Una Fuerza Imparable - Cap. 22

Jun 22, 2011 01:56

Título: Capítulo 22
Fandom: LHDP
Pareja: Pepa/Silvia
Calificación: En principio, R.

_______________________________________________________________

Buenas noches a todo el mundo. Os traigo la actualización de hoy, junto con el aviso de que es muy posible que la próxima actualización se retrase un poquillo. Los trabajos y los exámenes me tienen hasta arriba de tarea. Espero que tengáis paciencia y sigáis por aquí para cuando vuelva. Mientras tanto, espero que disfrutéis del capítulo de hoy, y como siempre, gracias por leer, y comentar.
_______________________________________________________________


Capítulo 22

Eran cerca de las seis de la tarde cuando Pepa se coló en el laboratorio de Silvia. La morena llevaba todo el día atendiendo a tareas inanes que habían conseguido aumentar, tanto su malhumor como su dolor de cabeza. Silvia levantó la vista del microscopio y sonrió al encontrarse con una enfurruñada Pepa apoyada contra la puerta, sus brazos cruzados en señal de enfado.

-¿Qué te ha hecho ahora? -Silvia no necesitaba preguntar, para saber que el malhumor de su mujer tenía que ver con su padre.

La morena no contestó, se limitó a encogerse de hombros, pero su cara lo decía todo. Silvia sintió ganas de reírse ante la postura infantil de Pepa, pero consideró que tal vez no era la mejor idea, teniendo en cuenta la disposición de su mujer en ese momento.

-Ven, anda -le dijo, levantándose y abriendo los brazos como invitación. Pepa aceptó el gesto de cariño de buen grado, y se quedó unos segundos disfrutando de la cercanía de su mujer-. ¿Mejor? -le preguntó la pelirroja, separándose un poco de ella. Y ante la sonrisa de Pepa, Silvia no pudo evitar ponerse de puntillas para dejar un pequeño pico sobre sus labios.

-Mucho mejor -contestó la morena, sin soltar la cintura de Silvia.

-¿Qué ha pasado? -le preguntó de nuevo, sin moverse de entre los brazos de Pepa. Algo le decía que su mujer necesitaba un ratito a solas con ella.

-Tu padre me ha visto entrenando con Pove en el gimnasio. Ha entrado justo cuando me ha sacudido una patada en el pecho por no apartarme a tiempo, y no veas la que le ha liado al pobre Jose Luís -Pepa le relató lo sucedido contrariada, y Silvia tuvo que esforzarse de nuevo para ocultar la sonrisa.

-No tiene gracia, Silvia -le dijo, apartándose un poco de ella.

-Pero si no me estoy riendo -la pelirroja trató de mantener un semblante serio ante las palabras de su mujer, pero le estaba costando horrores.

Pepa la miró incrédula. -Que nos conocemos, pelirroja -le dijo, señalándola con el dedo de forma acusatoria-. Que para ti todo esto es una risa, pero a mi me está amargando la existencia.

Viendo que las malas pulgas de Pepa no iban a remitir por el momento, Silvia volvió a sentarse frente al microscopio para continuar con su tarea. -Pues habla con él, Pepa. Yo le saqué el tema mientras estuviste de viaje, y se mostró bastante receptivo.

Pepa volvió a cruzar los brazos y se dejó caer sobre la otra silla del laboratorio. -Eso sería hasta que me ha visto esta tarde, despatarrada sobre la colchoneta y boqueando como un puto pez. Que lo he visto en su cara, Silvia. Tu padre me va a tener atada a ese escritorio hasta que me jubile.

Silvia puso los ojos en blanco al escuchar la exageración de Pepa, pero no dijo nada más sobre el tema. Sabía que era una cuestión delicada, y Pepa estaba hipersensible con el asunto. -¿Quieres echarme una mano aquí? -le preguntó, tratando de desviar la conversación-. Me harías un gran favor -añadió, al ver la cara de Pepa, que parecía decirle que no era una niña chica que necesitara estar entretenida para no dar por saco a los mayores.

Pepa la observó con recelo, y Silvia suspiró exasperada. -Pepa, si quieres me ayudas, y si no, no. Pero deja de comportarte como si todo el mundo te debiera un duro. ¿Se puede saber qué te pasa hoy?

Pepa se tragó la mala contestación que había estado a punto de soltarle a su mujer en el último momento. No era Silvia la que estaba actuando como una gilipollas, era ella. La morena suavizó su expresión-. Tienes razón -concedió, y le ofreció una media sonrisa a su mujer, tratando de arreglar las cosas. Pepa se golpeó los muslos al tiempo que se incorporaba, tratando de cambiar el chip y levantar el ánimo-. ¿Con qué te ayudo?

Silvia la miró unos segundos, aún no muy convencida de la predisposición de la morena. -¿Seguro?

Pepa asintió convencida, y alargó los brazos, abriendo y cerrando las manos para que Silvia le diera trabajo. La pelirroja se rió al ver las payasadas de su mujer, y meneó la cabeza mientras rebuscaba en su escritorio algunos de los expedientes que necesitaba completar antes de archivarlos. -Y luego dicen que soy yo la bipolar -farfulló, entregándole los expedientes a una Pepa que le sacó la lengua, pero que aceptó las carpetillas de buen grado.

La morena prestó atención a la explicación que Silvia le dio sobre qué debía hacer con cada uno de los expedientes antes de pasarlos al archivador. Las dos se centraron en su tarea durante un rato, pero por mucho que lo intentaba, Pepa era incapaz de deshacerse de aquel malhumor que la acompañaba desde que había vuelto de Padua. Había intentado racionalizar la situación, tratando de restarle importancia a lo que había averiguado durante su viaje, pero lo cierto era que no podía quitárselo de la cabeza. Desde que había abandonado la prisión, tenía un ardor constante en la boca del estómago. La morena sacudió la cabeza, tratando de concentrarse en lo que su mujer le había pedido, y completó cuatro de los seis informes que la pelirroja le había entregado, en un tiempo récord.

Silvia la observó desde su mesa, anotando sus últimas observaciones sobre la muestra que había estado analizando. Sabía que a Pepa le ocurría algo, llevaba comportándose de forma extraña desde que había vuelto a casa, pero la pelirroja no quiso darle mayor importancia. -Oye -le dijo, tratando de llamar su atención.

-¿Hmm? -Pepa levantó la vista levemente de los papeles que se encontraban frente a ella, pero enseguida volvió a la tarea.

-Tenemos que hacer con más frecuencia lo de ayer -continuó la pelirroja, sin percatarse de que Pepa estaba demasiado absorta en sus pensamientos como para prestarle atención. Silvia siguió hablando, rememorando el estupendo día libre que habían pasado juntas antes de volver al trabajo.

Pepa, sin embargo, seguía dándole vueltas a lo que Fabricio Dezza le había contado tras haber caído presa del pánico ante las amenazas de la morena. La información era mucha menos de la que le habría gustado obtener. El esbirro sólo había podido confirmarle que El Gordo había planeado su fuga de España tras la emboscada en la casona. Al parecer, el italiano había sido previsor, y lo había arreglado todo para tener un avión preparado y esperándolo en el aeródromo de Valdemorillo. Con razón la policía no consiguió seguirle la pista, pensó la morena.

-Ah, y se me había olvidado contarte que, el otro día, me lo monté con el de correos en el ascensor -la voz de Silvia devolvió a Pepa a la realidad, y la morena levantó la cabeza de inmediato-. Dos veces -añadió la pelirroja, acompañando sus palabras con el gesto de dos dedos de su mano.

Pepa la miró como si hubiera perdido la cabeza, sus ojos abiertos como platos, y una mezcla de incredulidad y asombro dibujada en su cara.

-Anda, pero si sigues aquí -le dijo a una Pepa que aún la observaba estupefacta-. Y por tu reacción, veo que no te has quedado sorda.

Pepa bajó la cabeza un tanto avergonzada por su comportamiento. -Lo siento, pelirroja. Se me ha ido el santo al cielo.

-No has escuchado ni una sola palabra de lo que he dicho, ¿verdad? -Silvia insistió.

La morena le dedicó una sonrisa arrepentida a su mujer, pero Silvia no estaba por la labor, y siguió observándola. Su sempiterna ceja arqueada amenazaba con salirse de su frente mientras esperaba la respuesta de la Subinspectora.

-Has dicho que tenemos que repetir más veces lo de ayer -Pepa trató de recordar.

-Hmmhmm -concedió la pelirroja, que no parecía impresionada con la respuesta-. ¿Qué parte, exactamente? -le preguntó, cruzando sus brazos de forma desafiante.

-Pues, si de mí depende -le dijo la morena, al tiempo que se desplazaba sobre el taburete de ruedas, hasta donde estaba sentada Silvia-, me quedo con la parte en la que lo hicimos en cada uno de los rincones del apartamento -añadió, reposando sus manos sobre las rodillas de Silvia, y moviéndolas lentamente por sus piernas, al tiempo que se acercaba más y más a los labios de la pelirroja, que la miraba cautivada-. Sin embargo, no estoy segura de querer que se repita tu encuentro en el ascensor con el de correos -le dijo, rozando por fin sus labios con los de su mujer.

Silvia se sonrió contra su boca, y se separó levemente de Pepa, para poder mirarla a los ojos. La pelirroja dibujó el labio de Pepa con su pulgar, y pegó su frente a la de su mujer, rozando su nariz con la de ella. -¿Estás bien? -preguntó. Su tono reflejaba cierto aire de preocupación.

Pepa asintió, dejando otro beso en los labios de la pelirroja. -Y hablando de repetir… ya hace que no mancillamos la repisa de tu laboratorio -le dijo, guiñándole un ojo, y acercándose de nuevo para robarle otro beso.

Silvia se rió, y aceptó el beso, pero en seguida separó a Pepa, poniendo su índice sobre los labios de la morena. -¿Estás segura de que todo está bien? -le preguntó, aún reacia a abandonar el tema-. Porque estos últimos días has estado un poco ausente. ¿Fue todo bien en Valencia?

-Esta visto que hoy aquí no se mancilla nada -dijo la morena, fingiendo indignación por la reticencia de Silvia. Pero ante la mirada que le dedicó su mujer, Pepa no tuvo más remedio que contestar a la pregunta.

-Todo bien, Silvia -mintió, no queriendo tratar los verdaderos motivos de su situación con su mujer. Todavía no-. Siento haber estado un tanto distraída. Es que el asunto de tu padre y mi reincorporación están haciendo un número con mi paciencia -Silvia no parecía muy convencida, y Pepa volvió a sentirse fatal por estar comportándose de aquella manera con la pelirroja.

-¿Qué te parece si te lo compenso con una cena esta noche? -le preguntó, esperando a ver la reacción de la pelirroja-. Tú -le dijo, besando primero su mandíbula-, yo -añadió, sus labios moviéndose hasta su cuello-, y una cena romántica -Pepa escuchó la respiración entrecortada de su mujer, y por fin se acercó a su oído, para susurrarle-. Y después, podemos mancillar lo que tu quieras en casa.

Pepa mordió levemente el lóbulo de la oreja de Silvia, antes de separarse un poco de ella para poder observar su reacción. Silvia tenía las pupilas dilatadas, y la observaba con una mezcla de excitación y fastidio. -Mira que te gusta tentarme cuando sabes que tengo trabajo que hacer, ¿eh? -le dijo, enredando un mechón de pelo azabache en su dedo, y tirando de él con suavidad para poder hacerse con los labios de Pepa una vez más.- Y menuda perra te ha dado con mancillar las cosas esta tarde -le dijo, cuando por fin se separaron. Silvia se levantó, tratando de poner tierra de por medio entre ella y la tentación que suponía Pepa.

-Joder, Silvia. Que fueron casi dos meses de inactividad, que una necesita recuperar el tiempo perdido.

-Y yo que pensaba que con lo de ayer, habíamos recuperado como mínimo un año de tiempo perdido -contestó, riéndose de nuevo al ver los ojos de Pepa desorbitados, como si Silvia hubiera dicho la cosa más absurda del mundo.

-Un año, dice -Pepa también se incorporó, y recorrió con intención la espalda de Silvia con las yemas de sus dedos, hasta acabar en la nuca de ésta. La morena se sonrió al toparse con la piel de Silvia erizada por el contacto-. No te queda a ti nada, guapa -volvió a susurrarle, pegándose a su espalda, a la vez que sus manos recorrían lentamente los costados de Silvia bajo su bata, hasta llegar a la parte inferior de sus pechos. Pepa rozó levemente la zona, y dejó un último beso en su cuello, antes de separarse de ella por completo y dirigirse hacia la puerta del laboratorio.

-Entonces, ¿a las nueve? -Pepa preguntó antes de cerrar la puerta. Silvia simplemente asintió, su garganta demasiado seca como para contestar de ninguna otra forma-. Pues te veo luego, princesa -la morena le guiñó un ojo, y cerró la puerta tras de sí.

Silvia soltó un largo suspiro y se dejó caer sobre su silla. -Esto no puede ser sano -se dijo, a la vez que desabrochaba los últimos botones de su camisa-. Y, ¿por qué hace tanto calor aquí? -se preguntó, mirando con los ojos entornados al radiador mientras se abanicaba con uno de los informes sobre su mesa.
_____________________________________________________________________________________________________

Pepa bajó las escaleras camino de su escritorio. La morena observó por el rabillo del ojo la figura del Comisario, que le daba a Curtis instrucciones sobre algo, y la frustración volvió a consumirla. Se dirigió hacia su mesa, tratando de pasar desapercibida, y se sentó frente a ella, quedándose unos segundos mirando al infinito. Las llaves de su coche se encontraban sobre el escritorio, tentándola, y la morena miró el reloj que colgaba de la pared de enfrente. Las siete, pensó. Si salgo ahora, puedo estar de vuelta para las nueve.

Pepa volvió a mirar hacia donde se encontraba el Comisario, y de nuevo al montón de informes sobre su mesa. -A tomar por culo -musitó, al tiempo que cogías sus llaves y la cazadora que reposaba sobre el respaldo de su silla. Se encaminó hacia la escalera que bajaba hacia el garaje, sin importarle que la vieran. Siempre había creído que la mejor forma de pasar desapercibida, era actuar como si el lugar al que te dirigías fuera realmente el lugar en el que debías estar.

Nadie se percató de su salida, y la morena bajo como una exhalación las escaleras, metiéndose en su coche y tirando la chaqueta hacia la parte de atrás. Estaba a punto de girar la llave en el contacto, cuando unos golpecitos en su ventana la sobresaltaron. La sorpresa se tornó en sonrisa cuando vio a la Inspectora Alcaraz parada junto a su coche con los brazos en jarras.

-¿Qué pasa contigo? -le dijo la rubia cuando Pepa se bajó para saludarla-. Que te vas a Valencia y te olvidas de todo el mundo.

-No me fastidies, rubia, que bastante tengo ya con el día que llevo como para tener que lidiar con tu mosqueo también -le dijo, con una sonrisa que pretendía restarle seriedad a sus palabras.

-¿Te vas ya? -Preguntó la Inspectora esperanzada-. Dime que sí. Anda, dime que sí. Y dime que vas a ser un angel y me vas a acercar a casa -Aisha juntó sus manos frente a su cara a modo de súplica.

-¿Y tu moto? -le preguntó Pepa, echando un vistazo al garaje, y percatándose de que el vehículo de la mujer no estaba por ninguna parte.

-La muy hija de su madre me ha dejado tirada esta mañana -le contestó la Inspectora malhumorada-. He tenido que hacer tres transbordos para venir, porque al parecer no había un puto taxi en toda la zona que pudiera hacer la carrera a esas horas de la mañana. A veces odio esta ciudad.

Pepa se sonrió ante las palabras de la Inspectora. Era evidente que no era la única que estaba teniendo un mal día. -Lo siento, guapa, pero no voy para el centro -le dijo la morena excusándose.

-Anda, ¿entonces el Comisario te ha levantado la penitencia por fin? -preguntó, pero la cara de Pepa le dejó claro que ese no era el caso, y la Inspectora abrió los ojos a la vez que una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro-. ¡Te estás escaqueando del trabajo!

-Shhhh -Pepa le chistó, haciéndole gestos para que bajara la voz, pero la Inspectora se lo estaba pasando demasiado bien como para hacerle caso.

-Pero vamos a ver -le dijo la morena-, ¿tú no tienes nada mejor que hacer que atormentarme?

La rubia pareció meditar su respuesta unos segundos, pero rápidamente respondió. -No. ¿A dónde vamos entonces?

Pepa la miró perpleja. -Estás de broma, ¿no?

-Anda, Pepa. No seas así. Que no me apetece nada llamar a un taxi, que cuando les dices que es para la Comisaría, siempre te tienen esperando una hora. Además, es muy temprano, y no tengo ganas de irme a casa todavía -la Inspectora volvió a mirarla con cara de pena.

-Pues te vas a un bar -contestó Pepa, reacia a que la Inspectora la acompañara en su empresa-. ¿Para qué coño quieres venirte conmigo a Valdemorillo?

-¿Vas a la Sierra?. ¡Genial!, no he ido nunca por esa zona -Aisha rodeó el coche, y se subió en el asiento del copiloto.

Pepa respiró hondo, tratando de calmarse. Era evidente que no iba a librarse de la mujer sin decirle, claramente, por qué quería ir sola, así que se resignó a hacer el viaje en compañía. Se metió de nuevo en el coche y miró a la Inspectora, que la observaba aún con un aire divertido. -Tú no tienes ni una pizca de vergüenza, ¿no?. ¿Qué pasaría si esto fuera un tema privado o algo personal?

-Pues que me lo habrías dicho -le rebatió la rubia, mirándola con suficiencia pero sin perder la sonrisa-. Pero no lo has hecho, así que es evidente que te traes algo entre manos. Y por si acaso te metes en líos, me voy contigo.

Pepa sacudió la cabeza con incredulidad -Hay que joderse con la mosca cojonera -dijo, refiriéndose a la Inspectora, que no pareció tomarse a mal sus palabras. La morena no sabía si sentirse agradecida por la preocupación, o molesta por verse obligada a ceder a la presión de su compañera.

-¿Y a qué se debe la visita a Valdemorillo? -Aisha preguntó, mientras Pepa maniobraba para sacar el coche del garaje.

La morena pensó por un segundo en decirle la verdad, pero pronto reconsideró la idea. No necesitaba meter a nadie más en líos, bastantes problemas tendría ella si el Comisario se enteraba de lo que estaba haciendo. -Es un favor. Un colega que trabaja en el Aeródromo me llamó el otro día para pedirme que me pasara a echarle un vistazo a algo.

La Inspectora pareció satisfecha con la respuesta, y no preguntó nada más sobre el tema. -Oye, ¿qué tal fue todo por Valencia?

Pepa miró de reojo a su acompañante y se rio -Qué rollo tienes -le dijo, negando con la cabeza de nuevo-. Tú lo que quieres saber, es si te he traído algo.

Aisha se llevó las manos al pecho, a la vez que abría la boca, indignada por las palabras de Pepa -Tu insinuación me ofende, ¿sabes? -dijo finalmente, y tras unos segundos añadió-. ¿Me has traído algo, entonces?

La morena volvió a reírse ante el comportamiento infantil de la Inspectora Jefe de la Comisaría. -Mira en la guantera, anda.

La rubia sonrió ilusionada, y abrió la guantera, cogiendo de dentro lo único que se asemejaba a un regalo. La Inspectora retiró el lazo que rodeaba una caja de cartón de pequeñas dimensiones, y abrió la tapa, soltando una sonora carcajada en cuanto vio el contenido del paquete.

-Jo, Pepa. Tú si que sabes como ganarte a una chica -le dijo, riéndose aún, mientras contemplaba la naranja que acababan de regalarle.

Media hora más tarde, Pepa entraba en las instalaciones del Aeródromo de Valdemorillo. Después de un largo tira y afloja, había conseguido convencer a la Inspectora para que se quedara en el coche esperándola, diciéndole que su amigo quería mantener el asunto confidencial. Aisha no había parecido muy contenta con la decisión, pero había terminado por ceder.

Uno de los guardias de seguridad del lugar la dejó pasar al ver su placa, y le indicó como llegar a la zona de oficinas. Una vez dentro, Pepa preguntó a diferentes empleados, hasta dar con la oficina del Gerente. El hombre, de unos cincuenta años, la recibió amablemente en su despacho.

-Gracias por recibirme a estas horas -le dijo la morena-. Habría concertado una cita, pero pasaba por la zona y pensé que podría aprovechar el viaje.

-No es molestia alguna, Subinspectora. ¿En qué puedo ayudarla?

Pepa sacó un pequeño cuaderno del bolsillo interior de su chaqueta, y repasó las notas que allí había ido apuntado sobre el caso.

-Verá, en los últimos días, hemos recibido información acerca de un vuelo que salió desde estas instalaciones el pasado mes de Julio -explicó Pepa, tratando de inferir con sus palabras, la importancia del asunto-. Creemos que un delincuente buscado por la policía pudo utilizar su aeródromo como vía de escape.

El Gerente pareció sorprendido por la información -¿Tiene algún otro dato sobre el vuelo? -preguntó-. ¿La fecha concreta, el lugar de destino quizá?

-Sabemos que salió de aquí el 8 de Julio -dijo la morena, mirando sus notas-. Pero me temo que no sabemos el rumbo que llevaba el aparato.

-Vaya, creí que ya habían zanjado ustedes ese asunto con su última visita -de repente, el Gerente parecía incomodo con el rumbo de la conversación.

-¿A qué se refiere?

El hombre carraspeó antes de contestar. -Sus compañeros estuvieron aquí hace unos cuantos meses, preguntando también por los vuelos de ese día en concreto. Les proporcionamos la información que nos solicitaron, así como los registros de vuelo y la hoja de servicios del encargado de la torre de control.

-¿Me está diciendo que la policía ha estado aquí por este asunto con anterioridad? -Pepa insistió, queriendo asegurarse de lo que el hombre le estaba diciendo.

-Bueno, no iban vestidos de uniforme, y no llegaron en coches patrulla, pero se identificaron como Agentes del Estado y traían una orden judicial, así que no pregunté mucho más.

CNI, pensó Pepa con desprecio, pero no le dijo nada al hombre. -¿Y cuando dice que se produjo esta visita? -le preguntó.

El hombre se tomó unos segundos, tratando de recordar la fecha con seguridad. -Creo que fue a finales de Julio -contestó por fin-. Me gustaría serle de más ayuda, pero como le dije, sus compañeros se llevaron toda la documentación. No tengo ni idea de a dónde se dirigía ese avión.

Pepa anotó la información en su libreta antes de guardarla de nuevo en su chaqueta y se incorporó, extendiendo su mano hacia el Gerente. -Ha sido usted de gran ayuda, créame.

El hombre aceptó la mano ofrecida a modo de despedida, y acompañó a Pepa de vuelta hasta la salida. Una vez cruzó las puertas de la garita de seguridad, la morena maldijo en voz baja. Cuanto más pensaba sobre el asunto, y lo que acababa de descubrir, más se apoderaba de ella la rabia. ¿Por qué no estaban todos esos datos incluidos en el informe del caso?. ¿Por qué no habían mencionado la visita a Valdemorillo y lo que habían conseguido averiguar allí?

Pepa se introdujo de nuevo en el coche, y cerró la puerta de un golpe. Aisha se sorprendió por las maneras de la Subinspectora, pero una mirada a la cara de Pepa, le dejó claro que en esta ocasión, tal vez era mejor no preguntar.

El camino de vuelta transcurrió en silencio, y no fue hasta que Pepa paró el coche frente al piso de Aisha, que la Inspectora decidió intervenir. -Sabes que si necesitas hablar, o lo que sea, estoy aquí para lo que necesites, ¿verdad?.

Pepa la miró, y la sinceridad que reflejaban los ojos de Aisha hicieron que de nuevo volviera a sentirse mal por estar mintiéndole a todas las personas que se preocupaban por ella. -Otro día, ¿vale? -le dijo, queriendo aparcar el tema por el momento-. Pero gracias, por todo -añadió.

Aisha no quiso insistir. -Es lo menos que puedo hacer por ti. Quiero decir, ¿qué otra persona me traería una naranja como souvenir si no tú? -le dijo, mostrándole el presente mencionado. El gesto consiguió arrancar una leve sonrisa a la Subinspectora, y la rubia se alegró de esa pequeña victoria-. Pórtate bien, ¿eh? -le dijo finalmente, dándole un beso y un abrazo antes de bajarse del coche.

Pepa esperó hasta que la figura de la Inspectora Alcaraz desapareció en el interior del portal para arrancar de nuevo el coche . La morena se reincorporó al tráfico y dejó que las palabras del Gerente del aeródromo volvieran a su mente. ‘Sus compañeros estuvieron aquí hace unos cuantos meses’. Esa frase se repetían una y otra vez en su cabeza, como si de un disco rayado se tratase.

-Hija de la gran puta -murmuró, pensando en Marina Salgado. Todos aquellos meses, el CNI les había dicho que el caso estaba cerrado, que Interior consideraba que el peligro había pasado y que el tema ya no estaba en manos de las autoridades españolas. Y todo ese tiempo, les habían estado mintiendo. El CNI había vuelto a dejar a la Comisaría de San Antonio con el culo al aire.

Pepa conectó el manos libres e indicó el contacto deseado con la voz. Dejó que sonaran los tonos de llamada al otro lado de la línea, y cuando por fin descolgaron, Pepa habló. -Hola Sara, ¿está Lucas en casa?  
_____________________________________________________________________________________________________

-Silvia, deja ya de mirar el teléfono que lo vas a gastar -Lola puso una copa de vino frente a su hermana antes de volver a meterse en la cocina para sacar los platos que le habían pedido un par de clientes.

Los Nuevos Cachis todavía estaba empezando, pero ya era raro el día que no tenían medio local lleno a la hora de la comida. Las cenas seguían siendo menos concurridas, pero la mayor de las Castro estaba segura de que el negocio tiraría para arriba. Al parecer, la gente del barrio no se había olvidado de ella.

-Es que es muy raro, Lola -dijo la pelirroja cuando su hermana volvió a unírsele en la barra, una vez se aseguró de que el camarero tenía todo bajo control-. Habíamos quedado a las nueve, y cuando salgo me encuentro con que Pepa no está, el coche tampoco y ahora no me coge el teléfono -dijo, mirando de nuevo el reloj que marcaba ya casi las diez de la noche.

-Pues estará trabajando, Silvia. No te preocupes más -Lola trató de tranquilizar a su hermana.

-Que no, Lola, que no. Que Papá la tiene encadenada a la oficina. Pepa no puede hacer trabajo de campo todavía -Silvia miró su móvil por enésima vez en lo que iba de noche. Seguía sin tener respuesta.

-¿Pero no dices que Rocamora la vio salir con la nueva? -Silvia asintió-. Pues ahí lo tienes, la Inspectora le habrá pedido que le eche una mano con algo. Anda, bébete el vinito, y deja ya de darle vueltas al asunto.

Silvia miró a su hermana y sacudió la cabeza resignada. -Tienes razón -concedió con una sonrisa-. Ya estoy otra vez con mi neurosis. Lo más seguro es que haya pillado el atasco de la hora punta y por eso se está retrasando -Silvia decidió ignorar la vocecilla interior que parecía decirle, y, ¿por qué no contesta al teléfono?-. Bueno, y tú ¿qué? -le preguntó a su hermana-. ¿Qué tal en el nuevo apartamento?

-Bien, muy bien -la respuesta de Lola fue demasiado apresurada, y la sonrisa que la acompañó no alcanzó sus ojos. Silvia la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que estaba mintiendo.

-Lo odias -le dijo.

-Uy, que tontería. Pero, ¿cómo lo voy a odiar?. Si es un apartamento fantástico.

-Entonces, ¿a qué viene esa cara?. Porque a mi no me engañas, Lola.

La mayor de las Castro se quedó unos segundos callada, sopesando su respuesta. Finalmente, optó por contarle la verdad a Silvia. Sabía que no podía engañar a su hermana por mucho que lo intentase. -Pues, que está vacío, Silvia. Que no tiene vida, que no tiene alegría. Tú tienes a Pepa, Sara tiene a Lucas -Lola se permitió una leve sonrisa antes de continuar-. Incluso Papá tiene a Paco. Y yo me siento como un mueble que ya no pega en el salón.

-Lola -Silvia se estiró por encima de la barra y le dio un fuerte abrazo a su hermana-. Tú no eres ningún mueble -le dijo, dejando un sonoro beso en su mejilla antes de separarse-. Sabía que no te tenías que haber ido de casa tan pronto -Silvia parecía contrariada por la situación-. Pues ya está, decidido, mañana nos pasamos por tu piso, recogemos las cosas y vuelves a instalarte con nosotras. Si Pepa lo está deseando, Lola. Que cuando te fuiste, estuvo una semana deprimida sólo de pensar que no ibas a prepararle más croquetitas para cenar.

Lola se rio, y Silvia cogió su mano, apretándola con cariño. -Tú no eres ningún mueble -le repitió.

-Si ya lo sé, cariño mío. Es sólo que ahora mismo me siento como uno. Pero es algo que tengo que solucionar yo sola -añadió-. Y por mucho que me guste la idea de volver a vuestra casa, esa no es la solución -Lola tiró de la mano que aún sujetaba la suya cuando vio la cara de su hermana entristecerse por sus palabras-. Tengo que volver a encontrar mi sitio en esta familia, Silvia. Y no voy a poder hacerlo hasta que vuelva a ser yo misma.

Silvia resopló descontenta. Sabía que Lola tenía razón, pero le dolía ver así a su hermana y no poder hacer nada para solucionarlo. Lola siempre sabía como animarla, no era justo que ella no pudiera hacer lo mismo. -Pero prométeme que vendrás a casa si necesitas desahogarte, o escapar por unas horas, incluso por unas noches, ¿de acuerdo?

-Prometido -Lola volvió a sonreír, pero esta vez sí se reflejó en sus ojos-. Supongo que ver a Paquito con esa fulana tampoco ayuda -añadió pensativa.

-¡Lola! -Silvia se quedó mirándola horrorizada, y aunque lo intentó, no pudo evitar que se le escapara la risa por el comentario de su hermana.

-¿Qué? -le dijo ésta muy seria-. ¿No me has dicho que me desahogara?. Pues eso he hecho.
_____________________________________________________________________________________________________

Pepa estaba apoyada contra el lateral de su coche, esperando frente al complejo de edificios que se erigían a pocos metros de donde ella se encontraba. La noche era fría, pero a la morena no parecía importarle, la rabia contenida durante las últimas horas ayudaban a calentar su cuerpo además de su ánimo.

Llevaba más de una hora esperando frente a aquellas moles de hormigón cuando por fin lo vio aparecer. El coche de Lucas salió del complejo del CNI, y cuando sus faros iluminaron la figura de Pepa, apontocada contra su coche, el ex-agente de policía frenó en seco.

Sorprendido, Lucas aparcó su coche junto al de una Pepa, que seguía sin moverse de su posición. El hombre se bajó del coche y se acercó a ella con una sonrisa.

-Tú sabes que para quedar para tomarnos unas cañitas no hace falta que vengas hasta aquí, ¿no, morena?. Que el teléfono es un invento cojonudo.

A penas si Lucas había terminado de pronunciar esas palabras, Pepa se irguió y le propinó un puñetazo en la cara que lo mandó directo al asfalto.

-¿Pero a ti se te ha ido la pinza, o de qué vas? -Lucas se levantó como un rayo, y se encaró con una Pepa que no se amilanó y volvió a pegarle un empujón, empotrándolo contra el capó del coche.

-¿Hace cuanto que lo sabes, Lucas? -le preguntó.

-¡Pero me cago en mi puta madre! -volvió a increparle él, acercándosele de nuevo-. ¿Se puede saber que mierda te pasa?

-¿Cuánto hace que sabes que el CNI sigue tras la pista del Gordo? -Pepa le espetó, y al ver la cara de Lucas palidecer frente a sus ojos, no necesitó preguntar nada más para saber que su amigo estaba al corriente de la investigación.

-Eres un mierda, Lucas -le dijo, pegándose a él para que pudiera ver la decepción reflejada en su rostro-. Jamás creí que venderías a tus amigos por un ascenso.

-No es lo que crees -le contestó, dolido al ver la mirada de reproche de Pepa.

-¿Ah no? -Pepa volvió a enfurecerse, y de nuevo empujó a un Lucas que, esta vez, no se defendió del ataque-. Dime que durante todas esas visitas de horas a mi casa, mientras me recuperaba de lo que ese hijo de puta me hizo, no tenías ni puta idea de lo que estaba pasando. Dime que no te sentaste a mi lado y me mentiste cada vez que te pregunté si había noticias.

Lucas bajó la cabeza, no sabiendo qué responder.

-Espero que haya valido la pena -le dijo-. Espero que al menos hayas sacado un buen pellizco por traicionar a tus amigos. A tu familia, Lucas.

-¡Qué no es lo que te piensas, joder, Pepa!. Deja que me explique -el hombre la miró fijamente y añadió-. Por favor, por los viejos tiempos.

Lucas trató de apelar a los recuerdos de aquella adolescencia que Pepa y él habían compartido años atrás. Recuerdos con los que se había forjado un vínculo de confianza y complicidad que ambos habían creído indestructible hasta ese momento. Pepa no dijo nada, pero dejó que se explicase.

-El CNI decidió manteneros al margen de la investigación para evitar que volviera a ocurrir lo de la última vez -Lucas escupió la sangre que empezaba a acumulársele en la boca, el golpe de Pepa había sido más certero de lo que había pensado en un principio-. Aunque te cueste creerlo -continuó-, Salgado intentaba protegeros.

Pepa se rio sardónicamente al escuchar las palabras del Agente del CNI. -Mintiéndonos. Diciéndonos que el peligro ya había pasado, cuando en verdad seguimos siendo putos patos de feria, Lucas. Si esto se hubiera acabado, ¿por qué iba a seguir el CNI tras la pista de ese cabrón?. ¿Por qué no dejar que los italianos se ocupen de él?

-¿Crees que no quise contaros lo que estaba ocurriendo en cuanto me enteré?. Estoy vigilado con lupa, Pepa -Lucas la miró, tratando de hacerle entender los motivos de sus actos-. Saben que sigo ligado a todos vosotros, así que apenas si me pasan los detalles básicos sobre ese caso, pero sé que hay más, y sé que puedo conseguir esa información.

-¿Que averiguaron en Valdemorillo? -Pepa le preguntó, aún indecisa sobre qué pensar con respecto a todo lo que Lucas le estaba contando.

-El Gordo sobornó al encargado de la torre de control para que borrara los registros de los vuelos de esa tarde. Por suerte, encontramos al tío -Lucas se apoyó contra el capó del coche, su espalda resintiéndose del golpe de antes-. Hasta donde yo sé, la pista del Gordo se pierde una vez el avión tomó tierra en el aeropuerto de Nápoles.

-Y todos estos meses, Marina callada como una puta -la morena no podía dejarlo pasar.

-Ponte en su lugar, Pepa. Es su trabajo, por mucho que sea parte de la familia.

La mirada de Pepa lo atravesó, y Lucas levantó las manos en señal de paz. El hombre no tenía ninguna intención de volver a sufrir el malhumor de la Subinspectora en sus carnes

-No vas a dejar que el CNI se ocupe de esto, ¿verdad? -Lucas le preguntó, colocándose un cigarro en la boca, tratando de evitar la zona lastimada por el golpe.

-La última vez que dejamos que el CNI se hiciera cargo de la situación, dos de nuestros amigos acabaron muertos. Y Silvia… -Pepa no terminó la frase, el recuerdo de aquella maldita pesadilla aún plagaba sus sueños.

Lucas la miró extrañado, pero no comentó las palabras de la mujer. -Eres consciente de que si alguien de arriba se entera de esto, nuestras carreras estarán acabadas, ¿no?.

Pepa lo miró fijamente, dejándole claro lo que opinaba al respecto.

-De acuerdo entonces -dijo el moreno, tirando la colilla al otro lado de la carretera-. Sólo quería escucharlo en voz alta -añadió, con una sonrisa que Pepa conocía bien.

-¿Eso significa que me vas a ayudar? -preguntó la morena, a pesar de que sabía la respuesta. Había visto aquella sonrisa presuntuosa en innumerables ocasiones, tanto en los labios de Lucas como en los suyos propios, y siempre había significado lo mismo. Lucas, al igual que ella, no iba a parar hasta conseguir lo que se habían propuesto.

-Como si lo hubieras dudado en algún momento, larga -le replicó-. Anda, vámonos de aquí antes de que alguien empiece a preguntarse qué cojones estamos haciendo. Brillante idea la tuya, por cierto -le dijo-. No se te podía haber ocurrido un sitio menos privado para mantener esta conversación.

La morena no dijo nada, recogió las llaves de Lucas que se habían caído al suelo tras el primer puñetazo, y se las lanzó. El hombre las cogió al vuelo, y volvió a sacudir la cabeza pensando en lo que había sucedido. -¿Tenías que reventarme el labio? -le preguntó, rozando la herida con sus dedos para comprobar si aún sangraba.

-Da gracias que no hayan sido tus pelotas -fue la respuesta de la morena, que no perdía comba. Lucas se rió y se metió en el coche. Pero Pepa pudo oír el insulto con el que el Agente del CNI la obsequió justo antes de cerrar la puerta. Pepa sonrió, había cosas que no cambiarían nunca.

Tras un último gesto de despedida, el coche de Lucas se perdió en la noche, y Pepa se montó en su vehículo, recostando la cabeza contra el asiento. Estaba agotada. La morena se sentía como si hubiera pasado días enteros sin dormir. Un leve resplandor llamó su atención, y Pepa alargó su mano para coger el móvil que parpadeaba sobre el salpicadero.

Cinco llamadas perdidas y un mensaje de Silvia, diciéndole que se iba a casa. -Joder -dijo en alto. La pelirroja se lo había enviado a las once de la noche. Pepa miró el reloj, ya era cerca de la una de la mañana-. Joder -volvió a repetir, su cabeza reposando ahora contra el volante-. La cena…

Una infinita tristeza se apoderó de la morena al pensar en lo que había hecho. Silvia había sido paciente con ella durante los últimos meses, más allá de lo meramente razonable. Había aguantado estoicamente, sus malhumores y caprichos durante su recuperación, sin echárselo en cara a la morena ni una sola vez, y Pepa, en vez de compensárselo como le había prometido, se había olvidado por completo.

Para cuando Pepa llegó al piso, reinaba el silencio absoluto, y todas las luces de la casa estaban apagadas. La morena no quiso encenderlas, y se guió por la tenue luz que entraba desde la calle para llegar hasta la habitación. Pepa desatendió todas sus rutinas nocturnas, y se limitó a despojarse de la ropa que llevaba puesta, cambiándola por la camiseta que la esperaba bajo su almohada.

Se coló entre las sábanas, y se acercó a una Silvia que le daba la espalda. Pepa podía escuchar su respiración, sabía que Silvia estaba despierta. La morena se acercó un poco más, queriendo amoldar su cuerpo al de su mujer, pero cuando su brazo se enredó en la cintura de la pelirroja, Pepa notó cómo el cuerpo de Silvia se tensaba ante el contacto, y de nuevo, sintió que se le encogía el corazón.

-Lo siento, Silvia -le susurró, conformándose con enredar sus dedos entre los cabellos de la pelirroja, no sabiendo cómo iba a ser recibido cualquier otro contacto.

-¿Estás bien?

La pregunta sorprendió a Pepa. Había esperado silencio, incluso reproches, pero la voz pausada de Silvia la descolocó por completo, y la morena no supo qué contestar.

-Pepa -Silvia le dijo intranquila al no obtener respuesta, girándose para poder observarla. Y volvió a preguntar. -¿Estás bien?, ¿te ha pasado algo?.

La morena sólo tenía ganas de llorar. Si minutos antes se había sentido culpable, en ese momento, contemplando el rostro preocupado de Silvia que la miraba expectante, quiso morirse. Por fin asintió, no confiando en poder articular palabras con el nudo que se le había hecho en la garganta. Silvia esperó pacientemente a que Pepa se explicara.

-Se me fue la hora, pelirroja -contestó por fin-. La Comisaría se me estaba cayendo encima, y salí a que me diera un rato el aire. No sé como, acabé de cháchara con Lucas, y para cuando me di cuenta de la hora que era, me habían dado las tantas.

Pepa se acercó de nuevo a Silvia. -Lo siento muchísimo, princesa. De verdad -la morena trató de besarla. Necesitaba tocarla, necesitaba sentir que Silvia estaba allí y no iba a desaparecer. Pero la pelirroja se apartó de nuevo, no dejando que los labios de Pepa la tocaran.

-¿Se te fue la hora? -la voz de Silvia sonaba incrédula-. ¿Esa es tu excusa para dejarme plantada esperándote durante tres horas, Pepa? -La pelirroja se incorporó un poco, para poder ver mejor el rostro de su mujer-. ¿Tienes idea de lo preocupada que estaba?

Pepa no contestó, sabía que no había justificación posible para lo que había hecho. No importaba lo mucho que tratara de convencerse a sí misma de que lo que estaba haciendo era lo que necesitaba para poder seguir adelante con su vida. Todas esas explicaciones no harían desaparecer el miedo que, en aquel momento, veía escondido en los ojos de Silvia. Sabía que le había hecho daño, y nada de lo que dijera ahora iba a arreglarlo, así que prefirió callar.

-Pepa -le dijo al verla cabizbaja-. Sea cual sea el motivo por el que te estás comportando así, puedes contármelo -Silvia volvió a tumbarse junto a ella, dibujando la mandíbula de Pepa con sus dedos-. Lo sabes, ¿verdad? -Le preguntó, tratando de dejar a un lado el enfado y la decepción que sentía. Algo en la mirada de Pepa le decía que detrás de su comportamiento, había algo más.

La morena cerró los ojos, saboreando la caricia que Silvia le regaló, como si de agua de mayo se tratara. Viendo la preocupación reflejada en los ojos de Silvia, viendo como a pesar de tener todas las razones del mundo para montarle un pollo, Silvia seguía tratando de entender, Pepa quiso contárselo todo. Quiso explicarle por qué había actuado de la manera que lo había hecho. Pero sabía que Silvia no lo entendería. Abrió de nuevo los ojos y forzó una sonrisa en su rostro. -Lo sé, princesa. Pero no hay nada que contar -mintió de nuevo-, de verdad. Simplemente me despisté de la hora.

El rostro de Silvia se transformó rápidamente, y mientras segundos antes había expresado comprensión, ahora Pepa observaba una máscara que no sabía descifrar. La calidez con la que los ojos de la pelirroja la habían contemplado segundos antes se había esfumado en cuanto la mentira había escapado de los labios de Pepa. -Sea lo que sea, estás en tu derecho a no querer contarlo -le dijo-. Pero al menos ten la decencia de no mentirme -añadió, en un tono desprovisto de emoción, que atravesó a Pepa como si de un cuchillo se tratase.

La pelirroja se giró de nuevo, y retomó la postura en la que Pepa se la había encontrado minutos antes. Pepa no volvió a intentar acercarse a ella esa noche. Sabía que la había cagado, y lo peor de todo era que no tenía ni idea de como arreglarlo.
__________________________________________

Capítulo 23

fanfic, lhdp, pepsi, una fuerza imparable, los hombres de paco

Previous post Next post
Up