Autor:
meztli_luTitulo: Una terraza en Berna
Tema:#5 Vergüenza
Tabla:
SentimentalClaim:Natasha Alfroskaya/Bielorrusia
Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, más que el fic.
Rating: Hetero. General y un ligero tinte de erotismo.
Resumen: Un pequeño descanso en medio de una de las reuniones internacionales. Natasha es observada por el mayor enemigo de su hermano en una escena muy poco habitual.
Nota:Por más extraña que se les haga esta pareja AlfredxNatasha (personalmente me gusta mucho) no lo es… hay una pagina japonesa dedicada a ellos, fanarts, DJ y aunque seamos pocas y locas las pobres que nos guste esta pareja extraña, hay mucho material. No sé de donde sacaron la idea, probablemente del fandom, digo, usualmente las japonesas y otras sacan sus ideas raras por alguna mínima situación del personaje. Así que si quieren o si les interesa les paso la pagina, no miento. :P
Ahora si ya no escribí a las tres de la madrugada :P así ya pude notar los desvaríos de errores, si hay otro con gusto me lo decís, con lindo tacto y galletitas de almendras. Otra cosa, la verdad que ya me comían las ganas por escribir de estos dos, si me animo, aunque nadie lea, haré una tabla de esta pareja. Por que me gusta las cosas diferentes :P y raras. Hacen tan linda pareja.♥
Una terraza en Berna
Más de tres horas encerrados en la sala de juntas sin algún descanso, mortificaba a cualquiera. Era verano y el calor en casa de Suiza pesaba más. Las ventanas no eran suficientes para aplacar el molesto sudor en la frente y dejar de sofocarse. Alfred desesperado, pidió un break como él le llamó. Todos tomaron la palabra.
Cada nación se trató de relajar de la mejor manera que pudo. Alfred comentó algo sobre sus piernas entumidas y salió de la sala a buscar aire fresco. Así mismo, Ivan pidió a Toris un vodka en las rocas o algo que lo refrescará, pero estaba tan ocupado atendiendo a todos que tardaba demasiado. Y Natasha como siempre se ofreció.
Desgraciadamente no conocía aquel edificio. Terminó perdida al buscar la cocina pero era bastante orgullosa como para pedir ayuda a alguno de los banqueros que andaban cerca. Al final terminó entre un pasillo y las escaleras que daban al piso de abajo. Se tronó los dedos con desesperación. Su hermano quería algo refrescante, tenía que llevarle por lo menos un hielo, algo que no la hiciera quedar mal o Ivan creería que era una inútil y seguiría viendo a Toris como su único y fiel sirviente; quizá algo más.
Golpeó el suelo con sus tacones y tomó la dirección hacía el pasillo. Miraba por todas partes buscando una cocina, una puerta, un camino. No encontró nada más que una terraza con una vista perfecta de la ciudad de Berna. Quedo cautivada por el panorama que olvidó el pedido de su hermano. El aire fresco proveniente del mediterráneo revolvía su cabello y levantaba ligeramente su vestido. Nunca había sentido esa sensación de calor ni el aroma de la frescura del verano. Al igual que Ivan, estaba acostumbrada al frío. La casa de Suiza tenía una humedad peculiar y desconocida que la llevó a quitarse los zapatos que apretaban más sus delicados pies. De la misma manera se deshizo de las medias y ligas que sostenían éstas y las navajas. Colocó las prendas en la protección de la terraza. Dejó correr el aire entre sus piernas. Poco a poco bajaba la temperatura y se sentía cómoda.
- Que hermoso día. Tal vez nunca vuelva a ver uno igual- dijo con las manos en su vestido- llamaré a mi hermano al terminar la junta, tiene que ver esto…- sonrió de sólo imaginar aquella idea- le va a gustar tanto, él ama el sol aunque no lo acepte.
El viento arremetía con más fuerza enredando su cabello y haciéndola cerrar sus parpados. Suspiró, dejando que las diminutas partículas de oxigeno pasaran por su nariz, reteniéndolas por un segundo para dejarlas escapar de nuevo por las fosas nasales. El vestido se elevaba y no pudo evitar que se alzará demasiado hasta mostrar sus hermosos muslos de marfil y la ropa interior. Fue suficiente para ella. Buscó sus zapatos y las medias. Sin darse cuenta, el viento se había llevado hasta los seis cuchillos que siempre llevaba. Miró tres pisos abajo tratando de encontrar su ropa, pero no halló nada. Tal vez ahora volaba por el cielo sobre la ciudad. El aire seguía con intensidad hasta levantarle completamente el vestido.
- ¡Mis zapatos!- exclamó al no encontrarlos- ¿qué estoy haciendo?- se preguntó al girar sobre sus pies descalzos.
Sin embargo, no caminó, se quedo helada al ver a Alfred delante de ella. El viento seguía jugando con su falda. Natasha estaba completamente apenada y trataba de bajar la rebelde tela que volaba alrededor de sus piernas. El americano la miraba completamente atontado. Sus ojos no dejaban de mirarla con cierta lascivia. Recorría su cuerpo y en cada observación la desnudaba. Imaginaba más allá de lo que vio. Aunque Natasha no quería averiguarlo, Alfred había visto toda la hermosa escena de sus muslos y más arriba. Había encontrado la frontera con Minsk y algunos de sus muchos lagos. Sus labios entre abiertos, tratando de callar alguna palabra obscena, un halago o las gracias al viento por permitirle ver tanta belleza. Natasha quería desaparecer, igual y saltar por la terraza no era mala idea en ese momento. Estaba congelada frente al mayor rival de su hermano. Sintió más que vergüenza, una parálisis extraña en todo su cuerpo. Alfred no parecía querer apartarse. Lo notó tragar saliva y frotar sus manos por encima del pantalón con cierta insistencia. Aterrada pasó a su lado a toda prisa, con las mejillas hinchadas. Desapareció de su vista. Trató de correr pero no pudo, se quedó escondida en la esquina junto a un muro. Resbaló en la pared igual que una gota de pintura. Cubrió sus piernas con el vestido. La mirada pervertida de Alfred seguía en su mente. Su cuerpo comenzó a reclamarle con una sensación de suciedad, acto seguido por una rabieta. Otro que no era su hermano la había mirado más allá de lo que ningún ser viviente se hubiera atrevido. Desquiciada tiraba de sus cabellos y repetía: “Voy a sacarte los ojos maldito americano”
Nadie en el mundo debía tener ese privilegio más que su hermano. Nadie más podía mirarla o tocarla, sólo las manos toscas de Ivan. Y los ojos azules de Alfred no eran para nada un halago, sino una grosería, una vulgaridad sarcástica. Era el enemigo de su hermano. De la misma manera lo despreciaba.
- Te sacaré los ojos maldito americano- se repetía meciéndose, con los brazos rodeando sus rodillas. No podía controlar su histeria ni la vergüenza que la acompañaba. Era igual que si la hubiese tocado o algo peor. De sólo imaginarlo sintió nauseas y corrió a buscar un baño.
Finalmente lo encontró. Cerró la puerta de uno de los servició con seguro y con asco contenido más la paranoia de que Alfred la quisiera tocar algún día; vomitó. Al terminar, se recargó en el rincón aun costado del inodoro. Agitada todavía por la fuerza ejercida en su estómago.
- Maldito hijo de… voy a sacarte los ojos y te los haré tragar- decía con rabia-. No, le haré un favor a mi hermano. Primero voy a cortarte los testículos, degenerado, después te los haré tragar despacio, al final yo seré la que me coma tus ojos. Sí, eso haré, cuando menos lo esperes pervertido, te comeré como las flores carnívoras…- murmuraba completamente fuera de sí.
- Natasha, ¿estás bien?- preguntó una voz conocida del otro lado de la puerta- ¿a quien vas a sacarle los ojos?- reconoció la voz de Elizabetha. Rápido se limpió la boca con la tela blanca de su vestido y salió a lavarse la cara.
- Bien- contestó sin darle la cara.
Obviamente la ex esposa de Roderich no le creyó. Vio sus pies descalzos. A lo que la hermana de Ivan explicó que hacía mucho calor.
- De prisa, ya va a empezar de nuevo la junta- avisó la hermana de Vash asomándose con timidez por la puerta abierta.
- Enseguida vamos- respondió la húngara sin dejar de notar el aspecto de la bielorrusa.
Llegaron a la sala de juntas después de unos minutos. Natasha no habló, se guardaba esa venganza y disfrutaba su victoria aún si el estadounidense desconocía lo que quería hacerle. Al cruzar el umbral, por inercia las miraron. Alfred no pudo evitar tener una hemorragia nasal al ver a Natasha. Aquella actitud molestó a Arthur que enseguida comenzó a reprenderlo.
Podría huir, decir gracias por leer y hasta luego. Más en cambio daré las gracias por hacerme notar mis anteriores errores por escribir a las tres de la mañana. Como sea, espero que este texto no tenga tantos :P
Quejas, sugerencias, etc, etc. Se reciben en la alacena de la sopa de letras que juegan en un tazón. Bye