[Alphabet Drabbles] Callejones oscuros

Jan 03, 2013 00:01

¿Estás ahí, flist? ¡Sí, mírate, estás ahí! Parece que el lj por fin empieza el año (urte berri on a todos), así que crucemos los dedos para que me deje postear. La magia navideña nos ha traído porno junto al drabble para 0_amber_0, ¡alegría y jolgorio!

Fandom: Saiyuki
Pareja: Hakkai/Gojyo
Palabra: familia
Advertencias: p-o-r-n-o.
Notas: la inspiración para escribir esto me la han traído tumblr y estas cuatro páginas de Saiyuki Reload Blast: una, dos, tres y cuatro. Lo casados que están estos dos no tiene nombre. Que yo convierta la tristeza de Hakkai en, ejem, esto que viene a continuación, tampoco. La culpa es suya, no se puede ir por la vida enseñando una nuca como la suya, que una no es de piedra. Y Gojyo está claro que tampoco. Y eso de sacar porno de la palabra familia es sólo la naturaleza de las cosas: la gente folla y crea familias, y esto es así desde que se inventó el follar. Y punto. Espero que te guste, 0_amber_0 :D


CALLEJONES OSCUROS

La tarde se presenta apacible y calma; la brisa es suave, el sol ya no quema, Goku duerme y Sanzo vela su sueño. Hakkai se ofrece a hacer la compra y Gojyo le acompaña por hacer algo, le agobia quedarse encerrado en el hostal. Salen con poca prisa y el pedido de siempre, tabaco, que ha perdido el tono de orden y todas las muletillas. Empiezan a conocerse demasiado.

La gente se deja contagiar por el buen tiempo y llena las calles de la ciudad de risas y retazos de conversaciones casuales. Hakkai y Gojyo se mueven entre la muchedumbre al mismo paso, uno junto al otro; parecen dos transeúntes más pero se sienten diferentes, como siempre. Hakkai no recuerda lo que era tener una vida normal y a Gojyo le entra la risa floja sólo de pensarlo. El viento le revuelve el pelo y arrastra consigo el humo de un cigarrillo, se le mete el olor en la nariz y una idea en la cabeza: fumar, ahora.

Se detiene un momento para buscar el paquete de tabaco, pero Hakkai alarga la pausa al apoyarse en la barandilla del puente que estaban atravesando. Gojyo reconoce su cara de hablar antes de que abra la boca, así que se aposenta a su lado con el pitillo colgado de los labios. A saber qué estará pasando ahora por esa inquietante cabeza suya.

El silencio se alarga entre volutas de humo sin que ninguno diga nada y está a punto de preguntar qué le pasa cuando Hakkai se decide a hablar.

­-Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? -comenta mirando al cielo.

Suena entre nostálgico y sorprendido y lo dice más bien para sí mismo, pero Gojyo le secunda con un “ajam” rutinario que le invita a seguir.

-Quién nos iba a decir que íbamos a aguantar tanto tiempo juntos, ¿eh? Con lo mal que nos llevábamos al principio. -Suelta una risita.

Gojyo se ríe también porque oír a Hakkai, el señor amabilidad para todos, hablar de lo mal que se llevaban le parece graciosísimo. Como si no se lo estuviera contando al que ha creado siempre todos los problemas.

-Pero las cosas son diferentes ahora. -Pausa, inspirar, espirar; cómo se las ingeniará para hacer las cosas siempre tan despacio-. En mi caso, he tenido suerte, después de todo.

-Pff, ¿suerte? -Le mira de reojo, divertido con su solemnidad.

-He tomado una decisión desde entonces -continúa, serio, antes de poner su cara de estúpido feliz favorita-. La próxima vez que esté con alguien tiene que ser una chica indestructible.

-…¿qué? -alza una ceja, ¿a qué viene eso ahora?

-Tiene que tener una figura bonita y una personalidad encantadora -enumera acompañándose de los dedos-. Y estará feliz de tener mis hijos, uno tras otro.

-Um, no sé yo…

-Y aunque tenga que matarme a trabajar para mantener nuestra gran familia -insiste Hakkai sin hacerle caso- me reñirá cuando llegue a casa y me dirá “¡papá, no eres más que un incordio!”

-Ya sabemos quién va a llevar los pantalones -masculla Gojyo, pero el otro sigue a lo suyo.

-Mi única preocupación será que mis adorables hijas adolescentes sean presa fácil del tío Gojyo -se lamenta, todo teatro y dramatismo.

Al tío Gojyo se le escapa una carcajada.

-Así que voy a seguir soltero tanto tiempo, ¿eh? -Da una calada larga, sonríe al sol del atardecer que les acaricia la cara-. Estoy deseando que llegue el momento. Veamos a esas hijas tan guapas tuyas.

La atmósfera cambia de repente, los pensamientos le nublan la expresión a Hakkai. Por fin parece dispuesto a soltar lo que lleva reconcomiéndole por dentro todo el santo día.

-Gojyo… -suspira su nombre-. ¿Qué va a pasar si las cosas siguen como hasta ahora cuando tengamos cuarenta años?

Paladea el humo antes de responder.

-¿Y cómo es que he acabado yo dentro de tu “nosotros”? -pregunta sin mirarle.

Hakkai no contesta, así que se acaba volviendo hacia él. Tiene la cabeza hundida hacia adelante, la nuca desnuda y vulnerable. Maldita manía la suya de abrirse siempre así, como si él supiera qué hacer, cómo manejarlo. Como si no se acojonara sólo de pensar en lo fácil que sería romperlo como ha roto todo lo que era importante en su vida.

Respira hondo y fuma para serenarse, se da el tiempo que ambos necesitan. Hakkai habla antes que él.

-He empezado… -titubea- he empezado a pensar en ello últimamente.

-En qué.

-En eso, en qué va a pasar después del viaje, si es que hay un después. Si vamos a seguir todos juntos, si las cosas van a seguir teniendo sentido, si…

No dice más porque le tiembla la voz, se busca en las manos las palabras que no sabe descifrar en su interior. Gojyo le mira de refilón, suspira humo y ese dolor coagulado que es Hakkai cuando se pone pesimista. Es decir, cada vez que se permite ser él mismo. Si no le conociera tan bien a estas alturas… Pero le conoce, así que tira la colilla al suelo y le agarra del brazo sin miramientos.

-Ven -ladra, y es una orden.

Hakkai obedece porque su alma de madre protectora es sólo para los demás, cuando es él quien está en juego no es más que un niño pequeño. Le sigue cabizbajo y no dice nada, aunque Gojyo sabe que quiere preguntar adónde le lleva. No tardan mucho en llegar: el callejón está frío y oscuro y huele mal, amontona en un rincón toda la basura del vecindario. Hakkai ni siquiera se había fijado en él al pasar por delante, Gojyo sí porque se ha follado cincuenta callejones como ése en momentos de emergencia y tiende a tener siempre alguno controlado.

-Qué hac-

-Cállate.

-Pero-

-Que te calles -repite, y le empuja contra la pared antes de que diga más-. Cállate de una puta vez, joder. -Vuelve a empujarle, Hakkai no entiende nada y nota que está empezando a enfadarse pero- Cállate -es ahora sólo un susurro, un susurro muy cercano a sus labios-. Cállate y no digas nada.

Y por si acaso, por si se le pasara por la cabeza la locura de seguir hablando, Gojyo le sujeta la cara con las manos y le come la boca. Hakkai tiene que callarse y se calla, se agarra a las solapas de su chaqueta de cuero y le atrae hacia él con la misma desesperación de otras veces.

Por qué cojones será siempre así, se pregunta con los labios arrasados de besos y saliva. Por qué se buscan siempre con esa angustia, cuando están a punto de ahogarse en sí mismos y explotar. Con las tías no era así. Las tías estaban bien, eran fáciles, se licuaban en sus dedos mientras a él se le iba poniendo dura. Las tías no tiraban de él como si quisieran sacarle la piel, no le quitaban la ropa como si buscaran metérsele dentro. Ninguna le había tirado nunca del pelo así, no le habían abierto la boca para llegar a lo más profundo, donde más duele. Será porque ellas nunca han dolido. Será porque él nunca ha sabido doler.

Le muerde el cuello a Hakkai hasta que escucha un gemido, chupa la herida con voracidad y absorbe, sopla, vuelve a morder. Hakkai parece empeñado en cambiar las tornas y ponerle a él contra la pared, pero no le deja. El que se ha roto ha sido él, qué es esto de querer llevar ahora las riendas. Pedía consuelo y más vale que se deje consolar si no quiere que pasen a palabras mayores.

Le aparta las manos y le desabrocha el cinturón de malas maneras; Hakkai intenta detenerlo pero Gojyo le mira y desiste. Ha ensayado esa mirada demasiadas veces como para no saber qué efecto tiene sobre los demás. No le sorprende que le deje bajarle la bragueta, ni que se esté quieto cuando le da un último lengüetazo en los labios y se agacha a la altura de eso que palpita bajo sus gayumbos. Respira contra su erección, deja que su olor se le meta dentro y cale hondo, en los pulmones, en el estómago, desde los huevos y hasta la punta de su propia polla. Se relame y no se da cuenta hasta que oye el gemido de Hakkai por encima de su cabeza. Sonríe canalla y le baja de golpe los calzoncillos. Let’s rock, baby.

Empieza desde abajo, porque a él siempre le comen la polla desde arriba y está cansado de lo mismo. Saca la lengua todo lo que puede y lame desde el centro de los huevos un camino caliente de saliva hasta lo alto, ahí donde Hakkai se reblandece y se derrite en humedad. Rodea el glande con la lengua, lo acaricia dos veces antes de asirse a su culo y metérsela de golpe en la boca. Espera hasta que siente que se van a morir si siguen aguantando la respiración; sólo entonces retrocede, traga saliva y vuelve a descender con los labios prietos y las manos engarfiadas. El gemido de Hakkai es un latigazo en su propia erección, tiene que desabrocharse el pantalón a toda prisa porque si no se toca ya le va a dar algo. Sigue así, de rodillas en el suelo, con una mano en su propia polla y la otra en la pelvis de Hakkai, y acompasa el movimiento de su mano con el de su cabeza. Baja hasta el fondo, sube, suspira, su lengua dibuja caracolas y siente cómo la sangre se agolpa en las venas como la marea en alta mar. No te ahogues, piensa, pero recorre con los labios toda su longitud, se lo traga y le libera, preso y dueño a la vez. No te ahogues, y le absorbe el alma y el dolor, todo al mismo tiempo.

No te ahogues y no dejes que me ahogue yo.

Hakkai se corre a borbotones en una explosión de su nombre mezclado con semen. Le agarra del pelo y se la mete hasta el fondo sin dejar de correrse, se convulsiona y Gojyo le sujeta contra la pared con una mano que se quema frente a la desnudez de su estómago. Apoya la frente en el muslo de Hakkai mientras deja que recupere la respiración y se lame los labios con gesto ausente. Después lo mira e intenta imprimir a su expresión toda la sinceridad de la que es capaz porque esto es una promesa y va a tener que creerle.

-Eres todo lo que tengo, Hakkai. Eres mi familia. -La boca le sabe a semen y seguramente no sea lo más apropiado para un momento como éste, pero bueno, es lo que hay-. No me voy a morir, y que se te meta en esa cabeza dura que tienes que no voy a dejar que te mueras tú tampoco. Vamos a acabar con esto y vamos a volver a casa, y si tienes que traerte a esa mujer tuya y a todas tus hi-

No es capaz de terminar, Hakkai tira de él con toda su fuerza y antes de saber lo que está pasando le tiene acorralado contra la pared y el mundo desaparece tras su boca. Podría decir algo bonito pero le está acariciando la polla y así lo único que le sale es

-Joder, Hakkai.

-Qué. -Tiene los ojos empañados, a saber dónde habrá caído el monóculo.

-Que no hace-

-Cállate -ordena, y a Gojyo se le convierte la risa en gemidos-. Hablas demasiado.

-Mira quién-

-Que te calles. -Le cierra los labios de un mordisco, habla contra ellos cuando los abre para boquear-. Ahora me toca a mí.

Así que Gojyo suspira, echa la cabeza para atrás y se deja hacer, qué remedio. Total, a estas alturas habrán cerrado ya el mercado. Ya puede oír gruñir a Sanzo, y las protestas del mono estúpido cuando no tenga qué comer. A veces todavía olvida que en su familia son cuatro y que oh, joder.

Ya no sabe qué coño se estaba contando.

fanfic, relatos a media voz, minekura

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