En mi casa el 13 no da mala suerte
Éste ha sido un año completo. La gente habla de años buenos y años malos y bueno, tendrán razón, pero 365 días son demasiados como para afirmar algo tan rotundo. Tengo buena memoria, en general, pero las emociones las recuerdo (vivo) a corto plazo. Así que, ¿el 2013? Un año completo.
He terminado la carrera. Fue duro y lo más estresante que he hecho en mi vida (nunca, NUNCA dejéis algo como el proyecto fin de carrera para el último momento), pero ya está. Se acabó. Fue como cerrar una puerta con la inquietante sensación de quedarte en la calle sin tener llaves. Un largo párrafo en mi vida. Punto y aparte. ¿Siguiente capítulo, por favor?
Le dije adiós a Bilbao (adiós, Bilbo, sabes que me voy para echarte de menos). Era necesario. En Bilbao volví a encontrarme a mí misma, y sentí otra vez que pertenecía a algún lugar. Bilbao es mi casa, y de ahí la necesidad de irme a vivir a otra parte. Así soy yo.
Le he dicho hola a Barcelona. Barcelona es sol donde Bilbao era lluvia, Catalunya donde era Euskadi. Una canción diferente pero una melodia familiar. Es curioso, pero me encuentro cómoda. Hay cosas que cambiar, pero estoy donde quería estar y eso es importante.
2013 ha sido, como decía, un año completo. Ha tenido muchas sonrisas y alguna que otra lágrima; largos días de no hacer nada para después querer morirme del puto estrés. Contrastes. He conocido gente genialosa y he dado un portazo a los que empezaban a sobrar. Los que importan siguen ahí (seguís ahí, que lo sepáis). 2013 ha venido con su poquito de dolor y algo de felicidad de esa que te burbujea en el estómago, y con unos besos cojonudos. No sé, un año completo. Me habría gustado hacer ciertas cosas de otra manera, pero es lo que hay. Iré mejorando.
No creo en las intenciones de año nuevo, ni en los buenos propósitos, ni en la esperanza de un mañana mejor. No le pido nada al 2014. Lo que llegue, llegará. Pero que sepa que le espero con los puños en alto.
He terminado la carrera. Fue duro y lo más estresante que he hecho en mi vida (nunca, NUNCA dejéis algo como el proyecto fin de carrera para el último momento), pero ya está. Se acabó. Fue como cerrar una puerta con la inquietante sensación de quedarte en la calle sin tener llaves. Un largo párrafo en mi vida. Punto y aparte. ¿Siguiente capítulo, por favor?
Le dije adiós a Bilbao (adiós, Bilbo, sabes que me voy para echarte de menos). Era necesario. En Bilbao volví a encontrarme a mí misma, y sentí otra vez que pertenecía a algún lugar. Bilbao es mi casa, y de ahí la necesidad de irme a vivir a otra parte. Así soy yo.
Le he dicho hola a Barcelona. Barcelona es sol donde Bilbao era lluvia, Catalunya donde era Euskadi. Una canción diferente pero una melodia familiar. Es curioso, pero me encuentro cómoda. Hay cosas que cambiar, pero estoy donde quería estar y eso es importante.
2013 ha sido, como decía, un año completo. Ha tenido muchas sonrisas y alguna que otra lágrima; largos días de no hacer nada para después querer morirme del puto estrés. Contrastes. He conocido gente genialosa y he dado un portazo a los que empezaban a sobrar. Los que importan siguen ahí (seguís ahí, que lo sepáis). 2013 ha venido con su poquito de dolor y algo de felicidad de esa que te burbujea en el estómago, y con unos besos cojonudos. No sé, un año completo. Me habría gustado hacer ciertas cosas de otra manera, pero es lo que hay. Iré mejorando.
No creo en las intenciones de año nuevo, ni en los buenos propósitos, ni en la esperanza de un mañana mejor. No le pido nada al 2014. Lo que llegue, llegará. Pero que sepa que le espero con los puños en alto.