Ayer, y como ya es costumbre, me negué a tomar once el que sabe, sabe, como decimos aquí. Cuando a las diez de la noche quise comer algo, descubrí que mi madre había comprado queso. ¡Lo amo!, tanto, tanto, que si por mí fuera, todos los días tendría queso para la once. Sin embargo, mi mamá ama la variedad y todos los días busca que comamos algo diferente. En fin. Al punto.
Me gusta mucho el queso y, por supuesto, el pan con queso. Pero si lo comiera todos los días, me aburriría. Probablemente me seguiría gustando, pero querría algo diferente y mi madre me miraría como siempre me mira cuando cambio de opinión con extrema facilidad.
Mientras comía el pan que me había preparado, descubrí que soy exactamente igual en muchos aspectos de mi vida. Y pensé en mi vida social, que es lo único que parece encontrarse en pausa en estos momentos, ya que acabé mi carrera, mi tesis ya está aprobada y corregida, mi vida profesional parece caminar por el lado correcto, y la familiar también. Todo está bien. Salvo ese pequeño detalle de la vida social.
No tengo amigos. Los perdí el mismo día que perdí a mi abuela. Descubrí que a quienes creía conocer no eran más que extraños para mí. A veces duele, pero en ocasiones la mayor parte de ellas sólo lo olvido. Mi vida sigue su rumbo y no me intereso mayormente por lo que pasó o lo que podría pasar. Y creo que ese desinterés tan profundo ha golpeado todos los aspectos de mi vida social. No me interesa relacionarme con nadie, y si antes me importaba bien poco lo que las personas opinaran de mí, hoy me importa aún menos. Quiero a muchas personas, pero todo es más fácil cuando estoy sola y en silencio. Muchos me tienen por una persona conversadora y social, pero la verdad es que puedo pasar días sin pronunciar más palabras que 'hola' al levantarme y saludar a mi familia, 'gracias' después de cada comida y 'buenas noches' cuando llega la hora de dormir. Supongo que esos aspectos de mí sólo se notan cuando se vive conmigo, pero las personas con las que me relaciono a diario y también aquellas con las que me relaciono online, han notado que cada día hablo menos. No estoy enojada con el mundo, sólo no quiero conversar, ¿es eso muy malo?
Tengo mucho tiempo libre ahora que todo lo académico terminó para mí. Aún queda mi examen de grado, pero es en enero, así que mientras estoy libre. Y duermo, veo televisión, leo, escucho música me entrego a los delirios de esperar por la nueva temporada de Sherlock *o* y cada vez que sale algo nuevo hasta mis vecinos escuchan mis gritos, pero no salgo de mi casa y no hablo con nadie a menos que sea estrictamente necesario. Mis padres no se preocupan, mi hermana y hermano menos, es lo normal en mí. Pero siento la presión de las personas que quieren que converse, que quieren saber lo que hago en el día a día, que quieren que confíe. Y aunque quiero a esas personas, confío cada vez menos en muchas de ellas.
En fin. El pan con queso y mi posterior reflexión respecto a ese amado alimento, me hicieron reflexionar respecto a esto. No tiene mucho sentido, seguro, más cuando este lugar parece estar abandonado a su suerte. Pero quería escribir algo, aunque fuera una especie de corriente de la consciencia que al menos tiene comas, puntos y hasta cursivas.
Me siento bien y aunque no lo parezca, sonrío cada día porque jamás me había sentido tan orgullosa de mí misma. Es extraño, pero me gusta. (:
Maya.