La habitación estaba pintada en un color rojo intenso, era larga, pero no muy ancha. En el extremo más cercano a la puerta había un mueble tocador y un espejo con bombillas a su alrededor. Y tú estabas allí, cual artista de cine, sentada en una silla con brazos, preciosa, con los labios pintados de rojo, como el día en el que te vi por primera
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