Masterpost ***
Hello old friend (it’s really good to see you once again)
Hello old friend. Eric Clapton, 1976.
Las paredes de la Sala de Menesteres cambian de forma, color y textura, e incluso parecen desaparecer por momentos. Es sin duda la peor habitación del castillo para viajar en el tiempo, pero también es la única que hace virtualmente imposible trazar el uso de un objeto mágico (y cada segundo que pierdan los mortífagos corriendo tras falsas pistas del paradero de Harry Potter, será un segundo de ventaja para la Orden).
Finalmente, el espacio se estabiliza en forma de una habitación grande y vacía, completamente cubierta de lajas de piedra.
Harry tiene un segundo de pura y simple gratitud por el piso bajo sus pies, y luego se le ocurre algo.
- ¿Creen que haya alguien más aquí?
- No creo,- responde Hermione sin pensarlo.
- ¿Ah, no, señorita “yo lo sé todo sobre el castillo de Hogwarts”?- pregunta Ron, en tono de burla.- ¿Y si no hay nadie más en la Sala de Menesteres por qué tiene forma, eh?
- Porque desde que activamos la piedra estoy concentrada en que necesitamos un lugar con espacio suficiente y suelo sólido, por supuesto. No iba a dejar que nos tragara el vacío.
Las orejas de Ron se encienden y Harry agradece (un poco irritado) tener a la bruja más brillante de su edad en el equipo.
- Además, estamos a fines de julio,- agrega Hermione.- ¿Cuántas personas puede haber en el castillo?
Harry saca el Mapa del Merodeador antes de que Ron pueda responder.
- Pues averigüémoslo. Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
*
No es que a Albus Dumbledore no le guste el verano (la raspadilla de mango, para empezar, es inmejorable), pero siempre espera con ansías el nuevo año escolar. Le gustan sobretodo los primeros días, los antiguos alumnos que se reencuentran, los nuevos alumnos que se sorprenden, las paredes resonando con risas y confesiones. Siempre le ha gustado más el castillo lleno de estudiantes. Lleno de vida.
Y este año trae una sorpresa. Tres, de hecho. Tres estudiantes de los que se habló a sí mismo hace algunos meses (qué cosa tan curiosa, el tiempo) y que es necesario proteger de una terrible amenaza. Tres jóvenes valientes y leales, según él mismo los describió con profundo cariño en la voz. Sobre todo al hablar de Harry. El hijo de James Potter. Una situación delicada, sin duda.
Y sin embargo, su propia mirada (más sabia, más cansada) lo había tranquilizado. Confiaba… ¿confiará? (uno de los grandes problemas con los saltos temporales ha sido siempre la gramática) en estos muchachos. Y percibe que hay un fin mayor en este viaje. Solo que no sabe cuál es, o de qué los está protegiendo. Lo entiende, por supuesto. Saberlo alteraría la línea temporal. Es solo que…
Suspira y sacude la cabeza.
Solo le queda confiar en sí mismo.
Oye murmullos fuera del despacho y cuando se acerca puede oír a alguien detrás de la gárgola de piedra, murmurando cosas como “caramelo de limón”, “alfajor” y “algodón de azúcar”. Sonríe.
Así que ya están aquí.
- Lengua de gato,- dice bajito, y la gárgola se abre para mostrar a los viajeros.
- Buenas noches, jóvenes,- dice jovial.- Disculpen el camisón, no los esperaba tan temprano.
Pero lo que no esperaba, en realidad, es la reacción de los jóvenes.
Ninguno de los tres responde a su saludo. No avanzan por la escalera, ni retroceden. No buscan palabras. Tres bocas permanecen abiertas, en asombro infinito. Tres pares de ojos se nublan lentamente. Son los marrones los primeros en llenarse de lágrimas, pero son los verdes los que expresan más sentimiento.
- Supongo que las cosas han cambiado desde que hablé conmigo mismo.- Las primeras lágrimas caen, sin vergüenza. Dumbledore suspira.- Aprovechemos el tiempo que tenemos juntos, entonces.
Y hace pasar a estos tres desconocidos que parecen quererlo tanto.
Qué cosa tan curiosa, el tiempo.
*
One summer dream
One summer dream. Electric Light Orchestra, 1975.
Desayunan té y pastelillos en el despacho de Dumbledore (cuando vuelve de vestirse y todos han tenido tiempo de recuperarse de la primera impresión), y éste les explica la bizarra conversación que tuvo consigo mismo algunos meses atrás. Es tan surreal como puede esperarse de una conversación entre Albus Dumbledore y Albus Dumbledore. Pero lo más surreal, piensa Harry, es que no sepa nada sobre el futuro.
Es lógico, por supuesto. Conocer el futuro es cambiarlo (o eso dice Hermione). Pero sigue siendo extraño saber de pronto tantas cosas que Dumbledore no sabe.
Discuten la “coartada”. Los tres se quedan de piedra al oír que van a integrarse al cuerpo estudiantil.
- El intercambio estudiantil no es una práctica común en Hogwarts, pero podemos explicarlo como una primera experiencia para probar si…
- Profesor,- interrumpe Hermione.- Disculpe. Tal vez no se lo explicó… bueno, usted mismo, pero los padres de Harry son estudiantes de último año.
- Oh, sí, sí, por supuesto. James Potter y Lily Evans. Excelentes muchachos. Supongo que lo ha oído antes, señor Potter, pero es usted idéntico a su padre.
- … Y tengo los ojos de mi madre,- agrega Harry, que de hecho, lo ha oído hasta el cansancio.- Creo que ése es precisamente el punto de Hermione, profesor. No puedo ir a clase con mis padres. Sería… peligroso.
- Sí… sí, por supuesto. También lo creo.- Parece pensarlo un momento.- Sin embargo, yo parecía bastante seguro de que ése era el mejor camino…- Se arregla los lentes.- Vaya. Debe ser esto a lo que se refieren cuando dicen que uno puede volverse loco si se ve a sí mismo. Incluso cuando entiendes lo que estás diciendo… ¿quién más puede entenderlo?
Sacude la cabeza y ríe.
- Veamos… usted y sus padres en la misma clase. Sí, es un peligro, sin duda. Sin embargo, yo y… pues yo, concordamos en que sería más peligroso que vayan ustedes por ahí influyendo en la vida de desconocidos. Hogwarts es un ambiente seguro, controlado, y mucha de la gente que conocerán aquí es gente que ya conocen. Saben qué eventos importantes sucederán en sus vidas y cómo no interferir con ellos. Allá afuera, podrían cambiar el mundo sin darse cuenta.
Ron se ríe bajito.
- Perdón, profesor, pero ¿cómo vamos a cambiar el mundo sin…?
- No. No, él tiene razón,- lo interrumpe Hermione.- ¿Sabes quién inventó la internet?
- ¿La qué?
- La internet. Es un invento muggle que yo no sé quién creó y tú no has visto nunca, pero cambió el mundo como lo conocemos.- Suena angustiada y empieza a hablar cada vez más rápido.- Digamos que uno de nosotros tiene un accidente y un niño en la calle lo ayuda, y que esa experiencia convence al niño de que cuando sea grande quiere ser paramédico. Y digamos que ese niño es quien iba a inventar la internet.- Respira acelerada.- Ya está. No hicimos nada, pero hemos cambiado tanto el mundo que no podemos volver a casa.
- Hermione…- Ron intenta tranquilizarla.
- No. El profesor tiene razón. No podemos salir del castillo.
Harry no la había visto así desde los TIMOs.
- Vamos, vamos, señorita Granger,- interviene Dumbledore con delicadeza.- Tampoco es para tanto. No son prisioneros. Pueden salir del castillo, por supuesto.
- Pero…
- Todo estará bien mientras el contacto constante se dé en un ambiente que conozcan.
Hermione guarda silencio, pero no parece convencida.
- ¿Eso quiere decir…?- empieza Harry, pero las palabras no le salen de la garganta.
- Eso quiere decir que espero que se lleven bien con los adultos de su época, porque son las amistades más seguras que pueden hacer en este tiempo.
En los minutos siguientes escuchan cosas cada vez más sorprendentes. Tendrán que presentarse a los EXTASIS, como todo el mundo (“no dudo que los contenidos les parecerán algo anticuados, pero una buena educación mágica es algo que nunca envejece”). Serán seleccionados de nuevo en el banquete de inicio de curso (“es una formalidad, realmente, pero es inevitable”). Podrán usar sus verdaderos nombres (“es solo un nombre,” dice Dumbledore, y Harry se toca la cicatriz de forma inconsciente).
Harry lo escucha todo, pero procesa poco. Su mente sigue volviendo una y otra vez a las mismas palabras. Son las amistades más seguras que pueden hacer en este tiempo. Sirius. Sus padres. Es como estar de nuevo frente al espejo de Oesed, con 11 años y todo lo que siempre quiso al alcance de sus manos (pero no es la primera vez que se para frente al espejo, y hace mucho aprendió que si estira las manos solo conseguirá golpear el cristal).
*
Almuerzan en el Gran Comedor con los profesores residentes y la visión de una joven Pomona Sprout los convence finalmente de que han regresado 20 años en el tiempo.
- Pomona es nuestra maestra de herbología,- dice Dumbledore al presentarla, y el trío intenta (en vano) dejar de mirarla.
Están también McGonagall (más joven, pero igual de severa), Hagrid y Arturo Nocte, profesor de astronomía, a quien no habían visto en su vida (es comprensible, por supuesto, el hombre ha de tener 150 años y no le pueden quedar muchos más). Dumbledore los presenta como estudiantes de intercambio americanos y Hermione se pasa el resto de la cena respondiendo preguntas sobre la cultura americana para las cuales Ron y Harry no tienen respuesta alguna. Esa tarde mueven sus cosas a una de las habitaciones para profesores y caen rendidos en cuanto tocan las almohadas.
*
- Solo es una tarde. No tenemos que hablar con nadie. Un sorbete de calabaza, una visita a Honeydukes, un poco de aire fresco…
- No lo sé. Aquí estamos más seguros.
- Tú porque te pasas el día metida en la biblioteca, pero si Harry y yo no salimos del castillo, vamos a terminar por volvernos locos,- dice Ron, y se suelta de la cuerda para zambullirse en el lago.
- Sí,- murmura Hermione,- se ve que es un ambiente insoportable.
Harry suspira.
- Mira, no podemos negar que pasar el verano en Hogwarts es mucho mejor que pasarlo… no sé, escondiéndonos en el bosque.- Hermione lo mira de reojo. Nunca hablan del plan de Harry de irse solo a buscar horrocruxes, pero lo saben (por supuesto que lo saben).- Pero…
Pero es verano, y no hay mortífagos buscándome, y nunca he paseado por Hogsmeade sin que me reconozcan, y yo sé que es peligroso y un poco egoísta, pero quiero un verano con mis amigos antes de volver.
Hermione espera a que diga algo, como preocupada, y luego intercambia una mirada con Ron, que se encoge de hombros y pone cara de “te lo dije” antes de volver a sumergirse.
*
Hogsmeade no ha cambiado en los últimos 20 años (y tal vez eso no debería alegrarlos tanto). Incluso encuentran a Madam Rosmerta detrás de la barra de las Tres Escobas, perfectamente reconocible aunque no puede tener más de 25 años. A Ron se le traba la lengua y Hermione pone los ojos en blanco antes de pedir los sorbetes.
Entran a Honeydukes y a Zonko’s, pasean por las calles (por una vez libres de estudiantes) y al caer la tarde se sientan bajo un árbol con un raspado de nieve y limón (“hecho con verdadera nieve,” dice la niña que los vende en la puerta de su casa, “la conjuró mi tío cuando vino de visita”).
Tal vez los chicos tenían razón, piensa Hermione. Pero se cuida de no decirlo.
En las semanas siguientes, vuelven a Hogsmeade de vez en cuando (Rosmerta empieza a reconocerlos como “los americanos”, y Hermione se pregunta si realmente es posible que nadie en la comunidad mágica británica tenga idea de cómo suena un americano).
*
Agosto pasa velozmente entre mañanas junto al lago, tardes de entrenamiento, sorbetes de calabaza y brisa fresca.
Hacia fines de mes, Hagrid (que no los conoce desde que tenían 11 años, pero les sonríe como si supiera que alguna vez lo hará) los lleva al Callejón Diagon a comprar sus materiales escolares. Dumbledore ha abierto una pequeña cuenta para los tres y se esfuerzan por ahorrar cada centavo que puedan. Es una suerte que Ron tenga experiencia en buscar materiales de segunda mano, pero sus amigos lo conocen suficiente como para no mencionarlo. Hagrid, por otro lado, le da una palmada en la espalda y dice “¡no sabía que eran tan buenos cazadores de ofertas en América! ¡tienes que enseñarme algunos trucos, chico!” y a Ron se le ponen las orejas como tomates, pero sonríe (hay hasta un atisbo de orgullo en la sonrisa, porque una cosa es no tener dinero y otra muy distinta “saber cazar ofertas”).
En la puerta de Madam Malkin’s (“no hace falta, Hagrid, trajimos suficientes túnicas”), Harry descubre la primera figura ingratamente familiar del viaje. Debe estar en sus veintipocos (menos mal, no tendremos que verlo en clase) y se prueba una túnica detrás del cristal. Lleva el cabello más corto y tiene 20 años menos, pero el gesto de superioridad es inconfundible (y hereditario). Lucius Malfoy lo atrapa mirando y alza una ceja. Harry le devuelve una mirada de odio antes de voltear.
- Florean Fortescue,- dice Hagrid, siguiendo la mirada de Hermione a través de la calle.- Los mejores helados de Inglaterra, se los digo yo.- Y como sintiendo la tristeza en el ambiente, agrega- vamos, hoy invito yo.
Es típico de Hagrid, pensar que están tristes porque no tienen dinero para un helado.
Se sientan en las mesas de la calle con conos de tres sabores, mirando a la gente correr de un lado a otro (como hacían antes de que la guerra convirtiera el Callejón Diagon en un pueblo fantasma).
*
- ¿Malfoy?- pregunta Ron, con un gesto de asco que no tiene que ver con el cono de nieve (verdadera) que disfrutan bajo un árbol a la salida de Hogsmeade.
Septiembre está por llegar y esas reflexiones que han estado evadiendo durante semanas empiezan a volverse ineludibles.
- Sí. Está más joven, pero tiene la misma cara de idiota.
Ron se ríe, pero Hermione interrumpe, seria.
- Malfoy no es el problema,- dice.- Es mayor que Sirius y Lupin, no vamos a tener que verlo. El problema es la gente con la que sí vamos a tener que relacionarnos.
- Colagusano,- dice Ron con asco, y a Harry se le retuercen un poco las vísceras.
- Snape,- dice Hermione, y los dos voltean a mirarla.
Snape.
- No pueden tocarlos. ¿Lo entienden?
Snape lleva 6 años torturándolos en clase, es responsable de que Voldemort supiera de la profecía (es responsable de la muerte de sus padres) y es un maldito traidor. Snape mató a Dumbledore. Lleva meses soñando con ponerle las manos encima y ahora resulta que no puede...
- Lo entienden, ¿verdad?- suplica Hermione.- Si alteramos la línea de tiempo de forma drástica no podremos volver a casa. La Orden confió en nosotros, no podemos…
- Lo entendemos,- dice Ron entre dientes.
- ¿De verdad lo entienden? Porque…
- Ha dicho que lo entendemos,- la corta Harry, que de pronto no tiene ganas de conos de nieve.- Vamos, ya es tarde.
Desde el camino puede verse la Casa de los Gritos, y hay un silencio denso mientras el trío piensa en todas las otras cosas con las que no puede interferir.
- Harry,- dice Ron, pensativo,- ¿no dijiste que los gryffindors le hacían la vida imposible a Snape en el colegio?
Se miran y sonríen. De pronto el camino se hace mucho más ligero.
*
Esa noche, Harry sueña que Snape es el nuevo director de Hogwarts y que Ginny le da galletas a Hedwig en la cocina de la Madriguera, mientras el señor y la señora Weasley discuten si debe o no volver a la escuela.
*
If you know who you are
Easy does it. Supertramp, 1975.
- ... una oportunidad muy especial y espero que los hagan sentir en casa.
Las últimas palabras del discurso de bienvenida de Dumbledore van dedicadas al trío de “estudiantes americanos” que espera de pie frente a la mesa de profesores, de cara al gran comedor, siendo examinados por todos los ojos de la escuela.
Bueno, piensa Harry, al menos es una situación familiar.
- Ahora, dejemos que el sombrero nos diga cuál será su destino en Hogwarts.
Aquella también es una situación familiar. Una que no lo deja tranquilo desde su primera entrevista con Dumbledore, cuando supo que volvería a ser seleccionado.
- ¡Hermione Granger!- lee McGonagall, y Hermione avanza respirando hondo.
Es solo un segundo. Se pone el sombrero y abre los ojos, grandes como platos. Está pálida y los mira con cierta desesperación, sacudiendo la cabeza, murmurando algo que Harry no alcanza a oír. Pero es solo un segundo. Luego Hermione respira aliviada y el sombrero grita…
- ¡GRYFFINDOR!
- Tal vez es por la edad… - murmura mientras avanza hacia la mesa roja.- El sombrero está acostumbrado a evaluar niños de...
- ¡Harry Potter!
Hay murmullos en la mesa de Gryffindor ante su nombre, pero Harry está acostumbrado y no se da cuenta. Avanza nervioso y Ron tampoco se ve bien. De pronto la selección no parece la “mera formalidad” que Dumbledore describió hace un mes.
- ¿Otro gryffindor?- dice el sombrero, y Harry respira.- Y sin embargo… tus cualidades de slytherin son notables.
Aquí vamos de nuevo.
- Por favor, en Slytherin no.
- ¿Problemas con Slytherin? Es cierto que ha producido algunos magos oscuros, pero magos muy importantes han salido de allí.
- Por favor, ponme en Gryffindor. Es mi casa. Ponme en Gryffindor.
- Sí, puedo verlo. Eres valiente y leal. Cualidades de un gryffindor, sin duda. Pero también, cualidades muy necesitadas en Slytherin...
- Por favor, por favor no me pongas en Slytherin.
Tal vez Hermione tiene razón. Tal vez es la edad.
- Mmm… ¿No te parece que estás un poco mayor para albergar tantos prejuicios? Tal vez te haría bien ver el mundo desde otra perspectiva.
Desde otra…
- Y por eso te pondré en… ¡SLYTHERIN!
- No…
Los siguientes segundos son un poco confusos. El mundo parece moverse en cámara lenta. Los sonidos llegan como desde lejos. La mesa de Slytherin aplaude. La mesa de Gryffindor lo mira con recelo. Hermione parece completamente perdida (Harry se reiría de su cara, si algo de todo esto fuera divertido). Ron parece más horrorizado que él mismo.
Siente vagamente que McGonagall le da palmaditas en la espalda.
- Vamos, Potter... tienes que pararte.
Desde la mesa de profesores, Albus Dumbledore lo mira intrigado.
*
- ¡Ronald Weasley!
Avanza temblando de pies a cabeza. Porque el sombrero está loco. Tiene que ser eso. ¿Por qué sino iba a…?
- ¡GRYFFINDOR!- grita el sombrero en cuanto toca su cabeza.
Su sonrisa aliviada se borra en el instante en que cruza la mirada con Harry. ¿Se siente culpable por quedarse en Gryffindor? No, no es eso. Se va a separar de su mejor amigo por primera vez en 7 años... para dárselo a las malditas serpientes.
¡¿Qué le pasa al sombrero?! ¡Harry no es un slytherin!
Quiere decírselo. Quiere encontrar la manera de que el maldito sombrero cambie de opinión. Pero cuando se da cuenta, McGonagall lo está empujando hacia la mesa de Gryffindor y Hermione estira un brazo para guiarlo a la silla de al lado.
Le coge la mano y se sientan en silencio, los ojos fijos en la mesa verde del otro lado de la habitación, y en el nuevo alumno de séptimo curso, que intenta evitar el contacto visual con sus compañeros.
*
- ¿Potter, verdad?- pregunta un tipo grande como un ropero.- ¿No estarás relacionado con ese traidor a la sangre?
Y en su primer momento de lucidez desde que el sombrero dijo la barbaridad que dijo, Harry comprende que el resto de su estadía depende de cómo responda a esa pregunta.
- No sé de quién hablas,- dice con gesto desinteresado.
Y ya está. Es todo. Ha pasado la prueba de supervivencia.
… Solo que en el segundo siguiente, la mirada de aprobación de aquel gorila puede más que su sentido común.
- Aunque mi madre es de familia muggle, así que supongo que encajo como “traidor a la sangre” de todas maneras.
Desde algún lugar de la mesa, dos ojos negros voltean a mirarlo.
*
- No puedo creerlo,- repite Ron, que sigue en la etapa de negación (y seguirá por un tiempo, sospecha Hermione, que ha pasado a la etapa de la rabia y quiere hacer jirones el sombrero).
Una muchacha se acerca y distrae su atención con una sonrisa.
- Hola. Bienvenidos.
Una muchacha pelirroja con los ojos de Harry.
- E-eres...- empieza Ron, asombrado.
- ¡El Premio Anual!- interrumpe Hermione, señalando la placa en el pecho de Lily y deseando secretamente noquear a Ron.
- Pues sí,- responde ella, orgullosa.- Mi nombre es Lily Evans. Si tienen algún problema, pueden acudir a mí. ¿Van a séptimo, verdad? Seremos…
- ¡Evans, preciosa!- A Lily se le cae la sonrisa.- No estarás aburriendo a los americanos con las reglas de Hogwarts, ¿o sí?
El muchacho (que podría ser hermano de Harry... pero de hecho, es su padre) intenta pasarle el brazo sobre los hombros a Lily, que se lo saca de encima en un segundo. Él suspira y se encoge de hombros con una sonrisa confiada (y a Hermione se le ocurre que toda esa gente que dice que Harry es idéntico a su padre no sabe muy bien de qué está hablando).
- James Potter, capitán del equipo de quidditch,- dice, extendiendo la mano.
- Y Premio Anual, por lo que veo,- responde Hermione, estrechando la mano ofrecida.
- Ah... sí, eso también,- dice él, señalando la placa sin interés.
Hermione intercambia una mirada con Lily, que obviamente tampoco entiende cómo el “capitán” establece sus prioridades.
- Hermione Granger.
- ... Ron Weasley,- dice Ron, que todavía no parece salir del shock de estar frente a los padres muertos de su mejor amigo.
- ¿Qué pasa aquí?- dice de pronto un chico alto, que llega seguido por otros dos.- ¿No estamos invitados a la fiesta?- Se para junto a James con una sonrisa brillante y los “americanos” se quedan de piedra.
Sirius Black no se parece en absoluto al hombre (flaco y consumido por 12 años en el infierno) que conocieron alguna vez. Es alto y atlético, y el cabello negro le cae sobre los ojos con cierto aire elegante. Sobre esos ojos grises que alguna vez parecieron (parecerán) vacíos y ahora brillan divertidos.
- ¿No vas a presentarnos a la nueva dama?- dice, con esa sonrisa confiada que alguna vez (tan pocas veces) vieron en “Hocicos”. Acompañada del modelo completo, parece más confiada, más peligrosa que nunca. Devastadora.
- Pues no sé, Canuto... Acaba de llegar, no quiero asustarla.
El más bajito del grupo celebra la broma, pero se calla en el segundo en que Sirius levanta una ceja.
Mejor, piensa Ron, que no tiene ningún ánimo de escuchar a la rata. Lo mira con odio un segundo, pero reacciona en cuanto ve a Sirius acercarse a su compañera de viaje.
- Sirius Black, un placer,- dice, con esa condenada sonrisa.
- Hermione Granger,- contesta ella, ruborizándose un poco.
¡¿Se volvió loca?! ¡Es Hocicos! ¿Puede dejar de sonreírle ya?
- Ron Weasley,- interviene entonces, extendiendo una mano que Sirius se ve obligado a tomar.
- Vaya, vaya... Parece que la dama está tomada. Llegas tarde, Black,- ríe James, y los dos viajeros se ponen como tomates.
- Déjenlos ya,- interviene una voz conciliadora.- No les hagan caso, son así con todo el mundo.
Se le ve mucho más joven y menos cansado (y con una luz interior completamente desconocida)… pero hay algo en Remus Lupin que va a hacer muy difícil evitar llamarlo “profesor”.
- Lunático,- Sirius pasa un brazo sobre sus hombros con toda la elegancia de un heredero de la casa Black,- no deberías hablar así de tus amigos. ¿Qué van a pensar nuestros nuevos compañeros?
Lupin rueda los ojos, pero sonríe.
- Remus Lupin, dama y caballero,- continúa Sirius sin soltarlo,- conciencia oficial del grupo.
- Bienvenidos a Gryffindor,- agrega Lupin con amabilidad.
- La mejor casa de Hogwarts,- interrumpe James, acaparando de nuevo la atención.- Lástima lo de su amigo,- agrega, como quien da un pésame.
Ron no podría simpatizar más con el sentimiento.
- No nos lo explicamos,- dice.- Harry no es un slytherin. No tiene sentido.
Hermione suspira.
- Pero debe tenerlo,- dice bajito.- Tiene que haber alguna razón por la que…
Ron la mira como si de pronto le hubieran salido ocho patas peludas.
- Pues a mí me parece muy simple,- corta la voz despreocupada de Sirius.- Si está en Slytherin será que en el fondo no era tan confiable como pensaban.
- Harry no es un slytherin,- repite Ron, con las orejas encendidas.
- Pues a mí me parece que sí,- insiste Sirius, señalando con un gesto el otro extremo del comedor.- No te atormentes por eso... las serpientes no lo valen.
Ron tiene la mano en la varita cuando escucha el grito.
- ¡Protego!
Salta sobre la mesa a tiempo para ver un chispazo rojo rebotar contra su amigo. Además del gorila que lanzó el ataque, tres serpientes más han desenvainado.
Apunta y grita lo primero que le viene a la cabeza.
- ¡Expelliarmus!
Del otro lado del gran comedor, el gorila pierde la varita.
Harry se para de un salto para enfrentar a los demás. Uno de los atacantes queda de pronto colgado en el aire.
- ¡Locomotor mortis!- grita una serpiente, y Ron cae al piso en plena carrera hacia la mesa de Slytherin. Pero todavía logra lanzar un Tarantallegra, de modo que su atacante está bailando alrededor de la última serpiente en pie cuando una voz autoritaria detiene el combate.
- Finite incantatem.
Un slytherin cae al piso, otro detiene su baile y Ron puede al fin levantarse.
- Caballeros,- continúa el director,- no sé cuáles son las circunstancias que han llevado a esta lamentable situación, pero los dejaré volver a sus asientos solo por tratarse del inicio de curso. Espero sinceramente que ésta no sea una muestra de cómo piensan comportarse durante el resto del año.- Vuelve a sentarse.- Los espero en mi oficina después del banquete.- Y continúa comiendo tranquilamente.
Ron mira a Harry, que asiente con confianza.
No te preocupes, dicen los ojos verdes, puedo cuidarme.
No estás solo, le recuerdan los azules, antes de girarse y volver a su mesa.
… Donde avanza directamente hacia Sirius (que tan cerca de Ron, no parece tan alto).
- Escúchame bien, Black. Harry es mi mejor amigo y no es ninguna serpiente. No quiero volver a escuchar algo así, no me importa de dónde puedas escaparte tú solito o a cuántos mortífagos te hayas llevado de encuentro.
Dicho esto, se sienta y empieza a comer, dejando a los Merodeadores demasiado confundidos para responder (¿escapado? ¿mortífagos?).
Hermione se plantea usar un hechizo silenciador la próxima vez que Ron abra la boca, pero finalmente sacude la cabeza, se sienta a su lado y alza una ceja.
- ¿Expelliarmus?
El pelirrojo se atora un poco y sonríe.
- Hey, es el hechizo más importante que un duelista debe conocer.
*
Antes de acabar el banquete, el rumor ha alcanzado todas las mesas. El nuevo de Slytherin es mestizo y se ha buscado un pleito con el bateador estrella de su casa por no permitir que llamara “sangresucia” a su madre.
En un rincón de la mesa de Gryffindor, cuatro miradas viajan de un slytherin de ojos verdes a dos nuevos leones, procesando la información.
En la mesa de Slytherin, el centro de los rumores empieza a sentir dos ojos negros sobre él, e intenta controlar la rabia en sus venas.
*
(And you believe at heart) Everyone’s a killer
Dogs. Pink Floyd, 1977.
- No sé qué hacer.
Se encuentran en la puerta del Gran Comedor, antes del desayuno. Ron coge algunos pastelillos y se sientan a la entrada de uno de los jardines.
¿Va a ser así hasta que vuelvan a casa? Porque no se les ocurre cómo podrían sentarse los tres a la misma mesa sin que alguien termine en la enfermería.
- Esperamos toda la noche, pero McGonagall dijo que estabas seguro y no nos dejó salir... ¿de verdad estás bien?
- Sí,- asiente Harry.- Slughorn nos acompañó a la sala común y no pudieron tocarme. Es el jefe de la casa. Es una pena que aquí no sea famoso,- agrega con sarcasmo,- me ahorraría muchos castigos.
Hermione hace una mueca. Si Harry está haciendo ese tipo de comentarios, es que no está nada bien. Bueno, no es para menos.
- La sacaste mejor que yo, hermano. Solo tienes que lavar calderos. McGonagall me mandó a limpiar la enfermería. ¿Te acuerdas de la última vez?- La cara de Ron es indescriptible. Hermione se muerde la lengua (la última vez se lo tenían merecido).
- ¿Por lo menos pudiste dormir?
- Algo. Slughorn dijo que no me tocaran, pero me puse la capa de invisibilidad y dormí en la sala común, por si acaso.
- ¿Y qué vas a hacer esta noche?- pregunta Ron.
- Estaba pensando en la Sala de Menesteres.
- Sí, es buena idea.
- ¿“Es buena idea”?- pregunta Hermione, con ese tono suyo de madre regañadora.- ¿Y qué tal mañana? ¿Te vas esconder hasta que volvamos a casa?
- Bueno,- responde Harry fastidiado,- también puedo batirme con todo Slytherin.
- Lo que deberíamos hacer es ir y aplastar a esas cuatro serpientes una por...
- ¿Y después qué, Ron? ¿Vamos a “aplastar” a todo Slytherin? ¡Harry tiene que vivir con ellos! ¡Entiéndelo de una vez!- No es justo gritarle. No es culpa de Ron. Pero vinieron para estar más seguros y ahora Harry tiene que esconderse para dormir, y para eso mejor se hubieran quedado.
Respira. Solo respira.
Harry esconde la cabeza entre las manos.
- No es justo,- murmura (y todos sus sueños rotos, todos los sacrificios, todos los enemigos gratuitos, todas las mentiras del Profeta, se cuelan en esa voz).
No lo es.
El plan A, por supuesto, era hablar con Dumbledore. Pero según los chicos, Dumbledore está muy contento de tener a Harry en Slytherin (“pertenecer a dos casas rivales… fascinante; lo envidio, señor Potter, no todos tenemos la posibilidad de caminar en los zapatos de otro”) y muy esperanzado en que Harry y Rosier “aprenderán a llevarse bien con el tiempo”.
Típico.
Ron y Harry parecen convencidos de que el plan B involucra muchos duelos y que Harry pase a la clandestinidad. O convencer al sombrero de que cambie de opinión, cosa que nunca ha sucedido en la historia de Hogwarts (o no había sucedido hasta la noche anterior).
Hermione, por supuesto, tiene un plan C.
- Lo que necesitamos es una manera de que encajes... Sí, Harry, que encajes. No me mires así. No vinimos hasta aquí para que termines en San Mungo por culpa de una pandilla de mortífagos en entrenamiento.- Harry se ríe de la ironía y vuelve a bajar la cabeza.- Hey, no todo es malo. Anoche conocimos a tus padres. Y a Sirius.- Ron hace una mueca, pero no dice nada.- Tú también vas a poder conocerlos, no importa en qué casa estés.
Harry ríe sin humor.
- Hermione, no soy idiota. Llevo 6 años en esta escuela. El único contacto que puedo esperar a tener con Sirius y mi padre mientras lleve esta cosa,- señala con asco la corbata verde,- va a incluir un viaje a la enfermería.
Hermione parpadea, perpleja, antes de responder.
- Entonces nunca entendiste qué representa Gryffindor,- dice Hermione, y calla a Ron con un gesto antes de que abra la boca.- Hay rumores por toda la escuela sobre el slytherin mestizo que se bate a duelo por su madre muggle. ¿Realmente crees que hay un gryffindor que no vaya a apreciar algo así?
Harry lo piensa un momento y sonríe.
- ¿Tú crees?
- Por supuesto. Solo necesitamos un plan para mantenerte seguro. Lo demás va a resolverse solo.
- Sigo pensando que lo primero sería aplastar a esos cuatro.
- ¡Ronald!
Se levantan y siguen discutiendo mientras avanzan hacia sus respectivas clases. Ninguno nota los ojos grises que siguen sus movimientos a la distancia.
*
- No lo sé, Cornamenta... es una serpiente...
- Es una serpiente que se batió con Rosier por su madre, Canuto. Por su madre muggle.
- De familia muggle,- corrige Colagusano, que se ha enterado de cada detalle de la historia a pedido de James.
- Para las serpientes es lo mismo.
- Eso es verdad.
Remus escucha la conversación sin intervenir. No le gustan los prejuicios de sus amigos… pero lo cierto es que cuando hablan sobre Slytherin, suelen tener razón.
Le da pena “el otro Potter”, como han empezado a llamarlo... ¿A quién se le ocurre batirse con un gorila como Rosier el primer día de clases? Y aunque entiende que cualquiera defendería a su madre de un insulto (cualquiera menos Sirius, claro), tampoco es muy “slytherin” eso de ir proclamando que uno es mestizo. No parece una serpiente en lo más mínimo.
- Yo concuerdo con James,- dice sin darse cuenta, y todos lo miran con sorpresa. Remus nunca se mete en las discusiones entre James y Sirius.
- ¿Tú crees?- pregunta Sirius.
- Pues...- Sirius tiene esa cosa, de la intensidad. Esa cosa de mirarte como si fueras la única persona en el mundo (esa cosa que hace con todos). James dice que parece Canuto en posición de “atención”. Pero Remus nota la diferencia. Básicamente, porque los ojos de Canuto no le traban la lengua.- Pues… err… sí, la verdad.
- Pues eso zanja el asunto,- dice James estirándose y emprendiendo la marcha hacia los invernaderos.- Tres contra uno.
- ¡Colagusano no ha votado!
- Colagusano está de acuerdo conmigo. ¿Verdad, Colagusano?
- Por supuesto,- asiente Peter.
- Por supuesto, oh gran James, amo y señor,- lo imita Sirius. Luego le pasa un brazo sobre los hombros a Remus. Lo hace mucho últimamente.- Lunático, ¿por qué me has abandonado?- dice con gesto de dolor.
- No te he abandonado,- responde Remus. Y no sabe por qué se sonroja cuando lo dice, o por qué de pronto le importa que Sirius no tenga respeto por el espacio personal. No es como si alguna vez lo hubiera tenido.
Esto solía ser tan simple. Lúnatico, Colagusano, Canuto y Cornamenta, escondiéndose en pasajes ocultos y compartiendo secretos. Solo que los pasajes del castillo parecen cada vez más estrechos (y hasta el Gran Comedor es un poco sofocante, si Sirius se sienta al lado) y hay secretos que Remus no comparte con el grupo (si bien no tiene del todo claro cuáles son).
*
La primera clase de Harry es pociones. Por supuesto. Se sienta del lado de Hufflepuff, con una chica que parece tener tantos problemas para mezclar una poción como él. Afortunadamente, sin más fama por la que responder que “el slytherin mestizo”, Slughorn no le presta mayor atención.
Quién le presta atención, por supuesto, es Rosier. Nada grave, en realidad. Ninguna maldición, ni siquiera una zancadilla. Solo una sonrisa de medio lado y un “¿dormiste bien, mestizo?” que le hace hervir la sangre y le recuerda que un gryffindor no se esconde de nadie y que ha vencido a mortífagos bastante mejor entrenados.
Cuando llega la hora de almuerzo, cruza la puerta del Gran Comedor y avanza hacia la mesa de Slytherin, bajo la mirada preocupada de Hermione (y horrorizada de Ron).
Se sienta junto a una chica delgada que le lanza una mirada altiva por encima del hombro y sigue cortando el asado en pedacitos.
- ¿Eres el americano, verdad?- dice de pronto.
- Sí,- responde él, sirviéndose jugo.
Ella lo observa un momento.
- Alicia Zabini,- dice, y Harry se queda un poco sorprendido.
- Um… Harry Potter.
- Lo sé, lo dijeron anoche.- Hay algo en su tono que deja claro que se refiere a la presentación formal, no a los chismes. Hay algo en toda su postura que deja claro que “una dama de su posición no se interesa en chismes”. Harry no sabe si le gusta o no.- ¿Eres pariente del Potter de Gryffindor? Se parecen mucho.
- No. No lo conozco.
- Mmm… mejor. Ese tipo es insoportable.
No, entonces.
- Ten cuidado, Alicia, se te van a pegar las pulgas,- suelta Rosier desde su esquina. Ella le lanza una mirada poco impresionada.
O tal vez sí.
- No les hagas caso. Los hombres son idiotas. Sin ánimo de ofender.
- No te preocupes.
- Se les va a pasar, pero te van a cobrar caro el derecho de piso. En serio, son peores que nosotras. Si pudieran, orinarían alrededor de la mesa.
- Er… ¿Sabes que esto no es porque sea nuevo, verdad?- pregunta Harry, que empieza a entender la amabilidad. A lo mejor no estaba anoche.
Ella levanta una ceja y lo estudia con curiosidad.
- ¿Y por qué crees que es?
- Pues… porque soy mestizo.
Alicia ríe. Harry no entiende qué es tan divertido.
- Potter… la mitad de los que están sentados en esta mesa son mestizos,- dice en voz baja.- Por supuesto, yo jamás dije algo así,- aclara, muy digna.- No, Potter, no. Esto no es nada más que el juego más viejo del mundo.- Al ver la cara de Harry, suelta un suspiro que dice “no puedo creer que tenga que explicar esto” y sigue hablando.- Slytherin es una jerarquía. Estás por encima de alguien o estás por debajo de alguien. Rosier es un matón y la única manera que tiene de estar encima es intimidar. Es una estrategia válida, supongo.- Su tono deja claro que es una estrategia muy burda para ella.- Pero solo funciona hasta que el otro encuentra una mejor. Tengo buen ojo para la gente, Potter. Y tú vas a encontrar una mejor. Cuando eso suceda,- agrega, mientras se levanta de la mesa,- espero que no te olvides de los que te dieron la mano cuando estabas abajo.
Y dicho esto, extiende una mano, que Harry estrecha confundido.
***
Parte 3