hay algo que amo y odio al mismo tiempo de las calles de dublin cuando vuelvo a casa. y es que siempre huele a comida. a Li le encanta, vamos, es de los que podria pararse en cada puesto de comida y ponerse ciego, literalmente, de la cantidad de azucar que es capaz de ingerir. le daria una diabetes monstruosa y se quedaria ciego
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(Por cierto, holi *enseña la patita*)
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