Ayer
alderaan_ y yo charlamos acerca de intercambiar Minios por su Pingüino (en el supuesto caso de que yo tuviera Minios como mascotas, se entiende).
De esa charla, y alguna intervensión de
SraMulder, salió esta idea:
¿Te parece darle Prozac?
por Enia
El sol entra a raudales por el ventanal de 5.50 mts de altura que domina la pared que da al balcón en mi departamento y me preocupa que esté haciendo demasiado calor.
Seguro que eso no lo ayuda. ¿Le hará mal?
Pobre.
Me recrimino no haber comprado un aire acondicionado y trato de hallar consuelo asegurándome que el ventilador será suficiente, siempre que esté ubicado de manera que le dé directo.
-Y en verdad pensé que me quería -repitió por quinta vez en la última hora.
Escondí una mueca y le alcancé los pañuelitos descartables (extra suaves, no quiero que encima de todo, se le irriten los ojos por papel áspero) y fui a buscar más hielo a la heladera.
-Pero ¡cómo no te a va a querer! ¡Si habla de vos siempre!
-¡Para quejarse! ¿Creéis que no sé lo que dice a mis espaldas? ¡Yo qué culpa tengo de hacer bien mi tarea! ¡Es para lo que estoy! ¿Acaso hace las cosas más sencillas que se esté quejando y quejando? ¿Acaso cree que no tengo sentimientos? ¿Qué no me doy cuenta cuando habla mal de mí? -se seca lágrimas y lanza una serie de suspiros entrecortados.
Ups.
Anoto mentalmente coordinar medidas que eviten que lo que se habla, sea escuchado por oídos no aptos. Como “esos” oídos.
¿Tal vez debería cruzar la avenida y comprar hielo en la estación de servicio del Automovil Club Argentino? No creo que mis dos cubeteras alcancen.
-Debés haberte confundido -afirmo mientras saco las cubeteras y las tuerzo, buscando que los cubos de hielo se desprenda-. ¡Nosotras hablamos tonterías todo el tiempo, pero sólo son tonterías! -Le miento con descaro, cual si fuera un inmigrante ilegal (que no lo es, que entró al país como se debe y nadie va a venir a fletarle de regreso pronto. Lo cual será una lástima si se va a dedicar a lloriquear y gimotear).
-No, no me confundí. Hace años que se queja y maldice y me maltrata. ¡Soy un ser maltratado!
¿Qué será más efectivo como conductor de frío? ¿El algodón o el lino? No sé para qué me hago tanta pregunta. ¡Ni que tuviera gran variedad de repasadores y paños de cocina en el cajón!
-Me parece que estás un poco cansado y eso hace que te sientas mal y por eso estás viendo todo de un modo un tanto exagerado -aventuro con mi mejor personificación de “psicólogo de café”. -El jet lag hace esas cosas, ¿sabés? A mí me pasa. Cuando viajo por muchas horas, luego me dan migrañas y todo me cae mal y pienso cosas que después no resultan ser tan así.
Sacudo la cubetera en mi mejor paño de cocina y formo una bolsa de hielo improvisada.
-Esto no es cansancio de viaje. No intentes disculparla. Sé perfectamente bien que no me quiere.
-Yo la verdad creo que te equivocás… ¡Si te pagó el pasaje para que vinieras y todo! -acoto y la verdad, ni yo misma me lo creo, pero bueno…
-No me pagó el pasaje… ¡me fletó cual objeto indeseable! -me retruca, indignado, incorporándose en el sillón en donde lleva tirado casi desde que llegó. Sus ojos, oscuros y redondos, brillan enfadados-. Encima, el viaje fue horrible. HORRIBLE.
-Bueno… no habrá sido para tanto…
-Tú porque no has viajado en la misma clase que yo -y me señala con gesto admonitorio-. ¿Por qué no viajas ahí y luego me dices si es o no es para tanto?
¡Uf! Está enfadado. Y no ayuda que me hable en español. Las diatribas con la tonadita ibérica no sé por qué me causan gracia. Deben ser los insultos. Son todos tan coloridos. Casi estoy ansiando que me lance un "tocapelotas" o "dar por el culo".
Me acerco a él, con algo de cautela, y le tiendo el repasador (limpio) lleno de cubitos de hielo. Cual Drama Queen del primer mundo, vuelve a recostarse y lanza un suspiro tembloroso al tiempo que apoya el paquete de hielos sobre su frente.
Aprieto los labios y evalúo qué hacer.
-¿Tenés calor?
Me llega un gruñido desde debajo del repasador (ha decidido cubrirse toda la cara con el hielo). Lo tomo como un sí.
-¿Querés que corra las cortinas oscuras, así no entra sol? -no espero respuesta y lo hago, oscureciendo el departamento. Técnicamente, la temperatura no ha descendido pero la penumbra hace maravillas con lo subliminal y yo, al menos, siento que está más fresco. -¿Mejor?
Me hace un gesto que calculo está entre un tumbs-up y un “me estás jodiendo - fuck yourself”. Elijo la primera opción porque estoy intentando ser una buena anfitriona y porque a pesar de todas sus quejas, no estoy segura de que quien "lo ha fletado" se ponga feliz si resulta que termino lanzándolo por el balcón y se produce un accidente desagradable.
-¿Querés que te llene la bañadera de agua fresca?
Esta vez el gemido es lastimero y calculo que es un sí.
-¿Con alguna esencia? -ofrezco. -Tengo limón, geranio, manzana, coco y esta cosa que se llama Oleo 31 que son 31 esencias y a mí me encanta.
Se aparta el repasador contenedor de hielo lo suficiente para lanzarme una mirada de “Me estás jodiendo” y esta vez no tengo problema alguno en interpretarlo correctamente.
-Ok, ok… lleno la bañadera entonces. Sin esencias -anuncio y me dirijo hacia la escalera, dispuesta a huir al primer piso a toda velocidad.
-También podría comer algo -escucho que me dice, su voz camuflada por la tela y los hielos.
-¿Y qué querés comer? No sé qué te gusta...
-Lo habitual. ¿No te dijo cuál es mi dieta? -vuelve a incorporarse, apartando los hielos y mirándome como si ese detalle fuera la gota que rebalsa el vaso.
-¡No, no! ¡Por supuesto que me envió tu dieta! Yo... lleno la bañadera de agua y mientras vos te refrescás, preparo algo...
Vuelve a su postura de diva que se recuesta y cubre su rostro del cruel mundo en el que vive y yo capturo el teléfono de manera subrepticia y mientras subo los escalones abro el Wassap.
La que “no lo quiere” me ha enviado un mensajito.
“¿Ya llegó? ¿Está ahí? ¿Ya tenés más fresco? ¡Aquí sigue haciendo un frío del demonio!”
Entro en el baño, enciendo la luz y tras apartar las cortinas, coloco un tapón en el drenaje de la bañadera y abro el agua fría, antes de sentarme en el borde de la bañadera y tipear:
“Aldy querida: Tu bendito pingüino llegó. Está tirado en el sillón, gimoteando porque no lo querés y porque lo has mandado hasta el trasero del mundo sólo para sacártelo de encima (sus palabras). Además, no sé qué come y no me atrevo a preguntarle porque casi parecía dispuesto a hacerse un harakiri por la POSIBILIDAD de que vos no me hubieras mandado su dieta. ¿Cuál es su dieta? ¿Te parece que le dé Alplax o Prozac? Digo, se ve algo depresivo… ¡No quiero que decida ahogarse en la bañadera!
PD: Quiero los Minios de regreso YA!“
::Editado: La maravillosa
alderaan_ escribió su parte. Está
aquí. ¡Es fabulosa!::
¡Besos!
Enia