Título: Historias de sangre y carbón
Fandom: The 100
Pairing o Personaje o Grupo: Bellamy Blake, Jasper Hale
Rating: PG-16
Resumen: Ese invierno, Clarke quiso espiar sus pecados y rescatar del olvido a los muertos de aquel genocidio. Puede que sólo dios sea testigo de un dolor que nadie puede perdonarla, pero cuando la pequeña comitiva de los Hijos del Cielo acompaña a Abby para proveerse de material para el frío, recuerdan porqué sólo Clarke es su legítima líder.
Advertencias: Spoilers de la 2ª temporada
Notas de Autor:Escenas sueltas, y sin orden cronológico de la primera y la segunda temporada. Mucho más Bellamy POV porque Bellamy lleva comiéndose a Clarke con la mirada temporada y media y yo me muero de amor al verlo. Puede que también haya algún Raven/Octavia/Monty POV porque es demasiado obvio para que no se haya dado cuenta todo el campamento.
La canción de fondo de este fic es This Night, de Black Lab
(aquí para youtube)
Palabras: 1819
Cuando lo proponen en el consejo, nadie dice nada. Nadie quiere ser el primero en hablar, aunque todos estén pensando cosas parecidas. Harper se revuelve en su silla, nerviosa. Mira a su alrededor como cuando era una niña, como cuando vivía en el Arca y las decisiones las tomaban los adultos. Las decisiones difíciles, al menos; las decisiones como ésta.
-Recordad el invierno -insisten y miran hacia Abby esperando que ella dé su aprobación.
Pero Abby sólo puede mirar a Bellamy que lleva con los ojos cerrados casi un minuto.
-Necesitamos proveernos.
-Está bien. -Bellamy por fin se decide. Sabe que es una de las razones por las que los demás se han callado.
Le lanza una mirada a Harper y esta sonríe, o al menos eso intenta. Es una mueca congelada en el tiempo, en un intento de algo que se quedó a medio camino cuando un recuerdo la pilló por sorpresa. Bellamy sabe lo que está pensando porque es lo mismo que se le ha ocurrido a él. Está pensando en Jasper. Todo el mundo piensa en Jasper últimamente, sobre todo cuando alguien menciona algo de las Montañas de Agua.
Establecieron un día de recuerdo por ellos. No porque pensaran que el ataque hubiera sido deliberado o injusto, sino porque no quería olvidar. Ni las torturas, ni la masacre, ni que de no haber sido por Clarke los muertos serían ellos. Pero es difícil honrar a tus héroes cuando estos tienen las manos llenas de sangre.
Se la seguía echando terriblemente de menos, aunque cada uno lo trataba de una manera diferente. A Jasper le llegó todo por partida doble, pues a su llegado al campamento todos supieron qué había pasado con Finn. Monty, Miller, Harper y los demás sintieron que habían perdido toda la inocencia que les quedaba cuando les capturaron. La inocencia de creer que un extraño te puede querer bien, puede no querer hacerte daño.
Raven, como siempre, hacía cosas. Se involucraba en las ideas más locas y Wick la seguía después de dudarlo un poco, sólo un poco. Octavia entrenaba con Lincoln todos los días, y juntos formaban un pareja de caza totalmente independiente de los demás. Bellamy se afanaba por llevarse bien con los adultos, en especial con Kane, para tratar de cuidar a su gente en medio de una sociedad que les seguía considerando unos niños.
Los días pasaban y la falta de lágrimas parecía una abnegación para espiar los pecados.
Hasta que el invierno pasó y con él la factura de no estar bien preparados para la vida en la tierra. Esa primavera la posibilidad brilló ante ellos como lo hace la pirita que cree ser oro.
-En las montañas había multitud de utensilios y mantas para guarecer a toda la gente, y no hay nadie que las utilice.
-“No queda nadie porque los matamos a todos” -pensó Bellamy con acritud, y aunque él no se movió del sitio, su hermana lo gritó bien alto y salió dando un portazo.
Lincoln fue el primero en hablar, en admitir que la opción no sólo era buena sino sensata. Los muertos no iban a volver, y que perecieran los Hijos del Cielo no les iba a devolver la vida. Con la llegada del invierno, ser práctico suponía una gran diferencia.
Así que partieron. Una pequeña comitiva se organizó y marchó hacia las montañas. Octavia fue la encargada de decírselo a Jasper, entre una serie de palabrotas hacia todos los miembros del consejo y un par de abrazos porque, joder, no era justo. Para sorpresa de todos, Jasper se apuntó a la comitiva, y fue Monty quien se quedó.
-No puedo, tío, no me dan las fuerzas ni para recordar aquella escena... Sé que de estar de nuevo allí haría lo mismo, lo sé, pero ahora, aquí, es acordarme de ello y...
Bellamy sabe de qué habla porque a él le pasaría algo parecido sino fuera porque ya ha luchado muchas batallas con los fantasmas de todos los que han muerto por su culpa. Empezando por su madre...
En la comitiva, están Bellamy, Lincoln, Harper y Jasper. También están Abby y Kane, que a cada paso que dan les recorre la sensación de que caminan hacia el más allá. Recuerdan la gran explanada verde, con sus árboles, sus flores y la ausencia total de mano humana que las hubiera tocado. Pero cuando llegan a ella, sienten que algo ha cambiado.
Aquí y allá se distinguen pequeños esquejes de distintas flores. Hay muy poca distancia entre ellas y la gran mayoría están enredadas en un palo que las sostiene de pie. Son tantas que la vista se pierde al intentar contarlas, y cuando a Jasper se le inundan los ojos de lágrimas, Harper se da cuenta de que están andando sobre un cementerio. La inmensidad les abruma y Bellamy tiene que darse prisa para entrar en la fortaleza subterránea.
Pero dentro se esconde algo que no esperan. Cuando la comitiva se separa para peinar el lugar, y Bellamy y Jasper pasan por el comedor, lo que ven les atraviesa el corazón. Ya no quedan cuerpos
desparramados sobre las mesas y las sillas; ya no hay rostros llenos de heridas y supuraciones, ya no hay un color rojo muerte decorando el salón. En su lugar, las mesas y las sillas se han integrado en las paredes, en un enorme y precioso mural que recrea la vida de los habitantes de la Montaña tal y como Jasper la conoció.
Hay niños corriendo entre las mesas, y familias conversando felices, comiendo tartas de chocolate y escuchando la música de un gramófono que da vueltas al fondo del dibujo, en una profundidad artificial y perfecta. Bellamy no necesita recordar las palabras de Kane, cuando éste le dijo que al revisar las celdas de los cien, encontraron la de Clarke repleta de dibujos por todas partes.
Sabe que sólo ella ha podido venir, ha sido capaz de limpiar ese lugar y de darles a los espíritus que vivían allí cierta paz. Jasper también lo sabe, y busca, con mirada ansiosa, algún rostro conocido en ese coro de voces mudas. Lo encuentra en una de las zones apartadas del salón, en el único lugar donde los muebles no han sido movidos. Aún queda allí el sillón grande donde Maya se sentaba para mirar sus cosas y hablar con él. Aún queda allí su presencia, confinada en un dibujo cuyos trazos hacen temblar a Jasper. No quiere mirarla porque sabe que no es real, pero es la primera imagen que ve de ella desde que el recuerdo de su rostro se empezó a disipar.
Bellamy lo observa y evita pensar en Clarke, pues no quiere comprobar si se acuerda de su cara o no. Dicen que lo que primero se olvida de una persona es su voz, y lo cierto es que Bellamy sólo guarda de Clarke su fuerza, su fe en él, su respeto y su confianza. Cuatro cosas que le hacen levantarse cada día con la seguridad de que puede hacerlo mejor, y que lo hará; que conseguirá lo que se propone sin dejar de lado a esa buena persona que en el fondo sí que es.
Le gustaría pedirle a Jasper que recuerde eso de Maya, que se quede con la parte que le hace querer vivir porque lo cierto es que en aquella lucha sólo uno de los dos hubiera sobrevivido. Y quiso el destino que a Clarke le importara más Jasper, de lo que le importaba Maya a Cage Wallace.
-Ojala Octavia hubiera venido, y hubiera podido ver esto.
Lincoln se lo dice mientras están en los dormitorios, recogiendo mantas en silencio. Jasper sigue en el salón, sin poder moverse del retrato de Maya.
-No sé si hubiera ayudado a que perdonara a Clarke... -responde Bellamy, dudoso.
-Pero sí a que recordara quién es, y qué la diferencia de Lexa, de nosotros -añade Lincoln.
-Ahora no sé si me hablas de Clarke o de mi hermana -replica Bellamy con una sonrisa.
-Son unos retratos preciosos -comenta Lincoln cerrando un baúl lleno de mantas.
-Lo sé, me temo que tendrás que tratar de hacerle una dibujo a Jasper si queremos que vuelva con nosotros al campamento.
-Descuida.
No sabe si lo ha dicho en broma o no, pero agradece que Lincoln se lo tome en serio. Necesita que Jasper vuelva, si no a ser el mismo, al menos a sonreír, a seguir tirando adelante. Como hace Raven, como hacen todos.
-¿Sabes lo que me cabrea? -Le pregunta tiempo después, cuando la noche ya ha caído y la comitiva ha tomado la decisión de quedarse un poco más para seguir investigando más sobre ese lugar. -Que con ese dibujo sólo cumplamos penitencia nosotros. Entiendo que no pueden hacerlo los que ya murieron, a los que asesinamos. Pero..
-Pero es como si no hubieran hecho nada mal, como si su muerte hubiera sido deliberada.
-Exacto. -Responde Bellamy aliviado y mira a Lincoln preguntándose cómo en algún momento pudo pensar que era un simple salvaje -. Me parece injusto, sobre todo para Clarke, que alguno de nuestros descendientes por ejemplo, pueda pensar que ella fue la mala, que no quiso pensar en otra opción.
-Bellamy, nadie puede pensar que quien hizo esto -y cuando lo dice señala a las paredes -lo hizo sin pensar antes en la compasión.
-Pero... -quiere quejarse Bellamy.
Y lo hace, pero lo hace con la mirada, que la clava en los ojos de Lincoln, y éste entiende lo que le está pidiendo sin necesidad de que añada más.
Al día siguiente, Lincoln le da a Jasper un retrato de Maya que consigue que éste vuelva al trabajo y así pueda ausentarse él. Durante un par de días, nadie ve a Lincoln y alargan su estancia durante hasta una semana para poder volver con él. Cuando lo hacen, descubren que Clarke no era la única artista del campamento.
En los pasillos del búnker, Lincoln ha hecho su propia despedida a los suyos, a los que fueron torturados, desangrados y envenenados para que los habitantes de la Montaña pudieran robarle un par de meses a la muerte. En los pasadizos que conducen al gran comedor, Lincoln ha dibujado una versión del tártaro que previene a los ilusos ante lo que van a encontrarse al cruzar la puerta. En los bordes del gran llanto que ha trazado Clarke, Lincoln ha escrito las palabras de perdón.
Cuando, esta vez, vuelven de las montañas, la comitiva guarda en su pecho una sensación diferente. Es más cálida, más hogareña. No ha habido descarga de adrenalina, no llevan consigo el cadáver de Fox para ser enterrado con los suyos, no traen un genocidio pisándoles los talones.
Puede que aún no hayan hecho las paces con el pasado, pero están en camino y la primera piedra, como siempre, la ha puesto Clarke. Porque por algo es su líder, su princesa, su heroína.