Global MPreg Cap 1

Sep 01, 2009 01:17


Global Mpreg.

1: Boda.

Ese día, en el alto edificio de conferencias, se llevaba a cabo una cuyo punto central era la contaminación ambiental. Ninguno de los presentes parecía concentrado (como de costumbre).

-Y así, damos fin a la reunión del día. Son libres de retirarse.- dijo Alfred para luego mirar a la persona que tenía a su lado, a quien le tendió la mano para que se levantara y luego sujetó entrelazando sus dedos.- Pero antes… Quiero recordarles que el día de mañana es mi boda. Estaré muy agradecido con su presencia.

Tomó el rostro de Arthur para dejarle un pequeño beso en los labios a la vista de los presentes, quienes aplaudieron cálidamente mientras Arthur se sonrojaba.

* * *

Meses atrás.

Todo pasaba en sueños. Todo se resumía a sueños. Lo abstracto, lo real, el futuro que reflejaba su pasado y más que nada sus sentimientos.

Alfred parado en un enorme campo. El pasto tan verde como los ojos de Arthur, el cielo tan azul como sus propios ojos. El campo se veía cerrado con lo que parecía una gran hilera de montañas, las cuales se apartaban a los lados para darle paso. Avanzaba sintiendo el pasto bajo sus pies descalzos. Todo era tan real y hermoso.

A medida que dejaba atrás las azules montañas, éstas se convertían en mariposas que volaban, libres, hacia el gran cielo. Una de ellas pasó a la altura de sus ojos, lateralmente. Él la siguió con la vista, hasta que ésta se posó en una pequeña mano.

Un niño pequeño con la piel rosácea que le recordaba a Arthur, los ojos verdes, el pelo despeinado con un mechón sobresaliendo en su frente, como el suyo, lo miró con sus enormes ojos inocentes. Alfred sintió en su corazón un gran amor hacia ese pequeño desconocido, y sin embargo tan parecido tanto a él como a Arthur. Sintió que algo salía de su pecho, y algo parecido a una golondrina de luz voló hasta el pequeño, quien la tomó con cuidado en sus pequeñas manos, posó sus labios sobre la cabeza de la avecilla y ésta desapareció en múltiples destellos.

-Gracias por amarme tanto.- escuchó que le decía el pequeño. Alfred lo miró sorprendido.- Espérame un poco más… papá…

* * *

Alfred abrió los ojos con mucho pesar. Se restregó los párpados con el dorso de la mano y se estiró dentro de la cama. Escuchó un pequeño gemido provenir de su lado derecho.

Descubrió el cuerpo desnudo de Arthur durmiendo plácidamente a su lado, acurrucado, con la cabeza en el brazo de Alfred y una de sus manos puesta en el pecho de éste. Los labios ligeramente entreabiertos, invitándole a robarle un beso.

Alfred deslizó su mano sobre el rostro de Arthur, recorriendo luego el contorno de su cuerpo para luego abrazarle por la cintura.

Arthur volvió a gemir, abriendo lentamente los ojos mientras despertaba, encontrándose con la mirada divertida y cargada de ternura de Alfred.

-¿Qué sucede? - le dijo acariciándole el rostro. - me estas mirando...

-Lo sé.

Diciendo este último, Alfred atrapó los labios de Arthur con los suyos por un largo momento. Jugaba a atraparlos, morderlos suavemente y tantear con la lengua de rato en rato. Arthur trataba de seguir el ritmo de Alfred, pero aún se sentía ligeramente cansado, por lo que simplemente aceptaba y hacía lo mejor por corresponderlo. En un momento sintió que Alfred lo tomaba por la nuca, jugaba con sus cabellos y presionaba sus labios sobre los suyos, rotando su cabeza para cubrirlos por completo y llevarlo a un beso más profundo.

La espaciosa habitación, un poco desordenada, se llenaba con pequeños sonidos de besos. Arthur sonreía y soltaba pequeños gemidos cuando Alfred atacaba su cuello, o cualquier otra parte que le provocara placer.

Como dos viejos amantes, no necesitaban llegar al acto sexual, pero en sí les gustaba tenerse desnudos el uno para el otro. Y perder la noción del tiempo entre sábanas, entre besos, juegos, caricias y risas.

-Hoy cumplimos nuestro primer mes juntos - dijo Alfred tomando el rostro de Arthur entre sus manos. Éste asintió levemente. -¿Ya vas a decirme qué fue lo que pasó?

-¿Sobre qué?

-Tú sabes… cuando volviste… a ser… un niño…

Arthur cortaba las palabras de Alfred con pequeños besos. Para ellos ya era normal hablar entre besos.

-Un hechizo para tu regalo…- dijo Arthur luego de unos segundos.- quizás no lo recuerdes pero… hace más de un año me pediste algo…

-Te pedí un bebé…

-Si…

El silencio se hizo presente unos segundos. Alfred estaba perplejo. Entonces… aquel niño…

-¿Al?... ¿estás bien?

-Un bebé… MI bebé…

-¿Al?

La expresión de Alfred en esos segundos pasó de una asombrada, a una completamente ilusionada, con los ojos brillando de felicidad.

* * *

La fiesta celebrando la boda tuvo lugar en la gran casa de Alfred. Los presentes observaban a los ahora esposos, demostrándose amor en cada momento que podían.

Por encima del smoking blanco de Arthur, podía notarse ligeramente la pequeña prominencia de su vientre, lo cual causaba un poco de envidia en las otras parejas.

-¡Te pondrás mucho más gordo! - le dijo Peter cuando éste pasó por su lado, para luego ser regañado por Tino.

-¡Peter!

-¡¡¡Pero!!! ¡¡¡No estoy mintiendo!!! ¡El tonto de Inglaterra tendrá problemas de inflación!

Peter hubiera continuado de no ser que en ese momento Alfred le entregaba un hermoso ramo de rosas a Arthur, e invitaba a los demás a pasar al frente.

* * *

Finlandia se levantó siendo animado por Peter, quien gritaba a todo pulmón que su “madre” era el mejor de todos y que tuvieran cuidado, que él golpearía a quien se interpusiera entre el ramo y que ramo o no, él se casaría con su padre.

-¡Peter no me ayudes tanto!- dijo Tino con las mejillas encendidas mientras Berwald sonreía ligeramente.

* * *

-Feliks… ¿no iras? - preguntaba Toris al polaco con el que compartía la mesa, la vida, una relación y al cual culpaba de unos cuantos traumas infantiles.

-Ah Liet… en estos momentos estoy tipo como que muy ocupado, ¿me comprendes verdad?

-¡Si te has pasado doblando esa servilleta toda la noche!

-Pero no es como si fuera una servilleta cualquiera. O sea, es LA servilleta.

-Olvidalo… iré yo entonces…- dijo Toris levantándose.

* * *

Noruega se encontraba observando a Islandia mientras éste sacaba de un bolsillo unos negros dulces de regaliz.

-¿No irás?

-No es que tenga muchas ganas…

-Entiendo.

Miró de reojo a un lado y vio a un duende irlandés haciendo extraños tratados con un duende de su tierra, que seguramente se había colado por debajo de su traje de gala o el de Islandia o el de…

-Mis dos lindos ukes irán- decía Dinamarca apareciendo de la nada, abrazando a ambos y cargándolos a ambos lados de su cadera hacia el centro del salón.

Noruega no pudo dejar de pensar en los pequeños duendes que ahora jugaban frente al gato de Heracles y Kiku.

-¿Los gatos podrán ver duendes?

* * *

Cuando el anuncio para pasar al centro del salón se dio, Ivan y Yao se encontraban inmersos en su mundo lleno de girasoles y pandas. Un pequeño gruñido salió de la garganta de Iván mientras soltaba los labios de Yao.

-¿De verdad necesitas ese ramo?

-Claro que si-aru. Entonces seremos los siguientes en casarnos-aru.

-Pero si ya me perteneces. Y yo a ti.- le dijo negándose a soltar la mano de Yao.

-Volveré rápido-aru.- le dijo mientras se levantaba y dejaba un beso en la frente de Iván.

* * *

-Vamos Lovi… - rogaba Antonio a su “pequeño” mientras lo abrazaba por la espalda y lo obligaba a avanzar hacia la multitud.

-¡Si quieres ese ramo ve a cogerlo tú, idiota!

-Perooooo… yo quiero verte a ti con el ramoooo…-dijo haciendo pucheros- ¡me haría feliz!

-¡Kyaaaa! ¡Eres tan fetichista y pervertido como Francia!

-¿Me llamabas? -dijo Francia saliendo de la nada.

-¡Kyaaaaaaa! ¡Es Francia! - gritó corriendo hacia el centro del salón.

-¡Corre Romano! ¡Corre! ¡Francia no te alcanzará! ¡Y si coges el ramo de seguro que nunca más se acercará a ti!- le animaba Antonio mientras palmeaba suavemente la espalda del Francés. - Gracias por la idea.

-Sabía que funcionaría.

* * *

-Woaaaah… ¡¡¡Ese ramo es hermoso!!! ¡Alemania, quiero el ramo!

-Ve por él entonces…

-¡Si! ¡Me esforzaré por atraparlo y luego nos casaremos!

-Oye… si no lo atrapas no hay problema…

-¡No! ¡Si no lo atrapo entonces no merezco estar contigo! - Feliciano abrió los ojos y miró con determinación a Ludwig, quien se sonrojó al ver la entereza de su “adorado dolor de estómago.”

-¡Ya vengo! - dijo Italia corriendo hacia el centro del salón.

-Ya veo… cuando Italia quiere algo en verdad… se esfuerza…

Feliciano estaba a dos metros de llegar junto a los demás cuando se paró en seco y el rulo de su cabello actuó como radar.

-¡Wa! Eso que huelo es… ¡¡¡¿PASTA?!!! - dijo buscando con la mirada el lugar de donde provenía el olor, desviándose de su objetivo y alejándose de la multitud.

Ludwig se golpeó la sien con la mano.

-Creo que no puedo considerarme entre sus prioridades. - dijo.

* * *

Kiku observó a su pequeño gato maullar a un punto fijo por debajo de la mesa. Le pareció extraño.

-¿Estará enfermo?

-Hey…- Heracles lo llamó y éste levantó la vista para encontrarse con el griego, quien ahora acariciaba su cabeza.- ¿Irás?

-Tengo costumbres muy distintas a esto… no entiendo bien qué es lo que hacen.

-Sólo tienes que atrapar el ramo.

-¿Y entonces?

-Si lo atrapas significará que serás el siguiente en casarte.

-Ya veo… Pero no quiero casarme solo. Grecia-san tendría que atrapar el ramo también, ¿no es así?

-Basta con que tú lo agarres. Tú decidirás con quién te cases.

-Entiendo…

Japón se giró para dirigirse a la aglomeración de personas, cuando sintió que alguien lo detenía por la muñeca, haciendo que medio girara su cuerpo.

-Para la suerte…- le dijo Heracles agachándose y besando su frente.

* * *

-Esto es aburrido. - murmuraba Sealand con la cabeza hundida en los brazos. Bajó una mano y sintió la fría nariz de Hanatamago rozándole.

-A que tú también estás aburrida…-dijo acariciando la cabeza del pequeño perro. De pronto vio a Hanatamago observar algo a lo lejos…

El gato de Heracles y Kiku.

* * *

-Son tan hermosas…-dijo Arthur acariciando una rosa del ramo, mientras a sus espaldas se reunían las naciones, acomodándose para tratar de atrapar el ramo.

-Sabía que podíamos usar al franchute para algo productivo.-dijo Alfred apareciendo con una sonrisa pícara en el rostro.

-¡Alfred!

-Hey… era que nos diera un ramo con las mejores rosas de su país ó ser nuestro empleado un mes. Más bien fui bueno y le dejé escoger…

-¡Te estoy escuchando América!

-¡Vuelve a cocinar Francia!

Francia seguía despotricando por lo bajo, mientras Alfred se agachaba un poco para besar la mejilla de su esposo y retirarse.

-Bien… Dijo Arthur tomando las rosas en sus manos y dando la espalda. Cerró los ojos y…

* * *

-Hey... tranquilízate… Hanatamago… sé buena… - rogaba Peter mientras el pequeño perro forcejeaba con él para ir a perseguir al gato.- ¡Papá no sabe que te traje!

-¡¡Wof!!

-¿Hmm? - Berwald miró a su hijo.-¿s’cede ‘lgo?

-Eh… ah... no papá… jajaja… solo quería… ¡ladrar!

-¡¡¡Wof!!!

-Wof… wof… - decía Peter tratando de mover los labios al mismo tiempo que el perro ladraba.

En un momento de esos se distrajo y soltó a Hanatamago.

* * *

-De verdad te digo, en mi tierra el oro es oro. Mi casa al final del arco iris es tan grande y brillante… - se jactaba un pequeño duende irlandés de traje verde y gracioso sombrero adornado con un trébol de cuatro hojas al duende noruego, de sombrero puntiagudo y barba.

-Prefiero las setas. Me calientan en el frío.

-Por eso te pierdes de lo bueno.

Escucharon un ruido extraño.

-¿Escuchaste eso?

-¡No pasa nada! A excepción del cejudo y el del rizo flotante, no pueden vernos…

-Y qué me dices del bigotudo con cola…

-¿El qué?- el duende irlandés iba a preguntar algo más cuando escucharon el sonido de un ronroneo. Se giraron lentamente para enfrentarse cara a cara con…

-¡Wof! ¡Wof!- Hanatamago corría hacia el gato, el cuál ahora perseguía a los duendes. Al duende noruego no le quedó otra más que usar sus pequeños pies para correr mientras el duende irlandés volaba con sus pequeñas alas.

-¡Correeeeeee! - gritaban ambos. El duende Irlandés fijó su mirada, buscando algo para tirarles tanto al gato como al perro. ¡¿Qué podría usar?!

* * *

El ramo salió volando hacia los presentes, de los cuales se escuchaban pequeños gritos y murmullos. Y entonces silencio… y una expresión de asombro en todos (excepto Noruega.)

Arthur se giró y vio el ramo flotando en el aire. No, no flotaba. Su pequeño duende lo sostenía por el lazo que unía los tallos de las rosas y lo blandía amenazando a Hanatamago y al gato.

A excepción de Arthur y Noruega, que sí podían ver a los duendes, los demás sólo podían pensar que el ramo estaba maldito.

El “ramo maldito” empezó a seguir a Hanatamago y al gato, quienes corrieron al jardín exterior, siendo seguidos por los presentes.

-¡Vengan aquí!

-¡Arthur! ¡No corras! ¡Nuestro bebé!

Alfed atrapó a Arthur en un abrazo por al espalda, deteniéndolo. El más pequeño iba a reclamar mas no fue necesario…

* * *

-Que lindo ambiente…-decía encantada una pequeña hada a otra.- ¡puedes sentir el amor en el aire!

-Y a los duendes que no dejan de molestar.- decía otra.

-Son tan molestos…

Ambas se distrajeron al escuchar el bullicio y al ver cómo uno de los duendes que habían estado cortejándolas antes ahora blandía un ramo de rosas en el aire, a la vista de todos.

-¿¡Es tonto o que!? - Gritó -¡Es la boda del señor Inglaterra! ¡Lo están arruinando!

La diminuta hada salió volando como un pequeño avión en dirección al otro duende, sin importarle que la otra la sujetara del vestido y fuera cruelmente arrastrada.

-¡Detente!

-¡No!

De en medio de las rosas salieron muchas más hadas, las cuales presa de la curiosidad siguieron a las primeras dos, para luego notar el motivo del altercado.

* * *

-¿Quién te enseñó a pelear con un ramo? ¡Así no se hace!

-¡Y a mi qué!

-¡Estúpido duende irlandés!

Los duendes ahora peleaban frente a todos y sin embargo siendo ignorados.

Hanatamago se encontraba escondida en un estrecho hueco en el tronco de un árbol, temblando asustada. Neko-san (como Heracles llamaba al gato) se encontraba ahora en los brazos de Kiku.

Ädemas de los animalillos, los únicos capaces de verla disputa eran Arthur y Noruega, éste último levantó una piedrita del suelo y la arrojó contra el duende inglés. Acertó.

El ramo salió volando.

El grupo de hadas llegaron a éste, haciendo que una luz difusa iluminara a modo de fuegos artificiales la escena, para que luego, producto de su magia, miles de pétalos envueltos en una hermosa estela de colores bañaran a los presentes.

-Es… hermoso…-murmuraron boquiabiertos al ver la escena, que sintieron como si la aurora boreal los rodeara. Brillo y color por todo el patio, y una lejana música nórdica, triste y a la vez tranquilizadora, llenaba el patio.

-¡Muy bien! ¡Entonces a empezar la verdadera fiesta!- gritó Hungría, apareciendo de la nada con un micrófono en una mano y obviamente, una cámara filmadora en la otra.

-¿Me permite?-escuchó Arthur que le llamaban. Alfred tomaba su mano mientras ahora lo volteaba para encontrarse con él. Arthur fue sujetado por la cintura mientras rodeaba con sus brazos el cuello del más alto.

La música los envolvía junto a la colorida estela que rodeaba a todos mientras los pétalos seguían flotando libremente y parecían multiplicarse. Los corazones de todas las naciones unidos. Todos entregando su corazón a quien más amaban en un baile, uno como no hubo nunca.

-¿Ya crees en las hadas?- dijo Arthur acomodando su cabeza en el pecho de Alfred. Éste lo atrajo un poco más hacia sí.

-¿Y tú has escuchado hablar de David Coperffield?

-Tonto…

Sonrieron para perderse en la mirada del otro.

* * *

Por su lado pasaron girando rápidamente Toris y Feliks, éste último demostrando tener dos pies izquierdos.

-¡Detente Feliks! ¡Me caeré! - decía Toris con los ojos desorbitados. El polaco se detuvo mientras el otro respiraba. - mejor dirijo yo, ¿no te…?

Se quedó callado. Feliks sacó de su bolsillo una rosa hecha con la servilleta que rato antes había estado doblando para entregársela a Toris.

-Es… muy bonita…

-Si tipo para no ser una rosa de verdad creo que me salio como que muy real, tu me entiendes ¿no? - Feliks se acercó al rostro de Toris y dejó un pequeño beso en sus labios.

-Gracias…-soltó Toris sonrojado.

* * *

A lo lejos los observaba Roderic, soltando su “qué indecente” de rato en rato. Por algún motivo sintió algo de envidia… No pudo sentirla por mucho tiempo.

Una rosa, carmesí cual la sangre se posó delante de él.

-Para ti señorito. Ya que eres tan inútil que ni siquiera intentaste atrapar el ramo. - decía Gilbert ofreciéndole la rosa a Roderich, quien al tomarla, observó las manos del otro, notando pequeños cortes en ellas.

-¿Y esos cortes? - preguntó mientras olía la rosa.

-Quitarle las espinas para que el señorito no se corte es más difícil de lo que crees.

Roderich sonrió, lo que hizo que Gilbert lo mirara con un ligero sonrojo en las mejillas.

-¿Qué es tan gracioso?-preguntó haciendo aspavientos.

-Nada…-contestó el austríaco mientras se secaba las lágrimas producto de la risa. De la nada sintió cómo los labios del otro se posaban en su mejilla.

* * *

España, el país de la pasión, moría de ganas por bailar. Pero sabía que eso podría molestar a su pequeño Lovino, quien era muy reacio a ese tipo de actos.

-Loviiii…

-Olvídalo.

Pasaron unos segundos.

-Loviiii…

-No.

Unos cuantos más.

-¡Lovi!

-¡Que no idiota!

-Pero… - Antonio miró a Lovino mientras hacía pucheros.- papi Toñito quiede bailad…

Era suficiente para Lovino. Tener al español hablando como niño de dos años, como solía hacerlo cuando él era pequeño, era demasiado para él.

-Bueno…-dijo resignado.- pero no vayas a…

-¡¡¡Wiiii!!! - gritó Antonio jalando a Lovino al centro, haciéndolo girar, logrando que Lovino pareciera un experto en el baile. Hasta que cerca al final tomó a este con un brazo por la cintura haciendo que se encorvara hacia atrás, mientras tomaba su nuca con la otra mano, al tiempo que se encorvaba sobre él.

-¿Qué haces…? - iba a arrojar alguno de sus insultos, pero la expresión de Antonio pudo con él. Le dijo lo que ambos ya sabían pero que no estaba nunca demás.

-Te amo…

* * *

-¿Qué parte de primero derecha y luego izquierda es la que no entiendes?

-Lo siento Alemania…- Feliciano agachó la cabeza. Se sentía tan inútil. ¡Pero es que bailar no se le daba tan bien como cantar, comer pasta o dormir! La coordinación de sus extremidades era prácticamente nula.

Ludwig notó el malestar en su pareja.

-Mejor si nos quedamos quietos aquí…-soltó conformista mientras aún sujetaba a Feliciano por la cintura.

-Tan quietos no…-dijo alegre el italiano. La música ya iba a terminar. Pero Ludwig no entendió hasta que Feliciano estuvo aferrado de sus hombros para apoyarse en ellos, pararse de puntillas y se besaron, al mismo tiempo que todas las demás parejas.

El mundo se detuvo en ese momento fantástico, en el que muchos de los presentes compartían un momento de dicha y felicidad.

Sin embargo, ninguno de ellos sabía aún, cuál había sido el verdadero regalo de las hadas.

Irían a saberlo en unos meses. Siempre y cuando su amor fuera verdadero.

hetalia, mpreg

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