Título: Nunca en mi vida
Personaje / Parejas: Daniel/Sebastián
Clasificación: ATP
Advertencias: Pedido de Ilye_Aru. Shuonen-Ai. Español.
Sebastián Artigas nunca en su vida había reprobado una clase, hasta ahora. Para colmo, siendo ésta Lógica Matemática, la clase más fácil del mundo.
Vio a su profesor fruncir los labios, sosteniendo el examen a la altura de su vista, ofreciéndosela. Sabía que había sacado una mala nota, lo supo cuando notó que todos los demás alumnos recibieron sus exámenes para mirar sus calificaciones, excepto él.
No se atrevió a alzar la vista hasta su profesor, se limitó a simplemente tomar la hoja y mirar su calificación. Sus entrañas se revolvieron un poco al ver su puntaje de bolígrafo rojo, entre la vergüenza y la humillación que él mismo se estaba haciendo pasar.
-A ver, che kape, qué te anda pasando?- la voz del hombre hizo eco en la sala vacía, la preocupación haciéndose evidente en su tono de voz. Esa voz que le llenaba de cosquillas el estómago cada vez que la escuchaba.- Todos me dijeron que eras un chico estrella en tu antiguo colegio, pero siempre andás en la luna durante mis clases, y ahora esto- Señaló el número en rojo en la hoja de examen.
Sí, Sebastián Artigas nunca en su vida se distrajo en clase, hasta aquel primer jueves de febrero, donde su primera clase de Lógica Matemática tuvo lugar.
En el momento que Daniel de Irala entró a la clase, con una sonrisa alegre y amistosa, un rubor de vergüenza en sus mejillas y la corbata desarreglada, disculpándose con todos por haber llegado tarde, sintió que algo en su cabeza hizo un cortocircuito. Sintió el aire completamente diferente, más pesado, más… perfumado, a pesar que lo único que olía era su propia colonia. Sus ojos se guiaban con extraña fascinación hacia cada paso que el hombre hacía, cada movimiento, desde dejar sus carpetas en el escritorio hasta el pequeño aplauso que dio para mandar a sus compañeros a callar. Y ni siquiera notó que debía levantarse junto a los demás alumnos para saludar.
-Hey, muchacho- Sebastián parpadeó y fijó su vista hacia el rostro de su profesor, que le sonreía impasiblemente, a pesar de que era obvia la diversión en sus ojos. Su misteriosos, brillantes ojos verdes.- Buenos Días para vos también-
Sebastián se levantó enseguida de su asiento, a punto de sonrojarse mientras se erguía y eructaba un saludo atropellado:- B-buenos días, profesor!-
Escuchó las risas de sus compañeros, que fueron cortadas por otro aplauso del profesor, que acto seguido los mandó sentar a todos según el mapeo de clase, haciendo a más de un alumno suspirar en frustración. Sebastián recogió sus cosas y se mudó a su pupitre designado en el fondo de la sala, sorpresa invadiendo su cerebro tal y como el calor lo hacía en sus mejillas.
Nunca en su vida había tartamudeado al hablar, hasta ese día.
Debió pensar, ya en ese entonces, de ese primer suceso como una señal… más aún así se encontraba a sí mismo deseando que los jueves llegasen más rápido.
Probablemente, incluso si lo hubiera notado antes, todavía seguiría esperando por cada mañana de jueves donde podía pasarse dos horas cátedras con la vista pegada a su profesor. A sus labios, que se movían con tanta pasión al hablar de su clase, sus oídos endulzados por aquella voz suya que se imaginaba escuchar en las noches, para arrullarse a dormir. A su ancha espalda, cuando volteaba para anotar algo en la pizarra. A la forma expresiva en que movía sus manos cada vez que explicaba algo en clase. A su trasero, que tendía a exhibirse inocentemente cada vez que el bendito borrador se caía del más que inútil soporte de la pizarra y debía recogerlo (que había pasado muchas veces, y que nunca lo habían arreglado- dios bendiga al olvidadizo conserje).
Y le molestaba, claro. Le molestaba que por culpa de ese profesor, él no pudiera concentrarse en clase, llegando a su casa para pillar su cuaderno de Lógica casi vacío a excepción de la primera hoja, donde estaba su presentación, la materia, su nombre y el nombre de su profesor designado. Y acababa mirando su nombre y el de él, uno debajo del otro, por largos ratos, antes de volver a molestarse, poner el cuaderno bajo la cama y jurarse que el siguiente jueves sí o sí prestaría atención en clase… sólo para que la historia se repita una y otra vez, semana por semana.
-Y bien, Artigas, qué tenés que decir con respecto a esto?- escuchó, y tragó saliva.
Trató tanto, tanto, de ignorar todo lo que le pasaba. De pensar en otras cosas, de estudiar más otras materias, de meterse en más clubes deportivos, todo para poder alejar su mente de aquello que tanto le pateaba el orgullo admitir.
Alzó la vista del papel hasta su profesor, encontrándose con esos ojos verdes que hipnotizaban sus sueños, fijados con paciente firmeza en los suyos. Podía verse a sí mismo reflejado en ellos, esas cosquillas invadiendo su estómago nuevamente. Estaba demasiado consciente de la tibia cercanía de su profesor, el aroma a suavizante de ropa, que era ridículamente infantil, invadiendo su olfato, drogándolo en pequeñas dosis de placer.
-Sebastián- lo volvió a llamar Daniel, expectante, y el rubio pudo sentir un ligero temblor recorrer su columna al oír su nombre.
Tragó saliva de nuevo.
-Lo siento, profesor- soltó, al fin- nunca en mi vida me había pasado esto-
Porque nunca en mi vida me había sentido de esta forma.
La mirada de Daniel se suavizó, una amable sonrisa adornando su rostro.- Mirá, si tenés algún problema o no entendés algo, sabés que podés contar conmigo, para eso estamos los profes- le dijo tranquilamente, palmeando el hombro del joven con suavidad.- Igual debo castigarte. Tendrás que pasar unos cuantos sábados conmigo para clases de refuerzo, y luego volveré a tomarte el examen, ya que es lógicamente imposible tener un aplazado en Lógica, menos siendo vos, sería una vergüenza para ambos!-
La risa de su profesor invadió la clase, mientras sentía sus hombros siendo rodeados amistosamente por uno de sus brazos, en un intento de animarlo. Sebastián no pudo más que regalarle una pequeña, incómoda, más aún así, sincera sonrisa de regreso.
Ahora también tenía otro día más por el cual desear que llegue más rápido.
Título: Kiss the pain away (TÍTULO TROLL MBUAJAJAJA)
Personaje / Parejas: Daniel/Sebastiana (Tiana)Clasificación: ATP
Advertencias: Pedido de Ilye_Aru y Oreo_Ornament. Het. Español. Genderbent.
Chóre - escuchó, rodó los ojos y volteó hacia Daniel, que estaba chupándose un dedo y haciendo muequitas de cachorro lastimado.
-Te cortaste otra vez?- le preguntó Sebastiana, más por incredulidad que por otra cosa, ya que era la quinta vez desde que empezaron a hacer sus tareas.
-Papel de mierda- Daniel sacó el abusado dedo de su boca, pucherito encendido.
-Es la quinta vez que te lastimas con eso, así nunca vamos a terminar el proyecto de Lengua y Literatura- le reprendió ella, sirviéndose más mate.
-Pero me duele!- Daniel acentuó su puchero aún más, haciendo su labio inferior temblar, al dirigir su mirada hacia la joven, sus verdes ojos posándose por un disimulado segundo en los labios de ella, estos abrazando la bombilla para succionar cuidadosamente el agua caliente. Tragó saliva, antes de, finalmente, decir lo que realmente quería decir, desde que recibió su primer corte con el bendito papel:- Me das un beso en mi naná para que se me pase?-
Tiana separó su boca de la bombilla y le alzó una ceja.- En serio?- lo vio asentir en silencio, y apretó sus labios juntos, hasta que esos no sean nada más que una línea rojiza. Era muy difícil lidiar con Daniel y su capacidad de persuasión, especialmente cuando los pucheros y muequitas eran su especialidad. Podía decirle que ‘no’ ahora, y pasar los siguientes minutos evitando cualquier contacto visual con él y sus caritas, pero sabía que al final perdería y acabaría malcriándolo. Y debían seguir trabajando.- A ver, dame tu mano-
El muchacho le sonrió, triunfante, y le dio la mano herida. Sebastiana dudó por unos segundos, antes de posar sus labios suavemente justo por sobre el corte. Luego por sobre el otro, y el otro, cinco besos en una sola mano- lo cual, por un instante, le hizo pensar que él se estuvo lastimando a propósito.
-Y si me doliese la cabeza, me darías un beso en la frente también?- preguntó Daniel, un tono esperanzado en su voz.
-Bueno… podría.- Tiana tragó saliva, se estaba cavando un hoyo.
-Me duele la cabeza, entonces-
-Mentiroso- sabía que esto iba a pasar, porque es lo que siempre pasa cuando le da demasiada cuerda al chico. El problema era que, últimamente, ella también disfrutaba el darle pie para que él sea así de mimado.- Sólo si sientes verdadero dolor, te voy a dar un beso. Ahora, a trabajar-
Regresó a sus papeles, fijando su vista en ellos y sólo ellos, ya que no iba a arriesgar mirar a suu primo haciéndole pucheros nuevamente. No pasó ni cinco minutos antes de que el muchacho la volviese a interrumpir, sirviéndose un poco de mate.- Enserio, me vas a besar en donde me duele?-
Tiana suspiró, algo molesta. -Sólo si te duele de verdad, Dani- DANIEL QUÉ ESTÁS-
No pudo detenerlo, pasó demasiado rápido. Daniel tomó la guampa y succionó el agua hervida tan rápido como pudo, hasta que esta hiciera un ruidillo obsceno. Gimió en dolor, más aún así, fue lo suficientemente terco para tragarlo todo de una y quemarse la garganta también.
-Cuál es tu problema, idiota?!- la rubia tomó al adolorido muchacho de las mejillas, levantándose de su asiento.- dale, abrí la boca para que te revise-
Apenas notó cuando él la tomó de la cintura y la atrajo hacia sí, sus labios presionándose contra los de ella con suavidad. Tiana bajó sus manos a los hombros de él, en un intento de empujarlo lejos que murió cuando sintió la lengua de Daniel rozar sus labios.
Lo malcriaba demasiado, se dijo, al tiempo que abría la boca, dándole permiso, y movía su cabeza al costado sólo un poco, para tener más acceso.
Pudo sentir la sonrisa viva de Daniel contra sus labios ante la bienvenida. Entonces sí se estuvo cortando a propósito, sólo que nunca pensó que llegaría hasta a quemarse; subestimó el masoquismo del muy idiota, aparentemente. Tal vez debía considerar darle besos cuando él se lo pida, o uno de estos días Daniel acabaría haciendo algo mucho más loco… y doloroso.