Suspira en forma de la brisa fría de la mañana; llora en forma de lluvia de primavera; grita en forma de viento al atravesar las grietas de los muros.
Ha vivido muchas eras; muchos comienzos y finales. Ha visto el mundo cambiar, para bien y para mal. Ha marcado los segundos, minutos y horas con el movimiento de sus dedos sobre la superficie arenosa de su morada (la misma arena que lo cubre todo al fin y al cabo; arena del tiempo; arena eterna).
Vida, muerte. La risa de un niño, el grito de dolor de una madre, los ojos bondadosos de un anciano. Testigo mudo de todo, de las miles de cuentas atrás. 3. 2. 1. Tic, toc. Tic, toc.
*inserte grito fangirl* he muerto con lo que has escrito *llora* gracias
"Cuando miró hacia el cielo, oculto tras los cerezos, teñido de rosa, notando la suavidad de los pétalos sobre su piel de terciopelo, se sintió tan frágil como una muñeca de porcelana. Al mirar hacia el frente y verle, cayó al suelo. Las lágrimas surgieron y sintió cómo le quemaban las entrañas. No podía levantarse, pero consiguió arrastrarse hasta donde él estaba. No había nadie. Era una ilusión. Los cerezos siempre le devolvían al mismo recuerdo, la diferencia es que él ya no la quería."
Porque a fin de cuentas todo se trata de una cuenta atrás. La vida, los sueños, las fechas, las horas. Y eso hace que el miedo aflore, que la existencia se haga tan real que la materia tome conciencia de nuestra forma y nos haga estremecer. El tiempo se cansa de estar cansado, de resoplar brisas y pestañear mañanas... romle un reloj al que jamás quiso haber dado cuerda y llora con los ojos cerras pidiendo que la inconsciencia del sueño le haga un día más feliz.
Y por más que luche, ha caído en su prisión, confundiendo las horas con eternidades.
Al poner la cámara entre sus dedos, y antes de cerrar los ojos, ella le susurró que fuera la hiciera inmortal, mientras lloraba, le convirtió en un mago del tiempo.
"Cuando sacó la foto, la hizo inmortal. Al colgarla en su tablón, al gastarse por el sol, al empaparse por la humedad, la foto estaba viva. Ella, dentro, apresada, no envejecía. El papel se gastaba, la calidad de la foto bajaba, pero ella no moría. Nunca lo haría. Porque él no quería olvidarla. Y mientras la foto siguiera ahí, ella era inmortal. Él la hizo inmortal."
Sus lágrimas sabor a fresa, sus labios sabor a vino.
Su casa siempre huele a mar. Lleva un vestido amarillo que baila con el viento cuando se mueve, y él no deja de mirarla, tan cerca y tan lejos cuando se le ilumina la cara y le sonríe; su sonrisa vive en mundos que siempre roza con los dedos y nunca alcanza, esquivo. Se sientan en el balcón a contemplar la playa que se extiende bajo ellos, las olas embravecidas por el viento. A lo lejos, el mar nunca acaba y se confunde con el cielo, y ella le revela que allí, en el lugar donde no hay final está Papá, encorvado en su sillón favorito mientras contempla la vida suceder, mientras cuida que no les ocurra nada
( ... )
Nacemos viejos y morimos como embriones. La muerte no da miedo, pues avisa antes de llegar. No duele, no te hace daño, solo te empiezas a volver transparente hasta que desapareces, solo dejando una ráfaga de aire
( ... )
Está cansado, harto y desesperado. No encuentra otra forma posible de sentirse. Quizá, durante un instante eras atrás -no sabe medirse de otra manera; los humanos inventaron tantas maneras de seccionarlo que le parecen ridículas, ninguna más larga que un suspiro suyo-, se sintió feliz. Había iniciado un largo camino y, oh, qué felicidad y qué temor traía la nueva aventura. Pero ya no. El camino es infinito, con paisajes nuevos y ninguna bifurcación. Tampoco una parada. Está harto de caminar y desesperado porque no tiene elección. Solo camina y camina y cada paso que da se lleva consigo parte del camino, así que ni siquiera puede regresar. Y cómo le gustaría, volver cientos de eras atrás y negarse a andar. Hundirse en los mares de la estática y olvidarse de que es el tiempo. Porque el tiempo al ser el tiempo, tiene obligaciones y una de ellas es caminar y caminar. Está cansado. Pero no puede detenerse.
ni yo sé qué escribí Se pone los auriculares y llora.
Le da al botón del volumen; alto, alto, necesita ahogar la realidad, hacer que se difumine, que deje de existir. No quiere ser consciente de nada; ni del dolor que siente en su interior, ni de las lágrimas saladas que escapan de sus ojos y ruedan por sus mejillas para perderse entre los pliegues de su ropa.
El autobús se pone en marcha, alejándola metro a metro de lo que fue una parte importante de su vida; de ella, de su corazón, de su todo. La canción termina y empieza otra; leves notas de piano formando una composición no conocida por el mundo. Llora, más fuerte; el reproductor en aleatorio y tiene que sonar esa canción. Melodía dulce llena de recuerdos en cada compás; sin letra pero susurrando su nombre hasta el final.
Cierra los ojos, respira como puede con la nariz atascada por las lágrimas. Apoya la frente contra el cristal empañado por la humedad de la noche y se deja arrullar por el movimiento del autobús mientras su dedo se mueve para volver a poner la canción.
De repente, el aire a su alrededor estaba impregnado con ella. Un aroma extraño, que siempre lo atrapaba. Tenía toques de vainilla y canela, un poco de musk y salina de mar. Y cuando el viento empezaba a soplar, suave e imparable, podía percibir las notas de amor y desesperación. Nunca supo a quién pertenecían. Quería creer que a los dos,
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Ha vivido muchas eras; muchos comienzos y finales. Ha visto el mundo cambiar, para bien y para mal. Ha marcado los segundos, minutos y horas con el movimiento de sus dedos sobre la superficie arenosa de su morada (la misma arena que lo cubre todo al fin y al cabo; arena del tiempo; arena eterna).
Vida, muerte. La risa de un niño, el grito de dolor de una madre, los ojos bondadosos de un anciano. Testigo mudo de todo, de las miles de cuentas atrás. 3. 2. 1. Tic, toc. Tic, toc.
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Caían pétalos sobre su rostro.
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"Cuando miró hacia el cielo, oculto tras los cerezos, teñido de rosa, notando la suavidad de los pétalos sobre su piel de terciopelo, se sintió tan frágil como una muñeca de porcelana. Al mirar hacia el frente y verle, cayó al suelo. Las lágrimas surgieron y sintió cómo le quemaban las entrañas. No podía levantarse, pero consiguió arrastrarse hasta donde él estaba. No había nadie. Era una ilusión.
Los cerezos siempre le devolvían al mismo recuerdo, la diferencia es que él ya no la quería."
Abrió la libreta, cerró su vida.
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El tiempo se cansa de estar cansado, de resoplar brisas y pestañear mañanas... romle un reloj al que jamás quiso haber dado cuerda y llora con los ojos cerras pidiendo que la inconsciencia del sueño le haga un día más feliz.
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Al poner la cámara entre sus dedos, y antes de cerrar los ojos, ella le susurró que fuera la hiciera inmortal, mientras lloraba, le convirtió en un mago del tiempo.
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"Cuando sacó la foto, la hizo inmortal. Al colgarla en su tablón, al gastarse por el sol, al empaparse por la humedad, la foto estaba viva. Ella, dentro, apresada, no envejecía. El papel se gastaba, la calidad de la foto bajaba, pero ella no moría. Nunca lo haría. Porque él no quería olvidarla. Y mientras la foto siguiera ahí, ella era inmortal. Él la hizo inmortal."
Sus lágrimas sabor a fresa, sus labios sabor a vino.
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Había iniciado un largo camino y, oh, qué felicidad y qué temor traía la nueva aventura. Pero ya no. El camino es infinito, con paisajes nuevos y ninguna bifurcación. Tampoco una parada.
Está harto de caminar y desesperado porque no tiene elección. Solo camina y camina y cada paso que da se lleva consigo parte del camino, así que ni siquiera puede regresar. Y cómo le gustaría, volver cientos de eras atrás y negarse a andar. Hundirse en los mares de la estática y olvidarse de que es el tiempo. Porque el tiempo al ser el tiempo, tiene obligaciones y una de ellas es caminar y caminar.
Está cansado. Pero no puede detenerse.
ni yo sé qué escribí
Se pone los auriculares y llora.
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El autobús se pone en marcha, alejándola metro a metro de lo que fue una parte importante de su vida; de ella, de su corazón, de su todo. La canción termina y empieza otra; leves notas de piano formando una composición no conocida por el mundo. Llora, más fuerte; el reproductor en aleatorio y tiene que sonar esa canción. Melodía dulce llena de recuerdos en cada compás; sin letra pero susurrando su nombre hasta el final.
Cierra los ojos, respira como puede con la nariz atascada por las lágrimas. Apoya la frente contra el cristal empañado por la humedad de la noche y se deja arrullar por el movimiento del autobús mientras su dedo se mueve para volver a poner la canción.
La brisa traía su fragancia.
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Nunca supo a quién pertenecían. Quería creer que a los dos,
Eran imparables,
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