Y luego está Penny Dreadful.
Penny Dreadful es un claro ejemplo de que cuando hay gente inteligente al mando, se pueden hacer cosas fabulosas. Que se puede tomar todo, TODO, lo que hay para tomar de un género, mezclarlo, y hacer que uno se golpee la cabeza y diga “¡Claro! ¡Si es así!”.
Cuando miro series, siempre hay algunas cosas que me parecen fundamentales: coherencia, criterio, lógica dentro de su lógica, desarrollo de personajes, ambientación, inteligencia. Por supuesto, si resulta que se cuenta con grandes actuaciones (o incluso buenas), diálogos brillantes, música que es tan protagonista como los personajes, planteos visuales que ponen la piel crespita… entonces, se transforma en algo parecido a un buen libro, de esos que devoro a toda velocidad para saber, y luego debo releer para apreciar los detalles.
Hay algunas series que son así. Son las que suelo ver una y otra vez porque siempre tienen algo que no había notado, algún momento que quiero volver a disfrutar, algún detalle por descubrir, alguna escena cuya música es perfecta.
En este momento, Penny Dreadful encabeza esa corta lista.
Hacía mucho, mucho tiempo que no veía algo tanbien montado, tan bien pensado, tan bien hecho.
Un gran compendio de esas historias de terror victoriano que han creado leyendas o mitos que aún hoy alimentan el imaginario de fanáticos, escritores, cineastas y productores de tv, esta serie bombardea en ocho capítulos de una hora con escenas que crispan, personajes que todos conocemos pero volvemos a aprender, un vestuario alucinante, una ambientación impecable, un guión inteligente (tan inteligente) y una trama que se va hilando y develando de a dosis y de golpe, todo al mismo tiempo, todo encajando como natural y simple y lógico.
Cada cosa que pasa, cada detalle, cada giro, tiene sentido y tiene un por qué. Todo encastra y si tengo que quejarme de algo, quizás sea que viniendo tan bien, al final, tal vez se apuraron un poco. Pero no importa, mil veces no importa.
Penny Dreadful es, por encima de todo, una serie de miedo. Pero no del miedo asqueroso, repulsivo y crespito de hoy en día, en donde los monstruos son representados por psicópatas sádicos que se solazan en provocar dolor a gente indefensa y nos regalan con tracaladas de escenas truculentas llenas de sangre, gritos y el peor dolor físico imaginable. No, esta serie no peca de ser gore, sino que plantea el miedo desde otro lado: mostrándonos las reacciones de quienes observan, haciéndonos contener la respiración porque sabemos que algo va a pasar pero no estamos seguros qué o cómo.
Por las dudas no los haya convencido de verla, les presento a sus protagonistas.
Sir Malcolm Murray: un hombre rico, culto, explorador de África de profesión, que siempre hizo lo que quiso, cuando quiso, como quiso, sin preocuparle nada ni nadie que no fuera su propio ego y placer hedonista.
Sembene: el sirviente de Sir Malcom. Hombre de pocas palabras, mucha historia que descubrir, tatuajes en la cara, pensamientos que no conocemos.
Brona Croft: prostituta del bajo Londres, adonde vive de manera dura luego de escapar de una vida igualmente dura.
Dorian Gray: nadie debería ser joven, rico y bello eternamente. NADIE.
Dr. Victor Frankenstein: una mente brillante no es necesariamente una bendición.
Ethan Chandler: clara muestra de que lo cortés jamás quita lo valiente. Ni lo honorable.
Vanessa Ives: para ella, no tengo palabras. Tan gigante, siendo tan pequeña.
Más un Sexto Sentido que un Saw (que aquí se llamó El Juego del miedo), porque en esta serie lo que prima no es el sadismo repulsivo y sin sentido, sino el miedo a los monstruos que todos siempre hemos temido que estén escondidos en una callejón oscuro, a la vuelta de la esquina o debajo de la cama.
Porque como dice su slogan, hay "algo" dentro de cada uno de nosotros.
¡Besos!
Enia