La segunda viñeta de
The Rising, el conjunto de viñetas de la tabla de cine y literatura de
lacomuna .
Titulo: Cien años de soledad (Cualquier tiempo pasado fue mejor)
Titulo del conjunto de tablas:
The RisingTabla:
Cine y literaturaFandom: Harry Potter
Personajes: Orden del fenix original
Summary: Y cuando regresa caminando a Hogwarts, bajo la noche tranquila y estrellada, Albus se siente solo y viejo, y aún le duele un poco el puñetazo que Aberforth le dio en la nariz hace tantos años.
2. Cien años de soledad
(Cualquier tiempo pasado fue mejor)
No puede decirse que sean amigos: trabajan juntos. La mayoría confían los unos en los otros, algunos ni siquiera eso. Se respetan, aunque a los gemelos Prewett les encante burlarse de Dorcas Meadows y de Marlene Mckinnon u Ojoloco Moody no sea lo que se dice una persona cercana. Es cierto que Dedalus Diggle y Edgar Bones no siempre se entienden y que a Sirius Black a veces le saca de quicio la exasperante lentitud de Elphias Doge, el viejo Elphias, al hablar. Pero pasan muchas horas juntos y cuando batallan contra los mortífagos, es como si fueran amigos de toda la vida. Es lo que tienen los tiempos de guerra, la gente se acerca en contra de un enemigo común y no está de humor para juegos. Por eso cualquier rencilla personal queda olvidada cuando la Marca Tenebrosa aparece en el cielo o les llega el soplo de que alguien a quien conocen está amenazado de muerte. Entonces las expresiones se vuelven graves, los silencios profundos y las miradas se vuelven hacia Dumbledore, esperando una sola orden suya para pasar a la acción.
La mayoría de esos soplos los reciben de un miembro de la Orden que poco sabe de las eternas discusiones estratégicas de Diggle y Bones o de las sonrisas bribonas de los Prewett antes de soltar un comentario destinado a irritar a las chicas. No va a las reuniones de la Orden del Fénix ni se considera parte de ese “grupo de chalados e insensatos” como les llama él. Pero Albus siente que es parte de la Orden, aunque siempre que se lo da a entender, Aberforth suelte un gruñido. Y no obstante, le envía mensajes cuando tiene información de valor. En realidad no es un mensaje propiamente dicho porque el hermano del director de Hogwarts nunca se ha molestado en enseñar a su Patronus a transmitir palabras y hace mucho tiempo que olvidó cómo escribir. Así que sólo llega una cabra plateada que traspasa la ventana del despacho de Albus como si fuese de humo y se pone a mordisquear el borde de cualquier pergamino que encuentre al alcance de sus dientes hasta que se desvanece, en unos segundos de refulgir de plata.
Entonces Albus acude a la llamada y se dirige a Hogsmeade con el pretexto de tomar una cerveza en una noche particularmente agradable de la primavera. Pide un whisky de fuego al llegar a la barra (como siempre) y mantiene una conversación escueta e impersonal con su hermano, como si fuesen extraños. Una conversación en la que Aberforth le cuenta, en clave, como sin querer, todo lo que se ha oído por el pub de dudosa reputación en los últimos tiempos.
A veces Albus contempla con ojos tristes la barba que oculta su rostro y el permanente gesto de desencanto e intenta recordar si alguna vez se llevaron bien. Cree que sí, cuando eran muy pequeños, justo antes de que él, el mayor, empezara sus estudios en Hogwarts. Le quedan grabadas en la memoria borrosas escenas de niñez, de cuando ambos cuidaban de Arianna o se colaban en la cocina para robar un pellizco del pastel de tarta que su madre cocinaba todos los domingos. Pero años de dolor, rencores y culpabilidad se han enredado con esas imágenes, de modo que Albus ni siquiera las puede disfrutar.
Al menos agradece que Aberforth le siga hablando, que por fin haya algo -la guerra -que les importe de nuevo a los dos. Le da igual que él siempre se muestre malhumorado y le cuente las noticias entre gruñidos, como si estuviera enfadado. En realidad lo está, y Albus lo sabe porque él también estuvo enfadado mucho tiempo. Consigo mismo, con Gellart, de nuevo con él. Así que le escucha el silencio, el olfato se le inunda por el olor a alcohol rancio y a cabras que desprende su hermano, y mientras tanto, Albus hace memoria.
Aberforth da por finalizada la conversación en cuánto termina de relatarle, como al descuido, todo lo que considera importante y después se aleja de él, a limpiar la barra siempre sucia, no importa cuanto cambie de sitio la porquería con su paño gris. No vuelve a mirarle mientras Albus se acaba su whisky de fuego, y ni siquiera levanta la vista cuando se despide (“Buenas noches, Aberforth”) y sale a paso vivo del lugar.
Y cuando regresa caminando a Hogwarts, bajo la noche tranquila y estrellada, Albus se siente solo y viejo, y aún le duele un poco el puñetazo que Aberforth le dio en la nariz hace tantos años. Un recordatorio palpitante del día en que lo perdió todo: a su hermano, a Arianna y a Gellart.
(Cualquier tiempo pasado fue mejor).