Chiririncas

Aug 25, 2011 18:21

Y ya que ando en mis tribulaciones forenses, les dejo algo que escribí en el 2008, cuando andábamos metidos en un caso que nos dejó a todos un poco golpeados. Una crónica, más que un original, porque las cosas que dice son todas ciertas y los personajes son todos gente real.

No sé si decir "espero que les guste", porque con eso de que es real, no sé si es el tipo de cosa que a uno "le gusta". Pero habla de algunas cosas que importan en mi vida, y otras que importan en la vida de otros, y algunas que si le importaran a más gente nos ayudarían a construir un mundo más justo.

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Chiririncas

Las chiririncas son unas moscas grandes que viven en los cementerios. Como siguen a los muertos, se dice que anuncian la muerte, por esas confusiones de causa y efecto en que incurre a veces el conocimiento popular.

Cuando llegaron las cajas de la exhumación (antes, mucho antes de que llegaran los ataúdes), el árbol del patio se llenó de chiririncas, grandes y brillantes. El guardián se pegó el susto de su vida, pero a los forenses les encantó la anécdota, y decidieron voltear el significado.

Desde entonces, usan el nombre para referirse a los muertos que los siguen a ellos.

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- ¿Tus hermanos están vivos?
- No… dos están muertos y…
- Ya, pero ¿cuáles están vivos?

A veces, en el esfuerzo por resolver un problema, uno se olvida de las razones por la que se esfuerza en resolverlo.

Parece que Rossy se va a romper en cualquier momento. No ha mejorado desde la exhibición de prendas, hace ya un mes.

Reconoció 5 prendas esa tarde (el pantalón de su hermano, la camisa del vecino, la camisa del esposo de una amiga, la chompa de un amigo de su hermano, un par de zapatillas), llorando como una Magdalena. Fue necesario corroborar su testimonio dos veces, por eso del “frágil estado emocional”. (Su hermano desapareció un día de feria en el pueblo, llevado sin mayor motivo que estar en el lugar equivocado en el peor momento. Se lo llevaron junto a varios vecinos. Lo último que supo de ellos fue que los habían matado en la selva. Sabe dónde está la fosa, pero nunca ha visto el cuerpo.)

- ¿Lugar de residencia?
- El estadio.
- ¿Cómo “el estadio”? ¿Qué número?

Rossy carga una guagua de meses en la manta de colores. Tiene otra de dos años esperando con una amiga. Dejó a su marido hace menos de 6 meses, porque le pegaba. Trabaja y duerme en su puesto del estadio.

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Se calcula que en el Perú hay más de 15000 desaparecidos.

“Desaparecido” significa que alguien te llevó un día y no se volvió a saber de ti.

Pero “desaparecido” también puede significar que todos saben que te mataron, que te quemaron, que te enterraron, que los perros te comieron, que tu propia madre tuvo miedo de recoger tu cuerpo, que tus hijos te enterraron en la chacra, y nadie aceptó la culpa. Que alguien miró a tus hijos a los ojos, pistola en mano, y les dijo que nadie te había llevado, que nadie te había golpeado, que nadie te había matado, que no estás bajo esa tierra, que tu madre no vio como te comían los perros, que ellos mismos no enterraron tus restos en la chacra.

“Desaparecido” puede significar que durante 20 años se negó tu muerte.

Puede significar, incluso, que se negó tu existencia.

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Hay 92 ataúdes blancos apilados en columnas de 6 en la sala de reuniones (no cabrían de otra manera). 28 de ellos llevan nombre propio. 64 llevan un código. El código de la niña del vestido amarillo se lee “C225” (pero en realidad dice “ésta es una niña de 7 a 9 años, llevaba un vestido amarillo cuando la mataron de un balazo, estaba cambiando los dientes, no sabemos su nombre; tratamos, pero los huesos son viejos, ha pasado mucho tiempo, era muy difícil… es solo una niña, hubiéramos querido saber su nombre”). Otros códigos dicen cosas parecidas.

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Por fuera, Melli parece la más normal. Lleva 10 años en el trabajo y no va a terapia, acaba de casarse y quiere tener hijos, le gusta Janis Joplin y cantar a Silvio, le duele el dolor ajeno, pero sonríe siempre que ve a alguien sonreír. Tiene cierta obsesión con los huesos. Fue la primera en usar el término “chiririnca”, y la que una vez soñó que trepaba a los techos de las casas de un pueblo, y los techos estaban llenos de cadáveres desnudos, pero los testimonios indicaban cuerpos desmembrados, y entonces bajaba por la escalera y subía al siguiente techo. También fue la que vio a la niña del vestido amarillo correr entre las cajas, pero como le pareció una linda niña, no se asustó.

Carmen y José Pablo, por otro lado, no vuelven al Hotel Santa Rosa desde esa noche en que las mamitas los visitaron, densas y oscuras, entre las sombras.

Mari dejó el té hace unos meses, por eso de la ansiedad. Más o menos por la época en que le tocó examinar aquel cuerpo de la joven discapacitada (como su hermano).

Durante la exhumación, en el campamento, Franco soñó que estaba en la fosa y los soldados le disparaban. A Marce, hasta ahora, solo la han “visitado” para pedirle flores. Katya prefiere no dormir sola, pero se fuerza. Oscar, hasta donde se sabe, solo sueña con zombies de vez en cuando, al más puro estilo de George Romero.

También está Juani (en Bosnia, una noche, sintió de pronto que todo el mal del mundo era una sombra, cerrándose sobre su cama, apretando sus pulmones, comiéndole la vida… y a veces, todavía le parece que no lo imaginaba).

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- Yo soy un científico,- dice el Director del Laboratorio de ADN, venido desde los Estados Unidos. - Ésa es la manera en que puedo ayudar. Hay información que necesito de los familiares, pero cuando empiezan a contarme sus problemas siento que pierdo tiempo que podría usar en ayudarlos.

Se calcula que en el Perú hay más de 15000 desaparecidos. Algunos tienen hermanas como Rossy, que se quiebran (y te quiebran). Algunos tienen hermanas como Gisela, que cuenta la historia con ojos que llevan la fuerza del agua y el viento y la arena excavando la roca (y entonces sabes que tendrán justicia). Algunos tienen hermanas como Maura, que todavía sonríe con miedo (y nunca con los ojos). Algunos tienen hermanas como Carmen (y entonces nunca están realmente muertos).

A veces, en el esfuerzo por resolver un problema, nos olvidamos de las razones por las que nos esforzamos en resolverlo.

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La señora Marina no habla una palabra de castellano. Se entiende con los forenses entre señas y risas. Camina del brazo de Marce, se sube en la camioneta con Franco, les invita las papas más ricas del mundo en medio de la puna, mientras examina las prendas expuestas al aire libre, buscando algo que haya podido llevar Rita aquel día, hace 25 años.

En un mundo distinto, Rita tendría 35 años.

En la memoria de Marina siempre tendrá 10, las mejillas quemadas por el sol y los ojos brillantes.

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Marce y Franco tienen esta broma acerca de las preguntas que debería llevar una entrevista de trabajo para forenses latinoamericanos.

- ¿Ha seguido alguna vez tratamiento psiquiátrico?
- Sí.
- ¿Cree que lo necesita?
- Sí.
- Contratado.

Hay que estar un poco mal de la cabeza para dedicarse a examinar muertos. Pero hay que estar muy mal de la cabeza para dedicarse a examinar muertos que abren surcos en tu propia tierra, con familias que lloran y sangran, con historias que oculta la historia, por tu propia voluntad y porque encima crees que puedes conseguir algo.

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Entre los 28 nombres está el de Rita.

¿Qué hace uno frente esta noticia, que llega por correo electrónico en un cuadro de Excel, entre códigos, comentarios y otros 27 nombres que generan las mismas emociones confusas?

¿Se siente uno triste? ¿Aliviado? ¿Satisfecho porque ha terminado una parte del proceso? ¿Ha terminado, realmente, esta parte del proceso? ¿Es posible desligarse ahora? ¿O estamos para siempre ligados a las vidas de Rita y Marina, Leocadia y Aurelio, Reynalda, Elberto, Anatolia, Juan…?

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El ambiente de la oficina cambia en el segundo en que los ataúdes desaparecen. Meses, entre cajas codificadas y ataúdes blancos, los restos “descansaron” junto a la sala de reuniones, llenando el jardín de chiririncas y la escalera de pasos vacíos.

A Marce le parece que, por primera vez en meses, la oficina se siente como una oficina, que el aire se respira (no el plomo, sino el aire, no el peso de la tierra, sino el aire, no las vidas que no fueron, sino el aire).

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92 ataúdes blancos suben al camión (“con cuidado, señor, que no son cajas, son personas”). 92 ataúdes blancos bajan al patio de la Fiscalía, se ordenan en grupos familiares, en códigos correlativos, se entregan a la comunidad. 92 ataúdes blancos viajan hasta el cementerio, entre música, parlantes, discursos, plegarias, afiches y volantes. 92 ataúdes blancos descansan bajo la tierra.

¿Ya?

¿Ha terminado?

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Rossy carga una guagua de meses en la manta de colores. Tiene otra de dos años esperando con una amiga. Todavía duerme en su puesto del estadio.

Su hermano desapareció un día de feria. Se lo llevaron junto a varios vecinos. Sabe dónde está la fosa, pero nunca ha visto el cuerpo.

forense en entrenamiento

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