Título: Doce campanadas para un cuento de hadas perfecto
Fandom: Veronica Mars
Pairing/Personaje/Grupo: Ducan/Veronica
Rating: PG-15
Resumen: El cuento número doce es la última campanada, la que le da la bienvenida a la noche de las brujas.
Palabras: 1596
El primer cuento para dormir se lo contaron a los dos años y medio. Se habían quedado solos en casa, y Duncan tenía miedo de las sombras que formaba la luz que atravesaba la ventana. Lily se inventó entonces una historia sobre caballos voladores, y seres diminutos con súper poderes para protegerle de las pesadillas.
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El segundo cuento fue una historia de terror que les contó el señor Casablancas y que no dejó dormir a Beaver en toda la noche. Fue un día de acampada en el que conoció la faceta dulce de Logan cuando éste le dijo a Beaver que él dormiría a la puerta de la tienda para que no le pasara nada. Logan no creía en los monstruos, le dijo a Duncan entonces, sabía que eran una tontería. Pero cuando Duncan le dijo que eso no era cierto, Logan le respondió que lo importante era que esa noche los verdaderos monstruos no estaban allí.
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El tercero cuento se lo contó la mujer del sheriff mientras esperaba en la sala de interrogatorios a que la policía volviera con su hermana. Sólo tenía diez años y había sido un día agotador en el que, por un momento, sus padres y él pensaron que habían perdido a Lily en algún lugar de Neptune. Por suerte para todos, Lily era de esas personas que nunca están perdidas, o que siempre saben salir indemne de todos los problemas. Y mientras su padre hablaba con el señor Mars, él trataba de tranquilizarse y pensar que todo saldría bien.
-Muchísimas gracias, sheriff Mars. No sabes cuantísimo se lo agradezco -se despidió el señor Kane antes de marchar.
- Traquilo, señor, yo también tengo una hija. Sé lo que se siente.
-¿Una niña? -La respuesta de su padre le sonó extraña, como una mezcla de sorpresa, de alegría y de nostalgia.
-Se llama Veronica, Jake. Y es una preciosidad -agregó la mujer del sheriff mientras salía de la sala con Duncan de la mano. -Tendrías que verla.
-Invítalos a merendar, papá -le pidió Lily con esa sonrisa a la que nadie podía negarse.
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El cuarto cuento estuvo a cargo de Veronica, la hija del sheriff. De alguna forma que Duncan ignora y siempre envidió, Lily y Veronica congeniaron a la primera. Quizás por las miradas recelosas que le enviaba Celeste a la pequeña, y que hizo que Lily se adjudicara el papel de hermana mayor. Quizás porque eran dos chicas muy parecidas, despiertas y astutas. El cuento que les contó Veronica cuando se quedaron solos en el cuarto de Lily tenía efectos especiales y juegos de magia, pues Veronica los colocó de protagonistas y, durante una hora, la mansión de los Kane se convirtió en un centro de espionaje secreto. Fue un cuento fascinante, con el que Veronica se ganó el corazón de los hermanos más multimillonarios de todo Neptune.
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El quinto cuento se lo inventó Logan y se lo dedicó a la profesora de Biología. Iba sobre un villano que le había atacado con un cinturón y le había destrozado sus ejercicios de clase. La profe le dijo que a ella también su perro se había comido sus apuntes una vez, pero que nadie era tan idiota como para decirlo en alto.
-Es una bruja -se quejó Logan a Duncan durante la hora de la comida.
-Y tú eres un mentiroso pésimo -se rió Duncan que, como todos los demás, tampoco se había creído la excusa de Logan.
-No te preocupes, aprenderé a mentir mejor -le aseguró su amigo con los dientes apretados.
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El sexto cuento corrió a cargo de los chicos de tercero, el año en que empezó el instituto. Era un bulo, una historia contada entre codazos, chupitos y risas. Algo sobre que Duncan se había tirado a una de las animadoras en su primer año. Por supuesto, sólo era un cuento. A los catorce años, lo único que hizo Duncan después de que a Dick se le ocurriera espiar al grupo de animadoras mientras se cambiaban de ropa fue encerrarse en el baño y acabar el trabajito con su mano derecha. Pero para Logan era mucho más gracioso decir que su amigo era todo un mujeriego.
-Lo que pasa es que tienes envidia -se burló Duncan de él cuando lo dijo por enésima vez.
-¿Envidia, tío? ¿De pajearme? Pero si lo llevo haciendo toda mi vida. Además, hasta que no te lo ha hecho Lily no sabes lo que es.
-Agh, tío, eso es asqueroso. ¡Que es mi hermana!
-Oye, si quieres la mía... Es un poco mayor, pero puede que no tan experimentada como...
-¡Logan!
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El séptimo fue mágico. Fantástico, ideal, precioso. Empezó con un ¿Quieres salir conmigo?, y terminó con un beso en la playa. Fue una historia donde los protagonistas eran los ojos de Veronica, su pelo enredado entre los dedos de Duncan, y su aroma impregnando cada segundo lejos de ella. Fue un cuento de hadas, donde cada día era mejor que el anterior, donde parecía que la felicidad era eterna, pero que que pareció provocar a los dioses y atraer a unas pesadillas de las que Lily ya no podría salvarlo.
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El octavo se lo susurró su madre mientras lo abrazaba, mientras lo acunaba entre sus brazos, y le decía que todo saldría bien, que al final era lo mejor, que tenía que decírselo, que lo sentía mucho, pero que ninguno de los dos tenía la culpa.
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El noveno estuvo hecho de silencio. De evitar las miradas de Veronica por los pasillos de clase, de hacer oídos sordos a las pullas de su hermana, de oleadas de rencor hacia su padre y de hacer como si no pasara nada delante de Logan. Fue un cuento hecho de olvido, de ataques de furia que la medicación eliminó de su memoria, de nauseas y vómitos que se convirtieron en fiebre. De querer ir a la escuela a toda costa para disimular, como si nada hubiera cambiado, como si el hecho de alejar a Veronica de su lado no fuera importante y no les estuviera afectando en lo más mínimo.
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El décimo cuento fue una risa cruel y sarcástica que atravesó la ventana de la mansión de los Kane como un rayo fugaz y mató a todos aquellos seres diminutos con súper poderes que Lily había creado para protegerlo. El décimo fue un golpe en los pulmones que lo dejó sin aire, sin ganas de nada excepto de llorar. La muerte de Lily fue una historia macabra, algo que no tenía que haber sucedido nunca porque no encajaba. No porque fueran ricos, jóvenes y guapos, sino porque era Lily y Lily era invencible, inmortal. Para Duncan el décimo cuento fue la confirmación de que la vida no tiene finales felices, porque en realidad no es sino un constante ir y venir del que es imposible escapar. Que la vida no es un cuento, pero está lleno de ellos, todos hechos de ilusiones y mentiras, de fantasmas y de deseos imposibles.
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El cuento número once llegó de madrugada, cuando las olas furiosas del alcohol y las drogas arreciaban contra las costas de su mente. Llegó de puntillas, cuando pensaba que ya se había librado de él. Que ella ya estaba a salvo, o que la había perdido para siempre, o que se había perdido en alguna parte entre el baño y las piernas de algunas de las amigas de Logan. Pero sin ni siquiera proponérselo, apareció allí, en el marco de la puerta, mirando como dormía. Parecía un ángel y la echó tanto de menos que dolió, dolió más que antes y menos que nunca, porque cuando ella abrió los ojos y le susurró un saludo, a Duncan dejó de importarle todo. Ya había perdido a una hermana, no quería que le quitaran a otra.
-Veronica...
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El cuento número doce fue la sentencia final, el golpe de gracia de aquella vida que ya no tenía sentido vivir.
-Fuiste tú. Mataste a tu hermana.
Las acusaciones de Veronica retumbando en su cabeza, la desconfianza reciente con la que Logan lo miraba tras decirle que Veronica lo estaba investigando como sospechoso... Y la risa de Lily, tan alegre como sólo ella podía serlo. Todo le golpea con fuerza y le duele el simple hecho de respirar. La última gran mentira de su vida, de su mundo, con la que va a tener que convivir para siempre, le parece algo tan absurdo e irreal como la propia muerte de Lily.
El cuento número doce es la última campanada, la que le da la bienvenida a la noche de las brujas. A partir de ese momento, su universo se tambalea y se cae. Todos los demonios que ha ido enterrando bajo capas de fármacos y drogas varias despiertan y resurgen con una fuerza inusitada en él. Se siente sin fuerzas, sin ganas de nada, y menos mal, porque si tuviera un ataque ahora no estaría muy seguro de no dejar a sus padres sin el único hijo que les queda.
El cuento número doce es el punto y final para Duncan. Es el adiós a una vida que nunca más volverá. Recuerda las historias que le contaban de pequeño, cuando Lily y él se quedaban solos en casa, cuando se iba de excursión con sus amigos, cuando Veronica le cogía de la mano y hacía desaparecer los horrores del mundo con un hechizo que sólo ella conocía. Pero la noche ha hablado y ya sólo quedan monstruos y brujas y demonios que harán de su vida un cuento más. Un bulo, una historieta, una mentira más.