Expecto Patronum [Harry Potter] Draco/Hermione (1/2)

Jan 20, 2013 22:15

Este fic fue escrito para mi amiga invisible del AI de desmaius :)

Titulo: Expecto patronum
Fandom: Harry Potter
Pairing: Draco Malfoy/Hermione Granger
Summary: Draco Malfoy tiene un plan acercarse a Granger esas Navidades... .
Advertencias: Post Deathly Hallows. Epilogue, what epilogue. Análisis de Draco de cuentos muggles (lo que viene a ser crack). Muy largo.
Agradecimientos: a mi querida neon_letters sin la cual probablemente no habría tenido ni trama para escribir este fic xD


Expecto Patronum

I

Giró para esquivar una silla cubierta con un montón de pelucas que tosían, se coló entre dos columnas de libros y cachivaches y finalmente se detuvo junto a un armario polvoriento con una pata rota para recuperar el resuello. Sentía la punzada del flato en el abdomen y tenía la frente cubierta de sudor. Se apartó un mechón de pelo y trató de tranquilizarse y normalizar su respiración acelerada.

Estaba demasiado excitada para sentir cansancio, pero no para preocuparse por Harry y Ron. En algún momento los tres se habían separado mientras huían de los Avada Kedavra de Crabbe, y ahora Hermione no tenía ni idea de dónde estaban. Ni siquiera sabía dónde se encontraba ella misma.

Desde luego, esa versión de la Sala de los Menesteres era perfecta para ocultar algo y que nunca fuese encontrado, incluida la salida. Fuera del castillo se oían explosiones y hechizos. Los mortífagos habían logrado superar la muralla y estaban en los terrenos. Eso significaba que tenían poco tiempo.

Por lo tanto, se incorporó, tomó una bocanada de aire y se preparó para adentrarse en las profundidades del pasillo formado por torres de libros, muebles viejos y trastos de todo tipo.

Fue justo entonces cuando se dio cuenta de que no estaba sola. Había alguien al fondo del corredor, observándola en las sombras. Una figura alta y vestida de negro.

Se trataba Draco Malfoy, pálido como un cadáver y con un brillo febril en la mirada, apuntándola directamente al pecho.

La había pillado con la guardia baja. Aunque Hermione no estaba indefensa, su varita pendía de su mano, dirigida hacia el suelo. Quizás podría atacarle si era lo suficiente rápida, pero él tenía ventaja. Prevería sus intenciones y la desarmaría en el acto.

Así que decidió aguardar, alerta, el próximo movimiento del mortífago.

Sin embargo, tras unos segundos de tensión, se hizo evidente que él no pretendía atacarla. Estaba paralizado, con la mano temblorosa en alto, el rostro cubierto de transpiración, los ojos fijos en ella, llenos de angustia, como si no supiese qué hacer a continuación.

Por un momento, Hermione se sintió transportada de nuevo a Malfoy Manor mientras Bellatrix la torturaba y Malfoy contemplaba la escena con auténtica expresión de horror. Recordaba que su mirada perdida y llena de lágrimas se había detenido un instante en él y había tenido la sensación de que hubiese parado aquello de haber tenido el valor.

Con todo lo que había sucedido después, Hermione había olvidado por completo ese momento. Sin embargo, ahora Malfoy parecía el mismo de unas semanas atrás, a medias aterrado, a medias mortificado. Aunque tenían la misma edad, le pareció más joven que ella y sin duda más asustado.

Por su discusión con Crabbe, Hermione estaba convencida de que en realidad no quería hacerles daño. Sólo quería atrapar a Harry y entregarlo para salvar a su familia. Quizás, si hablaba con él…

-Malfoy, no tienes por qué hacer esto -comenzó -Yo…

-Calla -la interrumpió él con brusquedad. Parecía haber salido de su encrucijada interior. De pronto se enderezó, endureció el rostro y retrocedió, con la varita sujeta con firmeza.

Hermione escuchó pasos que se aproximaban hacia el pasillo. Malfoy también parecía haberlos oído porque giró el rostro y la varita en dirección al pasaje que quedaba a su izquierda. Fuera lo que fuera lo que vio, se relajó y bajó el brazo, aunque seguía habiendo tensión en su postura, en la blancura de sus nudillos.

Al cabo de unos segundos, Hermione pudo oír la voz infantil de Crabbe, demasiado baja para entender qué decía. Era evidente que se acercaba hacia ellos y pronto la descubriría. Así que, aprovechando que Malfoy había bajado la guardia, levantó su varita, lista para atacarles a ambos.

Sin embargo, él se comportaba como si ella no estuviese allí. La miró de reojo, apuntándole, pero no le prestó atención.

-Aquí no hay nadie -dijo Malfoy, mintiendo a un interlocutor que Hermione no podía ver. Su voz sonó tan impasible y aburrida como siempre. Crabbe debió responder algo y tras unos segundos de tensión lo escuchó alejarse con pasos apresurados por donde había venido. Debía estar ansioso por encontrar a alguien con quien probar la maldición mortal.

Hermione sentía tal desconcierto por lo que acababa de ocurrir que ni siquiera se movió cuando Malfoy se volvió de nuevo hacia ella. No hizo ademán de apuntarla con su varita. Se acercó unos pasos, pero se detuvo a una distancia prudencial.

Parecía nervioso pero al mismo tiempo liberado. Por primera vez desde que Hermione podía recordar, la miraba abiertamente sin una mueca de desprecio en la boca, que siempre había estado presta a llamarla sangre sucia.  Por el contrario, separaba y apretaba los labios, como si quisiese decir algo pero no encontrase el valor o las palabras adecuadas.

Ella estaba estupefacta. Malfoy no estaba haciendo nada de lo que habría esperado. Ni siquiera parecía el mismo sin su habitual pose hostil. Incluso había algo en él que emanaba vulnerabilidad, algo que nunca había visto antes.

Separó los labios para preguntarle por qué la había salvado de Crabbe pero entonces él habló:

-Vete -susurró, la voz ronca pero autoritaria -La salida está por ahí -y señaló un hueco al principio del pasillo, flanqueado por un viejo perchero cargado de bufandas y chales.

Hermione no tuvo tiempo para hacer más preguntas porque acto seguido se escucharon gritos y explosiones. Aunque entonces no lo sabían, Crabbe acababa de iniciar el fuego maldito que destrozaría la Sala de los Menesteres y acabaría con su vida. Lo que sí sabían era que sus amigos se estaban enfrentando. Se miraron unos segundos, silenciosos, asustados, y después cada uno salió corriendo en una dirección.

*

El juicio de los Malfoy se siguió con mucha expectación. Draco recordaría los días que duró el proceso como unos de los peores de su vida, sólo superados por la época en la que Voldemort ocupó Malfoy Manor y las ocasiones en las que torturó y fue torturado.

La llegada al Ministerio siempre era horrible. La prensa mágica estaba en todas las entradas, haciéndoles fotos y disparándoles preguntas. Una vez dentro, bajaban a la planta inferior, donde esperaban a solas durante horas hasta que los hacían pasar, uno a uno, a la sala donde se encontraba el Wizengamot. Tenía aspecto de mazmorra, con paredes de piedra tosca y gradas donde aguardaban magos y brujas del jurado, con rostros severos y acusadores. También había público. Testigos que intervendrían en el juicio o espectadores curiosos que acudían a contemplar el escarnio público de los Malfoy.

Entre ellos estaba Hermione Granger, a quien llamaron a declarar el día en que juzgaron a Draco. Había temido ese momento desde el principio. De todas las personas a las que podían interrogar en relación a él, Granger era sin duda con la que peor se había comportado toda su vida. Además, como heroína de guerra, su voz tendría más peso que la de cualquier otro. Era más que probable que fuera su testimonio el que inclinara la balanza a favor de su internamiento en Azkaban.

Así que, tenso, con la cabeza gacha y los ojos fijos en la puntera de sus brillantes zapatos, Draco aguardó sus palabras, sentado en la silla de madera que había en el centro de la sala. La misma silla que le atraparía con garras de acero si era declarado culpable.

Ella comenzó a hablar con voz aguda. Parecía un poco nerviosa al principio, pero a Draco le costaba escucharla con claridad. Los latidos de su corazón se solapaban con las palabras de Granger.

Sin embargo, al cabo de un par de minutos, empezó a comprender que no estaba relatando pormenorizadamente todas las afrentas que le había hecho durante los años. Ni siquiera criticó su pasividad cuando fue capturada y llevada a Malfoy Manor. De hecho, fue bastante benévola con su participación en todo ese episodio, recalcando que no les había reconocido, ni a ella ni a sus amigos, pese a conocer sus identidades sin ninguna duda.

Cuando le preguntaron por la intervención de Draco durante la batalla final, Granger hizo una pausa antes de responder. Él no pudo evitar levantar la mirada y se encontró con que estaba observándolo.

Sintió una pequeña descarga en el estómago. No se veían desde la batalla final, pero ella seguía igual. Todavía demasiado delgada y un poco pálida. Llevaba ropa muggle y el pelo indomable recogido en un moño apretado, como si quisiese aparentar más edad. La envolvía un aire de dignidad desde que había sobrevivido a la tortura de Bellatrix, como si eso sólo hubiera servido para fortalecer sus convicciones.

Finalmente respondió a la pregunta del tribunal, sin dejar de mirarlo a los ojos.

-Él… me salvó en la Sala de los Menesteres. Me ayudó a escapar de Vincent Crabbe.

Su voz se elevó con firmeza, en medio del silencio de la sala. Sin embargo, su mirada fija en él estaba llena de interrogación. Preguntaba por qué lo había hecho, por qué la había ocultado de Crabbe.

Draco dudaba que le gustara oír su respuesta.

Tras eso, el tribunal dio por finalizada su declaración y cerraron la sesión.

Dos días después, tras largas deliberaciones, el Wizengamot citó a los Malfoy para darles su veredicto. Para la ocasión, la sala estaba más llena de magos y brujas de lo que lo había estado en los días que duró el juicio.

Su madre enlazó un brazo con el suyo y Lucius le puso una mano en el hombro. Draco pudo apreciar un ligero temblor en ambos, más pronunciado en el caso de su padre. Él no temblaba, pero el corazón le latía con tanta fuerza que se sentía casi mareado.

Buscó el rostro de Granger entre el público, pero no lo encontró. No obstante, vio otras caras conocidas y no muy amistosas en su mayoría. Intentó no tomárselo como un mal presagio.

Los magos y brujas del Wizengamot se pusieron en pie, todos vestidos con túnicas color ciruela y rostros circunspectos. La bruja jefe, Marchbanks, fue la encargada de dictar la sentencia.

Los Malfoy eran declarados… inocentes. Sería más apropiado decir que los habían indultado. El tribunal les consideraba culpables de algunos cargos, pero tomaba su no participación en la batalla final como un poderoso atenuante, lo que sumado a los testimonios favorables de los héroes de guerra, evitó que fuesen a Azkaban. Siguió una larga relación de sanciones económicas a las que Draco no prestó atención. Sus padres tampoco, a juzgar por la manera en que lo atraparon en un abrazo. Notó algo húmedo en su mejilla y se dio cuenta de que su madre estaba llorando.

No la había visto llorar desde que Voldemort lo reclutó como mortífago, y aún entonces lo había hecho sólo cuando se creía a solas. Se dio cuenta de que pese a haber mantenido la compostura durante todo el proceso, había estado tan aterrada como ellos.

Ahora que todo había acabado, Draco se sentía mareado de alivio. Como en una especie de ensoñación aturdida, fue vagamente consciente de que la sala se estaba vaciando con lentitud. Después su padre los soltó y se acercó a saludar a todos los miembros del tribunal.

Percibió cierto servilismo en los gestos y movimientos de Lucius, en la manera ansiosa en que estrechaba manos y asentía al escuchar a su interlocutor. Trataba de agradarles.

Era una actitud muy distinta a la que había tenido antes de la guerra, donde apenas si se dignaba a dar la mano a quien no fuese un alto cargo y solía susurrar sugerencias al oído de los más influyentes. Antes había sido soberbio y orgulloso, sabiéndose superior. Ahora era un hombre derrotado que trataba de salvar los restos del naufragio.

Sin duda, eran nuevos tiempos y Draco no podía evitar preguntarse cómo encajarían los Malfoy en ellos. En eso pensaba cuando abandonó la sala, dejando a sus padres la labor de intentar crear nuevas influencias.

Fuera había docenas de magos y brujas caminando con rapidez de un lado al otro, como si tuviesen asuntos muy importantes que atender. Los más apresurados no le dedicaban siquiera una mirada, pero la gran mayoría de los presentes habían acudido allí a ver la resolución del espectáculo de las últimas semanas. No todos estaban contentos con ella.

Algunos lo miraban de reojo, no exentos de cierta hostilidad, mientras se dirigían a los elevadores para regresar a la entrada del Ministerio. El desprecio no era nada nuevo para Draco. Lo había recibido en grandes cantidades durante el último año, tanto en Hogwarts como en Malfoy Manor. Comparado con la perspectiva de ir a Azkaban, le parecía algo con lo que podría vivir.

No obstante, una cabeza de rebelde pelo castaño llamó su atención entre la gente que esperaba el siguiente ascensor y sin haberlo pretendido se encontró llamándola.

-Granger.

Su voz se elevó en el transitado pasillo. Varias cabezas se volvieron hacia él, entre ellas la de Hermione Granger. Ese día no llevaba moño y su abultado cabello disimulaba un poco la delgadez de su rostro. Seguía pálida y parecía un poco azorada. Sin embargo, se acercó a él y Draco se sintió estúpido porque no había pensando en qué hacer a continuación.

-Hola, Malfoy -saludó ella con voz queda. No lo miraba directamente a la cara y Draco se dio cuenta de que, aunque no la había visto entre el público, había estado en la sala, escuchando el veredicto. Resultaba evidente que no había esperado que él se enterara y por eso estaba nerviosa y ruborizada-. Enhorabuena. Me alegro por ti y por tu familia.

Viniendo de otra persona, sus palabras le habrían sonado falsas y envenenadas pero sabía que Granger era sincera. Tenía más razones que la mayoría para guardarle rencor a los Malfoy, y sin embargo su testimonio había tenido mucho peso en la decisión final del tribunal de dejarlos libres.

-Gracias -respondió él, y se sintió torpe al pronunciar esa palabra, como si perteneciese a otro idioma que no dominara bien. En cierto modo, era así-. Tu declaración fue… Si tú no hubieses… Lo que quiero decir es que…

Buscó las palabras adecuadas con torpeza. No estaba acostumbrado a dar las gracias y hacerlo dos veces en la misma conversación resultaba abusivo para sus viejos hábitos. No obstante, Granger asintió, interpretando su titubeo.

-Sólo dije la verdad. Me salvaste aquel día, era lo mínimo que podía hacer.

Granger era muy generosa al referirse a aquel día. Todo lo que había hecho Draco había sido enviar a Crabbe en la dirección contraria, y al final fueron ella y sus amigos los que habían acabado salvándolos a Goyle y a él. Pero si la joven había decidido ver su actuación como algo heroico, no iba a discutirlo para que tuviese una opinión de él todavía peor.

La conversación llegó a un punto muerto. No estaban habituados a hablar de manera educada y no se podía decía que tuviesen variados temas de discusión. Eran como dos extraños que se conocían de toda la vida, en una situación en la que nunca se habían encontrado. Los dos estaban fuera de su elemento y, sin las paredes de Hogwarts como escenario, se sentían perdidos, sin ninguna referencia a la que aferrarse para saber cómo debían comportarse el uno con el otro.

Pensar en Hogwarts hizo que Draco recordará algo que llevaba semanas preguntándose.

-¿Vas a volver a Hogwarts este septiembre, Granger? -inquirió.

-Sí -respondió ella sin titubear. Parecía aliviada por haber cambiado de tema de conversación-. Harry y Ron no van a hacerlo, pero yo he decidido regresar. Todavía no sé a qué quiero dedicarme, así que tengo que presentarme a los EXTASIS. ¿Y tú?

Draco guardó silencio unos instantes. El curso anterior no hubo exámenes. La guerra interrumpió las clases, que de todos modos no habían sido muy ortodoxas. El contenido de la mayoría de asignaturas se había transformado en ideología de la sangre pura, apología antimuggles y artes oscuras. Dudaba que el actual Ministro considerara ese currículum válido. Por lo cual, eran muchos los alumnos que iban a repetir curso, en especial los que habían cursado séptimo año y se habían quedado sin rendir los EXTASIS. Sus padres habían insistido mucho a Draco para que regresara si todo salía bien en el juicio, pero él no había querido pensar en eso hasta que supiese qué iba a ser de ellos.

Ahora lo sabía y tenía que tomar una decisión. ¿Volvería a Hogwarts a enfrentarse con el desprecio de la mayoría de sus compañeros? La miró a los ojos antes de responder.

-Sí. Yo también he pensando volver a Hogwarts.

Granger asintió quedamente. La conversación había llegado a su fin. Aunque se cuidaba de demostrarlo, Draco estaba seguro de que ella tenía ganas de marcharse. Él la incomodaba.

Pensó en cómo despedirse, pero un simple “Adiós, Granger” le pareció demasiado seco dadas las circunstancias. De pronto se encontró a sí mismo tendiéndole la mano. Ella la observó, asombrada, sin moverse ni un ápice.

Draco empezaba a pensar que la rechazaría, cuando Granger dio un paso adelante y se la estrechó. Su mano era pequeña, de dedos delgados y fríos, pero su apretón firme.

Él tuvo que contener el impulso de sujetarla con más fuerza para entibiar su piel. Pasados unos segundos ella empezó a mirarlo con nerviosismo y Draco comprendió que debería soltarla. La liberó con suavidad y después se guardó la mano en el bolsillo de la túnica, donde la cerró en puño con discreción.

-Nos vemos en septiembre, Granger -murmuró.

-Hasta entonces, Malfoy -replicó ella, con un timbre más agudo de lo habitual. Después, se despidió con un gesto de cabeza y regresó presurosa al ascensor que estaba a punto de cerrarse. Se montó en él, haciéndose sitio entre un montón de magos y brujas impacientes, y no miró a Draco en ningún momento mientras desaparecía rumbo a la primera planta.

*

Un día se despertó y descubrió que había nevado. Una manta de blanco impoluto cubría todos los terrenos de la escuela y daba a la cabaña de Hagrid aspecto de ser un polvorón gigante. Cuando bajó a desayunar al Gran Comedor, Hermione descubrió que habían empezado a decorar la escuela con motivos navideños. Ya había guirnaldas de colores envolviendo las barandillas de las escaleras y una corona de acebo adornando cada puerta. Los cuatro árboles de Navidad descansaban en las esquinas de la amplía estancia, esperando que alguien los engalanara.

Su primera reacción fue sentir pánico. No es que hubiese desarrollado un temor irracional a las Navidades, era sólo que su proximidad significaba que le quedaba cada vez menos tiempo para preparar sus EXTASIS. El primer trimestre ya casi había acabado y a ella no le había dado tiempo de estudiar ni la mitad de lo que se había propuesto.

-Vaya, ¿ya están decorándolo todo? -observó Ginny, que había bajado a desayunar con ella -Han empezado pronto este año, ¿no crees?

-No es tan pronto -Neville las saludó desde la mesa de Gryffindor, invitándoles a sentarse junto a él con un gesto -Sólo falta una semana para las Navidades.

Una semana. Una semana. ¡Una semana! Hermione dio un respingo, cogió un trozo de bizcocho de chocolate de una de las fuentes doradas que se repartían por la mesa y se despidió a toda prisa de sus amigos.

Por el camino miró su reloj compulsivamente comprobando que aún tenía media hora antes de la clase de Pociones de esa mañana. Media hora que pensaba aprovechar estudiando en la biblioteca.

En el pasillo que llevaba hasta ella encontró indicios de la proximidad de las navidades por todas partes. Había docenas de guirnaldas y ramilletes de muérdago, lo que sólo logró ponerla más nerviosa. De manera que cuando llegó a los dominios de Pince, había tomado la firme resolución de quedarse en Hogwarts durante las vacaciones para poder estudiar sin interrupciones.

A sus padres no les haría mucha gracia, teniendo en cuenta que habían pasado las Navidades anteriores en Australia sin recordar que tenían una hija, pero lo entenderían. Habría más ocasiones de pasar las fiestas juntos, sin embargo, no tendría una segunda oportunidad para presentarse a los EXTASIS.

Tenía que ser responsable. Si iba a casa, sería incapaz de estudiar. Sus padres y sus amigos la tendrían de un lado para otro y no le dejarían tiempo libre. Incluso aunque lo tuviera, no podría concentrarse, lo sabía bien.

No ayudaba el hecho de que no tuviera claro a qué quería dedicarse cuando saliera de Hogwarts. Por lo cual, se iba a presentar a los EXTASIS de todas las asignaturas para tener todas las puertas abiertas. Eso significaba que tenía mucho más trabajo de lo que era habitual.

Por un momento pensó con nostalgia en los inventos de los Gemelos Weasley para mantenerse despierta, pero lo desechó en el acto. El nombre de Fred flotó dolorosamente en su memoria durante unos instantes. Luego recordó a Ginny y lo duras que serían las Navidades en La Madriguera ese año, y por una parte de sintió aliviada de quedarse en Hogwarts.

Sería una de las pocas personas en hacerlo. Con el fantasma de la guerra vagando invisible por los pasillos del reconstruido colegio, eran pocos los que querían estar allí en vacaciones. La gran mayoría volverían a sus hogares. No había mucho ambiente festivo con la batalla final tan próxima aún, así que una parte de Hermione casi había dado por sentado que no decorarían la escuela ese año.

Estaba equivocada. Incluso en la biblioteca había coronas de acebo y ramilletes de muérdago por todas partes. Una ojeada a la cara malhumorada de Pince le bastó para suponer que ella no había tenido nada que ver. La  bibliotecaria parecía considerar cualquier forma de ocio una especie de afrenta si se daba cerca de sus libros. Además, ese año estaba particularmente desagradable y quisquillosa. Parte de la biblioteca se había visto dañada durante la batalla final y ella no parecía haberse recuperado de eso. De vez en cuando, en alguna de las largas tardes que Hermione había pasado en la biblioteca con Ginny, Neville y Luna, la había escuchado murmurar algo como “Tantos libros… ¡perdidos para siempre!” mientras vagaba por los pasillos como alma en pena, esperando encontrar a algún alumno cometiendo una infracción para expulsarlo de allí.

Sin embargo, Hermione y Pince habían llegado a una especie de acuerdo tácito: si trataba bien los libros, la bibliotecaria la ignoraba, y ambas partes eran felices. Eso no evitó que se llevara una mirada acerada esa mañana, cuando la vio atravesar las puertas de la biblioteca con paso rápido.

En el lugar reinaba un silencio tranquilizador. El olor a libros y el rumor de páginas pasándose lograba serenar a Hermione. Procurando no hacer mucho ruido, buscó una mesa vacía.

No fue difícil porque sólo había un alumno en la biblioteca. No le sorprendió del todo descubrir que se trataba de Draco Malfoy. Estaba sentado en una mesa apartada, inclinado sobre un libro. Apoyaba la barbilla sobre una mano pálida y de dedos largos. El flequillo platino le caía sobre los ojos, ocultando su mirada. Parecía muy concentrado.

No obstante, Hermione debió de hacer un poco de ruido apartando una silla porque él levantó la mirada y giró el rostro hacia ella. Se observaron durante unos instantes. Después Malfoy hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo, y volvió al estudio.

Su relación había cambiado bastante durante ese curso. Desde que se dieran un apretón de manos tras el juicio a los Malfoy, habían establecido una especie de tregua. Para tratarse de ellos, podría decirse que su relación actual era cordial. Se saludaban de vez en cuando si se encontraban por los pasillos. Generalmente con un gesto o llamándose por sus apellidos.

Malfoy ya no la incordiaba nunca e incluso una vez, en clase de Transformaciones, le alcanzó la pluma cuando se le cayó del pupitre y flotó lejos de ella. Sus dedos se rozaron unos instantes cuando él se la devolvió y Hermione descubrió con sorpresa que él no apartó la mano rápidamente. Incluso le dio la impresión de que alargaba el contacto más de lo debido.

No era lo único que le había sorprendido de Malfoy durante ese curso. Las cosas habían cambiado mucho en Hogwarts para él. Su popularidad estaba bajo mínimos tras la guerra y el juicio. Durante años se había granjeado el desprecio de Gryffindors, Hufflepuffs y alumnos hijos de muggles. Antes podía molestarlos con relativa impunidad, sintiéndose resguardado por gran parte de sus compañeros de casa. Ahora no podía decirse lo mismo.

La Casa de Slytherin, tradicionalmente conocida por su gran unidad, estaba pasando por tiempos difíciles. La guerra había causado muchas divisiones entre partidarios y opositores a Voldemort. También había un nutrido grupo de alumnos que se había mantenido aparte.

Pocos de los que habían militado en el bando de Voldemort habían regresado y, aun entre ellos  no era muy querido. Mientras otros habían visto a sus padres o familiares encerrados en Azkaban por una larga temporada, los Malfoy habían quedado libres a cambio de algunas propiedades.

Eso tampoco caía bien entre quienes no comulgaba con la ideología de la pureza de sangre. Y quienes habían permanecido neutrales durante el curso anterior, también lo eran ahora.

En resumidas cuentas, podría decirse que Malfoy estaba muy solo. A Hermione se le hacía raro verlo sin Crabbe y Goyle, siguiéndolo a todas partes, riéndose o crujiendo los nudillos en los momentos oportunos. El primero había muerto en la Sala de los Menesteres, y el segundo no había vuelto a la escuela. Según Ron, se debía a que era demasiado idiota para aprobar ni un EXTASIS.

Del grupo con el que solía juntarse Malfoy, sólo Theodore Nott y Pansy Parkinson continuaron sus estudios. En ocasiones iban los tres juntos, pero la mayoría de las veces Hermione se lo encontraba solo.

Eso sucedía muy a menudo en la biblioteca, como esa mañana. Aunque Malfoy siempre había sacado buenas notas, Hermione no recordaba que antes fuese particularmente estudioso. Y no obstante, ese año acudía allí casi tanto como ella.

Dándose cuenta de que llevaba cinco minutos abstraída pensando en él, se sentó en la mesa más cercana y abrió un libro con brusquedad.

*

Draco no tenía muy claro qué hacer en Navidades. La idea de regresar a casa no le resultaba muy atractiva. Malfoy Manor se había convertido en un mausoleo de la guerra, llena de recuerdos que lo atormentaban. No era el único.

Sus padres y él habían pasado las semanas posteriores al juicio en Francia, mientras esperaban que las cosas se calmaran. Sólo habían regresado a la noche antes de que Draco tomase el Expreso de Hogwarts.

No había logrado pegar ojo. La casa parecía enorme y vacía. Bellatrix había muerto y los mortífagos que durante el año anterior iban y venían por la mansión como si fuese suya habían corrido su mismo destino o se pudrían en Azkaban. Malfoy Manor volvía pertenecerles pero, pese a ello, Draco no podía librarse de la sensación de que Voldemort aparecería en cualquier momento para acabar con ellos.

Se le cerraba el estómago cada vez que veía la mesa del gran Comedor donde Nagini se había tragado el cadáver de la profesora de Estudios Muggles y la sala de dibujo era un lugar vetado para él. No había sido capaz de entrar allí desde que su tía torturó a Granger sobre la alfombra. Cada vez que pasaba por delante de la puerta, la oía gritar.

Cada rincón de la casa estaba lleno de recuerdos que le repugnaban y aterraban a partes iguales. No se sentía a salvo allí y dudaba que algún día volviese a hacerlo.

Además, no tenía mucho espíritu navideño ese año. Sentía que tenía muy poco que celebrar.

A decir verdad, barajaba la posibilidad de quedarse en Hogwarts. No creía que muchos alumnos lo hicieran. Así podría estar tranquilo, con tiempo de sobra para estudiar y… aburrirse.

Pensándolo bien, estar solo en la escuela tampoco era muy tentador. Y aunque se quedasen bastantes alumnos, eso tampoco era un aliciente. Eran pocos los que reconocían su existencia o le dirigían la palabra, y aún menos los que no lo miraban con desdén.

Sus antiguos amigos habían muerto o desaparecido, y toda su vida social se reducía a Pansy y Theo. La primera no era la compañía más agradable porque no hacía más que quejarse de lo mucho que detestaba a Hogwarts y a sus alumnos y profesores. No era de extrañar, teniendo en cuenta que su momento estelar en la batalla final, cuando quiso entregar a Potter públicamente, la había vuelto casi tan impopular como a él. Y Theodore era un buen chico pero muy independiente y de pocas palabras.

No tenía un gran círculo de amistades y ya ni siquiera jugaba al quidditch. Ni se le pasó por la cabeza presentarse a las pruebas de buscador. No pensaba dar más facilidades a la gente para poder despreciarle, y el nuevo capitán de Slytherin no era su fan número uno.

Todo eso tradujo en muchas horas de soledad en la biblioteca, estudiando para ocupar en algo su tiempo libre. Lo cierto es que los profesores se lo pusieron sencillo con una cantidad ingente de tareas. Estaba seguro de que solamente Granger y puede que el empollón de McMillian, le superaran en horas de estudio.

Si se quedaba en Navidades, el panorama sería el mismo. Ninguna de las opciones le complacía, pero después de la última carta de su madre pidiéndole que fuese a casa, estaba casi decidido a hacerlo.

Sin embargo, ese lunes, al acabar la clase de Pociones, oyó algo que le hizo decidirse. Estaba recogiendo sus materiales cuando escuchó la voz de Granger, un par de mesas por delante de él.

-Ginny, he decidido que voy a quedarme a pasar las Navidades aquí -declaró.

Draco alzó la vista y la escuchó con disimulo. Sus manos se habían detenido sobre el broche de su maletín de ingredientes.

-¿Estás segura de eso? Hogwarts va a quedarse vacío. No conozco a nadie que no vaya a regresar a casa -objetó la pelirroja.

-Precisamente por eso -sentenció Granger -. Así tendré tranquilidad para estudiar. Los EXTASIS están muy cerca y llevo mucho retraso en mi plan de estudios.

Ginny Weasley se limitó a poner los ojos en blanco y no trató de discutir más. Era evidente que sabía que cualquier intento de disuadir a su amiga sería inútil.

Sólo entonces, Draco dejó de espiarlas y se concentró en guardar sus útiles de pociones en el maletín. Acababa de resolver el dilema: se quedaría en Hogwarts por Navidad.

*

Hermione nunca había visto Hogwarts tan vacío. La sala común de Gryffindor estaba desierta porque era la única de su casa que se había quedado en Navidades. Y cuando bajó a desayunar al Gran Comedor, sólo encontró dos alumnos. Ambos Slytherin; una niña de primero con gafas de cristal grueso y Draco Malfoy.

Las mesas de Ravenclaw y Hufflepuff habían sido retiradas, así que Hermione supuso que sólo ellos tres pasarían las vacaciones en la escuela.

Aunque resultaba un poco deprimente, se dijo era algo bueno para ella. No habría nadie metiendo ruido ni distrayéndola. Podría dedicarse a estudiar sin interrupciones.

No obstante, la perspectiva de estar casi a solas con Malfoy la inquietaba un poco. No ayudó mucho que sintiera su mirada siguiéndola hasta que tomó asiento.

Bebió un largo sorbo de zumo de calabaza de la única copa que había en su mesa, y se atrevió a levantar la vista. Los ojos de Malfoy seguían sobre ella y no se apartaron al verse descubierto.

Nerviosa, fue ella quien rompió el contacto visual y se dedicó a su desayuno. Acabó todo lo rápido que fue capaz y después se retiró, rumbo a la biblioteca. En realidad podría estudiar en la Sala Común de Gryffindor que estaba desierta, pero se concentraba mejor en la biblioteca y además allí tenía a mano todos los libros de consulta que pudiera necesitar.

Se sentó en la mesa de siempre, sacó el rollo de pergamino donde había elaborado un completo horario de estudio con objetivos para cada día y, tras repasarlo unos instantes, tomó sus apuntes de Defensa contra las artes oscuras y comenzó a estudiar.

La dificultad principal de los EXTASIS era que no se limitaba a examinarla sobre la materia impartida en los dos últimos cursos: cualquier hechizo, cualquier poción, encantamiento o conocimiento adquirido durante los siete años que había pasado en Hogwarts podía ser objeto de examen. Desde un Wigardium Leviosa al Filtro de los muertos en vida.

Pero si seguía estrictamente su horario y no dormía más de cinco horas al día, calculaba que para mediados de Mayo, habría logrado estudiarlo todo. Si los nervios no acababan con ella antes.

Estaba tan concentrada en repasar el glosario de criaturas mágicas de tercero que no escuchó pasos dirigiéndose hacia ella y sólo se percató de que Malfoy estaba frente a su mesa cuando lo sintió carraspear.

Levantó la vista, asombrada. Él le devolvió la mirada. Su rostro no traslucía emoción alguna, como si el que se acercase a ella no tuviese nada de extraordinario.

-Granger, tenemos que hablar -anunció. Por una vez no arrastró las palabras con acento aburrido. Había cierta intensidad en su tono, como si quisiese disuadirla de poner alguna objeción.

Hermione estaba demasiado sorprendida para responder con elocuencia.

-Ah -fue todo lo que murmuró. Malfoy pareció interpretarlo como una señal de aquiescencia porque apartó una silla y se sentó en ella. Luego se hizo un silencio incómodo, mientras Hermione aguardaba a que él se explicara.

-Tú sabes hacer el encantamiento Patronus -afirmó él, al cabo de unos segundos. No tenía claro qué había esperado que le dijera, pero desde luego eso no.

-Sí.

Omitió decirle que no era su fuerte. Es más, era el hechizo con el que menos segura se sentía. Probablemente porque requería mucha implicación emocional. No se trataba de la entonación, ni la postura, ni la puntería. Lo esencial para tener éxito era conjurar un recuerdo lo suficiente feliz para espantar a un dementor. No es que careciese de recuerdos felices, pero nunca estaba segura de cuál sería el apropiado para lograr un Patronus poderoso. Dudaba y cambiaba de un recuerdo a otro de manera inconsciente por lo que su nutria plateada solía desaparecer a los pocos segundos.

-Me gustaría que me enseñaras a hacerlo -pidió Malfoy. Por la ausencia de cualquier inflexión en su voz, Hermione tuvo la extraña certeza de que había ensayado esa frase. Después, como si se sintiese aliviado tras haber hecho su petición, se apoyó sobre el respaldo del asiento y se limitó a contemplarla, aguardando su respuesta.

Ahora era el turno de Hermione de ponerse en tensión. Jamás habría esperado que Malfoy le pidiese ayuda para nada, y menos para aprender un hechizo como el Expecto Patronum. Era un conocido encantamiento de magia avanzada, pero poco utilizado. No lo enseñaban en la escuela por no considerarlo imprescindible y había muchos magos y brujas adultos que nunca lo dominaron. Dumbledore les había dicho una vez que los mortífagos no eran capaces de conjurar Patronus; no obstante, Hermione recordaba bien que alguien tan deplorable como Umbridge sí había podido.

De cualquier modo, no era un contenido obligatorio para aprobar el EXTASIS de Defensa contra las artes oscuras. No entendía por qué Malfoy quería aprender a utilizarlo y tampoco por qué le pedía ayuda precisamente a ella. Era cierto que en esos momentos era la única alumna en Hogwarts que conocía el hechizo pero siempre podría haber recurrido a algún profesor. Sin embargo, no se atrevió a preguntárselo. Dándose cuenta de que estaba tardando demasiado en responder, habló con rapidez.

-Vale -masculló. No se le ocurría ninguna razón para negarse. Después de todo, su antigua enemistad había quedado muy atrás y no se atrevería a rechazar su petición tan sólo porque la hacía sentir incómoda y un poco nerviosa.

Malfoy no dijo nada pero su boca se estiró en una mueca similar a una sonrisa que hizo que Hermione se preguntara dónde acababa de meterse.

Parte (1/2), aquí.
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het, fandom: hp, pairing: draco/hermione

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