Tabla Vida Rokera #1 sexo

Dec 28, 2009 19:25

Autor: meztli_lu 
Tabla: Vida Rokera
Tema: #1 Sexo
Fandom: Original [Sangre en Fa Mayor]
Claim: André/Raúl/Octavio
Resumen: André y Raúl comprenden que el amor a la música es tan fuerte, que expresarlo con ejecuciones no basta.
Advertencia: obviamente, por el tema ya saben de que va.

Un gusto, soy nueva por aquí. La verdad es que desde que vi la comunidad (lamento no haberla visto antes) quede encantada con las tablas y enseguida a mi mente llegaron ideas malvadas. Empiezo a escribir una novela que tiene mucho que ver con la música. Así que decidí tomar practica y que mejor con esta tabla, así me desenvuelvo mejor con mis personajes y les marco su carácter poco a poco.

Ok, mi novela se llama Sangre en Fa Mayor, que es como el Fandom, ¿no? En fin, si quieren saber un poco más de ella, en mi LJ hay info ^_^ sino lo ven con gusto me preguntan o me agregan.
Un saludo

Carismático Contrabajo

Admiración, respeto, ambos sentimientos se confunden en su mente. Raúl estaba agradecido con André por invitarlo a ser parte del grupo. El bajista se había entusiasmado con él al verlo tocar la guitarra. Octavio, el baterista, tenía un buen presentimiento de aquella unión.

-Juntos conquistaremos el mundo- aseguró André sonriendo.

Si bien era una metáfora, había mucho de literal en esa frase. Existían muchas cosas que Raúl desconocía, pero por la música haría lo que fuera, lo que sea: vivía para ella. André lo convenció, ánimo su talento. Nunca antes el grupo había sonado tan perfecto, cuadrados, armónicos apropiados con la organización del viento. El contrabajista de ojos azules, sabía muchas cosas, incluso más que Octavio quien era el mayor. Sus conocimientos los debía a la experiencia y a los consejos de Garlinde, el futuro director de la Orquesta Sinfónica Nacional. Raúl siempre trató de aprender lo que podía de los tres. Aunque sin duda, André fue su mentor. Combinaciones de acordes, transportaciones, el sonido trece, la ambigüedad de un bemol y los olvidados motetes. Estaba fascinado con las partituras que empezaba a leer. Sumado a eso, el carisma de André que lo hacía tener un impacto sobre las mujeres y algunos hombres. La originalidad de su música lo volvía un ser único, alejándose de muchos bajistas. André mismo sabía de su capacidad y su ego se inflaba con el tiempo, pero jamás con sus compañeros.

Por la mañana del Martes en vacaciones de verano. Era día de ensayo en casa de André, un departamento modesto en la capital. Raúl era puntual cuando se trataba de música. Apareció con la ropa de siempre, pantalón negro y su misma camisa gris de Led Zeppelín. Caminaba descuidado, con el cabello alborotado cubriendo su frente y los lentes.

- Creo que no habrá ensayo- dijo André sacando una cerveza del frigobar- Octavio llamó, dijo que tenía un evento en el Centro de Artes y Oficios.

Raúl recordó que Octavio era profesor de batería y música en un centro cultural. Aparte de la banda, gustaba de dar clases y regalar a más Instrumentistas el poder de la melodía. Decepcionado, desconectó el cable de su guitarra del amplificador.
El carismático bajista ofreció una cerveza al menor. Raúl no aceptó, no tomaba, no fumaba y era virgen. Tenía dieciocho años, apenas si su madre lo dejaba alejarse del mundo humano para ingresar a la secta de la música.

- Raulito- el pelinegro abrazó al jovencito mientras tarareaba su nombre- Raulito ¿Cómo te has sentido en el grupo? Más relajado, ¿no? Te dije que te ibas a acostumbrar. La música es vida.

El más joven de la banda se limitó a sonreír y hacer un sonido aprobatorio.

- ¿Quieres divertirte? No has probado todas las mieles del éxito- le susurró al oído- ¿quieres que invite a las gruppies? Octavio no esta para enfriar las cosas.
- La verdad André, eso no es para mí. Incluso antes de estar en el grupo, mi relación con las mujeres era pasajera, nunca duré con ellas más de cuatro meses… prefiero tocar un poco.

En comparación con André y Octavio, que a sus veintinueve años se había alejado un tanto de las mujeres, también porque era tímido y no lo aceptaba. André era un experto, según se creía. La verdad es que había estado con unas cuantas y quería seguir probando más hasta cansarse. Sus veinticuatro años no se quedarían sin disfrutar lo que faltaba. Y ante la antipatía del menor, no quedo más remedio que cancelar a las gruppies por ese día.

- Va, no importa, ensayemos un poco- el guitarrista miró curioso. Sus ojos verdes se perdían por el armazón azul de sus lentes, miraba fijamente a André.

Sintió la mirada fija sobre sus dedos. Seguía las pisadas del bajo para tomar el ritmo con la guitarra. En pocos minutos ya estaban armonizando, entre Fa y Re. Al cabo de un minuto tenían una nueva composición. André sonrió satisfecho. Siempre había pensado que Raúl era un muchachito débil y mimado. Quizá más ingenuo de lo que creía. Aunque tenía mucho talento y espontaneidad.

- ¡Eres genial Andreiev!- era la primera vez que Raúl lo llamaba por su nombre completo. Exclamó con euforia. Aquella composición lo había dejado más que satisfecho. Los arreglos que colocó le dieron un toque más armónico- nunca pensé que pudiera crear melodías así.

El contrabajista de ojos celestes sonrió. Si era un cumplido era algo infantil, después de todo Raúl era un niño.

- Gracias André- Raúl se acercó con su guitarra, colocó su mano en el hombro del bajista. El agradecimiento fue muy sincero, se miraban a los ojos. André se avergonzó y rió por dentro. Raúl parecía una muchachita fanática del grupo- en verdad, nunca nadie me había enseñado tantas cosas como tú.
- ¡Basta! Falta que me digas que soy increíble. Pensaré que quieres seducirme- ambos soltaron fuertes carcajadas.
- Con razón Abraham me sugirió aceptar tu propuesta. Iba aprender mucho de ustedes. ¿Cuándo me llevarás con Garlinde? Seguro sabe muchas cosas más.

Para André aquello fue igual a un reto. Su ego fue herido involuntariamente. Estaba celoso y se confundía con envidia. Garlinde era el mejor entre todos los músicos jóvenes que conocía, pero también guardaba cierto recelo. La admiración de Raúl la quería sólo para él. Porque alimentaba su ego, su orgullo y hasta su machismo.

- Porque todo lo que aprendiste fue por él, ¿verdad? Entonces quiere decir que es mejor tú- Raúl rió- no lo tomes a mal, es curiosidad.

André dejó el contrabajo a su costado. Se levantó molesto. Jamás permitiría que alguien menor que él lo humillara o peor aún se burlara.

- Por su puesto que Garlinde es mejor que yo. Si bien para llegar a aprender algo de él, necesitas más que las ganas. Es bastante meticuloso con sus conocimientos, no a cualquiera los brinda. Así que si quieres que Garlinde te enseñe, tienes que ser mejor que yo, que Octavio juntos.

Raúl se intimidó. Se sintió un poco mal por el comentario, guardo su guitarra.

- Lo siento André, no pretendía hacerte enojar. Sólo quiero aprender más cosas- el castaño regresó con el bajista. Le regaló una sonrisa infantil- la verdad, es que yo te admiro mucho.

La confesión le había costado trabajo, aunque al final el peso del mismo esfuerzo y la emoción se fueron muy lejos. Si bien era notable la admiración por André, no la iba a admitir, aquel orgullo de hombre lo dominaba, como a todos. Raúl suspiró aliviado. Sus mejillas estaban encendidas, ese toque infantil que mostraba en el escenario no lo había observado bien del todo. El brillo de sus ojos verdes tras los cristales de su armazón azul. Denotaba más su ascendencia inglesa. Y esa evidente vergüenza de sentirse vulnerable al mostrar sus sentimientos. Lo hacia extrañamente irresistible. De algún modo, se sintió como las fans que lo acosaban, en la preparatoria, en los eventos. Un grupo de niñas menores de veinte años que gritaban su nombre y escribían cosas cursis en cartelones.

- ¿Estás enojado?- preguntó el menor. Seguía frente a André.
- No, sólo estoy pensando- respondió. No quería demostrarle que sus palabras movieron sus emociones. Porque estaba emocionado, tanto que su corazón pudo salir de su pecho.

Tanto que no pudo contenerse y abrazó al menor. Delgado hasta el extremo, André era más alto, un poco más corpulento que Raúl. El guitarrista se quedó quieto, con los ojos abiertos un tanto confusos. Las manos grandes del bajista aprisionaron la diminuta cintura del ojiverde. Indefenso y desubicado, no sabía que hacer. Miraba sus pies. Trataba de ocultar el rostro. André rozó la mano derecha que sujetaba su hombro. Estaba caliente, tan caliente. La temperatura había subido. Escuchaba su respiración agitada y juraría que lo oyó gemir cuando lo abrazó más fuerte.
Sintió más que pena, lastima por él. Acarició su cabello, enredó los dedos en él. Sentía su aroma, el aliento calido y el cuerpo delgado entre sus brazos. Olvidaba que se trataba de un hombre y que era su guitarrista. El deseo de besarlo estaba presente. No comprendía por que se excitaba tanto sí era un muchacho. Esa clase de emociones inexplicables y difíciles de contener lo incomodaban. Se sentía intimidado por él mismo
Rozó su mejilla con el dedo índice. El guitarrista sintió miedo, estaba temblando.

- ¿Tienes miedo? Esto es el amor a la música.

Raúl no dijo nada. Agachó la cabeza, tenía razón y eso lo avergonzaba más.

No había salida. André tenía un poder de convencimiento especial y aterrador. De esa manera era como conseguía todo. Como dominaba a las personas con sus intensos ojos azules. Con sus palabras confusas y el miedo. Sí, por el miedo dominaba a los demás. Raúl era inexperto aunque tratase de ser más maduro. Tenía miedo que su madre se enterara de lo que hacia en su ausencia. De su mejor amigo Abraham, la decepción interna y la escuela. André no resistió el impulso y lo besó. Se fue sobre él igual que un predador. Sus manos comenzaron a arrancar lijeros gemidos del menor. Desabrochó el pantalón. No espero mucho tiempo y entre besos y caricias; introdujo uno de sus largos dedos en la entrada provocando en Raúl un suspiro doloroso. Despacio estimulaba la zona erógena. Al cabo de unos minutos de sudor y algunas frases sucias. De los conflictos mentales de Raúl por hacer o no, del respeto que sentía por el ex alumno de la Nacional de Música que lo confundió al final y dejarse hacer sin protestar.

André entraba en el cuerpo virgen del guitarrista. En su mente no había nada más que esa mirada fija en él. Sus ojos grandes, verdes, la piel pálida combinada con la suya extremadamente blanca. En el sofá, alrededor de la Gipson Les Paul y el Rickenbacker. Más los amplificadores, las plumillas, colillas de cigarro y latas de cerveza junto con algunas partituras que quedaron flotando mudas en el aire. La sala se llenó de los pequeños gemidos de la garganta de Raúl. El cabello escurría entre los dedos de André. Se agitaba su cuerpo a un ritmo desesperado. Con ninguna otra mujer había tenido esa misma sensación: el hormigueo en el estómago, la tensión de los músculos y la manera en que su miembro era succionando por el cuerpo de Raúl. Se aferraba a sus hombros, arañaba su espalda.

- Hasta para coger eres bueno Andreiev Artisvachev- logró decir Raúl con voz entrecortada.

André ignoró el comentario y siguió con sus embestidas. Los halagos eran para después y las mujeres. Porque para André no era hacer el amor con hombre o mujer en ese momento. Se había creado una conexión única entre ellos dos. Hacían el amor a la música, a lo que los unía como grupo, como Instrumentistas, la misma raza, el mismo idioma. Era amor por ella. El sudor que caía del rostro de André tenía armonías que entraban en la boca de Raúl. Y ese cuerpo que el bajista tomaba no era otra cosa que una herramienta para crear sinfonías. Eso era más que el sexo, que el amor. Era un acto de sumisión intenso, dedicado todo a la Madre Música y la dependencia a ella. Un sacrificio menor a la misma que les dio la vida y don que no cualquiera posee.

Después de una hora y media. No quedaron remordimientos, culpas ni excusas. El amor a la música es más fuerte para un Melómano que cualquier mandamiento o principios humanos.

Bien, es todo muchas Gracias por leer, si es que alguien lo hizo :D me gustaría mucho y necesito además, saber su opinión con todo.

tabla: vida rockera

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