Cruzaba la calle, oscura, desierta, tétrica. La Luna me miraba desde lo alto, blanca, pálida, con desprecio, con sus ojos negros, con su mirada penetrante, calculadora y profundamente femenina. Caminaba abochornado, veloz y mirando al suelo, evitando encontrarme con su mirada, esperando encontrar comprador para mi carga maldita. ¿Dónde estaban
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