Fandom: Harry Potter
Pairing: Ron/Draco
Rating: M o NC-17 o como coño sea. Que habrá porno en el futuro, vamos.
Notas: Regalo de cumpleaños para
hoomygoth, aka mi prometida. No voy a decir nada más porque tampoco sé qué decir. Sólo felicidades. Y que estoy escribiendo un fic con más de un capítulo por ti, zorra, mira qué cosas me obligas a hacer.
-Me parece alucinante que se haya atrevido a venir.
Los niños ya han subido al Exprés y ahora están mucho más cerca de los Malfoy, pues han ido siguiendo el tren mientras éste arrancaba. Además, Ron lo dice expresamente alto; de modo que Draco lo oye perfectamente y se gira con la ceja alzada pero sin decir nada.
-Déjalo ya, Ronald.
El tono de voz de Hermione es cansado, como el de alguien que ha sido obligado a escuchar muchas veces el mismo discurso, que es exactamente lo que ha pasado.
-Te lo digo en serio, Hermione. Si tuviera algo de vergüenza no se atrevería a mostrar su asquerosa cara de mortífago en público.
La mirada de Draco le atraviesa aún desde la distancia a la que están.
Se cruzan a la salida y Ron no puede (ni quiere) evitarlo:
-Jodido mortífago.
Y lo que más le molesta es que Draco ni siquiera parece inmutarse.
-¿A qué viene eso, Weasley?
-¿Qué haces aquí, Malfoy?
Hermione, Harry y Ginny se han adelantado y Ron se ha quedado atrás para hablar con Malfoy, que se ha quedado solo cuando Astoria se ha ido a hablar con alguien que juraría que es una ex-Ravenclaw, aunque dado la distancia a la que están y su asombrosa memoria, podría ser cualquiera.
-Resulta que, por si no te has percatado, mi hijo empieza en Hogwarts este año.
-Y dime, Malfoy, ¿tu hijo también es un mortífago?
-Y dime, Weasley, ¿tu hijo también es un gilipollas lleno de prejuicios y rencor?
-¿Entonces lo reconoces? ¿Eso es un sí? Lo imaginaba, de tal palo tal astilla.
-¿Sabes qué, Weasley? Vuélvete a tu casa de mierda con tu mujer y deja de hablar del pasado. No es como si hubiéramos tenido demasiadas putas opciones. ¿Si te doy un galeón prometes callarte la jodida boca?
-Vaya, Malfoy. Tienes una boca muy sucia para ir tan elegante. Quizás voy a tener que limpiártela.
-Apuesto a que eso te gustaría.
-A puñetazos.
-Jódete, Weasel. Qué te den.
Y se atreve a dejarle con la palabra en la boca.
El verano siguiente Ron y Draco se encuentran en el Callejón Diagon mientras compran con sus hijos lo necesario para el nuevo curso escolar.
-También es casualidad, de todos los días que tiene el verano…
Draco se lo dice a Astoria en un tono que ni siquiera finge ser bajo. Aún se acuerda de su último encontronazo con el imbécil de Weasley.
-También es un placer verte a ti, Malfoy- responde Granger de forma mordaz.
Si no fuera porque es Granger incluso podría sonreír. Le ha hecho gracia.
-¿Así que Slytherin, eh?- dice Ron mirando a Scorpius inquisitivamente.
-Gryffindor, supongo- contesta Draco mirando a Rose.
Ninguno de los dos añade nada y es algo así como una forma de firmar la paz.
No es como si las cosas pudieran haber sido de otra manera.
Firman la paz hasta la próxima vez, que resulta ser, como no, en el andén nueve y tres cuartos.
-Me han dicho que tu hijo hizo un gran curso, Malfoy,
El que inicia esta vez la conversación es Harry, que parece estar decidido a mantener una relación cordial que jamás han mantenido y a ser un ejemplo de una siempre inexistente hasta el momento, fraternidad entre casas.
Draco no puede evitar sonreír con orgullo y seguirle la corriente a Harry. Scorpius ha resultado ser un gran alumno y ha contribuido en gran parte a la victoria de Slytherin en la Copa de las Casas.
-Bueno, parece que el tuyo ha heredado tu talento sobre la escoba- dice con educación.
Harry asiente y sonríe como diciendo: “¿lo veis? Podemos mantener una relación llena de educación y cortesía si todos nos esforzamos para ello”.
Draco asiente de vuelta y mira fijamente a Ron, que se encuentra parado junto a Harry.
-Weasley- dice con una ligera inclinación de cabeza.
-Malfoy.
Mientras que la voz de Draco suena fría y educada, la de Ron parece contenida.
Draco sospecha que ahí no ha terminado todo.
Y se encuentran en los lavabos que usan para desaparecerse, por supuesto. El sexto sentido de Draco nunca falla.
-Creí que los Malfoy no os aparecíais en lugares públicos- dice Ron con algo parecido a la malicia en su voz.
-Creíste mal.
-Ser un Malfoy ya no es lo que era, ¿eh?
En parte lo dice con rabia, pero la otra parte esconde cierta pesadumbre en los pliegues de la voz, es un poco como “me caes mal, pero qué putada tiene que ser eso”. Esa segunda parte es la que se desvanece cuando Draco contesta:
-Ser un Weasley en cambio no ha cambiado en absoluto, ¿no? Supongo que es lo bueno de estar tan abajo, que ya no puedes caer más.
-Repite eso, Malfoy.
-¿Además de pobre eres sordo, Weasley?
Y Ron no puede ignorar la provocación. Se echa hacia delante, avanzando el cuerpo y cerrando los puños, como si en cualquier momento fuera a pegarle.
Pero justo cuando está a punto de dar un paso hacia delante, Mafoy le mira despectivamente, se mete en el cubículo con asombrosa lentitud y un momento antes de desaparecer dice:
-Un placer, Weasel.
Y cuando un ligero “plop” resuena en el baño, Ron sonríe a su pesar. Los Malfoy siguen siendo lo que eran. Unos cobardes y unos capullos. Por alguna razón, eso le provoca una sensación parecida al alivio.
Aun así, se dice a sí mismo que tiene que recordar eso de que los Malfoy no han cambiado tanto para decírselo a Draco la próxima vez que le vea.
Sabe que habrá una siguiente vez.
Y por supuesto que la hay.
Es en el Ministerio. Poco antes de Navidad.
Ron está allí porque bueno, trabaja allí. Aunque lo de trabajar es un eufemismo, porque no es que haya mucho trabajo después de la guerra y el poco trabajo que hay nunca parece recaer sobre él. Lo suyo y lo de Harry son algo así como puestos honoríficos.
A él ya le parece bien. Nunca ha sido el elfo más trabajador de la cocina. (Y se recuerda a sí mismo que debe evitar esa clase de expresiones si no quiere dormir en el sofá o algo así, Hermione no las aprueba en absoluto).
Está yendo a desayunar como cada mañana cuando se cruza a Draco en la recepción del Ministerio.
Draco va con un traje de corte elegante y tiene un aire en general de ser un hombre muy importante, muy ocupado y con mucha prisa. Así que Ron se dice a sí mismo que es su obligación robarle un poco de ese tiempo que tanto parece faltarle a Malfoy.
-Buenos días, Malfoy.
El tono es educado y cuando Draco se gira, no espera encontrar tras él a Ron, eso es obvio por la expresión de sorpresa que se instala en su rostro. Expresión que apenas dura una fracción de segundo, ya que Draco no tarda en recomponer su rostro.
-Weasley.- responde.
-¿Cómo tú por aquí, Malfoy?
-Tengo una reunión importante con uno de los consejeros, Weasley- dice Draco petulantemente. -Además- añade frunciendo el ceño,- no es asunto tuyo en absoluto.
-Soy auror.
-Por eso precisamente no tiene nada que ver contigo. Es con el consejero de economía, ¿qué tiene que ver eso contigo?- pregunta Draco con superioridad.
-Eso nada- dice Ron saboreando el momento.- Pero es mi función como auror tener controlados a los exmortífagos. Nunca se sabe de qué son capaces, ¿sabes?- añade condescendientemente.
A su pesar Ron siente una punzada de algo parecido al miedo cuando la expresión de Draco se vuelve de repente más dura y sus ojos se cierran un poco más.
-Está bien, Weasley. Tú ganas. Ahora si me disculpas, no quisiera llegar tarde a mi reunión. Buenos días.
La voz de Draco suena como acero. Es fría y cortante y tiene un matiz de amargura que Ron no puede dejar de notar. Se siente culpable.
No le gusta.
Espera en la recepción a que Draco salga de la reunión, pero cuando lleva ahí toda la mañana y nadie ha aparecido, se decide a preguntar. Pregunta en recepción a John, que aprovecha la oportunidad para preguntarle toda clase de detalles sobre su vida privada. Pese a que Ron intenta evitar las preguntas, cuando finalmente descubre que Draco no va a bajar puesto que han pedido que les suban la comida al despacho y probablemente tengan para toda la tarde, Ron descubre que ha revelado muchísima más información de la que realmente quería dar.
Jodido John.
Decidido a disculparse ante Malfoy por su comportamiento totalmente infantil, fuera de lugar y absolutamente gratuito (en palabras de Hermione), Ron se decide a abordarle en algún momento.
Sabe que no va a poder ser en el Ministerio, pues John le ha dicho que ya trató todos los asuntos pertinentes con el consejero Maxwell y que a partir de ese momento, cualquier detalle que tengan que afinar van a hacerlo en uno de los almuerzos que comparten habitualmente en un club exclusivo del que ambos son socios.
Y al que por supuesto Ron no tiene acceso puesto que nadie le avala para ello y no puede ingresar la cantidad que requiere el hacer la ficha de socio.
Su otra posibilidad es abordarle en un conocido pub por el que Draco se pasa de vez en cuando antes de volver a su Mansión.
Demasiada gente, se dice a sí mismo.
Pasar por la Mansión es una idea que descarta casi con la misma rapidez que aparece.
Así que la única opción que le queda es hacerse el encontradizo en el estadio de Quidditch al que Draco va de vez en cuando a jugar.
(Y para conseguir la información de qué estadio es exactamente y qué horarios tiene Malfoy, Ron ha tenido que dar mucha más información sobre su vida privada de la que a Hermione le va a parecer necesaria).
Sabe que la discusión no fue para tanto y que realmente todos tus encuentros acaban más o menos del mismo modo. Que a veces es él quien empieza la discusión y otras veces es Draco quien empieza a provocar.
Pero por alguna razón, esta vez es diferente.
Quizás por la expresión en la cara de Malfoy. Quizás porque se da cuenta de que las últimas veces siempre es él quien provoca e intuye que él hace muchísimo más daño de lo que Malfoy le ha hecho jamás. Quizás porque está en la naturaleza de Ron, lo de ser amable.
O quizás simplemente porque le apetece verle.
A veces le echa de menos.
No a él especialmente. O quizás sí.
Pero es un poco todo.
Hogwarts. El ser jóvenes. Los problemas que no son reales. La falta de responsabilidades. La sensación de que tenían toda la vida por delante y la tenían a sus pies.
El encontrarse por los pasillos del castillo y empezar una discusión sin motivo. Las pullas en el Comedor y la sensación de que lo más importante era poder devolverle la jugada a Malfoy y ganarle la Copa de las Casas a Slytherin.
Y se decide a ir a buscarle al campo de Quidditch de Greenland.
No podía ser de otra manera.
Cuando llega, el campo está casi vacío. Hay un par de golpeadores que se lanzan la bludger uno a otro, dos cazadoras y un guardián en un aro, un par de cazadores más allá. En el campo al que suele ir Ron hay siempre mucha más gente.
Draco baja de repente a la zona del campo. No le había visto. Él no ha visto a Ron todavía.
Está subido en una escoba último modelo con un uniforme de Quidditch que es bastante parecido al de Slytherin. Ron sonríe al verlo.
Draco suelta la snitch que tiene en la mano, cierra los ojos, cuenta interiormente y apenas tarda un par de segundos en localizar la snitch una vez abre los ojos. Sale disparado tras ella y Ron le observa perseguirla por todo el campo.
Es bueno. Muy bueno.
Se pregunta porqué nunca se dio cuenta de ello.
Cuando Draco alcanza finalmente la snitch, sonríe ampliamente y vuelve al centro del campo. Una vez allí, mira a su alrededor y no tarda en ver a Ron.
Toda su postura corporal cambia e incluso a esa distancia, Ron puede ver como ha fruncido el ceño.
-¿Qué coño haces aquí? ¡Maldita sea, Weasley!
Y Ron, en vez de disculparse como iba inicialmente a hacer, dice:
-¿A qué te parece que vengo con una escoba al hombro a un campo de Quidditch, Malfoy?
-Este es mi campo.
Draco tiene la mandíbula fuertemente apretada, así que la voz sale entre silbidos.
-No veo tu nombre por ninguna parte.
Y sin decir una palabra más, Ron se acerca a los cazadores que no tienen guardián y les ofrece jugar juntos. Aceptan rápidamente y sólo paran cuando el cielo está oscureciendo y Ron recuerda que tiene que volver a casa. Alza la mirada buscando a Draco por el campo. No le ve. Ni siquiera sabe cuando se ha ido. Se encoge de hombros. Ha quedado para volver a jugar la semana que viene, seguramente le verá entonces y podrá disculparse.
Pero cuando el domingo siguiente Ron vuelve al campo, no ve a Draco por ninguna parte y esa tarde se le cuelan más quaffles por el aro que en toda su época de guardián.
El lunes al llegar al Ministerio John le informa de que Draco ha procedido a borrarse de ese campo de Quidditch pero que si quiere tiene la dirección del nuevo.
Ron suspira y le dice que lo deje estar.
Draco, por su parte, se pasea enfurecido por su despacho. A diferencia de lo que John le ha dicho a Ron, Draco no se ha apuntado a ningún otro campo de Quidditch y el día anterior no pudo dedicarlo a volar hasta tener los huesos entumecidos tal y como le gusta.
Draco es un hombre de costumbres y los domingos por la tarde va a volar. El hecho de no poder hacerlo es algo que le trastorna y le cabrea profundamente. Y la diana de su cabreo es Ron Weasley.
No sabe qué quiere y porqué de repente anda preguntando por él a ese gilipollas entrometido que es John Tacklebot, pero honestamente le da igual y lo único que quiere es que le dejen vivir en paz de una jodida vez.
No cree que sea tan difícil.
Y entonces una carta lo cambia todo.
Es una carta amenazadora que le llega a Draco con el correo de la mañana del miércoles.
La pone en el montón de “cartas desagradables”, pila que se encarga de revisar su secretaria cada viernes. Su función consiste en tratar de adivinar de quien procede y apuntar su nombre en una lista que Draco tiene. Lo que ocurre con esa lista es algo que Lisa (la secretaria de Draco) no sabe, pero la verdad es que prefiere no saberlo.
Y Draco también prefiere que no lo sepa. (Lo que da una idea a Lisa de que lo que le ocurre a la gente de esa lista no es bueno en absoluto).
Suelen ser cartas bastante inofensivas, la verdad. En algunas de ellas le llaman mortífago, en otras le acusan de traición a la causa, de vez en cuando hay alguna amenaza que no llega nunca a cumplirse, una promesa de venganza. No le preocupan realmente.
Esa carta es diferente.
En parte porque no llegan a saber qué pone en ella.
La carta explota el jueves por la mañana incendiando el resto de cartas del montón y provocando un pequeño destrozo en el despacho.
No llega a incendiar nada más porque Lisa llega rápidamente desde la otra habitación y apaga el fuego antes de que vaya a más. El escritorio en el que estaban las cartas está hecho trizas y la pared contra la que estaba apoyado tiene una mancha negra que va a ser imposible de ocultar antes de que llegue Draco. Las sillas tampoco ofrecen un gran aspecto.
Y lo que ocurre es aún peor de que de que llegue Draco.
Llega Astoria.
Astoria no suele pasarse por la oficina jamás. De hecho, y según Lisa tiene entendido, Astoria y Draco viven prácticamente separados y únicamente hacen vida en común por el bien de Scorpius, al que quieren con locura.
Lisa tiene entendido (y no es algo que esté ni remotamente confirmado, pues los Malfoy consideran la discreción una obligación y no una virtud), los gustos de Astoria Malfoy, antes apellidada Greengass van por unos derroteros mucho más suaves y curvilíneos de los que puede ofrecer Draco Malfoy. Claro que los de Draco Malfoy es vox populi que van justo en dirección contraria.
Y justo elige ese día para aparecer por ahí.
Al parecer quiere hablar con su marido un asunto relacionado con Scorpius. Pero el asunto no debe de ser tan importante porque en cuanto ve el desastre que ha causado la carta en cuestión lo olvida con rapidez.
-¿Qué ha ocurrido aquí?- pregunta imperiosamente.
Y a Lisa no le queda otro remedio que decirle la verdad. Astoria impone. Mucho.
Cuando Draco llega a la oficina, se encuentra a su mujer sentada cómodamente en uno de los sofás de su despacho con cara de llevar esperando un buen rato y no estar muy contenta con ello. O muy contenta en general.
-Buenos días.- dice Draco dándole un beso en la mejilla.
-¿No pensabas decírmelo?
Y Draco sabe que ha ocurrido algo muy malo, aunque no sepa muy bien qué.
-¿Decirte qué?
-Lo de las cartas.
El tono de Astoria es frío y por un momento Draco ve a su propia madre frente a él. Turbador.
-¿Qué cartas?
Y lo peor es que lo pregunta totalmente en serio.
-Las cartas amenazantes que Lisa dice que llevas recibiendo desde hace años.
-No es como si fuera algo importante, Astoria, cariño. Son inofensivas.
-Está bien saber eso, porque una de esas cartas inofensivas acaba de volar casi la mitad del despacho de al lado.
-¿Qué?- pregunta Draco estupefacto.
-Es un alivio que esta mañana no estuvieras allí como cada mañana leyendo el diario, ¿verdad?- pregunta Astoria de forma mordaz.
Draco asiente distraídamente.
-Hay que llamar al Ministerio- afirma Astoria.
-¿Al Ministerio para qué?
-Para que tomen cartas en el asunto, está claro.
-Astoria-dice Draco firmemente,-me ocuparé yo solo de este… pequeño incidente. Los Malfoy se hacen cargo de sus problemas, gracias, no veo la necesidad de meter al Ministerio en esto.
-Una persona honrada llamaría al Ministerio para que los aurores investigaran el caso- dice Astoria.
Y entonces el rostro de Draco se transforma.
Si hay algo que Draco odia es recordar que fue un mortífago durante la guerra. Odia el haberlo sido y recordar que tomó una decisión equivocada (a pesar de que tampoco es como si hubiera tenido muchas opciones con su padre en la cárcel y siendo uno de los mortífagos más cercanos al Señor Oscuro). Y si hay algo que odia incluso más que todo eso, es que se lo recuerden.
La duda que siempre planea sobre todo lo que hace pese a haber pasado veinte años desde la guerra, el seguir que tener justificándose veinte años después, las acusaciones de mortífago pese a haber dado toda la información de la que disponía para ayudar a encontrar a los mortífagos que aún quedaban, las acusaciones de asesino que recibe cada día cuando ni siquiera llegó a matar a alguien, los murmullos tras él cuando camina entre la multitud, las sombras que le llaman aprovechado cuando en esa guerra perdió todo lo que tenía y no cree poder recuperarlo jamás, la vergüenza que ve a veces en los ojos de su hijo cuando dice que es un Slytherin y un Malfoy, las cartas que recibe y Lisa tiene que leer cada viernes, el ser perdedor de una guerra que ni siquiera quería ganar.
-Está bien-accede Draco,-llama al Ministerio.
Y sabe que se va a arrepentir de eso antes siquiera de acabar de formular la frase.
Por supuesto, esos imbéciles del Ministerio aprovechan la excusa para registrar el despacho de Draco a fondo ante su mirada impertérrita. Tiene los puños apretados y está haciendo serios esfuerzos por no partirle la cara al auror que está colocado junto a él de forma aparentemente casual pero que impide que pueda hacer ningún movimiento sin ser bloqueado rápidamente.
Eso sí, su rostro es una máscara de tranquilidad.
-Y bien, señores, ¿han terminado?-pregunta finalmente.
-Parece que todo está en orden, señor Malfoy-contesta un auror que parece bastante más joven que Draco.-No hemos encontrado indicios de que haya nada que pueda resultar peligroso para usted.
-Estoy seguro de ello-contesta Malfoy de forma cortante.-Muchas gracias.
Y justo cuando piensa que ya se ha librado de todo eso, y que esos jodidos aurores están a punto de marcharse de una vez para nunca más volver, aparece Ron Weasley por la puerta.
-Hola, Malfoy-dice de forma informal.
-Buenas tardes, señor Weasley-contesta Draco de forma fría.-¿A qué se debe el honor de su presencia?
Y el sarcasmo en la voz es tan leve que Ron no sabe si realmente está ahí.
-Me han asignado tu protección.
Las palabras resuenan en la cabeza de Draco y al final, olvidando por unos momentos la compostura, no le queda otra cosa que exclamar:
-¿Qué?
Ron, que ha tenido más tiempo para poder asimilarlo, sonríe con malicia.
-He dicho, Malfoy, que soy el auror encargado a partir de este momento de protegerte.
-¿Tú?
-Eso he dicho, Malfoy.
-No.
Y Draco sabe que no está siendo racional, pero no. Simplemente no.
-Me temo, Malfoy, que no estás en posición de negarte a ello. Como ciudadano en peligro que eres desde el momento en el que recibiste esa carta, es el deber del Ministerio protegerte aún en contra de tu voluntad.
-Joder.
-Ya, bueno.
Pero la verdad, y por mucho que se esté riendo de Malfoy en ese momento, es que cuando a Ron le ha sido comunicada la noticia, ha sido bastante más efusivo.
Y con efusivo se entiende que ha gritado hasta que ha sido imposible distinguir su rostro de su cabello y cuando ha llegado un momento en el que casi se queda sin voz, ha llegado incluso a recurrir a la súplica
Evidentemente, nada de eso ha funcionado.
Así que ahora están ahí. En el despacho de Malfoy, que aún sigue con la cara desencajada. Rodeados de aurores que parecen estar disfrutando enormemente del espectáculo.
Y con la perspectiva de pasar más tiempo juntos a partir de ese momento del que jamás imaginaron. (Y sobre todo desearon).
Estupendo. Maravilloso. Fantástico. Genial.
Lo que es es una puta mierda.
Se quieren morir.
No saben como van a sobrevivir a ello.
(O si lo harán siquiera).