Cada cosa a su tiempo

May 30, 2009 12:43


Yo flipo.

Ni en negativo ni en positivo. Tan sólo flipo.

Ayer estaba comiendo con el telediario y salió un reportaje sobre la Feria del Libro que hay aquí, en Madrid. Decían lo de siempre: que hay mucha gente, que hay muchos libros, que hay muchos autores… lo de todos los años.

Sin embargo, esta vez me llamó la atención que comentaban que un niño de unos nueve años había escrito un cuento. Chachi, me dije, al tiempo que me moría de sana envidia. Hicieron un reportaje a los satisfechos padres, que, encantados, señalaban que su nene era un proeza, que devoraba todos los libros que caían en sus manos y, decían llenos de orgullos, que con tan sólo seis añitos, el peque se leyó el Señor de los Anillos.

Aquí ya sí que no me moría de envidia. Ni la más mínima.

¿Cómo puede un niño de seis años leer el Señor de los Anillos?

Es algo que no soy capaz de explicarme. Supongo que es porque soy una defensora a ultranza de que cada libro tiene su edad. Yo también tuve seis años. Yo también era una de esos devoradores de libros (y aún lo soy, a mucha honra). Pero me leí el Señor de los Anillos cuando ya fui más grande, porque los seis años es para leer la serie azul del Barco de Vapor, los libros de Manolito Gafotas, Coleta la Poeta, Macarrones con Cuentos y Cuentos en Verso Para Niños Perversos.

Creo firmemente que cada uno puede leer lo que quiera a la edad que quiera, pero no creo que un nene de seis años sea capaz de entender toda la trama del Señor de los Anillos, ni la suficiente paciencia para hacerlo. Mi primo pequeño tiene nueve y pilló Eragon. Al mismo tiempo le di el primero de Manolito, y al poco dejó abandonado a Eragon.

Cada cosa tiene su edad. Yo no sería quien soy sin Manolito, sin El Zarapito Plateado. Yo crecí al tiempo que lo hacían Artemis Fowl y Harry Potter. Son cientos los libros que me han hecho que adore la lectura y que sea capaz de enamorarme con Jane Austen y Stephenie Meyer; de pasar miedo con Stephen King y Joe Hill; de perderme por mundos locos con Terry Partchett o, más serios, con Laura Gallego; de apreciar el teatro con Zorrilla, con Buero Vallejo y con Valle-Inclán, y la ironía con Christopher Moore; encogérseme el corazón con la poesía de Lorca o de Becquer; ser incapaz de soltar el libro y necesitar seguir leyendo con Stieg Larsson.

Eso es lo que creo. Y lo creo firmemente.

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