Mitades Imperfectas de un Perfecto Trío - Capítulo 2

Mar 08, 2012 17:47

Título: Mitades Imperfectas de un Perfecto Trío | Masterlist
Autor: mirita23

Capítulo 2
Personaje/parejas: Kurt Hummel, Blaine Anderson, Rachel Berry. Hummelberry!bromance.
Rating: PG-13.
Género: Drama, romance, angst.
Advertencias: Ninguna.
Palabras: 2076
Disclaimer: Glee es de RIB y la FOX y bueno eso que ya sabemos. Yo sólo escribo a cambio de galletitas XD
Notas:Esté capítulo fue publicado originalmente en el Amigo Invisible de glee_esp



La ventana de New York

Williamsburg no era el lugar más cercano a NYADA, no es con lo que habían soñado, no está a unas pocas calles del Boulevard Broadway, pero después de buscar por unas largas dos semanas aceptaron la realidad de no pueden pagar los lugares que querían y finalmente Williamsburg no era tan mala alternativa.

El departamento era chico, sólo dos dormitorios y un baño, una cocina iluminada con una barra donde desayunar y un salón no muy amplio con pisos de madera y una gran ventana a la calle. El sexto piso de un edificio poco glamoroso se había convertido en casa cuando terminaron de desempacar la última caja. Sin darse cuenta Rachel y Kurt habían aprendido a tomar los subterraneos, a cruzar la ciudad y manejarse en ese tráfico que nunca se detiene. Las calles de Wiliamsburg estaban siempre llenas de gente joven, muchos que como ellos habían invadido New York en busca de oportunidades y una vida mejor. Kurt se sentía libre, lejos de miradas de fastidio por su ropa o su voz.

Las semanas pasaban y ambos se acostumbraron a una rutina bastante peculiar, el clima había cambiado y el otoño en New York era gris y frío. Kurt solía despertar por la luz que atravesaba la ventana de su habitación, imaginar que estaba en un placentero departamento en el corazón de Manhattan, pero la ilusión terminaba al escuchar el ruido de los autos atravesando sus sueños. La realidad lo golpeaba ubicándolo en su ridículamente pequeña habitación, sin un departamento lujoso, sin terraza, ni audiciones, ni mucho menos fiestas y amigos glamorosos.

Kurt se estiró desperezándose y sintió la ya muy familiar cercanía de Rachel que se pegaba a su cuerpo mientras su oscura cabellera adornaba sus almohadas increíblemente blancas. Kurt bufó resignado. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces se había enojado con Rachel por meterse a su cama en mitad de la noche y nunca había logrado que su amiga dejase de hacerlo. Había terminado acostumbrándose al calor, a la piel suave, al olor a shampoo de moras, a que la calefacción de su espantoso edificio estuviese malograda y a que todo eso fuese la mejor excusa para enredar sus piernas con las de Rachel desde que había comenzado a hacer frío.

Ambos se habían acostumbrado a una rutina. Kurt distribuía sus días entre NYADA y su recién estrenado trabajo en un atelier de moda urbana. Rachel entre sus clases y los cursos extras de danza y yoga a los que se había inscrito. Había días en que sólo se veían por las noches o en los pasillos del instituto. Kurt tenía días en que terminaba tan agotado que ni siquiera tenía fuerzas para conectarse a Skype y charlar con Blaine. Eran los días malos, en los que lo extrañaba más, en los que el calor de Rachel en las noches sólo lo hacían querer volver a los brazos de su novio. Kurt cerraba los ojos y trataba de dormir, de pensar que mientras más rápido recuperase fuerzas más pronto volvería a su rutina holgada y podría pasar rato viendo los ojos de Blaine a través de la pantalla de su laptop.

Era uno de esos días para Kurt. Tenía clases hasta las cinco y luego el trabajo. Anabelle le había pedido que cubra el turno hasta el cierre porque ella tenía que ausentarse y Kurt no podía negarse. Anabelle, su jefa era una joven diseñadora con un pequeñito taller donde confeccionaba sus propios diseños y Kurt se había sentido muy cómodo con ella desde el principio; Anabello lo dejaba darle ideas y a veces diseñaban cosas juntos. Con el tiempo se habían hecho amigos y ella lo apoyaba con un horario flexible y dejándolo hacer sus tareas en su portátil cuándo no había clientes. Así que Kurt en ocasiones aceptaba alargar su turno para ayudar, era lo menos que podía hacer. Lo malo es que sabía que volvería agotado a casa y sin tiempo para nada ya que tendría que terminar un trabajo de Sociología del Arte que debía que entregar esa semana.

Cuando sale de la ducha es recibido por el olor a jugo recién exprimido. Rachel está en la cocina, con el cabello desordenado en una coleta, usando una enorme camiseta de Finn que casi le llega hasta las rodillas y aquellas medias rosas que Kurt hace mucho tenía ganas de incendiar.

-Buenos días, Kurt -dice Rachel con voz melodiosa acomodando los platos en la barrita que tienen en la cocina-. Jugo de naranja, frutas con granola y tostadas integrales.

Kurt sonríe y se sienta frente a su plato intentando disimular la mirada triste.

-¿Hoy tampoco podrás hablar con Blaine? -pregunta Rachel tomando un sorbo de su vaso de yogurt.

Si Kurt hubiese sabido hace un año que sus mejores expresiones de indiferencia se caerían a pedazos ante Rachel Berry, al punto de que ya ninguna funcionaba con ella se habría burlado de si mismo. Sin embargo, en ese momento sólo logra sentirse entendido.

-No. Tengo turno hasta las nueve y luego tarea.

-Lo siento cariño, pero porque no aprovechas tu desayuno y le mandas unos textos muy cariñosos mientras yo me doy un baño.

Kurt sonríe, odia un poco la diferencia de horario pero ya están acostumbrados a eso así que no existen horas inapropiadas para un mensaje de texto. Come las frutas de su plato mientras juguetea con el celular y la voz de Rachel desde el baño cantando le llega fuerte y lo hace sentir calido nuevamente.

++++

Williamsburg era una ciudad de locos, pero Kurt había aprendido a encontrarle el encanto. Era muy fácil imaginarse a Blaine en esas calles, sobretodo cuando se sentía sumamente nostálgico y lo que más quería era llevar de la mano a su novio a comer pastas a ese restaurante con una mejor sazón que el gastado Breadstick. Kurt sabe que Blaine amaría a Gerard, el chico que toca el saxofón todas las tardes en la estación del tren que lo lleva hasta el centro de la ciudad; ha hablado con Gerard algunas veces, es un tipo simpático que se paga una carrera en Bellas Artes con lo que gana de tocar en la calles y vender algunos pocos cuadros. Kurt le cuenta sobre Blaine en ocasiones, se rie solo al imaginarse a su novio haciendo el tonto cantando en medio de la calle con Gerard, porque sabe que eso inevitablemente sucedería.

Una tarde Gerard lo vio llegar y notó las ojeras en sus ojos, Kurt lo saludó con una sonrisa y el joven le respondió con una versión en saxo de Teenage Dream, Kurt sintió que el corazón se le derretía, recordaba vagamente haberle mencionado el día en que había conocido a Blaine y no podía creer que ese casi desconocido recordarse un hecho tan importante para él.

-Esa va gratis -le dijo Gerard al terminar-. Ahora ve a casa y llama a ese chico tuyo, a ver si así se te quita esa cara de tristeza.

En momentos así, Kurt se sentía cobijado por esa enorme ciudad y su gente loca y entonces valía la pena extrañar a su familia, los horarios agotadores, la ausencia de Blaine, porque ahí era libre, era el mismo y a nadie le importaba su atuendo, nadie volteaba a verlo al escuchar su voz. En New York, Kurt se sentía libre.

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NYADA era un asco, pero Kurt no quería pensar en eso, intentaba constantemente darle una oportunidad, adaptarse, tal como Rachel lo estaba haciendo. Mientras tanto se cobija en su ya acostumbrada rutina, en las noches en las que ve películas con Rachel y en sus paseos de los fines de semana.

Rachel es prácticamente incansable y Kurt sabe que también tiene sus momentos de debilidad, sus días de añoranza, pero ella está tan impactada por la ciudad que los ha logrado reprimir de forma increíble, o al menos lo hizo los primeros meses.

El invierno había comenzado a sentirse. Kurt había tenido la tarde libre después de días y aprovechando de la soledad del departamento había pasado dos horas en Skype con Blaine. Dos horas en las que se habían puesto al corriente, hablaron de sus clases, de los días, los amigos y la ausencia de ellos. Kurt pensó que quizás podrían ser un poco intrépidos y aprovechar la soledad para jugar un poco con Blaine pero la conversación nunca llegó a eso, no cuando al cabo de un rato Blaine tenía los ojos llenos de lágrimas porque la ausencia dolía y el invierno se acercaba y Oh Kurt, ni siquiera puedo ir al Lima Bean sin sentirme miserable; y Kurt hablaba de Gerard y Teenage Dream y Blaine, vas a amar esta ciudad, te la voy a enseñar por completo. Pero Kurt aún no conocía del todo la ciudad y la navidad estaba lejana, aún tenían largos meses que enfrentar y esas dos horas viéndose a través del monitor de su portátil fueron un ir venir de lágrimas y risas, de palabras ridículamente cursis ha planes sobre el futuro. Blaine tuvo que bajar a cenar y a Kurt le dolió bajar el monitor de la portátil, como si al cerrarla se le abriese un agujero en el pecho.

Cuando Rachel llegó a casa lo encontró sentado en una silla al pie del ventanal. Los ojos tristes y enrojecidos. No dijo nada y jaló una silla para sentarse a su lado.

-¿Sabes qué extraño de Lima? -dijo Kurt en un susurro-. Que podía ver las estrellas desde mi habitación. New York es maravillosa, pero sus luces nunca se apagan.

Rachel no dijo nada, se limitó a besarle la frente y lo dejó solo. Ella entendía a Kurt porque sentía lo mismo de cierta manera. Su ir y venir con Finn no tenía rumbo, pero tampoco final. Aún estaban intentando curar las heridas de aquella fallida boda que nunca llegó a ser. Intentando superar que la segunda vez, meses después del accidente de Quinn, en que estuvo parada en ese juzgado fue ella misma quien dijo "no puedo" y salió prácticamente corriendo. Pero así eran las cosas con Finn y Rachel aún guardaba la esperanza de que en unos meses él por fin tomase la decisión y dejase Lima atrás. Rachel tenía que creer en eso porque no podía permitirse creer en un fracaso más, no cuando comienza a saborear el éxito, su futuro.

Al día siguiente Kurt llega a casa y Rachel le da la bienvenida con una de sus más grandes sonrisas. Kurt se ríe. Rachel a puesto al lado de la ventana un taburete que tenía en su habitación, lo ha decorado con cómodos cojines y es perfecto para sentarse ahí y observar la ciudad. El marco de la ventana está ahora decorado por cinco estrellas doradas con demasiado brillo.

-New York no nos deja ver las estrellas en la noche -explica ella- pero ahora podremos verlas siempre.

Kurt se ríe y la abraza. Es infantil, es estúpido, pero es maravilloso y Rachel no puede parecerle más perfecta en ese momento, hasta que habla de nuevo.

-Es una por cada uno de nosotros -dice-. Estas son por ti y Blaine -continúa señalando un extremo de la ventana- y estas somos Finn y yo. La del centro es por nuestro prometedor y exitoso futuro.

Durante el tiempo que Rachel y Kurt viven en Williamsburg, la estrella de Finn es pegada y despegada tantas veces que Kurt pierde la cuenta y termina siendo sólo una mancha descascarada en la pared el día en que Rachel por fin la tira al tacho y decide que es momento de dejar ir a Finn.

Kurt tiene su propia mancha en una pared imaginaria, NYADA es esa estrella que va y viene hasta que también tiene el valor de dejarla y así ese año transcurre, entre clases y horarios desquiciados, acostumbrándose a los trenes, al tráfico, a su espantosamente pequeño departamento. Pero cuando es tiempo de dejarlo, Kurt se da cuenta que va a extrañarlo, extrañará sus noches frías sin calefacción y al cuerpo de Rachel al otro lado de la cama porque en los peores días nada importó, nada fue demasiado terrible, no cuando podía acurrucarse junto a su amiga y envolverse en el olor a moras de su cabello recién lavado. Kurt se aterra cuando se da cuenta, que mientras tenga a Rachel a su lado, tendrá New York a sus pies.

* kurt hummel, ♥ klaine, * rachel berry, * blaine anderson, ! glee, fic: mitades imperfectas, ♥ HummelBerry, fictions

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