Heme de vuelta, cumpliendo con mi deber. Son las últimas cinco viñetas, me pregunto si las publicaré en FanFiction ya que aquí nadie les hace caso... Ahí va.
26. Nada es tan temporal como lo que se llama permanente.
El periódico parecía burlarse de toda la justicia que había puesto en pie el Wizengamot. A Albus le daba una patada en el estómago, y con su edad, eso era mucho. Las caras le miraban locas, sin una sola sombra de lo que fueron. Albus recordaba todos sus juicios.
Bellatrix y los gemelos Lestrange habían tenido un juicio junto con Barty Crouch Jr. Por la tortura de los Longbottom. Recordaba a Bartemius padre y a la señora Crouch. Llanto y dureza, completamente opuestos.
También recordaba a Dolohov, en silencio, sin hablar, sin protegerse, sin acusarse. Había sido largo y tedioso. Travers había hablado mucho, había sido más listo que la mayoría y más tonto que los que realmente importaban.
Y todos y cada uno de ellos había recibido el mismo castigo. Condena de por vida a Azkaban. Permanentemente. Para siempre. Hasta que sus huesos se pudriesen sobre sus cadáveres.
Y ahí estaban todos fuera y completamente locos, sin miedo a la muerte, sin miedo a nada menos al miedo. O ni siquiera. Acostumbrados al miedo hasta ser amigos de los dementores.
Era ayer, los gritos, el silencio, el llanto y Bellatrix. Era ayer, no han pasado ni veinticuatro horas desde su condena permanente. Y había sido tan corto... Y es que nada es tan temporal como lo que se dice permanente.
27. No puedes caerte del suelo
Tom Riddle se había acercado al profesor Dippet y se lo había contado. Una acromántula, Rubeus Hagrid, la muerta, la Cámara de los Secretos, los ataques... Ha sido él, el semigigante, los ha matado.
Dippet se había reunido con Riddle y con Albus. Luego había echado a Riddle y había mirado a Albus. El pobre Hagrid, decían sus ojos. No me lo puedo creer. Hay que expulsarlo. Riddle había echado a la acromántula de Hagrid que se había refugiado en alguna parte. Moriría sin comida. Si echamos a Hagrid y cesan los ataques... Los ojos de Dippet pedían la solución a sus problemas y Riddle se la había traído.
Echaron a Hagrid. Le quitaron su varita y sus derechos a educación mágica pero Albus lo retuvo y le agrandó la cabaña del antiguo guardabosques que nadie había reemplazado. Le gustaban tanto los animales y había cursado tan poco cuidado de criaturas mágicas que algo debía hacer por él.
El muchacho lloró se le acercó cuando le dijo lo de su nuevo puesto. Hagrid le dio un abrazo y se permitió sollozar unas cuantas veces más. Y Albus le susurró al oído:
-No puedes caerte del suelo, Rubeus. No puedes caerte así que salta todo lo que quieras.
Cincuenta años después supo que sus sospechas estaban confirmadas. No había sido Hagrid. No podía haberla vuelto a abrir. Era imposible. Y además, no se equivocaba.
28. Suficiente investigación respaldará cualquier teoría
-¿Sabes Harry? Suelo acertar en mis suposiciones pero al principio, no son mas que suposiciones.
Le había dicho algo parecido, la noche anterior. Y es que Albus se dedicaba a investigar cuantas veces hiciera falta para respaldar sus teorías y hacer que la probabilidad de éxito fuese muy grande, casi igual a uno.
Se había dedicado a buscar recuerdos por todas partes. Uno por aquí, otro por allá, cuidado que se nos muere... Había leído de cabo a rabo toda la información sobre horrocruxes que había encontrado y robado de la biblioteca sin el conocimiento ni el consentimiento de Madame Pince. Y había mirado los recuerdos hasta artarse.
Si no había investigado lo suficiente, por lo menos había vivido lo suficiente, y ya conocía bien a Tom Riddle. Había indagado y acertado en tantas cosas...
No necesitaba demostración. Su teoría estaba acreditada por sus investigaciones. Y era una teoría buena. No es como si se hubiese puesto a buscar cosas sin sentido como por ejemplo... Que su despacho asqueaba a todos los rubios de la faz de la tierra. Había investigado con Draco Malfoy, con Hannah Abbot, con Filius que había sido rubio, con Slughorn, con Mary Duall... No necesitaba más rubios y su teoría estaba en pie. Pero ese era otro tema.
29. El único día que uno vendería su alma por cualquier cosa, sobran las almas
No recuerda quién se dio cuenta, el caso es que alguien gritó "¡Ariana!" y los hechizos menguaron hasta desaparecer. Seguramente fuese Aberforth. O quizás fue el alma de Ariana, que pesó sobre ellos al salir de su cuerpo. Ya se había pagado el alma al diablo, ya podía venir a atormentarlos.
Gellert tenía cara de desesperación. Otra vez no, parecían decir sus ojos. Por todos los magos del mundo, daría mi alma por arreglar este tremendo error.
Aberforth estaba desencajado. Parecía presa de un pánico sordo. Albus pudo confirmar en los días que siguieron, que Aberforth parecía haber perdido parte de si mismo. Por favor, prefiero irme antes que vivir sin ella.
Albus, completamente desesperado, había sabido, con una certeza imposible de eliminar, que el hechizo mortal provenía de su varita. Con su mala suerte y su rabia contenida, ¿qué otro había podido ser? Y ya sobraban las almas pero Albus habría preferido servir a un vil demonio con tal de que el episodio de los muggles de Ariana no hubiese ocurrido nunca.
Más tarde se dio cuenta de que todos habían tenido la certeza de haber matado a Ariana; Gellert como nuevo crimen sobre su expediente, Aberforth como incontrolable si le dominaba la furia loca que odiaba a Gellert, Albus como el relámpago de la mala suerte, que resonaba en sus oídos recordándole cuán mal hermano había sido siempre.
Y todos ellos, los tres, habrían dado su alma. Pero el diablo tenía con Ariana su ración diaria y le sobraban almas, como para apiadarse de alguno de los tres desdichados.
30. Si no los puedes convencer, confúndelos
Había empezado con Aberforth. No es que contase tanto con su hermano, si no que en su primer asalto como hablador, era la persona que tenía más a mano.
Luego se pasó a confundir al mundo. Discursos y discursos de los que solo Gellert o una Hermione Granger viajandi al pasado habrían conseguido descifrar algo. La clave estaba en estar muy convencido y haberse trabajado el texto. Lo demás seguía solo.
Como ya tenía practica con sus colegas del Wizengamot, sus alumnos, los acusados en sus juicios, sus conocidos del ministerio, sus colegas del colegio... Con Harry utilizó el mismo sistema. Con confumdirlos convenientemente bastaba para convencerlos, o por lo menos, para hacerles dudar lo suficiente como para poder embaucarlos.
El tema del alma de Voldemort en el cuerpo de Harry era un buen ejemplo. Se dedicaba a hablarle de magia antigua, de amor de madre, le mandaba clases de Oclumancia y de descubrimiento de Tom Marvolo Riddle, incluso le llevaba a una roca en la enorme oscuridad de la noche y se moría. Todo por tenerlo a su lado sin tocar el tema, todo por convencerlo por la confusión. Y ya le dejaría a Severus la tarea de contarle al chico que debía morir. Menos mal que era Gryffindor.