, el secuestro de Pema y las otras muchachas, y la ubicación de la cueva. Se dio cuenta de que el hombre y el joven que la habían salvado captaban las imágenes que se formaban en su mente. De vez en cuando Tensing la interrumpía para aclarar algún detalle y, si ella "escuchaba con el corazón", podía entenderle. Quien más problemas tenía con la comunicación era Alexander, a pesar de que los monjes también adivinaban sus pensamientos. Estaba extenuado, se le cerraban los ojos de sueño y no comprendía cómo el lama y el discípulo se mantenían tan alertas, después de haber pasado una parte de la noche ocupados en el rescate de Nadia y el resto en oración.
Fragmento 8
-¿Has pensado alguna vez en qué animal te gustaría ser?
-¿Metafóricamente o literalmente?
-Retóricamente -dice-. Si no te hubiese tocado ser humana.
Me lo pienso un momento.
-¿Es una pregunta con trampa? ¿Como que si digo ballena asesina me vas a decir que eso significa que soy un pez despiadado, de sangre fría y repulsivo?
-Son mamíferos -dice Campbell-. Y no. Es sólo una pregunta sencilla y enfocada a crear una conversación educada.
-Y tú, ¿qué serías? -pregunto volviendo la cabeza.
-Yo he preguntado primero.
Bueno, un pájaro ni de coña: me asustan las alturas. Tampoco creo tener la actitud necesaria para ser un gato. Y soy demasiado solitaria para trabajar en equipo, como un lobo o un perro. Pienso en decir algo como un tarsio sólo para dar la nota, pero entonces preguntará qué es eso y no recuerdo si es un roedor o un lagarto.
-Una oca -digo finalmente.
Campbell se pone a reír.
-¿Para hacer el ganso?
En realidad es porque se aparean de por vida, pero prefiero tirarme por la borda a decírselo.
Fragmento 9
El premio más codiciado por los voladores de cometas era la última cometa que caía en los concursos de invierno. Era un trofeo de honor, algo que se mostraba sobre un manto para que lo admiraran los invitados. Cuando el cielo se despejaba de cometas y sólo quedaban las dos últimas, todos los voladores se preparaban para conseguir ese trofeo. Se colocaban en el punto donde juzgaban que podían tener cierta ventaja inicial, con los músculos tensos y preparados para rendir al máximo. El cuello estirado. Los ojos entrecerrados. Luego se declaraba la lucha. Y en el instante en que se cortaba la última cometa, se desataba un infierno.
Fragmento 10
Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte. Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complicada, lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde María y yo estábamos frente a frente contemplándonos estáticamente, y otras veces volvía a ser río y nos arrastraba como en un sueño a tiempos de infancia y yo la veía correr desenfrenadamente en su caballo, con los cabellos al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con mi cara pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos también alucinados. Y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían por fin unido y que la hora del encuentro había llegado.
Fragmento 11
-¡Tú también estás herido! -exclamó San Luis, viendo que una mano de Martín se teñía, poco a poco, en sangre.
-No sé -dijo éste-, nada he sentido.
La misma descarga que había herido a San Luis había también lanzado una de sus balas sobre el brazo derecho de Martín.
-La victoria es casi segura -añadió Rafael, hablando por momentos con mayor dificultad-. ¿Oyes las descargas? El fuego del cuartel se va apagando.
Fragmento 12
-Veo que somos parte de una máquina -dije-. ¿Cuánto tiempo dura este trabajo?
-Idiota, aquí no hay tiempo...
-¿Y no se aburren nunca? -pregunté-. ¿No hay nada más que hacer?
-Yo me aburrí -dijo Det calladito -por eso bajé a la Tierra a curiosear. Pero estoy feliz de haber vuelto. ¡Esto vale la pena! -y siguió funcionando al gran compás.
-Parece que no me voy a acostumbrar -le dije a Det-. ¿No hay absolutamente nada más en qué entretenerse?