Inglaterra, en venta

Nov 03, 2009 21:40


Inglaterra, en venta

AlfredxArthur

FrancisxArthur

3 de noviembre de 2009



Por el resto de la tarde, Inglaterra no le dirigió la palabra a Francia por nada del mundo. Cada vez que el francés trataba de acercársele, el chico se defendía a uñas y dientes para evitar cualquier tipo de contacto, y si alguna vez coincidían sus miradas, el inglés le dedicaba una de profundo odio.

Ambos iban en un peugeot 207, un auto de lujo convertible que el francés tenía para moverse a sus anchas por todo el país.  La ropa nueva estaba en la cajuela y Arthur no podía pensar que al final de cuentas, el que había pagado todo más caro había sido él. Tenía la vista clavada al frente, sin parpadear si quiera. Francis, que iba manejando, acercó su mano para tratar de acariciarle la mejilla. El inglés lo apartó de un manotazo.

-Bueno ¿Qué no lo vas a superar, Angleterre?-preguntó fastidiado

No hubo respuesta. Francis bufó.

-Pareces un mojigato, Ma chérie, no es como si fuera la primera vez que hacemos algo de ese tipo…-

Las mejillas del inglés se colorearon.

-Cállate imbécil, si no quieres que te reviente la boca de nuevo- masculló.

Y así era. Lo que Francis había ganado con lo que hizo, había sido un puñetazo en la boca que le había roto el labio inferior. Aunque tenía la mitad de la cara adolorida y enrojecida, al francés no le importaba. No en vano conocía a Inglaterra como la palma de su mano como para saber que esas escenitas no eran nada. Sonrió mirando su reflejo por el retrovisor cuando su teléfono celular  comenzó a sonar.

Era su jefe, de nuevo.

-Mon dieu!! ¿Qué ese hombre nunca se cansa?-

El chico contestó su celular y comenzó a hablar en un rápido francés. El inglés, para entretenerse, miró la Torre Eiffel con desgano. Estaban a punto de pasar justo enfrente de la torre, por la Av. Gustave Eiffel cuando una canción llegó a sus oídos:

-Tiempo de vals es el tiempo hacía atrás… donde hacer lo de siempre es volver a empezar-

El chico dio un respingo, sorprendido. ¿QUÉ DIABLOS ERA ESO? Cuando pasaron enfrente de la torre, ésta, en el primer nivel, estaba decorada de listones rosas y justo en el centro estaba colgado  un enorme corazón con la fotografía de una chica con un vestido ampón de color rosa chillón y con la inscripción “Mis XV años, Xochitl Toloatzin”. Pero eso no era todo. Las áreas verdes estaban ocupadas por varias mesas con manteles del mismo color del vestido de la chica y todas estaban llenas de gente. En el centro se había improvisado una pista de baile donde la chica de la fotografía bailaba emocionada la canción que se escuchaba a todo volumen, con  6 chicos vestidos de traje de gala.

Se quedó con la boca abierta. Pasaron tan rápidamente que tuvo que girar el cuerpo para ver más detalles del espectáculo que habían dejado atrás. ¡Era fabuloso! Nunca había visto algo así y le había encantado. Giró de nuevo para preguntarle a Francia qué había sido todo eso cuando recordó que le había aplicado la ley del hielo.  Además, el semblante del otro estaba distinto:  justo había acabado de colgar y tenía el gesto lleno de amargura, aunque trato de disimularlo.

- Ma chérie, ha habido un cambio de planes… Tengo que hablar con mi jefe, así que te dejaré en Versalles- habló, sin dar más explicaciones. El inglés no respondió nada, sólo se le quedo viendo con recelo.

Pasó un buen lapso de tiempo antes de que llegaran al palacio. Inglaterra tenía curiosidad de preguntarle que había pasado, pero se contuvo durante todo el trayecto. ¿Por qué tendría que preocuparse por el wine bastard?  Llegaron justo a las puertas de entrada, de la sección que estaban ocupando, cuando el francés comenzó a hablar.

-Listo Ma chérie! Recuerda que no puedes salir de territorio francés. Lo tienes prohibido.

El chico soltó un respingo.

-¿Qué soy un preso político o qué?- exclamó, bastante enojado.

El francés sonrió, logrando una punzada de dolor en el labio.

-Sólo eres mi propiedad, Angleterre…-

El ojiverde bajo del auto rápidamente, azotando la puerta con todas sus fuerzas y haciendo lo mismo con la de la cajuela cuando bajo las bolsas llenas de ropa. Escuchó que el otro le dijo algo antes de irse, pero no le presto nada de atención. Entró al palacio casi de puntillas para no hacer ruido. No sabía dónde estaba Alfred y después de lo que había pasado con Francis, no se lo quería encontrar por nada del mundo. Subió las escaleras, escuchando atento por si el americano hacía algún ruido que pudiera delatar su presencia, pero a juzgar por el silencio, no había nadie en todo el palacio.

Los salones en Versalles eran enormes. Sus pasos hacían un eco casi fantasmal cuando subía las escaleras que los comunicaba. Con un cierto toque de tristeza, en vez de dirigirse al cuarto donde había dormido, se dirigió a la galería de los espejos. En ese salón, hacía casi un siglo, habían firmado el tratado que ponía fin a la primera guerra mundial. Abrió las puertas de madera, después de atravesar el salón de la paz. La luz  del sol de media tarde se colaba por las ventanas y lograba un hermoso espectáculo al rebotar en todos los adornos de cristal que había en el lugar,  Dio un largo suspiro y cerrando los ojos, se acostó en el suelo lentamente, quedando boca arriba.

La  guerra.

Siempre había sido algo que le dolía recordar. Había participado en tantas que había perdido la cuenta. Se había ganado varias heridas y algunas le habían dejado feas cicatrices en el cuerpo. Además…, las entrañas se retorcían dolorosamente de tan sólo pensarlo, habían sido las guerras mundiales lo que habían estrechado su relación con América. Antes, desde que el ojiazul se había independizado de él, la relación no había sido más que meramente diplomática: se habían hablado sólo lo suficiente como para tratar los asuntos que tenían en común sus países, sin estrechar los lazos en absoluto. Pero cuando las guerras se desataron, él menor siempre estuvo ahí. Aunque estaba seguro que interés que le profesaba era sólo para que al final de la historia saliera como el héroe victorioso, se había sentido feliz de tenerlo ahí. Aunque la separación que se dio a causa de la independencia había sido dolorosa…en realidad nunca había dejado de quererlo.

Sumido en sus pensamientos y sin darse cuenta, poco a poco comenzó a quedarse dormido.

***

En el Palacio del Elíseo, la residencia oficial del presidente de Francia, el ambiente estaba muy caldeado. Nicolás Sarkozy, bajito y poca cosa comparando con Francis, estaba furioso y rojo por el esfuerzo de haber estado gritando a todo pulmón por más de una hora.  Francis estaba igual, con una vena palpitándole dolorosamente en la sien.

- C'est une propriété de la nation!!!-

-Je suis la nation !! Je suis France!!-

Habían estado discutiendo por el plan económico que había formado Francis para tener el dinero y comprar a Inglaterra. Si bien lo de los XV años en la Torre Eiffel había sido buena idea, Sarkozy y nadie en toda Francia, dejaría que las pinturas del Louvre se pusieran en venta por nada del mundo. Además, no había forma alguna de pagar la desbordante cantidad que el chico había ofrecido en la subasta a menos de que subieran los impuestos desmesuradamente para obtener el dinero necesario, cosa que tampoco nadie aceptaría. La única opción viable que había para salir de ese apuro, le gritó Sarkozy a todo pulmón,  era regresar al chico y pedir disculpas.

Francis salió de ahí, vociferando maldiciones y echando humos.

Nunca dejaría ir  a Inglaterra de su lado. ¡Nunca!

***

Un dedo le picó la mejilla con rudeza.

-¡Kesesesesese!-

Inglaterra despertó de un sobresalto, chocando dolorosamente su frente con el mentón de América, al que casi le rompió la quijada.

-¡ERES UN IDIOTA!-chilló, con lágrimas de dolor en los ojos- ¡¿Qué diantres estabas haciendo?!-

América se sujetaba el mentón con fuerza, como si tuviera miedo que de no hacerlo, se le caería.

-¡Tú eres el idiota! ¡Yo sólo estaba tratando de despertarte!-

-¡PUES VAYA FORMA DE HACERLO!- replicó el otro, furioso. Aunque  al ver a Alfred se dio cuenta que el lugar ya no estaba tan iluminado. De hecho, la luz que entraba por las ventanas era minima: el crepúsculo estaba casi por terminar y apenas si unos rayos de sol quedaban en el horizonte.

América estaba a punto de reclamarle por ser un ingrato. Él, como gran héroe que era, se había preocupado por despertarlo para que no durmiera en el frío piso, pero algo lo detuvo: unas marcas bastante extrañas en el cuello del otro que hubiera jurado no las tenía en la mañana.

-¿Qué es eso, Arthur?- preguntó con seriedad, tratando de acercarse para ver mejor, pero el mayor se alejó de él, encogiendo los hombros para ocultar el cuello.

-¿Qué dices? N-No tengo nada, no seas idiota- masculló nervioso.

Pero América, aprovechando que Inglaterra seguía sentado en el piso y que él estaba de cuclillas, lo acorraló con facilidad: bastó subirse sobre él y sujetarle las muñecas para obligarle a acostarse sobre el piso de nuevo. Arthur abrió los ojos como platos.

-¡¿Qué estás haciendo, América?!- chilló, sorprendido. El menor se acercó a su cuello para examinar las marcas que, de ser rojas, se habían tornado a un color morado bastante feo.

-¿Quién te hizo eso?-

Inglaterra no contestó. Cerró los ojos con fuerza para no ver a Alfred. El menor apretó el agarre de sus muñecas, lastimándolo levemente y logrando hacerlo gemir de dolor; aunque fuera de eso, no dijo palabra alguna. Pasaron un par de minutos en donde ninguno de los dos dijo algo. El ojiverde aún tenía los ojos cerrados con fuerza cuando sintió un cálido beso sobre sus labios que lo hizo temblar. Estaba sorprendido por la enorme cantidad de emociones que el otro le transmitía con un simple beso; era como si toda una descarga de electricidad recorriera su cuerpo en una micra de segundo. Alfred espero pacientemente unos segundos antes de atreverse a meter la lengua en la boca de Arthur, quien tímidamente apenas y si respondió a su beso.

Cuando se separaron, ambos tenían las respiraciones agitadas y las mejillas teñidas de un intenso carmín.

-Huyamos- susurró Alfred  en su oreja, en un ronco suspiro que le puso toda la piel de gallina.

-¿Qué dices?-

-Vámonos de aquí-

Arthur soltó una carcajada amarga.

-¿Huir? Eso es algo muy cliché, América…típico de tus películas cursis- respondió, viendo con encanto como los mechones rubios del menor caían sobre sus mejillas, haciéndole cosquillas.

-No estoy jugando- contestó el otro, poniéndose serio de verdad- Francis no está. ¡Podemos escapar juntos! ¡Puedes esconderte en mi casa!-

El inglés soltó un leve suspiro. Huir con Alfred se le hacía algo tan estúpido como cursi. Se sentía casi como un adolescente que se quería escapar de casa sólo por tener la falsa idea de un mundo esperándolo para iniciar la aventura de su vida… aunque ¿Por qué no?  . Alfred notó el momento de titubeo en sus ojos y lo besó de nuevo, con un anhelo desesperado y enlazando sus manos en un gesto dulce. Arthur correspondió a su beso con el mismo fervor, dándole a entender que aunque era algo completamente estúpido e inútil, huiría con él.

Fin del capitulo.

Aghhh ¡Alguien denme un tiro, por dios!

Estoy frita en la escuela…, tengo que entregar un proyecto final este jueves y no he hecho nada, gracias. Pero aquí estoy, escribiendo fan fics. Nunca he visitado Francia, soy demasiado pobre para alguna vez hacerlo, así que todo acerca de las calles y estancias son cosas que he investigado en Internet.

Tiempo de Vals de Chayanne. Sí. FUE MI CANCIÓN DE XV AÑOS, GRACIAS. *Huye al horizonte mientras las lágrimas corren por sus mejillas*

Perdón por no actualizar antes; estaba ocupada con el hetalia day y luego con la visita de Mika a México. Sí, Mika vino y lo vi y lo conocí Y ME TOCÓ! Pftt… DIOS ME TOCÓ. Me siento dentro de una linda burbuja. Por eso mi nuevo lj layout es de él.  EDIT!!! Listo! Ya he modificado el tema! Ahora pueden ver lo que escriben! XD!

Espero que les haya gustado, aunque no es la gran cosa. ¿Ya dije que alguien me diera un tiro? Suiza ¿Dónde estás cuando alguien necesita de tus disparos mortales?

hetalia, fan fic, mika

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