Café

Nov 01, 2009 17:14

Traigo un poquito de fic. Bueno, RPS. Pero Real Person Slash, en plan Real Person. En plan, personas reales. En plan. mullu me lo ha bautizado como RTS: Real Teacher Slash. Pues eso.

Titulo: Café.
Fandom: RPS. Entre personas de mi instituto. Y sí. Es de monjas xDD
Pairing: JuanPe (don Juan Pardo, lengua y literatura y latín y francés y filosofía) / Juan Luis (matemáticas e informática, director de Secundaria), Javier (geografía e historia) / Felipe (biología) insinuado. Me estoy planteando poner fotos, estad atentos xDDD
Rating: G, diría yo.
Disclaimer: Esto no ha pasado, y no lo escribo con más ánimo que el de vengarme de vosotros por haberme abandonado cruelmente cuando más os necesitaba dar alas a mi malsana imaginación.
Notas: No he podido resistirme a meter un par de chistes privados, pero creo que se entiende medianamente bien si lo consideras ficción original. Me ha salido deprimente y trágico, pobrecitos mis niños. Si eso algún día escribiré un Felipe/Javier en condiciones, ellos son mucho más felicianos.



Café

El aroma a café excesivamente cargado ya empieza a extenderse por la sala de profesores a las ocho y veinticinco, cuando Javier toma el primer sorbo y deja escapar un poco de humo por la boca.

-Pero hombre, no lo cargues tanto, que ya vas bastante acelerado por las mañanas sin necesidad de cafeína -le digo al entrar junto a

Felipe, saludando con un gesto a los que ya están ahí.

-No lo suficiente. Nunca es suficiente. Necesito demostrar a los nenes que la policía nunca duerme. ¡Quiero oler su miedo!

-Con esa colonia que le robas a tu mujer no puedes oler ni a medio metro de tu narizota, Javier -Felipe dirige un “buenos días por la mañana” a todo el mundo y le da a su amigo una palmada en el hombro, sonriéndole desde cerca. Javier se atusa el bigote, murmura “perdona, pero la policía huele a rosas”, y la carcajada de Felipe resuena ante el ruido amortiguado de la sala. Juan Luis sonríe sin dejar de pasar los papeles en la carpeta.

Suele hacer eso. Sonreír desde lejos, escuchando la conversación sin intervenir, a no ser que tenga algo interesante que contar. Levantar un momento la mirada, pasándose las manos por la barbilla o ajustándose las gafas con un solo dedo, en un gesto que en cualquier otro parecería algo infantil; y luego volver a centrarse en su lectura, moviendo los ojos a toda velocidad.

Suele hacer las cosas a toda velocidad, como si tuviera prisa por terminar e irse a casa. Caminar, escribir ecuaciones en la pizarra, gesticular con esas manos suyas tan largas, meter sus cosas en el maletín y desaparecer. Tiene una capacidad muy irritante para estar ahí un momento y haber salido por la puerta al siguiente, con un “nos vemos” que parece llegar de muy lejos, junto al sonido de sus pasos cortos cuando sube las escaleras con la cabeza baja. Me pregunto si lo hará todo así, rápido y convulsivo. Entrando y saliendo sin que dé tiempo a sentirlo del todo pero dedicándote la intensidad suficiente para que seas consciente de que esta ahí; para que su ausencia se note más, como un hueco vacio que una vez tuvo algo importante. Haciéndose notar.

Con pocas palabras.

Me desagrada el olor a café de la sala de profesores, especialmente los lunes por la mañana. Me veo obligado a cambiar el ambiente tranquilo de la cafetería al lado de casa por los chillidos de los niños y los chistes soeces de los repetidores, que llegan tarde y se sientan en la mesa de la biblioteca más alejada de mí, fingiendo que estudian cuando creen que los miro. La guardia se hace larga a primera hora, el examen que corrijo es indescifrable y Juan Luis pasea arriba y abajo a toda velocidad con un montón de papeles entre los brazos, aparentando un aire algo despistado que no le define del todo bien.

-Juan -me llama, empujando la puerta de la biblioteca con una caja de libros que deja en la mesa más cercana, y se acerca a mí para inclinarse hacia mi oído-. Necesito saber si vas al viaje de estudios de cuarto.

Huele un poco a loción de afeitar, pero es tan suave que me hace preguntarme con qué ansiedad estaba yo buscando su olor.

-¿Quién más va?

-Rosa, Felipe y Javier.

-¿Tú no?

-No, yo no -esboza una media sonrisa, como si la respuesta fuera obvia. Yo huelo siempre a perfume caro y crema facial. Sé lo que quiero aparentar y lo consigo con cada detalle, soy como quiero ser. Él no tiene olor propio. ¿Quiere pasar desapercibido?-. Yo me quedo.

-Ya -me tocará pasar el fin de semana con Rosa, pero es un fin de semana fuera de mi casa vacía-. Pues sí, apúntame.

-Vale, tienes que firmarme unos papeles. A ver… -sujeta un bolígrafo entre los dientes mientras pasa las páginas. El anillo brilla un momento bajo la luz, discreto entre sus dedos largos y elegantes-. Parece que no los tengo aquí. Vente un momento a Secretaría, ¿quieres? ¿Puedes dejar a las fieras sueltas un rato?

-Eso espero -los chicos están jugando al tres en raya en un libro de literatura que intentan esconder al ver que me levanto-. Recuérdame por qué seguimos en esto, anda.

Juan Luis se ríe bajando la cabeza y no contesta hasta que salimos del edificio de Secundaria. Hace frío, y se encoge un poco, frotándose las manos.

-Pues porque ya estamos demasiado viejos para cambiar, Juan.

Nos miramos un momento a los ojos, fijamente, y los dos sabemos qué pasa por la mente del otro. Juan Luis baja la mirada hacia sus manos y se adelanta para abrir la puerta de Secretaría, que está vacía hasta las nueve. Rebusca entre los cajones y me saca un par de documentos que firmo sin sentarme, rozando un poco su mano cuando me señala el hueco. Acaban, y le doy una palmada en el hombro a modo de despedida, pero al parecer se me olvida retirar la mano, que se queda ahí, a la altura del cuello, rozando con el pulgar el punto en que empieza la barba.

-Juan… -dice, algo entre una queja resignada y un ruego que acallo con un “shh” mientras me acerco y me quedo quieto, a un par de centímetros de su boca, sabiendo que se adelantará para rozarme y darme permiso, a su pesar. Siempre a su pesar, porque una vez que lo ha hecho no podrá culparme solamente a mí. Le beso despacio, un roce largo sin más propósito que el de existir, aquí y ahora; casi inocente, si no fuera por la barba que me hace cosquillas bajo la palma de la mano, por ese sabor a café de sus labios fríos-. Juan.

El tono es más firme, y sus ojos están decididos cuando suben hacia los míos, a través de las gafas pequeñas que me gustaría quitarle para comprobar si parece más joven, o más viejo.

-Lo sé. Lo siento.

Le pido perdón con una sonrisa triste, y me doy la vuelta; el sonido de mis zapatos sobre el mármol del suelo es lo único que rompe el silencio. Al cerrar la puerta le veo sentarse a la mesa, mirando por la ventana con aire distraído. Tal vez tenga razón. Tal vez somos ya demasiado viejos para cambiar.

juanpe es un filósofo incomprendido, fanfic, hay porno en todas partes, school

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