Y con esto terminamos
Los primeros rayos de sol comenzaban a asomar entre los edificios de Manhattan cuando dio por finalizada la labor. No estaba demasiado orgulloso de ella pero, cuando uno le dedica esfuerzo a algo, siempre termina con una sonrisa de satisfacción. Tras una llamada a Moz para que viniera a recogerlo y se metió en la cama un par de horas. Peter vendría a buscarle a primera hora de la mañana y quería ser capaz de mantener los ojos abiertos mientras seguían revisando expedientes. Si Peter quería jugar a ese juego, jugarían. Su labor como peón de la partida había terminado.
La noche de Peter fue menos larga aunque no menos intensa. Su suegra estaba en pie de guerra aunque prefirió el silencio y las miradas inquisitivas a su tradicional verborrea insidiosa. Elizabeth les estaba utilizando para probar un nuevo menú y se dedicaron a dar sus opiniones sobre cada uno de los platos. Satch les miraba desde la esquina del comedor, intentando detectar si era un buen momento para acercarse a pedir un bocado. Movía el rabo lentamente, sin hacer demasiado ruido. Le había pillado miedo a Beverly y prefería mantenerse a una distancia prudencial. Peter le miraba con envidia.
Después de la cena, Beverly y Elizabeth se sentaron a terminar de cerrar el menú; mientras Peter se sentó en el sofá a ver un partido de fútbol americano, acariciando la cabeza de Satch. Respiró profundamente. Aunque no quería confiarse, lo cierto es que la noche estaba siendo muy tranquila. Pero era ese tipo de tranquilidad que precede a la tempestad. Si dejaba de acariciar a Satch podría notar cómo le temblaban los dedos. En cuanto vio que era una hora prudencial para marcharse sin despertar susceptibilidades, se levantó, se despidió de ambas y se dirigió al dormitorio. No fue un sueño plácido pero al menos pudo descansar algo. No sabía si se debía a algo que Elizabeth había dicho o a si intentaba respetar las directrices del médico (seguro que su suegra respetaba a los médicos porque opinaba que eso era una profesión respetable y de éxito), pero agradecía la paz que había sentido.
Llegó a casa de June temprano. Saludó a la asistenta y a la propia June, que estaba desayunando y le ofreció una taza de café. Se sentó con ella, al tiempo que June le hacía un gesto a la chica para que fuera a buscar a Neal. No quería subir al cuarto. Era mejor no saber.
El resto del día fue un calco al anterior. Papeles, archivadores y numerosas fotos de gente desconocida. Nada resaltable, ningún avance en ninguna dirección. Peter en su despacho y Neal en su mesa, dirigiéndose la mirada lo justo para saber que ambos se estaban escondiendo secretos hasta que llegó el momento de volver a casa con tan sólo un día y dos noches por delante para que todo terminase. Una vez abiertas las puertas de la inauguración, todo sería más complicado. Los sistemas de seguridad se duplicarían y encontrar una brecha entonces, con Steele fuera de escena, sería casi imposible.
Era el momento de actuar. Tenían un fin de semana por delante y no había motivos para volver a verse hasta el lunes por la mañana. Se separaron y, por primera vez, dejaron que los silencios hablasen. La mirada de Peter era un “espero que no estés metido en nada. Espero no tener que ir a buscarte el lunes por otros motivos”. La mirada de Neal decía “Confía en mí. Sólo te pido que confíes en mí.”
En cuanto la puerta del coche se cerró, comenzó la cuenta atrás para ambos.
Siempre había hecho lo que él había querido. Cuando ella les dejó, habría preferido quedarse con su abuela. Estaba un poco loca pero siempre se había portado bien con él. Y, sin embargo, terminó con él, con ese desconocido al que veía brevemente en Navidades, los cumpleaños y algún fin de semana que le tocaba pasar por la ciudad. Esa persona que le intentaba inculcar una rara pasión por el arte y del que apenas sabía nada.
Pero tampoco es que ella consiguiera saber mucho, aunque fuera lo que afirmase. Era un desconocido para el mundo. Tan sólo un fantasma, una sombra de la persona que creció en un pequeño pueblo irlandés y se pasó meses de polizonte, haciéndose pasar por un duque escocés, en un crucero camino de Estados Unidos. Llevaba tanto tiempo viviendo en mentiras que seguramente ni siquiera él sabía ya quién era. Le había gustado la vida que ella le construyó y decidió seguir con el juego hasta el final. Pero sólo era una vida más en su larga lista, un nombre y una historia que le gustaba pero a la que no podía estar aferrado siempre.
Le ayudó a preparar la maleta tras el funeral y le acompañó hasta dejarle en la puerta del internado. No volvió a verle hasta la semana de vacaciones. Le animó a pintar una réplica de un Degas y, una semana más tarde, había participado en su primer crimen. Cuando volvió a la escuela nada volvió a ser igual. Dos identidades distintas, dos vidas distintas que tuvo que aprender a separar. Sin embargo, él siempre tuvo algo a lo que aferrarse. No dejó que esa vida se llevara la suya y, cuando conoció a Kate y supo que ella era la definitiva, le contó todo. No quería cometer los mismos errores que él. Así que, aunque se expusiera al dolor, prefirió ir compartiendo retazos de verdad a quedar convertido en recuerdos que nadie sabe de dónde han salido.
Peter se acercó a primera hora a la camioneta donde estaba Jones. Veinticuatro horas para que todo terminase y se necesitaban todos los ojos posibles.
- ¿Un café?
- Gracias - dijo Jones, tomando el humeante vaso.
- ¿Algo que destacar? - preguntó Peter, tomando asiento delante de uno de los monitores.
- Nada fuera de lo normal. La actividad ha sido la habitual en la galería. Sin visitas extrañas y sin movimientos que se salgan de la norma.
- Entonces sólo les queda hoy.
- ¿Crees que van a intentarlo? Aún sabiendo que estamos encima de ellos.
- Por eso, tenemos que adelantarnos a todo. ¿Steele ha hecho algo especial?
- Mmmmm, nada interesante. Paseos por la galería, ha estado hablando con la gente del reparto para terminar de recepcionar las obras, repasando la iluminación y charlando con la gente.
- Pásame las cintas. Voy a entretenerme un rato repasando toda tu diversión de estos días.
Jones le pasó un paquete de cintas y Peter estuvo varias horas intentando ver si había algo que se les había escapado Steele mereció una especial atención pero Jones tenía razón y no había mucho que comentar sobre él. Se tomó un par de analgésicos para calmar el dolor. Era complicado centrarse mientras notaba el dolor punzándole el costado.
Las vigilancias eran algo tedioso y normalmente siempre había algún momento en el que los agentes dejaban de prestar atención. Quizás se había pasado algo por alto y, de todas formas, no había otra cosa que hacer a lo largo del día, así que tocaba esperar. Ellos estaban preparados, ahora el otro equipo tenía que mover ficha…
Y la estaban moviendo. En el parque estaban los tres reunidos. Neal no había querido saber nada más del plan. Había hecho su parte y ahora todo quedaba en manos del resto. Les tocaba la parte dura aunque ya tenían buena parte adelantada. Steele se había hecho con los planos de la galería y los códigos de seguridad para el fin de semana. Además, como tenía una identificación y todavía quedaban cosas pendientes, no sería raro que se pasara por allí durante el fin de semana. Eso le permitiría darle acceso a Alex para que entrase y cambiara un cuadro por otro. Moz se quedaba a cargo de la logística y de tener listo el transporte de escape. Todo estaba medido al milímetro. Un solo fallo y volverían a quedarse con las manos vacías. Y eso era algo que Steele no podía permitirse.
Steele llegó a la galería para terminar de repasar que todo estuviera en orden antes del gran día. Se pasó por la cuarto de los guardias y les saludó, dejándoles unos vasos de café para intentar sobrellevar el día. Mientras él les estaba saludando, la dueña de la galería, la señorita Adler, se pasó con una compañera para dar su última aprobación. La acompañante de la señorita Adler tenía el típico aspecto de las bibliotecarias. Iba vestida con un traje chaqueta de hace ya tiempo. Llevaba el pelo recogido en un moño simple y se colocaba las gafas cada dos minutos. La carpeta que llevaba parecía formar parte de su vestuario habitual. La señorita Adler le hizo de cicerone y la fue enseñando, sala por sala, las diferentes obras que habían logrado reunir para la exhibición.
Mientras que ellas estaban visitando los diferentes espacios, las alarmas se fueron apagando progresivamente conforme ellas iban llegando a las salas a fin de no dar falsos avisos. Los nervios estaban tensos y preferían no provocar algún infarto innecesario.
Steele se fue al almacén, donde había un cuarto donde había estado trabajando esas semanas, para poder operar con mayor tranquilidad. Una vez sentado, marcó un número de teléfono y dejó que sonara un solo tono antes de colgar.
La señal marcada para que Moz modificara la visión de las cámaras y mostraran una imagen en bucle. Tenían aproximadamente unos cinco minutos, con un poco de suerte, antes de que Mrs Adler llegara allí. Moz repitió la operación marcando otro número.
Alex estaba preparada en los conductos de ventilación. Moz le había dejado una tarjeta para acceder a la parte trasera de la galería. El lugar de carga y descarga estaba bastante tranquilo, después de los días de trasiego que habían pasado; así que era un acceso bastante fácil. Aprovechó la llegada de uno de los últimos camiones para acceder al almacén sin despertar la atención demasiado. Entró en uno de los cuartos de la limpieza y se coló por el ventilador que habían localizado como el más accesible. Luego sólo tuvo que esperar a la señal mientras se iba acercando a la sala de la galería. Cuando el teléfono vibró levemente, se deslizó desde el techo y en tres minutos había logrado cambiar el cuadro expuesto por el que había realizado Neal. Habían logrado solucionar el problema del sensor de presión, localizando dónde se encontraba y colocando un pequeño cajetín construido por Moz con el mismo peso que el marco del cuadro.
Devolvió la llamada perdida a Moz, quien activó de nuevo las cámaras. Logró salir por la puerta trasera y quince minutos más tarde, ya se encontraba en su apartamento disfrutando de una copa de vino. Había sido un trabajo relativamente fácil.
Steele salió del cuarto unos segundos después de que Adler y su acompañante entrasen en la sala principal. Las encontró justo cuando estaban admirando una de las piezas más conocidas y le llamó la atención que aquella señorita con sus enormes gafas dedicara tanta atención al cuadro.
- Querida, la exposición va a resultar un éxito. Aunque…
- ¿Ocurre algo? - preguntó Adler extrañada.
- Es sólo una suposición, pero hay algo en este cuadro que no me encaja.
- Mira, querida, éste es el señor Steele, quien nos ha estado asesorando sobre las piezas de la exhibición. Estoy segura de que él podrá resolver tus dudas.
- Un placer, señor Steele.
Se acercó a ellas y galantemente, saludó a ambas.
- Un placer, señorita? - dijo sonriendo.
- Oh, disculpa. Ella es la profesora Pond. Es una de las mayores expertas en Amadio y he querido invitarla antes de abrir la exposición para que pueda disfrutar de nuestra selección y nos pueda brindar sus consejos. Pero dice que hay un problema con uno de los cuadros de los niños llorones.
- No es un problema, querida. Llevo años estudiando estos cuadros y, a pesar de haber visto pocos originales por la complicación que entraña reunirlos, como bien sabrá el señor Steele, creo que conozco la pincelada de Amadio. Y en este cuadro, hay una parte que no encaja.
- ¿Disculpe? Creo que no la comprendo. - contestó Steele, poniendo cara de sorpresa.
La señorita Adler comenzó a ponerse tensa.
- Le puedo asegurar que todos estos cuadros son originales. Hemos comprobado su origen y sus dueños a fondo, antes de colgar cada una de las piezas en la pared.
- Es posible que los cuadros fueran auténticos pero éste de aquí es una copia. - contestó la profesora con rotundidad, aferrando fuertemente su carpeta.
- Perdone que la vuelva a cuestionar sobre este tema pero, ¿en qué se basa para decir que el cuadro es una copia?
- Evidentemente tendría que llevar el cuadro al laboratorio para examinarlo más a fondo pero ve esa lágrima de ahí, el reflejo tendría que estar en el otro lado. Es un detalle muy sutil, lo reconozco; pero llevo años mirando estas piezas, como le he dicho y conozco cada detalle de ellas.
- Señor Steele, haga el favor de avisar al almacén y que retiren el cuadro. Tenemos doce horas para determinar la veracidad de lo que ha dicho la profesora Pond antes de que se abra la exposición.
- Por supuesto. Además, tengo en mi cuarto los archivos de autentificación de la obra. Los llevaré también.
La señorita Adler llamó inmediatamente al señor Watson y media hora después, tanto ellos como el personal del FBI estaban reunidos en la parte trasera del almacén. Peter había llamado a Neal, quien se reunió con ellos diez minutos después de que hubieran empezado a hablar. Había comprobado la localización de su tobillera. No había salido del piso en todo el día así que eso lo descartaba como el hacedor del robo pero no como parte integrante del equipo. Si la obra había desaparecido, tenían que estar varias personas implicadas. No era trabajo para una sola persona.
- Buenas tardes. - dijo Neal cuando entró en la habitación.
Todas las miradas se volvieron hacia él. Lo cierto es que se sintió un poco violento pero no tenía nada que esconder por lo que tomó asiento al lado de Diana y espero a que alguien le explicase lo sucedido.
- Es posible que hayan robado uno de los niños llorones. - le dijo Peter, mirándole seriamente.
- Hay que ser muy arriesgado para querer llevarse uno de esos cuadros. ¿Alguna idea de cómo lo han hecho?
- No muchas, aunque lo cierto es que todavía no lo tenemos totalmente confirmado. Echa un vistazo a este cuadro - le dijo, entregándole el lienzo que habían descolgado de la sala. - ¿Alguna idea de si es una falsificación?
- Esto se sale un poco de mi área de conocimiento. Como ya te dije, Amadio no es que sea una de mis pasiones. Podría comprobar la pintura y sería mucho más sencillo de examinar si contase con alguna imagen del original.
- Profesora Pond. Por favor.
Aquella mujer que estaba sentada al fondo de a habitación, justo al lado de la dueña de la galería, se levantó. Llevaba el moño demasiado tirante, enmarcando un rostro y unas gafas que indicaban que había pasado bastante tiempo en despachos examinando libros. Se acercó a él con un portafolio, que abrió cuando estuvo a su lado. Sacó una lámina con una reproducción del lienzo que estaba encima de la mesa. Neal lo cogió y los puso uno al lado del otro intentando encontrar las diferencias entre ambos. Sabía dónde buscar. Sabía exactamente lo que había hecho pero necesitaba perder algo de tiempo.
Examinó detenidamente ambas obras, dedicándole un buen rato a cada uno de sus detalles. Se detuvo a oler la pintura y pasó con delicadeza el dedo sobre una de las esquinas. La señorita Adler contuvo la respiración mientras que lo hacía.
- Tiene razón. Es una falsificación. Aparte del detalle que ella mencionaba, hay otros dos elementos que no concuerdan aquí y aquí. También la pintura tiene un olor demasiado intenso como para no ser reciente. Mira - dijo mostrando su dedo índice - todavía mancha.
Le pasó a Peter una lupa y miró los lugares que Peter le había indicado. Eran dos detalles mínimos. Un mechón de pelo que caía con otra orientación. Una pequeña hebra que salía de la ropa. Pero dos detalles que confirmaban que se trataba de una falsificación.
- De acuerdo. Jones, que lo lleven al laboratorio para ver si consiguen ver alguna firma. - dijo Peter, entregándole el lienzo a Jones con cuidado.
- ¿Y qué pretende que hagamos mientras, señor Burke? - Le preguntó la señorita Adler cruzando los brazos sobre el pecho.
- Lo que tendría que haber hecho desde el principio. Dejar que hagamos nuestro trabajo.
Peter salió de la habitación y el resto del equipo salió detrás de él. Neal se paró un momento para dirigirle una sonrisa a las dos mujeres de la sala.
- No se preocupen. Seguro que conseguimos recuperar el cuadro.
Steele se quedó en silencio al fondo de la sala.
- Eleanor, creo que me voy a ir a casa. No hay mucho que pueda hacer por aquí.
- Lo siento, señor Steele, pero nadie se va a mover de aquí hasta que ese equipo del FBI decida qué piensa hacer para recuperar el cuadro.
- Entonces, estaré en mi despacho, para lo que necesiten.
Hizo un gesto de despedida y salió de la habitación. Estaba atrapado. Tenía que hacer la entrega esa tarde pero no había forma de salir de allí y volver a comunicarse con Neal resultaba arriesgado, de la misma manera que sería llamar ahora a Alex. Tendría que esperar a que el agente Burke decidiera que lo mejor era que todos se fueran a casa para poder terminar con la operación. Y esperaba que no le llevase mucho tiempo en liberarle de aquel lugar.
Mientras Steele esperaba pacientemente, Neal acompañó a Peter.
- ¿Y ahora qué?
- Ahora, te vas a casa.
- Pero…
- Ni peros ni nada… Te has librado porque tenías la tobillera pero no quiero verte cerca de aquí hasta que resolvamos este caso. Vete a casa y quédate allí, bien quietecito.
Neal hizo ese gesto de “Peter, por favor, déjame quedarme…” pero el de Peter decía “no se admite discusión” y no le quedó más remedio que regresar a casa. Iba a ser un día infinitamente aburrido. De acuerdo que no quería estar cerca de él pero tampoco le apetecía estar sentado en el sofá sin nada qué hacer. Intentaría descansar un poco. Quizás no fuera tan mala idea.
Su mente iba dándole vueltas a los planes de las próximas horas cuando alguien le atacó por detrás, justamente cuando iba a cruzar la puerta. Ni siquiera lo vio venir. Mismo MO que la persona que había atacado a Peter. Intentó defenderse pero el cloroformo empezaba a hacer efecto y notó que algo le apretaba en las costillas, algo como el cañón de una pistola.
Cuando volvió a abrir los ojos, estaba en un almacén amarrado a una silla. Era un método clásico pero agradeció que los tipos de las pistolas estuvieran lo más alejados de él que fuera posible. Enfrente tenía al que debía ser el enlace de la operación. Tez pálida y con pecas, ojos verdes y con bolsas y el pelo castaño ligeramente enmarañado. Podía ser un tipo con muchas preocupaciones o alguien que hubiera tenido una mala noche. En cualquier caso, no tenía cara de demasiados amigos.
- Señor Caffrey, un placer conocerle.
- Creo que no tengo ese mismo placer, señor…?
- A veces, las presentaciones sobran. - dijo moviendo las manos con grandes aspavientos. - Tengo entendido que el señor Steele se encuentra retenido.
- La última vez que lo vi estaba bastante ocupado en la galería. Si quiere, cuando me desate y pueda volver a casa, le daré recuerdos de su parte.
- No hace falta. Teníamos una cita pero supongo que le debe ser complicado acudir a ella así que, si no le importa, le agradecería que le llamase para que le dijera dónde puedo recoger mi mercancía. ¿O quizás la tiene usted?
Neal le miró con cara desafiante.
- No tengo ni idea de lo que me está hablando.
El puño de uno de los compañeros le partió el labio de un golpe. Ahora podría sentarse con Peter y compartir cubitos de hielo para bajar las hinchazones. Estaba visto que esta gente seguía unos rituales muy estrictos.
- Creo que preferirá pensarse su próxima respuesta, señor Caffrey.
El jefe fijó la mirada en él de forma inquisitiva pero Neal se mantuvo en silencio.
- No tengo toda la tarde para perder el tiempo.
Sacó el móvil de uno de los bolsillos de su pantalón y comenzó a marcar un número.
- ¡Hola, viejo amigo! ¿Te pillo en mal momento? …. Perfecto entonces. Está conmigo el señor Caffrey, quien te agradecería que te dieras prisa. Si no, quizás te cueste reconocerle cuando llegues.
Mientras había estado marcando, Neal aprovechó para tocarse la tobillera. El aparato seguía ahí pero parecía que estaba destrozado. Al menos esperaba que lo hubieran descubierto al atarle y que Peter tuviera su última localización.
Colgó el teléfono con una sonrisa en los labios. Se acercó a Neal y le dio otro puñetazo.
- ¿Ves? Para él no ha sido complicado colaborar. Así que esperemos que llegue a tiempo y esté todo en orden.
Los minutos parecían pasar muy lentamente. A Neal le habría encantado poder iniciar una conversación pero tuvo que esperar un buen rato hasta que terminó de escupir sangre y parecía que el labio le dejaba de sangrar. Se pasó la lengua por los labios y sintió ese sabor ferroso que deja un labio partido.
- Con la cantidad de cuadros que hay, y vais a buscar un Amadio. - dijo con una medio sonrisa.
- Parece que ser que ahora sí que tienes ganas de hablar.
- Será el aburrimiento. Se me está haciendo una espera muy larga.
- Todo sea por su entretenimiento… o quizás pueda hacer que Steele llegue antes.
- Eso va a estar complicado. No es una persona a la que se le pueda meter prisa. Va a su propio ritmo.
Tras varios minutos de silencio, el jefe empezó a impacientarse y comenzó a dar golpecitos con la culata de la pistola sobre la mesa.
- Pasión. Siempre se trata de eso. De encontrar la correcta motivación, aunque es difícil dar con la suya, señor Caffrey.
- Por muy diversas que sean las pasiones, es complicado encontrar a alguien a quien le apasione ese pintor.
- Siempre tiene que haber de todo.
- Entonces ¿ya tiene un comprador?
- No se preocupe por mí. Yo ya estoy cubierto. Preocúpese porque pueda tener la pintura.
Alguien abrió la puerta del almacén y todos se pusieron en alerta. Cuando Steele llegó hasta donde se encontraban, iba escoltado por dos hombres armados. Iba con las manos levantadas y en una de ellas llevaba un cartucho.
- Bienvenido. - dijo el jefe con una gran sonrisa. - Por favor, toma asiento mientras que examinamos la pieza.
- ¿No se fía de que la obra sea auténtica? - dijo Steele mientras se sentaba. Uno de los hombres intentó empujarla para que se sentara más rápido. - Gracias, no hace falta la ayuda. Puedo sentarme solo.
- Estás muy seguro de que todo esté correcto. Así que no te importará que hagamos una comprobación. Profesora Pond.
La misma profesora que había estado horas antes en la galería con ellos se encontraba ahora en el almacén. No había cambiado esa expresión de sabelotodo y se ajustó las gafas mientras el jefe sacaba el lienzo del cartucho. Lo extendieron sobre una mesa, al lado de una reproducción. La profesora se tomó su tiempo aunque, sabiendo dónde estaban los fallos en la réplica encontrada en la galería, intentó buscar en los mismos sitios.
- Es una falsificación. - concluyó la profesora después de un rato.
El jefe se acercó a Steele mientras la profesora Pond les miraba desde su taburete sin que su rostro reflejase ningún tipo de emoción.
- ¿Dónde está el cuadro?
El golpe que dio en la mesa hizo que ambos se sobresaltaran.
- Ése es el cuadro. Es el que estaba colgado en la galería. - replicó Steele, con cara de asombro.
- No hagas que te repita la pregunta. ¿Dónde está el cuadro? - dijo acercándose a ellos.
- Te lo repito. No hay errores. Es el cuadro que estaba colgado en la galería. Yo mismo certifiqué que era un original cuando llegó. Quizás tu experta se ha confundido.
- No hay error posible. Si la profesora dice que es una falsificación es que es así. Queríamos un Amadio original y nos ha traído una copia. Quizás necesite un incentivo para recordar el lugar dónde ha dejado el cuadro…
El jefe hizo un gesto y uno de sus hombres se acercó a Neal encañonándole.
- Ella es su compradora, ¿no? Por eso estaba en el museo, por eso dijo que el cuadro que estaba en la galería era una copia y quería asegurarse de poder identificar rápidamente si el que le entregábamos era una falsificación también.
- Muy listo, señor Caffrey. - contestó de forma pausada la profesora. - Y ahora podrían usar esa inteligencia para decirnos dónde está el original antes de que terminemos destrozando esa preciosa cabecita suya.
- Va a ser complicado.
- ¿El qué? ¿Matarle o que nos diga dónde está el cuadro?
- Ambas cosas - contestó Neal sonriendo.
Steele no salía de su asombro aunque intentó mantener la compostura. Dos segundos después, las puertas del almacén volvían a abrirse y Peter entraba con todo un destacamento de la agencia.
- FBI, todo el mundo tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que digan puede ser utilizado en su contra… Señores, hagan el favor de recoger las obras que están encima de la mesa y revisen el almacén.
Caminando de forma pausada, se acercó a la mesa tras la que se encontraba la profesora Pond.
- Nos encontramos de nuevo, profesora. Parece que hoy es su día para demostrar sus conocimientos sobre las obras de Amadio…
La cara de la profesora comenzó a descomponerse y rompió a llorar de forma escandalosa. Su cuerpo comenzó a temblar mientras de su boca sólo salía cierto tartamudeo.
- Agente Burke… yo… - decía mientras sollozaba - yo no que… quería!!! Me obligaron… ellos me obligaron… me trajeron aquí…
Abrió el bolso y Peter fue rápido apuntándola.
- Señorita Pond, le ruego que ponga las manos donde podamos verlas.
- Yo… yo sólo quiero… sólo… un pañuelo… - copiosas lágrimas caían por su rostro.
- Por favor, ahórrese las lágrimas. Tome - dijo, entregándole un pañuelo que le había acercado Diana. - No hace falta que nos intente convencer de nada. Hemos comprobado sus cuentas y hemos descubierto que ha realizado un pago ya al señor Donnelly como adelanto de sus honorarios por el robo.
- No… no sé…- ella seguía interpretando su papel.- Agente Burke…
- Señorita Pond, lo mejor será que se ahorre la historia para su abogado. Jones, por favor, acompáñala al coche.
- ¡Peter!
Se giró y vio a Neal y a Steele atados a las sillas. Uno de sus ojos estaba comenzando a ponerse morado y tenía un hilo de sangre seca enmarcándole la barbilla.
- ¿Sí? - dijo sonriendo mientras se acercaba a donde estaban.
- Si no te importa… - dijo Neal dirigiendo su mirada a la parte de atrás de la silla, donde tenía las manos atadas.
- Tranquilo, Neal. Todavía tenemos que solucionar algunas cosas. No hace falta que te levantes.
- Muy gracioso. - dijo con una medio sonrisa.
Peter comenzó a deshacer las ligaduras.
- Vamos, fuera hay una ambulancia donde se harán cargo de ti - dijo señalando con su dedo la cara de Neal. - No quiero que mi suegra me eche la bronca también por eso.
- De acuerdo.
Neal comenzó a levantarse, mientras Peter desataba a Steele, quien parecía muy consternado.
- ¿Cómo? ¿En qué momento?
- Ah. Oh. ¿Te refieres al cuadro? - dijo Neal sorprendido.
Steele asintió, todavía sorprendido. Hasta que, de repente, cerró los ojos y frunció el ceño.
- Alex, ¿verdad? Ha sido ella.
- Una vez que salió del museo, vino a entregarme el original, que ahora se encuentra en las dependencias del FBI de camino a la galería.
- Pero ella estaba dentro. - decía negando con la cabeza.
- Yo se lo pedí. Le pedí que entrase.
- Y ella entró para hacer todo lo que le habíamos pedido. Nos debía un pequeño favor y, con esta operación, la deuda queda en parte saldada.
- Genial. - dijo Steele de forma sarcástica.
Se levantaron y Neal se dirigió hacia la salida con Peter, mientras mantenían el ojo echado a Steele, que no paraba de repetir las mismas palabras.
- Genial. Simplemente, genial.
- Para un segundo. - Neal se dio la vuelta y se enfrentó a él. - ¿Qué esperabas? Te dije que ahora estoy trabajando con ellos. - y su mano señaló a Peter.
- Pensé que todavía había algo. Que podía contar contigo. Y ahora me voy a pasar mi jubilación con un par de años más entre rejas. ¡Y me voy a perder el festival de la primavera!
Neal hizo un gesto de extrañeza y luego se giro para mirar a Peter, pero éste negaba con la cabeza. Neal hizo un gesto con la suya y enarcó las cejas. Peter frunció los labios y se dio la vuelta.
- Vas a volver a Irlanda.
- ¿Cómo? - Steele le miraba sorprendido y también un poco reticente.
- Vas a ir con Peter a la agencia, le vas a contar todo lo que sabes sobre la familia Donnelly y por qué estás metido en este lío y luego vas a coger el primer avión que salga a cualquier punto de Irlanda.
- Neal…
- No quiero saber nada más de ti. Mándame si quieres alguna tarjeta por Navidad o en mi cumpleaños… eso siempre se te ha dado bien. Pero no quiero volver a verte.
Neal se giró y salió por la puerta con destino a la ambulancia, mientras Steele se quedaba con Peter.
Horas más tarde, Peter aparecía en el apartamento de Neal
- ¿No crees que has sido un poco duro con él?
- Hola, Peter. Yo también me alegro de verte.
- Mira, sé que no quieres hablar de esto - dijo sentándose en el sofá. - Pero…
- No hay peros… - Neal negaba con la cabeza, mientras terminaba de ponerse la chaqueta y pasaba los dedos por la herida que ahora tenía en el labio, haciendo un gesto de dolor. - Esto es un tema cerrado, por favor.
- Está bien. Al menos dime que estás preparado. Ya que no quieres hablar de tu familia, te va a tocar aguantar a la mía.
Justo antes de salir por la puerta, Neal terminó de colocar en perfecto orden los pinceles de la caja, pasando su dedo por el borde y lanzando un pequeño suspiro que Peter no pudo evitar notar. Pero no dijo nada. Pensaba que conocía a Neal pero todavía le quedaban muchas cosas por descubrir.