|Original| Vértigo adolescente

Jul 28, 2010 02:06


Cuanto antes hablo...
Me recuerda a eso que escribí y que se llamaba "Adolescente fluorescente". Pero soy más positiva ahora.


El olor del mar llegaba fresco y nocturno, la brisa haciendo remolinos que escalaban entre las rocas hasta donde estaban ellos dos. El cielo color azul terciopelo y las estrellas apareciendo y desapareciendo entre tragos de cerveza. Arena en los dedos de los pies y el reflejo de la luna navegando en el agua.

Ella suspiró de pronto, largo y desde dentro, como si hubiese retenido la respiración todo el tiempo.

-Me siento mayor -dijo.

Él la miró, acomodado en el silencio que llevaban un rato compartiendo. Ella levantó el botellín de cerveza, que se adivinaba ámbar en la penumbra.

-Beber cerveza es de mayores.

Él le respondió encogiéndose de hombros.

-Sólo tenemos dieciocho.

Ella balanceó las piernas desnudas en el borde del acantilado. Bajo la planta de los pies, el mar se balanceaba y rompía suaves olas contra las rocas.

-Diecinueve -corrigió ella, dejando la cerveza en el suelo pero sin desenroscar los dedos del cuello de la botella-. Casi diecinueve.

Se recogió el pelo tras la oreja y añadió:

-Creo que hemos cambiado.

Él estiró los brazos y fingió examinarse el cuerpo. La brisa se le colaba bajo la camiseta y le ponía la piel de gallina.

-Yo me veo igual. Quizá debería afeitarme, pero...

Ella suspiró otra vez, de esa manera. No sonaba a triste. Más bien a estupefacción. Como si el tiempo le hubiese pasado rozando a cien por hora, a un palmo de atropellarla.

-No sé. Lo echo de menos, el vértigo adolescente. Escaparse de casa y pasarse meses detrás de alguien, deseando que te invite a salir. O vestirse para parecer mayor o teñirse el pelo de colores.

Él se inclinó hacia un lado. Un poco, despacio. Lo justo para rozar brazo con brazo y sentir escalofríos echando carreras por su espina dorsal.

-¿Crees que estamos creciendo? -preguntó. Ella movió las piernas otra vez. Los mechones de pelo giraban sobre sus hombros.

-No sé. Espero que no. Peter Pan nos hizo prometerlo.

Las olas les salpicaban los pies en la oscuridad. Él alzó su cerveza, casi vacía.

-En cualquier caso...

Cuando ella le miró, le brillaban los ojos. Levantó su botellín también y el brindis de los dos cristales sonó absurdamente fuerte sobre el rumor del mar.

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