Claim: Dean/Castiel. Gabriel/Sam.
Fandom: Supernatural.
Advertencias: Fluff, rainbows, cosas así (?).
Notas: Estoy escribiendo esto para alguien. Eso. No se me ocurría ninguna excusa para escribir un sabriel y de pronto fui iluminada por una luz celestial (?). Disculpa que lo pase acá, pero realmente tu ask box apenas me da margen para escribir Dx
I.
• Dean ha pasado los últimos cinco minutos, si no es que más, viendo fijamente a un ángel a los ojos. Castiel, que es persistente y no entiende mucho del sentido común de los humanos, también se ha negado a apartar la mirada, y Sam, quien debería mantenerse ajeno a este tipo de comportamientos -bastante comunes, si se le permite mencionarlo- entre ángeles y humanos, no consigue evitar mirarlos también desde su propio rincón de la habitación.
• Se siente tenso aunque no debería y suspira cuando Dean comienza a chillar asegurando que es injusto porque Castiel es un fenómeno y no necesita parpadear y que él no puede jugar en semejantes condiciones mientras el más joven de los Winchester se pregunta en qué momento estas personas se darán cuenta de lo que están haciendo porque, oye, para alguien como él resulta insoportable seguir siendo testigo de la magnánima ineptitud en el progreso en su relación que sus compañeros de viaje han demostrado a lo largo de los meses , después de que Castiel decidiera quedarse con ellos en lugar de regresar al Cielo como corresponde.
• “¿Cómo lo haces?”, pregunta Gabriel, de pie detrás de él mientras Sam se inclina para coger la lata de soda que acaba de adquirir de la máquina expendedora, y el cazador pega un brinco. Apuntar al arcángel con su arma de fuego tampoco sirve de mucho pero de todos modos lo hace, arrancándole una risita al más pequeño. “Quiero decir, yo también he estado observando -si supieras la cantidad de tiempo libre que tienen los ángeles desempleados en estos días- pero tú tienes que aguantarlos todo el tiempo. ¿Cómo lo manejas?”
• A veces Sam se hace la misma pregunta. Tener un hermano incapaz de manejar sus propios sentimientos ya era de por sí malo, pero entonces vino Castiel y… Espera, ¿que ha estado observándolos? “¿Qué es lo que quieres, Gabriel?”, baja el arma, guardándosela en los pantalones de nueva cuenta aunque con precaución. La última vez que se topó con este sujeto no fue nada sencillo lidiar con él, pero Gabriel sólo sonríe, hundiendo sus dientes en una barra de chocolate.
• “De muchas formas Castiel es como un niño pequeño, ¿sabes?” comenta el arcángel con aire casual, y el tono pastoso que coloca a sus palabras hace que Sam se sienta repentinamente enfermo. “Nunca antes había tenido la necesidad de enfrentarse a este tipo de predicamentos. Tan inocente… A Papi le encantaba eso. ¿Cómo era que le llamaba? Su chiquillo predilecto, o algo así. Dean debería sentirse avergonzado de sí mismo. Corrompiendo a un Ángel del Señor de esta forma, regresarlo al infierno no sería una mala idea.”
• La implicación de sus palabras no hace feliz a Sam. “¿Qué es lo que quieres?”, repite, con voz ronca, y avanza hacia el arcángel quien se mueve en consecuencia hacia un costado, riendo. Nunca ha fallado en sus intentos por ponerlo de mal humor pero Sam ya ha visto morir a Dean frente a sus ojos suficientes veces como para comenzar una vez más con este juego. “Woah; alguien está de mal humor. ¿Es que te molesta que te diga la verdad o sólo es ésa la cara de perra que llevas siempre?”
• Sam resopla y se gira sobre sus talones, dispuesto a marcharse; tiene ya bastante con sus propios problemas -y los de su hermano- como para encima cargar con este sujeto y su sonrisa de idiota, pero apenas dar un paso Gabriel ya se ha aparecido enfrente a él y entonces Sam gimotea porque debió haberse imaginado que el arcángel no iba a dejarlo irse así como si nada. “Escucha,” dice Gabriel, alzando las cejas. “Se me ocurre algo.”
• Y parece que de veras quiere añadir algo más pero Sam ya se ha dado la media vuelta otra vez y está alejándose de él y Gabriel arruga el cejo aunque el cazador no puede ya ver la sonrisa socarrona que se le ha pintado. “Dean-o jamás dará el siguiente paso y tú lo sabes, Sammy. Las cosas seguirán tal cual eternamente y tú siempre vas a estar justo en medio de los dos. ¿Cómo podrías vivir con algo así?”, y Sam está un poco preocupado porque realmente se lo está preguntando.
• “Pero ése es problema suyo”, o al menos eso es lo que Sam quiere pensar, de forma ética, mientras se lleva la lata fría de Coca-Cola a la frente. De repente le ha comenzado un dolor de cabeza que había estado insinuándosele desde la mañana. “¿Por qué tendríamos que involucrarnos?”, pero aunque ha dicho eso sus palabras no lo convencen ni siquiera a él. Dean no logró hacer que las cosas funcionaran con Cassie, o con Lisa. ¿Quién le dice que será distinto con Castiel si él no pone de su parte?
• Gabriel no responde. Pasa, de hecho, varios segundos en silencio y cuando Sam ha comenzado a preguntarse si por fin se ha dado por vencido, lo escucha resoplar burlonamente. “Bueno. Es una lástima que las cosas tengan que terminar así. ¡Y no es por nada, pero permíteme decirte que tu hermano es terrible! Uuh, terrible… Si Castiel no fuera tan -ignorante- con este tipo de cosas, estoy seguro de que ya hubieran llegado a tercera base, -no gracias a Dean-.”
• Sam ríe, y es la primera vez que se escucha a sí mismo reír de ese modo delante de este sujeto. Es probable que nunca vuelva a suceder. “Disculpa, creo que no entendí bien lo que estás tratando de indicar.” Se vuelve, y cuando sus ojos se topan con la mirada traviesa del arcángel, está claro que no se ha equivocado. “¿Estás insinuando que mi hermano…?”, y el “ah, Sammy, estoy insinuando un millón de cosas aquí” que Gabriel tiene pintado en la cara es imposible de ignorar.
• Rodando los ojos, con la sonrisa incrédula todavía en los labios, Sam sacude la cabeza. “Sí, bueno. Lo que sea.” Y emprende la retirada. No ha avanzado ni cinco pasos cuando vuelve a hablar, víctima de una picazón desconocida que le rasca la garganta y lo obliga a vomitar palabras. “Sólo digo que, siendo realistas, Cas no tendría ni la más mínima oportunidad si Dean se decidiera a…”, y cuando escucha a Gabriel decir “oooh”, se le ocurre que tal vez acaba de perder ante él.