Título: Con otros ojos
Fandom: Glee
Paring/Personajes: Beth Corcoran. Noah Puckerman, Rachel Berry, Quinn Fabray, Shelby Corcoran. Puckleberry, menciones de Quick.
Género: Drama
Rating: G
Resumen: ¿Cuán difícil es mirar sin celos e inseguridad cuando tienes diecisiete años?
Con otros ojos
Beth no entendía la fascinación de Rachel con Nueva York, del mismo modo en que no entendía la fascinación de su padre con Rachel. Ya ha pasado un largo tiempo desde eso, pero Beth no lo olvida. La manera en que se preguntaba como su papá podía querer estar con ella, cuando pudo haber pasado el resto de su vida con Quinn, quien es sin lugar a dudas la mujer más hermosa del planeta.
A los trece años, cuando empezó a preguntarse sobre el amor, también empezó a preguntarse por qué sus padres biológicos no se quedaron juntos, por qué eligieron darla en adopción y separarse. Por lo que había le escuchado a Noah, podía asegurar que estuvo tremendamente enamorado de Quinn. A veces se imaginaba como hubiera sido la vida con ellos, pero se detenía, llena de culpa por traicionar su incondicional cariño a su mamá, Shelby.
No obstante, algo dentro de ella siempre esperó que un día los dos volvieran a estar juntos.
Pero no lo hicieron. Quinn (nunca pudo llamarla mamá, aunque esto no significa que no la quisiera montones) estaba ocupada con su revista y se encontraba feliz y satisfecha, con esa actitud de princesa que Beth admiró tanto y nunca fue capaz de imitar; su padre un día le avisó que estaba saliendo con alguien más.
-Una vieja amiga- le dijo.
-¿Estas saliendo con Quinn otro vez?
No. Estaba saliendo con Rachel Berry. Una artista, la hija biológica de Shelby. Beth sintió por primera vez en su vida celos, celos de verdad, esos que sientes en la garganta y te enferman, le provocaron ganas de vomitar.
Siempre sintió envidia de la admiración de su madre por el talento de su otra hija, de que Rachel se pareciera tanto a Shelby, de que cantara como ella. Beth sólo podía pintar y por más que Shelby le dijera que estaba orgullosa, ella nunca le creyó que estuviera tan orgullosa como de su hija que había ganado un Tony.
Y entonces, vino Rachel otra vez y le robó a Noah, a ella y a Quinn.
Lloró esa noche e hizo un autorretrato en un lienzo con tonos de grises.
-Es hermoso- dijo Noah cuando lo vio.
-Es triste- contestó Beth.
-Algunas cosas tristes son hermosas.
-¿Pero no es mejor ser hermosamente feliz?
Puck la miró sorprendido, sin saber que contestar, no era bueno teniendo conversaciones muy serias, generalmente se limitaba a sostenerla en sus brazos, pero esa vez habló.
-Tú sabes que te amo más que a nada en este mundo, ¿verdad, Beth?
-¿Más que a nadie, también?
-Más que a nadie y más que a nada.
Ella se sintió mejor después de eso, lo cual no evitó que detestará la idea de viajar a Nueva York para visitar a Rachel con su padre.
-No quiero ir- le dijo a Shelby.
-¿Por qué no? Sabes que es importante para Noah.
-Sólo… siento como si ella hubiera acabado con las posibilidades de que Quinn y él volvieran a estar juntos.
Shelby le sonrió con dulzura, acariciándole los risos rubios.
-Ellos acabaron con esas posibilidades por medio de sus decisiones, cariño.
-¿Pero acaso no eran perfectos uno para el otro?
-A veces tienes a la persona perfecta en las situaciones incorrectas y tienes que elegir a alguien que te haga feliz sin ser perfecto.
-¿Crees que Rachel hace feliz a mi papá?
-Estoy segura de que lo hace.
Los elogios de Shelby básicamente sólo hicieron que se sintiera más celosa.
Al escuchar a su padre hablar del amor de Rachel por Nueva York, Beth sintió desprecio por esta ciudad también. Demasiado ruidosa, demasiado sucia, demasiado metálica. ¿Y Rachel? Demasiado ruidosa también, demasiado parecida a Shelby, demasiado arrogante, demasiado de todo.
Estaban caminando por las calles cuando Rachel murmuró “¿no es un sitio hermoso?”.
-Pues yo creo que es terrible- declaró Beth. Puck pareció alarmado y Rachel no contestó nada, demasiado preocupada por agradarle, lo que le dio cuerda a la adolescente- Es demasiado frio, y la nieve siempre está sucia y la gente vive amontonada.
Al siguiente día, todavía en pijama, Beth encontró un regalo de Rachel sobre la mesa. “Trata de mirarlo con tus ojos de artista”, rezaba la nota, encima de una caja de colores preciosa y un cuaderno de dibujo igual de bonito, uno de los más bonitos que hubiera tenido nunca. Rachel y Puck se habían ido a desayunar y no quisieron despertarla.
Beth consideró no tomar el obsequio por dignidad, pero se contuvo para no herir a su padre, a quien envió un mensaje avisándole que iba a salir a pintar un poco.
No dibujó los edificios, que no tenían nada de natural, por lo que a ella no le parecían hermosos. Dibujó bocetos de colores de mucha gente que vio pasar sentada en una banca (que fue mucha). Un chico bastante guapo con chaqueta de cuero que paseaba a su perro, unos niños pequeños que sorteaban la nieve agarrados de la mano con su madre detrás, una chica que lucía triste, un par de ancianos que se sentaron junto a ella a esperar a que los recogieran, la mujer en el auto que se llevó a los ancianos (sus padres, probablemente), un joven negro que tenia la piel más bonita que Beth había visto, un hombre que le sonrió con cortesía, un artista callejero que tocó el violín frente a ella por una hora, a ese ultimo le entregó su retrato.
-Es que no tengo dinero- se excusó mientras lo dejaba caer en el estuche del instrumento. El desconocido recogió el dibujo.
-Esta es la mejor propina que he recibido nunca- aseguró, Beth se sonrojó.
-¿Mejor que cien dólares?
-Muchísimo mejor.
-Eres muy bueno- le dijo Beth, podía jactarse de saber un poco de música gracias a su madre.
-No tan bueno como tú.
-Yo no toco ningún instrumento musical- declaró con cierta amargura.
-Me refería a tus dibujos, son increíbles. Me veo mejor en esto que en la vida real.
Durante su vida, Beth recibió muchos cumplidos de la gente que amaba, pero atesoró ese especialmente, por venir de un extraño, uno con talento, además.
Regresó al departamento con mejor humor, aunque con las orejas frías.
Justo antes de abrir la puerta, escuchó a Rachel cantando. La canción decía “Te amo porque eres diferente a mí”.
-Siento la interrupción- se disculpó Beth, su padre estaba sentado junto a Rachel en el suelo de la sala de estar, con la guitarra en las piernas- Es una bonita canción, ¿de quién es?
-Es nuestra- contestó Puck, mirando a Rachel con una mezcla de amor y admiración en los ojos.
-¿Quieres ayudarnos a componerla?- sugirió la mujer junto a él.
-No. Yo no sé cómo componer canciones.
-Sabes como crear- dijo Rachel, señalando con un gesto el cuaderno que Beth cargaba- Estoy segura de que puedes aprender a componer canciones.
La adolescente la miró en silencio, tratando de decidir si debía molestarse por sus palabras, pero su padre se lo ahorró.
-Ven aquí, monita- le dijo, sonriendo.
No se puede decir que Beth hiciera mucho, desde pequeña estaba acostumbrada a escuchar y a ver, en eso tenia práctica, y eso fue lo que hizo, observarlos.
No podía negar que Rachel tenia una voz magnifica y estilo (aunque eso no lo admitiría), no era una ganadora de Tony y una actriz de renombre por nada. Su padre era muy diferente a ella, era más simple, más bondadoso en opinión de su hija, la que siempre adoró verlo tocar la guitarra o escucharlo cantar, sin embargo, al crecer notó cierta nostalgia en él mientras lo hacía. Junto a Rachel, la nostalgia se evaporaba, y lo que quedaba era la sonrisa feliz que Beth siempre buscaba aparecer en la cara de su padre, esa que lo hacía lucir más joven.
Pensó que quizás debería sentirse celosa del hecho de que Rachel pudiera sacársela con tanta facilidad, pero no puedo concebir sentimientos negativos hacia a ella con la atmosfera de amor en la que la tenia envuelta Noah, la miró a través de los ojos de su padre, de una manera mucho más benévola, pensando sobre todo en la felicidad del hombre que nunca faltó a ninguno de sus cumpleaños y contestó todas sus llamadas.
Se sintió más madura en ese momento.
Tal vez, a pesar de todo, también podría darle una oportunidad a Nueva York.