Más...!!! Tened en cuenta que esto lo escribí antes de ver promos, capítulos, etc, así que a partir de ahora habrá cosas que no coincidan con la realidad de la serie.
NatY
Capítulo V
Dormir contigo es estar solo dos veces, es la soledad al cuadrado. Todos los sábados son martes y trece, todo el año llueve sobre mojado.
Blablabla... Cada cual por su lado. Blablabla... Llueve sobre mojado.
9 AÑOS DESPUÉS.
Llevaba una hora tirada en la cama sin poder dormir. Dios sabía que aquello no podía ser sano, pero últimamente era algo inevitable. Era relativamente irónico. O quizás sarcástico. Puede que nunca aprendiese la diferencia entre esas dos palabras… En realidad, lo que era aquello era un jodido círculo vicioso.
Una estaba echada en la cama y no podía evitar imaginar a alguien a su lado. Hacía ya un par de años que le pasaba, pero el problema es que desde hacía poco ese “alguien” había tomado forma. Forma, nombre, talla, peso y hasta sitio. Porque últimamente, no podía dormir a la derecha.
Es una situación irónica -o sarcástica- la de intentar dormir pensando en alguien que no está a tu lado, porque si de algo le había servido esa hora para pensar, era para darse cuenta de que todo ello sólo valía para echar el doble de menos aquello. Lo piensas, y lo añoras, y lo añoras por pensarlo. Tócate las narices.
Y para más INRI, está el hecho de que cuando toma forma, sabes lo que hay, y sabes que aquello es imposible. Giras la cabeza, cierras los ojos y lo puedes ver ahí, a tu vera, como si estirando la mano lo fueses a tocar. ¿Realidad? ¡Ja! Y una mierda. Y tus ganas…
Como no, saber que es imposible no te sirve de nada, y no puedes evitar, de vez en cuando, imaginarlo. Y volvemos al principio. El principio en el que te imaginas al otro lado de la cama a ese alguien y eso sólo te sirve para echarlo más de menos. Como echarlo de menos dos veces. Como estar sola dos veces.
La soledad al cuadrado.
Dispuesta a no llorar, se agazapó y se abrazó a sí misma intentando no pensar en otra cosa que no fuese dormir. Dormir, dormir, dormir, dormir…
Y de golpe, sintió ruidos en su ventana.
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1 AÑO DESPUÉS.
Sábado. 13 del nueve.
-¿Se puede saber que haces aquí House? -suspiró abriendo la puerta.
-No podía dormir, y me dije: voy a ver que hace Cuddy.
-¿Y no podías haber cogido la segunda opción? -preguntó rodando los ojos.
-¿Matar al perro de la vecina? ¡Cuddy, por Dios, no me esperaba ese salvajismo por tu parte! -exageró teatralmente.
-¿No te vale con despertarme por teléfono como antes de ayer?
-No -contestó tranquilamente.
-House, quiero dormir -exigió con mala cara.
-Ya tenemos algo en común. Era hora, después de tantos años… -dramatizó.
-Trabajamos en el mismo hospital -dijo sólo para incordiarlo.
-No, tú trabajas. Yo sólo voy a…
-A… -le instó a continuar mientras movía las cejas.
-A verte pavonearte por todo el hospital.
Ella apoyó su cabeza en el marco de la puerta.
-Yo no pavoneo.
-¿Entonces qué haces? -preguntó con curiosidad por la respuesta.
-Lucirme -contestó ella intentando no sonreír.
-Lucirte sí que te luces, con ese escote que llevabas hoy pude verte hasta e…
-¡House! -gritó mientras le daba un toque en el brazo.
-¡No me pegues, maltratadora! -vociferó.
-¡¡House!! -repitió.
-¡Ay! ¡Ay! ¡Pupita! -fingió mientras se tocaba el brazo y miraba hacia todos lados.
Para evitar que despertase a todo el vecindario, optó por una medida drástica. Le pellizco.
-¡Au! -gritó de dolor. Y esta vez, de verdad.
-Lárgate -solicitó Cuddy intentando cerrar la puerta.
Él se lo impidió metiendo la cabeza.
-Quita la cabeza de ahí House…
-No -contestó. -Qué buena vista… -y señaló con los ojos a sus pechos.
-Te voy a degollar.
-Hazlo.
Y si no llega a tener reflejos, lo hace.
Enfadado, tocó en la ventana más cercana que tenía. Ella apartó un poco la cortina y la pudo ver a través del cristal de la ventana reírse mientras él intentaba recuperar el pulso y acompasar la respiración de nuevo. Ella hizo un gesto que bien podía decir “es lo que hay”, sonrió, vocalizó un “Buenas noches” y se fue. Él… Él se quedó allí sentado unos minutos más.
Sin saber que ella lo observaba.
Sábado. 13 del dos.
Pasó por delante de su despacho una vez más. Seguía hablando por teléfono. ¿Es que nunca iba a colgar? Necesitaba… Miró a su alrededor. Necesitaba salir. O la enfermera lo mataría con la mirada.
Caminó hasta la entrada que seguí nevada y se apoyó en la pared. No pasaron ni diez segundos cuando dejó de sentir el cuerpo a causa del frío. Y es que sólo a él se le ocurre salir a la calle, en pleno febrero y con sólo la camiseta y la camisa de siempre. Estuvo un rato observando a la gente pasar mientras jugaba con el bastón, y cuando creyó que ya había pasado tiempo suficiente, volvió a entrar.
Cuddy seguía hablando por teléfono.
Volvió a salir.
Fuera no pudo evitar pensar en que a él nunca le había importado que estuviese hablando por teléfono. Entraba, soltaba lo que tenía que soltar, y ella ya se encargaba de colgar antes de que escucharan alguna barbaridad desde el otro lado. Era un gran método. Podía utilizar el método de siempre… ¿Para qué cambiarlo?
No se había ni separado de la pared para caminar, cuando ella salió por la puerta. Sin decir nada, se colocó a su lado y metió las manos en los bolsillos de su abrigo, completamente abotonado. Se preguntó si le dejaría meter a él también las manos. Las tenía congeladas.
-¿Qué quieres? -preguntó ella después de un rato.
-¿Yo? Nada -contestó mirándola. -¿Por qué crees que quiero algo?
-La enfermera Brenda me ha dicho que llevas casi media hora pasando por delante de mi despacho cada tres minutos.
-¿Esas mujeres se fijan en todo o qué?
-En realidad me dijo que se había fijado porque le pareció muy raro que no entrases sin esperar la invitación. Lo que haces siempre, vamos -sintetizó ella sonriendo.
-Chismosa.
-En realidad me lo dijo porque tenía miedo de que te murieses de frío aquí fuera -explicó intentando aguantar la risa.
-¿Las enfermeras se preocupan por mí? -bufó. -Genial.
-No seas desagradecido House.
-Dejaría de ser yo, y me adoras demasiado tal como soy.
Ella negó con la cabeza en señal de “no tienes remedio”, y luego volvió a preguntar.
-¿Qué quieres?
-Sólo… -no sabía que decir. -Molestarte.
-Para molestarme hubieses entrado. Siempre buscas molestarme -concretó haciendo que él tuviese que aguantar la sonrisa que iba a salir de su boca.
-No quería nada -contestó al final después de unos segundos.
-Entonces, ¿por qué…
-Me apeteció -la interrumpió él.
-Ya, claro -masculló nada convencida de lo que acababa de oír.
Estuvieron un par de minutos allí fuera: ella con las manos en los bolsillos y él medio muerto de frío. Al final, ella interrumpió el silencio.
-Me voy dentro, que tengo cosas que hacer. Si te decides… Ya sabes dónde estoy.
-Te he dicho que no quería nada.
-Y yo que ya sabes dónde estoy -repitió sonriendo.
Luego, empezó a caminar hacia el hospital, pero cuando estaba a punto de entrar, dio la vuelta. Se acercó a él desabrochando un par de botones de su abrigo, y sacó el de House de dentro.
-He subido a tu despacho antes de salir a buscarte. Me niego a que tengas una disculpa para no venir mañana -dijo ella como toda explicación.
Él se limitó a coger el abrigo, y luego sonreír. Lo último, cuando ella había vuelto a entrar.
Sábado. 13 del siete.
Aquel verano estaba siendo… ¿Horroroso? No… Horroroso no era la palabra correcta. La siguiente a horroroso, fuese cual fuese. Pues así estaba siendo aquel verano.
Echaba de menos a Wilson. Y no lo confesaría en alto, pero mentalmente, lo hacía. Y mucho. Su mente confesaba una y otra vez lo mucho que lo añoraba. Y odiaba a su mente por ello…
-House, ¿has llamado a Wilson?
…Casi tanto como a Cuddy.
¿Por qué? Porque la única que lo repetía más, era ella.
-Deberías llamarlo. Lo echas de menos House…
-Yo no echo de menos a nadie -gruñó mientras Cuddy le quitaba la revista de la cara.
-Ya, claro.
-¿Se te olvida que soy el hombre de piedra?
-Pues te recuerdo que la piedra perdía contra un simple papel…
-Ya estás fastidiándome la metáfora.
-Vivo para ello -confirmó teatralmente.
Luego, le dio un toque en las piernas para que él bajase los pies de la mesa, y se sentó en el hueco que éstos dejaron.
-¿Cuánto va a durar lo de asaltar mi despacho? -preguntó como si nada.
-Indefinido.
-¿Cuánto va a durar la espera para llamar a Wilson?
-Indefinido -repitió cogiendo la revista y ojeándola.
-¿Cuánto va a durar lo de despertarme en plena noche o lo de venir a molestarme todos los días un rato?
-Para siempre -contestó sonriendo y apartando la vista de la revista para fijarla en ella.
Así se quedó unos segundos, mirándola y esperando una reacción por su parte, hasta que ella rodó los ojos y le dijo irónicamente:
-Oh, espera. ¿Tengo que sentirme halagada?
Y entonces fue él el que rodó los ojos y de un movimiento, se levantó de la silla de la Decana.
-Es que tú… -susurró mientras iba caminando hacia la puerta y ella se disponía a sentarse en su silla.
-Es que yo-- -pero se calló. -¿Me has vuelto a bajar la silla House?
Él se giró sonriendo para verla sentada 10 centímetros más baja de lo que solía estar.
-Eres igual que un crío pequeño. ¿Lo sabes, verdad?
Pero él no contestó, sólo volvió a sonreír, y se fue.
-Y creo que yo soy la niña de las coletas… -susurró Cuddy al aire cuando House ya había salido.
Sábado. 13 del diez.
Lo odiaba. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba. Últimamente tenía cambios de humor bruscos respecto a ese tipo. De golpe lo adoraba, de golpe lo aborrecía, de golpe le encantaba, y de golpe lo odiaba. Y, ¿qué hacía ahora? Odiarlo. ¿Por qué? Porque había salido con Cuddy. Con CUDDY. L-I-S-A C-U-D-D-Y.
Justo cuando acabó de deletrear el nombre completo, se arrepintió de no haberle dicho aquel día al tipo de las narices -¿decirle? No… ¡ordenarle! Que para eso le pagaba- que se apartara de en medio. Y ahí se odió a sí mismo. Y entonces lo odió por hacerlo odiarse a sí mismo. Y se volvió a odiar porque fue él el que contrató al investigador privado que había quedado con Cuddy. L-I-S-A C-U-D-D-Y.
Suspiró. Tenía que dejar de hacer aquello o a ese ritmo deletrearía el nombre de esa mujer en todos los idiomas que sabía. Y no eran pocos…
Volvió a coger aquellos papeles que Lucas le había dado y los ojeó de nuevo. Nada interesante, nada que no supiera, nada que no supusiera, nada raro, nada relevante. Una mala mezcla de nadas… ¿Por qué no encontraba nada interesante? ¿Le estaría ocultando información…? ¿Dónde estaba Wilson cuando se le necesitaba? ¡Necesitaba hablar con él! No de lo deletreable, por supuesto, sino de… ¡De algo! De algo que no sea nada. Nada por aquí, nada por allá, y Lucas con Cuddy. L-I-S-A C-U-D-D-Y.
Dejó caer la cabeza en el volante.
Sonó la bocina.
Levantó la cabeza cuando se cansó del ruido.
Y no había pasado ni un minuto cuando alguien tocó en el cristal de su coche. Alguien… Deletreable. Con albornoz y zapatillas. Bajó la ventanilla intentando aguantar la risa.
-Uno -empezó ella levantando el dedo nada más que estuvo convencida de que podía oírle-, deja de aguantar la risa, porque es peor. Y dos, ¿qué coño haces aquí House?
-Pasaba por aquí, y… -comenzó él.
-No me vengas con esas otra vez -lo interrumpió. -¿Qué haces aquí?
-¿Dónde está Lucas? -replicó dejándolos sorprendidos a los dos.
-¿Lucas? Yo que sé donde está Lucas -contestó confundida. -Eres tú el que lo contrató, no yo.
-Perdona, pero tú también lo contrataste.
-House, no te vayas por las ramas. -pidió apoyándose en la ventanilla abierta. -¿Qué haces aquí? Y no me mientas.
-No me mientas tú tampoco -soltó él.
Cuddy rodó los ojos y por respuesta le hizo un gesto para que preguntase.
-¿Dónde está Lucas?
-¡Y dale con Lucas! ¿Qué crees que lo tengo encerrado en mi habitación o algo as… -se interrumpió a sí misma. -Ay Dios mío… -se quejó tapándose la cara con las manos. -¿Me lo estás diciendo en serio? -le preguntó sin poder creérselo.
-Está bien que después de tantos años todavía consiga sorprenderte, ¿a que sí?
-House -y metió tanto la cabeza en el coche que él tuvo que apartarse un poco para que no le pegase un coscorrón. -Lucas no está en mi casa, y no sé porque diablura de tu mente piensas eso, per-
-Él me dijo que habíais quedado. -Ella arrugó un poco la cara. -Y luego saliste más temprano de lo normal.
-No salí más temprano de lo normal porque hubiese quedado con Lucas, House -le explicó como si de un crío pequeño se tratase.
-Entonces, ¿por qué?
-Eso -dijo empezando a ponerse nerviosa-, son cosas mías que no te voy a explicar.
-¿Me ocultas algo? -preguntó frunciendo el ceño.
-Siempre -sentenció sacando la cabeza del coche y apoyando las manos en el techo. -Y ahora, vete a casa, que ya has tenido tu ración de molestarme -expresó cansada.
-¿No me vas a decir nada? A reñirme o a soltarme un sermón de porque estoy aquí -añadió al ver la cara que había puesto ella.
-¿Quieres que lo haga?
-No -exclamó decidido.
-Y yo no quiero hacerlo. Ale, todos contentos -golpeó un par de veces el techo del coche. -Ahora, cada uno para su casa -dijo echando a andar hacia la suya propia. No había ni llegado al bordillo de la acera cuando dio la vuelta hasta la ventanilla del coche.
-A casa -exigió mirándolo de manera que no aceptaba réplica.
Él afirmó con la cabeza y cerró la ventana. La vio entrar en casa y tras unos segundos, cogió el teléfono y marcó un número que con el tiempo se había aprendido de memoria.
-Esto no tiene sentido, ¿sabes? -soltó antes de que ella dijese nada.
-¿De qué me estás hablando ahora? -preguntó Cuddy desde el otro lado del teléfono. Podía verla asomada tras una de las cortinas de su casa.
-De… Esto. Lo que yo hago, lo que tú haces…
-¿Y qué hacemos?
-Nada -respondió él con naturalidad.
-¿Y eso es malo?
-No es bueno…
-Pero tampoco malo.
-Ni bueno.
-House, vete a casa -pidió suspirando.
-¿Ves? Nada.
-¿Qué esperas House? Siempre esperas algo pero no haces nada por conseguirlo. Y hasta yo me canso.
-Yo… -esta vez fue él el que suspiró. -Me voy a casa. Siento haberte molestado Lisa.
Y colgó antes de escuchar como ella se quedaba callada al oír su nombre dicho por él.