[Leyes de Murphy] #8

Aug 17, 2009 01:43

Ran, a los ojos del mundo entero, siempre había sido una muchacha entregada al prójimo. A veces, no es vano confesar, podía llegar a sacar de las casillas a alguien su amabilidad casi exagerada para con los demás. Gente que no conocía, gente que no merecía su compasión.
El silencio de los inocentes la delataba. Nadie recataba en el hecho de que la casa siempre estaba ordenada, nadie calculaba cuántas horas se podía pasar en la cocina internada para hacer la cena, nadie notaba que ella callaba silenciosamente todo lo que en su cabeza guardaba.

¿Acaso alguien se percataba de que ella nunca había querido ser una molestia para nadie? Había aprendido (y muy bien) a defenderse sola, a mantenerse estable frente a situaciones penosas o desagradables, y, principalmente, a sonreír. A ocuparse de las cosas, en vez de preocuparse.

Porque sonreír era todo un arte.

Aquel no es lugar para florecer, Ran. No rodeada de cadáveres.

¿Ran se había quejado alguna vez de quedar en segundo lugar para su mundo conocido en tanto y en cuanto de un caso se trataba? No importaba en qué situación. Con fiebre, o en el medio de una petición de un matrimonio. Ella siempre tenía el segundo lugar. Los cadáveres y los asesinos siempre eran más importantes.

No.

La respuesta a todo esto es no, Ran.

Jamás, nadie te oyó quejarte. Jamás, nadie se dio cuenta de tu sufrimiento, y tu agonía silenciosa. Nadie supo sacar tu máscara. Y ahora estás pagando el precio.

Porque no era aquí donde debías florecer, Ran.

¿Por qué no alejarte de aquel mundo vil y sangriento que te rodea?

¡Escapá, Ran, escapá! No sos una flor del infierno. No deberías florecer allí.

¿Es por eso que nadie escuchó tus gritos en aquella ocasión? No era ese tu final. No sos, ni fuiste jamás una flor que debería haberse visto realizada en el infierno. Merecías algo mejor.

- ¡RAN, NO! - El grito ahogado de Kazuha acompañó al sonido seco de la caída de su cuerpo en el frío mármol del suelo.

La respiración agitada de Ran pareció cesar de un momento a otro. Sus latidos arrítmicos, sus pupilas dilatadas. Aún así, el cuchillo se mantenía en su mano, firme.

Kazuha comenzó a llorar. Ran calló de rodillas al suelo.

-… Lo… maté. - murmuró. Toyama temblaba en un rincón.

Era su vida o la de Kazuha, pensó Ran. Era el autoconvencimiento, o el suicidio, se replanteó.

¿Quién acaricia tu pelo, quién toma tu mano, quién susurra palabras a tu oído para confortarte?

- Ran, respondeme, Ran, por favor, ¡Ran!

- ¿C-Conan-kun…? - susurró ella, tornando su rostro ensangrentado al chico.

- Todo está bien, Ran-neechan - El niño sintió como ella pasaba todo su peso a él, desplomándose - Todo está bien.

- Kudo…

Huye, Ran. Corre. De la rueda del destino. No eres una flor del infierno. Jamás tendrías que haber florecido allí.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por el rostro de la chica. Inconsciente, su cuerpo descargaba la presión del momento. Heiji levantó en brazos a Kazuha.

- Kudo.

El chico asintió y acomodó a Ran en el suelo, para poder tomarle el pulso al hombre que yacía inerte en el piso, rodeado de un charco de sangre. La misma que vestía a Ran. La misma que ella llevaba en las manos, en la ropa, en el rostro, y en la conciencia.

No había forma de nacer de nuevo y remediarlo.

La corte suprema causaba espanto. Los sollozos de Kazuha hacían el lugar aún más lúgubre. Eri Kisaki mantenía el rostro firme, igual que su marido. Conan estaba inmóvil.

- La testigo podrá corroborar el alegato de defensa propia. - La abogada se incorporó, señalando con la mano a Kazuha.

- Que la testigo- - Comenzó el juez, exasperado.

- Ran no tiene la culpa. - Interrumpió Kazuha.

- ¿Realizará el juramento sobre las escrituras? Luego de eso, indique al juzgado su nombre, profesión-

- Nada de eso cambia lo que vi. - murmuró Toyama, cortante. - Ni mi religión, ni mi nombre.

- Habla, niña. - La mujer que estaba sentada al lado del juez tomó la palabra momentáneamente.

Kazuha inhaló y comenzó a hablar, con el brillo de los ojos perdido.

- Todos son aquí conscientes del caso anterior que se estaba realizando. Esa tarde se produjo un asesinato. El culpable había escapado conmigo de rehén y Ran pudo meterse en el maletero del coche sin que él lo notara.

Nadie quería escuchar la anécdota. Todos sabían que estar expuesta a tanto peligro podía ser peligroso para Ran, pero nadie había tomado real conciencia de aquello. Nadie supo proteger a esa flor.

La mayoría estaban temblando y contenían el aliento.

- ¡Ran sólo quiso protegerme! Ella no-

- Continúe el relato, testigo. - Enunció Eri Kisaki, sonriéndole con disimulo a la chica.

La muchacha de Osaka tragó saliva mirando a Takagi, que le hizo un gesto para que continúe.

- El… El hombre… - tartamudeó, retomando la anécdota nefasta - me llevó a una casa. No pude ver a dónde íbamos, yo tenía los ojos vendados, Ran tampoco… - Se tropezó con sus propias palabras y calló unos segundos. Tomó aire, ordenó mentalmente lo que iba a decir y continuó - El tipo abrió el maletero y encontró a Ran. Escuché un forcejeo y vi cómo él arrastraba el cuerpo de Ran tomándola del cabello... Él estaba arrastrando el cuerpo de Ran… Yo… Yo temí lo peor al verla así.

En la habitación, además de los sollozos de algunas y la voz quebrada de Kazuha, se hacía audible el crujir de los dientes de Conan. Se maldecía por no haber llegado a tiempo.

- Pero él me tomó del brazo y me llevó junto a Ran al living de su hogar. Ahí descubrí que Ran estaba viva, e inconsciente. Él tomó una botella de un cajón y comenzó a beber. Yo estaba atada, y Ran estaba desmayada. No pude hacer nada para… - volvió a hacer una pausa - En un momento, el hombre comenzó a insultar al aire y corrió a la cocina, tomando una serie de cuchillos. Estaba borracho y con ello, torpe y descuidado. Dejó caer al suelo los demás cuchillos y tomó uno…

La mirada verde de ella se posó en la del muchacho moreno que la acompañaba.

-  Y comenzó a tirar puntasos. Intentando apuñalarme.

El sonido de la máquina de escribir que transcribía el testimonio de Kazuha Toyama habría pasado por alto si no hubiera habido en aquel momento un silencio sepulcral.

- Yo estaba atada y pude esquivarlos sólo porque él estaba borracho. Ran estaba despierta, probablemente, y había esperado el momento para-

- Limítese a contarnos lo que vio, y no sus deducciones. - Increpó el juez.

- Lo lamento, su señoría. Ran se incorporó del suelo en ese momento y tomó uno de los cuchillos que él había dejado caer. Me empujó y se colocó en mi lugar. La vi cerrar los ojos y mover el cuchillo hacia arriba, buscando alejarlo…

- ¿Está diciendo que la acusada cortajeó ‘a ciegas’ a la yugular de la víctima? - Postuló la fiscalía.

- ¡Era la vida de ese malnacido o la de Kazuha! - gritó Heiji, dejándose llevar por el impulso.

- ¡Orden en la sala! ¿La defensa tiene alguna prueba que presentar o algún otro testigo? - El juez revisó por arriba los papeles que se hallaban sobre su mesa una vez Kazuha hizo un gesto con la cabeza para terminar su testimonio. Escatimando palabras, explicó que a partir de ese momento, todo recuerdo era borroso.

- La defensa desea conversar con el excelentísimo jurado. - Eri se incorporó.

- Condedido. - murmuró el juez, cruzándose de brazos.

- Pido al jurado que revise una vez más la escena del crimen - Kisaki mostró una foto en un proyector - El testimonio de Kazuha Toyama coincide perfectamente con la escena. El testimonio escrito de Heiji Hattori da la posibilidad de un estado de shock posterior al asesinato. Cuando llegaron al lugar él y Conan Edogawa, siguiendo el rastro dejado por la víctima de este casi, se encontró a la acusada temblando… - La abogada tragó saliva. Era más difícil si se trataba de su hija - Ensangrentada. A su vez… Ruego a la consideración justa del excelentísimo jurado. Si se me fuera permitido, me arrodillaría… Comprendan que es una niña de 17 años. Sólo quiso proteger a su amiga…

El sonido del martillo de madera hizo que Eri recupere la compostura.

- Con esto termina la exposición de la defensa.

- El jurado se tomará 15 minutos de receso para tomar la desición final al respecto del caso Mouri. - toc toc - Se levanta la sesión.

15 minutos de silencio. 15 minutos de sollozos. 15 minutos, y la decisión estaba tomada.

- El jurado ha tomado una desición.

Los presentes se pusieron de pie.

- Este juzgado declara a Ran Mouri en el cargo de asesinato en primer nivel como inocente. Será inmediata la absolución total de toda medida de retención de la libertad. - el hombre alzó la vista - Se ha hecho justicia. Buenas noches.

De nuevo, el golpe del martillo de madera logró que Eri recuperara la compostura. No sólo Eri. Todos en aquella sala estaban llenos de gozo.

30 minutos después, estaban frente a ella

- ¡Ran! ¡Ran, te declararon inocente! - Gritó Kazuha, sonriéndole a su amiga y tomándola de la mano.

- Era obvio. Nee-chan no tuvo la culpa de nada. - Heiji sonrió.

- ¡Me salvó la vida! - Toyama no cabía en sí de alegría.

-… Tonta. Sí que sabés meterte en problemas…

- ¿Kogoro Mouri? ¿Es usted el padre de la paciente? - Preguntó un doctor, entrando en la sala del hospital. El hombre de bigotes asintió. - ¿Puedo hablar con usted y su mujer en privado?

Conan apretó con fuerza la mano de Kogoro, haciéndole entender que no se iría de allí.

- ¡Mocoso, el doctor quiere hablar conmigo!

- Dejalo, Kogoro. - Murmuró Eri, entrando en la sala a la vez que Kazuha y Heiji salían, yendo a consolar a Sonoko que lloraba a lágrima tendida.

- Es como si su cuerpo luchara por matarla. - Soltó el médico sin anestesia alguna.

- ¿C-Cómo? - Tartamudeó Eri, tomando la mano de su hija en coma.

- En el momento del crimen entró en coma. Han pasado ya dos meses que está así, en estado vegetativo. Pero en vez de estar estable, su cuerpo empeora… como si quisiera matarla. - El doctor se quitó los anteojos - A este paso…

Eri ahogó un grito de frustración en su garganta. Kogoro apretó los puños hasta lastimarse. Conan derramó una lágrima.

Yo no quiero vivir con esto en mi conciencia.

Yo no quiero vivir con una muerte en mi conciencia.

Yo no soy una flor del infierno.

Yo no tendría que haber florecido aquí.

Este no es mi lugar.

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