Como cada noche II (fic)

Oct 28, 2009 18:44

Aquí subo la 2ª parte

Feliz Huddy day!!

COMO CADA NOCHE II

La decana alisó los pliegues ínfimamente arrugados de su bata y casi sin ser consciente de ello, se pasó una mano por el cabello, en un infructuoso intento por peinarse. Se reprochó a sí misma su comportamiento de adolescente hormonada y se maldijo por estar esperando a alguien que no sabía siquiera si se presentaría.
Era ya casi de madrugada y aun no había dado señales de vida, pero pese a todo, ella estaba esperándole sentada a la entrada de su casa, sintiendo como sus miembros se entumecían por el frío otoñal y viendo la solitaria calle que a cada minuto que pasaba le parecía más oscura. Estaba empezando a arrepentirse de estar cometiendo tamaña estupidez y por un momento pensó en entrar en casa y olvidarse de aquella locura que comenzaba a adueñarse de ella. Porque, después de todo, ¿quién le aseguraba que House iría a su casa? Sólo le había sorprendido algunas veces y además, ¿quién podía afirmar que él sintiera algo especial por ella? Que acudiera allí de madrugada, se quedase parado un buen rato frente a su puerta y no se atreviese a llamar, no significaba nada. Tal vez sólo quería molestarla y ella montándose películas románticas en su cabeza que posiblemente no pasaran de estrenarse en su imaginación. Pero en el fondo, sabía que no eran más que excusas para autojustificar su cobardía y encerrarse en casa, meterse en la cama y taparse con las mantas hasta las orejas e intentar controlar el desbocado latido de su corazón cuando escuchara la moto acercarse.

Y en ello estaba, debatiéndose entre levantarse o permanecer allí sentada hasta que Dios le hablase, cuando un sonido tremendamente familiar la paralizó por completo.

Vio la moto acercándose y su pulso se aceleró. Se quedó muy quieta, casi ser capaz de pestañear, ni siquiera cuando frenó frente a su casa y él se bajó sin ayuda alguna de su invisible bastón, se quitó el casco y cruzaron miradas cargadas de emociones aun por definir.
Desde su incómoda posición, acurrucada en el primer escalón, abrazando sus rodillas fuertemente contra su pecho, con sus pies descalzos dibujando formas nerviosas en el suelo y casi tiritando, creyó ver como la respiración de su mejor médico se agitaba y un ligero temblor se adueñaba de su cuerpo.

Le vio dudar durante unos instantes que a ella le parecieron eternos y por un momento creyó que él volvería a montarse en la moto y echaría a correr sin mirar atrás, pero de nuevo, Gregory House le sorprendió, cuando comenzó a caminar hacia ella.
Podía notar su inseguridad a cada paso que daba, el ligero temblor de sus piernas sin el apoyo de su fiel bastón y un mar de dudas asomando en sus profundos ojos…

-Hola -Susurró tan bajito que dudaba que él la hubiera oído. Sus ojos, que no se atrevían a mirarle teniéndole tan cerca, se quedaron perdidos en el juego que sus dedos habían iniciado con el lazo de su bata.

-Siempre he sospechado que eras una bruja y hoy me lo has confirmado, voy a tener que comprarme un amuleto para protegerme de tí. -Contestó el doctor a modo de saludo, sentándose junto a ella. Se masajeó la pierna y Lisa pudo sentir su dolor como si realmente lo estuviera padeciendo ella. Nunca se lo había dicho y posiblemente nunca se lo diría, pero cada vez que miraba su pierna deforme, que le veía tragar una nueva vicodina o un gesto de sufrimiento en su rostro, su mente rememoraba aquel momento en que la vida de Gregory House cambió para siempre, arrastrándola a ella en su amargura.

-¿Por qué dices eso? -Le preguntó, notando como él perdía su mirada en la escasa porción de pierna que su atuendo nocturno dejaba al descubierto.

-Sólo una bruja me traería aquí a estas horas con el frío que hace. Dime ¿qué método empleas? ¿Telequinesia, magia blanca, magia negra, vudú?

-¿Estás aquí porque te he traído con mis poderes?

-Psss… si me pregunta mi abogado, responderé que la culona de mi jefa se encontraba sola y triste en su vacía cama y necesitada de un buen polvo con urgencia, no pensó en otro candidato para hacerle el favorcillo que su bien dotado jefe de diagnóstico y empleando sus malas artes de bruja, me hechizó y me hizo venir en plena noche a su casa aun a riesgo de pillar una pulmonía. ¿Qué me dices, vamos al lío? -Preguntó, señalando hacia el interior de la casa. Cuddy sonrío. Era típico de House, disfrazar de sórdido humor lo que realmente quería decir, que traducido al lenguaje de la gente normal, no era ni más ni menos que “me encontraba solo en mi cama, pensando en ti y en lo mucho que me gustaría tenerte durmiendo a mi lado y decidí venir a comprobar si tú también me extrañabas”.

-Pues si a mí me pregunta tu abogado, le contestaré que tu atractiva, treintañera y eficaz jefa, lleva alrededor de una hora congelándose en plena madrugada, esperando a que su médico más liante, venga hacerle una nueva visita nocturna… como acostumbra a hacer casi todas las noches desde las últimas semanas… -House bajó la mirada, evidentemente avergonzado. Era consciente de que Cuddy le esperaba porque sabía que él había acudido a su casa alguna noche, pero no creía haber sido pillado en tantas ocasiones y ahora se sentía tan ridículo por sus actos de niñato enamoriscado, que sólo sentía deseos de ser tragado por la tierra y así evitar volver a mirarla a la cara.
No quería que le viera vulnerable, ni siquiera quería que pensara que había ido porque sentía algo especial por ella, ya que ni él mismo estaba seguro de lo que sentía, de hecho lo único que supo desde que se levantó de su cama, era que por algún extraño motivo, no quería estar en otro sitio que no fuera la casa de su jefa. Con ella, aunque sólo fuera para discutir o compartir un botellín de cerveza frente a una película de serie B.

-A los abogados siempre hay que decirles la verdad. -Susurró, intentando desviar el tema a terrenos menos resbaladizos para él. -Tú no eres una treintañera, de hecho hace ya tiempo que no cumples los cuarenta.

-Ni tú has venido porque mi magia negra te haya invocado. Estás aquí porque… porque quieres. -“Porque me quieres”, quiso decirle, pero eso sería emplear palabras mayores para aquel vago intento de relación que recién estaban comenzando.Por primera vez en toda la noche, se atrevieron a mirarse abiertamente y durante unos segundos que parecieron una eternidad, investigaron en los ojos del otro, retándose, viendo cual de los dos caería primero y confesaría lo que aun no estaban preparados para decir u oír.

-¿Por qué has venido, House? -El doctor bajó la mirada hacia el compás que marcaban sus dedos con cada golpeteo que daban al suelo, incapaz de sostener su escrutinio por más tiempo.
¿A qué había ido?
Ni él mismo lo sabía.

Mientras recorría la ciudad en moto, camino de su casa, se lo había preguntado. ¿Por qué iba hacia allí? ¿Actuaba por algún sentimiento parecido al amor o por temor a perder el último tren que hacía parada en su estación?
No lo tenía muy claro aun, no sabía si era amor o tal vez miedo a no perder esa oportunidad que ahora se le presentaba, pero lo que sí estaba claro, era que lo había pensando demasiado en las últimas semanas, exprimiendo su cabeza casi hasta matar la última neurona viva y después de tanto cavilar, había llegado a la conclusión de que tal vez nunca fuera feliz, pero siempre había escuchado que las penas están hechas para ser compartidas y Lisa Cuddy le parecía una buena candidata para se su paño de lágrimas.

Quiso hablarle, contarle cómo aquella maraña de emociones que habían surgido en él desde aquel maldito beso, le impedían pensar en otra cosa que no fuera en el recuerdo de sus labios sobre los suyos. Quiso decirle algo serio y coherente por primera vez en su vida, pero las palabras morían en su garganta, antes de ser pronunciadas.

-¿Llevas algo debajo? -Susurró, sin ser eso lo que quería decir realmente, mientras tiraba del nudo de su bata. Cuddy mostró una mueca de decepción y él volvió a maldecirse por ser incapaz de decir lo que ella esperaba oír, por usar siempre su verborrea mordaz como escudo anti sentimientos.

-¿Has venido aquí únicamente para ver si llevo algo debajo de la bata? -Preguntó ella, apartando la mano que había intentado colarse bajo su ropa, calcinando las yemas de sus dedos con apenas un simple roce de su piel.

-No, también he venido a ver si en las últimas horas te han salido más arrugas de las que ya tienes. -Lisa resopló con evidente fastidio y sintió deseos de golpearle hasta que él abandonase su maldita costumbre de burlarse de los temas más serios. Sabía que era su forma de protegerse, de no mostrarse vulnerable haciendo creer a los demás que era un robot que ni siente ni padece, pero a veces le desesperaba su incapacidad para abrirse. Y entonces fue cuando una idea, tal vez un poco absurda, cruzó su mente.

-Ya veo… quieres jugar, ¿no? Bien, te propongo un juego más divertido: yo te pregunto, tú respondes y por cada verdad, te dejaré que averigües cualquier cosa que quieras saber de mí. ¿Qué te parece?

-Mmm… -El doctor pareció meditarlo durante unos instantes, adoptando una pose de intelectual que a Cuddy le hacía morderse los labios para no reír. -Bueno, preferiría que por cada respuesta te quitaras una prenda…

-Empiezo yo. -Le cortó, sin darle tiempo a réplica. -¿Por qué decidiste ser médico?

-Para ver mujeres desnudas. -Contestó francamente.

-House… la verdad…

-¿Qué? ¡Ese fue el motivo principal! Cuando era niño pasé una temporada en Portland y frente a mi casa vivía una vecina que estaba cañón y se paseaba por todo el jardín en ropa interior y a veces hasta sin ella. -Susurró, rememorando aquellos tiempos de su despertar a la adolescencia, donde su vecina protagonizaba sus más ardientes sueños. -También era una hipocondríaca de cuidado, que con un simple estornudo ya estaba enseñándole las domingas al médico de turno… y cada vez que la veía desde la ventana de mi habitación, volviendo a casa cargada con bolsas de la farmacia, me convencía de que algún día sería médico… y me pondría las botas viendo y tocando mujeres como aquella.

-¿Cuántos años tenía tu vecina? -Preguntó Cuddy, asombrada ante aquella revelación, aunque debía admitir que no era de extrañar que House ya apuntara maneras desde niño… genio y figura…

-¿No sabes que es de mala educación preguntar la edad de una mujer? Sólo te responderé que siempre me han gustado las cuarentonas sexys. -Contestó, dando un repaso visual a la anatomía de su jefa. -Eso te incluye.

-Gracias. -Replicó con cierta ironía. -Oye y…

-¡Eh! Se acabó. Ya respondí, ahora es mi turno.

-Está bien… -Murmuró no muy convencida de si lo que estaba haciendo era una buena idea. Conocía demasiado bien a House y sabía que no recurriría a preguntas para romper el hielo, tipo “cuál es tu color favorito”. Había comenzado aquel juego de preguntas y respuestas, esperando obtener a cambio la verdadera razón por la cual su mejor médico acudía a su casa casi a diario, pero en vez de eso, sentía que era ella a quien estaba a punto de serle extraídas sus más oscuras verdades.

-¿Cuándo y con quién perdiste la virginidad? -Disparó.

-¿Por qué me preguntas eso?

-Porque dijiste que por cada respuesta me mostrarías cualquier cosa que desee saber de ti.

-¿Y es eso lo que deseas saber de mí?

-Sí.

-¿Por qué?

-No desvíes el tema y responde. ¿Cuándo y con quién?

-Mmm -Suspiró, viajando en el tiempo gracias al poder de su mente, hasta volver más de veinte años atrás, a aquella noche de fiesta donde su mejor amigo y ella cometieron la estupidez que arruinó su amistad. - Gaylord Morgan.

-¿Gaylord? ¿Existe alguien con ese nombre?

-House…

-¡Joder! No debió ser un hijo muy deseado, ¿no? Supongo que tendría algún mote, porque gritar Gaylord en pleno…

-¡Cállate si quieres conocer el resto de la historia! -Le gritó tan alto que temió haber despertado a algún vecino. -Éramos amigos desde niños, nos conocimos el primer día de clase cuando él me tiró de las coletas para quitarme mis ceras de colores, yo le devolví el tirón de pelo y a partir de ahí, los mejores amigos del mundo. Cuando aquello ocurrió éramos unos críos, era nuestro último verano antes de marcharnos a la universidad y una noche fuimos a una fiesta en casa de una amiga, bebimos demasiado y en algún momento subimos a una de las habitaciones y nos pusimos a hablar de tonterías… una cosa llevó a la otra y nos dimos cuenta que ninguno de los dos lo había hecho aun y como medio instituto presumía de haberlo hecho ya y nosotros no queríamos entrar en la universidad sin habernos estrenado pues… lo hicimos. Fin de la historia.

-Qué romántico. -Ironizó Greg, intentando no demostrarle lo incómodo que le resultaba el hecho de pensar que ella pudiera estar con otro hombre que no fuera él y recordó que no era la primera vez que sentía aquella sensación de malestar cuando sopesaba la posibilidad de que estuviera con otro.

-¿Acaso fue más romántica la tuya?

-Infinitamente más. -Mintió. -Tenía quince años y una amiga de mi madre se presentó una tarde en casa para llorarle por haber pillado a su marido con otra. Y como mi madre no se encontraba en casa y su amiga estaba muy buena y encima necesitaba consuelo, pues… ya sabes… la consolé.

-¿Nunca te has fijado en una de tu edad? -Mientras aquellas palabras transformadas en débil susurro salían de su boca, la decana se dio cuenta que casi sin querer habían ido acercándose cada vez más hasta quedar rozando sus hombros en una caricia prolongada y Lisa pensó que debían dibujar una imagen bastante cursi, acurrucados el uno junto al otro.

-Me toca. -Dijo el doctor, sacándola del trance en el que se había sumido. -¿Quién fue mejor Gay o yo?

-¿Gay?

-Gaylord Morgan, Gay para los amigos.

-No responderé a esa pregunta. -Sonrió con un halo de misterio, que sabía que a House volvía totalmente loco. No estaba dispuesta a responder la verdad, por supuesto, eso haría que el ego de Gregory House, aumentase hasta la altura de las nubes… si es que acaso eso era posible.

-O respondes o sueltas prenda y dudo que lleves algo bajo la bata… así que… aunque pensándolo mejor... ¡No respondas! ¡Quítate la bata, mujer! -Empezó a tirar suavemente del nudo que mantenía unida la tela, ganándose algún golpecito en su juguetona mano y recibiendo alguna que otra sonrisa regañona como regalo.

-No dijimos nada de soltar prendas.

-Pero sí de responder la verdad.

-El que tiene que responder la verdad eres tú no yo…

-¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de decirme quién fue mejor?

-¿Y tú por qué tienes tanto interés en saberlo? ¿Tan importante es para tu ego de machito?

-Soy curioso por naturaleza, ya deberías saberlo. Además no entiendo por qué no quieres responder, aquello pasó hace años. -La verdad es que algo de razón llevaba el nefrólogo, su efímera historia había ocurrido demasiados años atrás y no tenía sentido mantener el misterio sobre algo pasado y menos aun sobre algo tan absurdo como quien fue mejor en la cama, aunque los hombres lo tomasen como una victoria o derrota.

-Fuiste infinitamente mejor que Gaylord, ¿contento? -Vio como el rostro de su empleado se transformaba en una expresión de orgullo varonil y no pudo evitar sonreír, advirtiéndole. -Pero no te emociones tanto, mi primera vez fue un desastre, estábamos demasiado nerviosos y más que una noche memorable fue una noche para no recordar, así que cualquier otro hombre que haya pasado por mi cama después de Gaylord, ha sido infinitamente mejor que él.

-Espero que nunca le dijeras eso o le abocarías al suicidio.

-Me toca de nuevo… -Y esta vez pensó ir directa al grano, ya estaba cansada de andarse por las ramas y jugar al despiste. -¿Por qué estás aquí? ¿Por qué has venido todas estas noches a mi casa?

-¿Otra vez? -Suspiró Greg con evidente fastidio, cansado de oír nuevamente una pregunta que no sabía como responder.

-House… es tu turno, en eso consiste el juego.

-Cuddy…

-Dímelo. Quiero saberlo. Por qué estás aquí.

-Porque me he dado cuenta que somos demasiado viejos y a nuestra edad va a ser difícil encontrar a alguien más que nos soporte.

-Supongo que eso traducido al lenguaje de la gente normal quiere decir que quieres salir conmigo.

-No pongas en mi boca palabras que no he dicho. No he venido a pedirte una cita.

-¿Entonces a qué has venido?

-No lo sé… -Admitió con un deje de derrota. Estaba tan cansado de aquella situación, de no entenderse a sí mismo, de no saber qué sentía ni qué quería sentir… -No lo sé, Cuddy. -Susurró, al ver su rostro desconcertado. -No sé por qué estoy aquí, ni por qué vine las noches anteriores. Sólo sé que no podía dormir y me puse a pensar y…

-Y recordaste que hace un par de semanas nos besamos. -House sintió que sus labios se curvaban en una débil sonrisa. Aunque su corazón latía a mil por hora, sus manos se movían nerviosas y un sudor frío le empapaba la frente, en el fondo sentía que estaba empezando a encontrar lo que añoraba desde hacía tiempo. Y eso le asustaba. -Y también te diste cuenta que te mueres de ganas por volver a besarme, porque en todas estas semanas no te has podido quitar de la cabeza nuestro beso.

La sorprendió mirándole de frente, con una mirada tan transparente, que podía ver en sus ojos la imagen de su objeto de deseo y entonces sintió que era ahora o nunca. Sólo había dos opciones, una cobarde y otra dotada de dosis de valentía, pero las dos iban a marcar un punto de inflexión en aquella relación que ni ellos mismos habían definido aun. No se dio tiempo a pensar y se acercó lentamente hacia ella, hasta quedar a escasos centímetros de sus boca, respirando el mismo aire.

-¿Y tú? ¿Te mueres por besarme? -Susurró tan cerca que podría besarla al más mínimo movimiento.

-Sólo si me pides una cita después.

-Ni lo sueñes. Además yo empiezo las relaciones al revés, primero beso, luego un buen revolcón y la cita en último lugar. -La decana sonrió y acortó la distancia entre ellos, besándole como llevaba días queriendo volver a hacer, acariciando sus labios con una ternura inusitada.
Se separó lentamente de él, casi con temor a que a la mínima separación él decidiera marcharse. Dubitativa, se levantó, tendiéndole una mano que creyó que él rechazaría. El doctor pareció dudar unos instantes, temiendo aceptar lo que ella le estaba ofreciendo, pero finalmente la tomó, apretando fuertemente sus dedos y se puso en pie con dificultad, apoyándose en ella.

-Gracias. Ya se me estaba helando el culo. -Cuddy abrió la puerta de casa y tiró de su mano, invitándole a pasar. -¿Eso significa que te adhieres a mi plan de cita para después? -Preguntó él, casi impactado de que todo estuviera siendo tan fácil, aunque sabía de sobra que las dificultades volverían la mañana después, cuando cayera de la nube y se diese de bruces con la realidad que les rodeaba. Pero en aquel momento, teniendo frente a él a la mujer que llevaba demasiados años deseando en secreto y a gritos, desechó cualquier pensamiento relacionado con la mañana siguiente. Ya se preocuparía cuando llegase ese momento.
Lisa sonrió, casi adivinando sus pensamientos y se puso de puntillas hasta estar a la altura de sus labios, para depositar un beso con sabor a promesas que quizás no pudiera cumplir.

-Significa que prefiero pasar de las citas. Siempre me han parecido aburridas. -Susurró contra sus labios, empujándole dentro de la casa.

-Y yo siempre supe que me querías por lo increíblemente bueno que soy en la cama.

-Te dije que no te lo creyeras… -La puerta se cerró de un golpe tan fuerte que podría haber despertado a medio vecindario, pero mientras se dirigían al dormitorio entre besos, susurros entrecortados y dejando un reguero de ropa por el pasillo, era precisamente en el bienestar de los vecinos en lo último que podían pensar, pues lo único que ocupaba sus mentes en ese momento era en despojarse de las molestas prendas que les cubrían y hacer realidad un viejo deseo latente desde muchos años atrás.
Posiblemente a la mañana siguiente no amaneciesen juntos porque uno de ellos, el más cobarde de los dos decidiera marcharse antes de que el sol saliera por un absurdo ataque de arrepentimiento, tal vez no desayunaran juntos y les costase volver a mirarse a la cara, pero, ¿qué importaba eso? Estaban viviendo el momento, Carpe diem, que dirían los instruidos en latín y aunque no tuvieran un despertar feliz, aquel momento en que se cubrían de besos y caricias, sí lo era y tal vez eso era lo único importante.

FIN
Previous post Next post
Up